6. CONCLUSIÓN
Antes de intentar escribir un
decoroso colofón que ojalá disipe las brumas de este ejercicio interpretativo,
consideremos una lacónica reflexión que, no gratuitamente, me ha suscitado la
literatura que encarna ciegos o recrea “cegueras”.
Encarnar ciegos resulta, sin lugar a
dudas, más fácil y menos osado, porque el escritor no pretende, como sí sucede
con Saramago y el Sábato del Informe, “explicar el mundo” a partir de la
ceguera. Ese otro escritor ficcionaliza un “personaje real” o construye esa existencia
que no representa en modo alguno una visión de mundo.
En El
túnel Allende es apenas un personaje ciego, cuya ceguera, de nunca haberse
publicado la tercera parte de Sobre héroes y tumbas, constituiría “sólo”
un “accidente” de su fisonomía. Pero inserto en el Informe, Allende pasa
a formar parte del universo de ciegos del novelista argentino. El ciego que
castiga con rigor la picardía del Lazarillo de Tormes no simboliza la
ceguera, como tampoco sucede con el personaje ciego de Marianela, la
novela de Pérez Galdós, cuya caracterización es igual de verosímil que la del
primero. La visión de los ciegos sobrecogía de repulsión y espanto a Baudelaire
y Rimbaud, que hubieron de poetizar su fealdad. Sería impreciso decir entonces
que estos dos poetas malditos hicieron de la ceguera uno de sus temas, y muy
acertado decir en cambio que, como Vidal, ellos se vieron trastornados por la
contemplación de esos inefables seres.
Recrear
“cegueras” comporta una muy distinta manera de escribir y de leer. El escritor
ficcionaliza un mundo que se enclava a las afueras de la luz y le insufla una
vida que tiene por todo pábulo la intención de su concepción. Siempre hay una
concepción que puede o no variar de acuerdo con la intención del artista. El
lector, a su turno, debe estar en capacidad de, sin endilgarle al escritor
intenciones poco claras, al menos hacer por allegarse a esa concepción e
intentar explicarla. Tal es el objetivo de esta monografía: relacionar lo uno y
lo diverso que subyacen tras dos distintos tratamientos de un mismo símbolo.
Veamos algunos de los resultados.
La lectura
cuidadosa de las dos obras me condujo a un hallazgo que me permitiría
analizarlas de forma coherente y organizada. En las dos La Ceguera mutaba y,
según lo hacía, se adentraba en cuatro momentos que bauticé teniendo en cuenta
su naturaleza.
La epifanía,
el primero de ellos, revela su aparición y pone de manifiesto las primeras
diferencias en torno al símbolo: un ciego -el del Ensayo- que no se
corresponde con la concepción de su autor (seres idénticamente incapaces); una
ciega -la del Informe- que sí se corresponde con la del suyo (seres de
fachada mefistofélica). La entronización -el segundo momento- apuntala el
gobierno de la ceguera que, en cada obra, debe avanzar hacia el totalitarismo
del tercer momento -la endemia-, en el que sus efluvios níveos o tenebrosos han
de cubrirlo todo. Satisfechas de su labor, la escatológica ceguera del
portugués y la sobrecogedora ceguera del argentino se disipan, cuarto y
penúltimo momento y capítulo de la monografía. El último momento -testigos de
excepción- hizo visibles a los que ven y dan testimonio de la ceguera: la
encarnación femenina de la moraleja que aborta la deslucida fábula de Saramago
-la filantrópica mujer del médico- y el untuoso y dicharachero narrador en el Ensayo,
y, en el Informe, la plural mirada de Vidal Olmos, autor, narrador y protagonista
a un mismo tiempo.
Gracias al
esclarecedor estudio de Kenneth Jernigan, cuyo resultado fue una inteligente
taxonomía de las mutaciones de la ceguera como metáfora literaria que muchos
escritores han usado con fines muy distintos, podemos hablar ahora de “las
cegueras” o de “los tipos de ceguera” presentes en las dos novelas de que esta
monografía se ocupa. Miremos cómo se evidencia cada uno de los nueve tipos bien
en las dos obras o bien por separado.
“Blindness as
compensatory or miraculous power” (la ceguera como resarcimiento y poder
milagroso): podríamos decir que así es como Sábato concibe la ceguera; los
ciegos de la Secta poseen poderes que los videntes no tienen y desconocen. “Blindness as total tragedy” (la
ceguera como caos irredimible): a esto se reduce la concepción de Saramago:
carentes de imágenes visuales, sus personajes están condenados al cataclismo
universal. “Blindness as foolishness and helplessness” (la ceguera como
estulticia e indefensión): los ciegos de Saramago adolecen de estupidez y
desamparo crónicos. “Blindness as unrelieved wickedness and evil” (la ceguera
como acerba iniquidad): a los poderes supraterrenales que tienen los ciegos de
Sábato, se le suma la crueldad demoníaca de los de su condición. “Blindness as
perfect virtue” (la ceguera como virtud incuestionable): Saramago borra de un
plumazo el pasado libidinoso de uno de sus personajes -la chica de las gafas oscuras-
que, con la ceguera, deja de ser una pindonga y se transforma en la efigie del
decoro. “Blindness as punishment for sin” (la ceguera como consecuencia del
pecado): Fernando sufre en carne propia la venganza de sus víctimas aladas, que
consiste en enceguecerlo con la misma sevicia y frialdad que él les dispensó en
su niñez. “Blindness as abnormality and dehumanization” (la ceguera como
desfiguración de la condición humana): los ciegos del Ensayo pierden su
dignidad de seres humanos y son confinados en la animalidad de su ceguera;
Celestino Iglesias, como todos los advenedizos, trueca sus facciones humanas en
rasgos de ciego. “Blindness as purification” (la ceguera como depuración): en
tanto la ceguera en el Ensayo depura a una meretriz, en el Informe
purifica al héroe al revés que, ungido del mal propio de la Secta, ya puede
llegarse a ella. “Blindness as symbol or parable” (la ceguera como símbolo o
parábola): nada más leer los dos títulos, el lector hace cábalas sobre las
probables metáforas que de la ceguera construye cada autor, y una vez leídas,
lo sabe a ciencia cierta: la ceguera como imposibilidad del sujeto -Ensayo- y
la ceguera como instancia superior del conocimiento y epicentro del mal -Informe-.
Digamos ya para concluir y a modo de
colofón, que si bien José Saramago y Ernesto Sábato construyeron sus novelas
sobre la base de un mismo símbolo, ellas distan de parecerse, pues, en tanto el
Ensayo sobre la ceguera recrea la confusión de un mundo que sin ojos no
acierta a orientarse, el Informe sobre ciegos simboliza la perplejidad
de un destino que se adentra en un mundo en el que debe prescindir de ellos
para lograr hacerlo.
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