sábado, 26 de marzo de 2011

La ceguera como visión de mundo en Ensayo sobre la ceguera de José Saramago e Informe sobre ciegos de Ernesto Sábato: Lo uno y lo diverso (VII)

6. CONCLUSIÓN


Antes de intentar escribir un decoroso colofón que ojalá disipe las brumas de este ejercicio interpretativo, consideremos una lacónica reflexión que, no gratuitamente, me ha suscitado la literatura que encarna ciegos o recrea “cegueras”.

Encarnar ciegos resulta, sin lugar a dudas, más fácil y menos osado, porque el escritor no pretende, como sí sucede con Saramago y el Sábato del Informe, “explicar el mundo” a partir de la ceguera. Ese otro escritor ficcionaliza un “personaje real” o construye esa existencia que no representa en modo alguno una visión de mundo.

En El túnel Allende es apenas un personaje ciego, cuya ceguera, de nunca haberse publicado la tercera parte de Sobre héroes y tumbas, constituiría “sólo” un “accidente” de su fisonomía. Pero inserto en el Informe, Allende pasa a formar parte del universo de ciegos del novelista argentino. El ciego que castiga con rigor la picardía del Lazarillo de Tormes no simboliza la ceguera, como tampoco sucede con el personaje ciego de Marianela, la novela de Pérez Galdós, cuya caracterización es igual de verosímil que la del primero. La visión de los ciegos sobrecogía de repulsión y espanto a Baudelaire y Rimbaud, que hubieron de poetizar su fealdad. Sería impreciso decir entonces que estos dos poetas malditos hicieron de la ceguera uno de sus temas, y muy acertado decir en cambio que, como Vidal, ellos se vieron trastornados por la contemplación de esos inefables seres.

Recrear “cegueras” comporta una muy distinta manera de escribir y de leer. El escritor ficcionaliza un mundo que se enclava a las afueras de la luz y le insufla una vida que tiene por todo pábulo la intención de su concepción. Siempre hay una concepción que puede o no variar de acuerdo con la intención del artista. El lector, a su turno, debe estar en capacidad de, sin endilgarle al escritor intenciones poco claras, al menos hacer por allegarse a esa concepción e intentar explicarla. Tal es el objetivo de esta monografía: relacionar lo uno y lo diverso que subyacen tras dos distintos tratamientos de un mismo símbolo. Veamos algunos de los resultados.

La lectura cuidadosa de las dos obras me condujo a un hallazgo que me permitiría analizarlas de forma coherente y organizada. En las dos La Ceguera mutaba y, según lo hacía, se adentraba en cuatro momentos que bauticé teniendo en cuenta su naturaleza.

La epifanía, el primero de ellos, revela su aparición y pone de manifiesto las primeras diferencias en torno al símbolo: un ciego -el del Ensayo- que no se corresponde con la concepción de su autor (seres idénticamente incapaces); una ciega -la del Informe- que sí se corresponde con la del suyo (seres de fachada mefistofélica). La entronización -el segundo momento- apuntala el gobierno de la ceguera que, en cada obra, debe avanzar hacia el totalitarismo del tercer momento -la endemia-, en el que sus efluvios níveos o tenebrosos han de cubrirlo todo. Satisfechas de su labor, la escatológica ceguera del portugués y la sobrecogedora ceguera del argentino se disipan, cuarto y penúltimo momento y capítulo de la monografía. El último momento -testigos de excepción- hizo visibles a los que ven y dan testimonio de la ceguera: la encarnación femenina de la moraleja que aborta la deslucida fábula de Saramago -la filantrópica mujer del médico- y el untuoso y dicharachero narrador en el Ensayo, y, en el Informe, la plural mirada de Vidal Olmos, autor, narrador y protagonista a un mismo tiempo.

Gracias al esclarecedor estudio de Kenneth Jernigan, cuyo resultado fue una inteligente taxonomía de las mutaciones de la ceguera como metáfora literaria que muchos escritores han usado con fines muy distintos, podemos hablar ahora de “las cegueras” o de “los tipos de ceguera” presentes en las dos novelas de que esta monografía se ocupa. Miremos cómo se evidencia cada uno de los nueve tipos bien en las dos obras o bien por separado.

“Blindness as compensatory or miraculous power” (la ceguera como resarcimiento y poder milagroso): podríamos decir que así es como Sábato concibe la ceguera; los ciegos de la Secta poseen poderes que los videntes no tienen y desconocen. “Blindness as total tragedy” (la ceguera como caos irredimible): a esto se reduce la concepción de Saramago: carentes de imágenes visuales, sus personajes están condenados al cataclismo universal. “Blindness as foolishness and helplessness” (la ceguera como estulticia e indefensión): los ciegos de Saramago adolecen de estupidez y desamparo crónicos. “Blindness as unrelieved wickedness and evil” (la ceguera como acerba iniquidad): a los poderes supraterrenales que tienen los ciegos de Sábato, se le suma la crueldad demoníaca de los de su condición. “Blindness as perfect virtue” (la ceguera como virtud incuestionable): Saramago borra de un plumazo el pasado libidinoso de uno de sus personajes -la chica de las gafas oscuras- que, con la ceguera, deja de ser una pindonga y se transforma en la efigie del decoro. “Blindness as punishment for sin” (la ceguera como consecuencia del pecado): Fernando sufre en carne propia la venganza de sus víctimas aladas, que consiste en enceguecerlo con la misma sevicia y frialdad que él les dispensó en su niñez. “Blindness as abnormality and dehumanization” (la ceguera como desfiguración de la condición humana): los ciegos del Ensayo pierden su dignidad de seres humanos y son confinados en la animalidad de su ceguera; Celestino Iglesias, como todos los advenedizos, trueca sus facciones humanas en rasgos de ciego. “Blindness as purification” (la ceguera como depuración): en tanto la ceguera en el Ensayo depura a una meretriz, en el Informe purifica al héroe al revés que, ungido del mal propio de la Secta, ya puede llegarse a ella. “Blindness as symbol or parable” (la ceguera como símbolo o parábola): nada más leer los dos títulos, el lector hace cábalas sobre las probables metáforas que de la ceguera construye cada autor, y una vez leídas, lo sabe a ciencia cierta: la ceguera como imposibilidad del sujeto -Ensayo- y la ceguera como instancia superior del conocimiento y epicentro del mal -Informe-.

Digamos ya para concluir y a modo de colofón, que si bien José Saramago y Ernesto Sábato construyeron sus novelas sobre la base de un mismo símbolo, ellas distan de parecerse, pues, en tanto el Ensayo sobre la ceguera recrea la confusión de un mundo que sin ojos no acierta a orientarse, el Informe sobre ciegos simboliza la perplejidad de un destino que se adentra en un mundo en el que debe prescindir de ellos para lograr hacerlo.

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