martes, 23 de marzo de 2021

Cuarenta desahogos, todos breves o muy breves

Aunque el nombre de este blog hace innecesaria la aclaración, aclaro que estos textos muy cortos que no me atrevo a llamar aforismos sino a duras penas pensamientos, me han surgido siempre, o casi, cuando estoy leyendo algo (una columna de opinión, un poema, una crónica, un cuento, un reportaje, una novela, una entrevista, un ensayo...) necesariamente inteligente. Se los participo, en la esperanza de que alguno les resulte interesante.

 

1.    En la infancia, cuando no es una infancia desdichada y trágica, hasta los miedos, cuando no son miedos fundados y terribles, saben y huelen a felicidad.

2.    Así como al hombre no se lo puede despojar de las ambiciones que le son inherentes a fin de que la insensatez socialcomunista sea viable, tampoco se lo puede obligar a que renuncie a sus secretos y sus reservas, a sus intimidades y sus ocultamientos, en aras de una transparencia que yo sólo querría para quienes administran los Estados y sus recursos y sólo para ellos.

3.    A los seres humanos nos cuesta entender primero y aceptar después, para por último resignarnos, que aquello a lo que deseamos apostarle nuestro prestigio no se nos da bien; que otros, a veces sin proponérselo siquiera, descuellan en nuestra obsesión y nos afrentan con su éxito.

4.    En tanto que los animales carentes sufren por lo inmediato, los seres humanos -pobres diablos- sufrimos por lo inmediato, lo pasado y lo mediato. ¿Quién es más desdichado?

5.    Si, parafraseando a García Márquez, el sexo es el sucedáneo del amor, entonces la paja lo es del coito.

6.    Sólo hay dos (o tres) actitudes comprensibles frente a la vida: la del que se resigna a su suerte y no se queja, y la del que no se resigna y lucha o, en su defecto, se mata.

7.    Un gobierno, un Estado que no soporta la verdad es cuando menos un gobierno, un Estado autoritario.

8.    Abreviemos diciendo que la discriminación es más que un derecho en tanto en cuanto se la ejerza mediante el poder civilizatorio de los buenos modales y la cortesía.

9.    ¡Muerte a Mikolka! Pero antes muélanlo a palos.

10.  ¡Para mí el parnaso o si no el fracaso!

11.  La vida me ha enseñado que es más fácil dar con un grupo de estudiantes todos excelentes que con un buen interlocutor.

12.  Cuando la inminencia de morir es considerable -la sospecha de una enfermedad grave-, alta -una pandemia- o muy alta -un bombardeo-, ahí sí que cabe la bobería esa de “vivir cada día como si fuera el último”.

13.  El problema de estar sumamente politizado y ser columnista -William Ospina, Mario Vargas Llosa- es que se pierden las dosis mínimas necesarias de ecuanimidad que son indispensables para que la opinión sea respetable y no se preste para caricaturas.

14.  Jamás me sumo a una protesta en la calle sin antes analizar el porqué debería o no sumarme, el para qué se está protestando y el con quién es que voy a protestar si decido hacerlo.

15.  La mejor innovación es la que no se hace cuando no se necesita.

16.  Aceptémoslo: el anacrónico y muy nocivo precepto “crescite et multiplicamini” es lo que tiene jodido al mundo.

17.  El poder del que sabe argumentar obra los efectos esperados sólo en quien sabe escuchar, leer, porque él es el único capaz de admitir que o estaba equivocado sin ser del todo consciente de estarlo, o lo estaba por su incapacidad de reflexionar por sí mismo en lo que el argumentador sí consigue que pensemos.

18.  ¿Pero cuándo fue que se desalojó de la universidad (y de la escuela toda) la certeza de que la ciencia sin nociones sólidas de letras está tan huérfana como éstas sin nociones científicas sólidas? ¿Acaso por la misma época en que se dejó de valorar al que enseñaba con arte para transmutarlo en remedo de científico y en muchos casos pésimo y desganado transmisor de conocimientos?

19.  Y viene la pregunta del millón: ¿quién, entre el científico y el político que se complotan para diseñar un arma letal que mate a cuantos más mejor, es más canalla y avieso?

20.  Lo suyo no es literatura; lo suyo es un largo y continuo flatus calami.

21.  Guardadas las proporciones, conmigo y mi madre se repite -seguramente por millonésima vez-, con cambio de escenarios y circunstancias e idiomas, la historia que en su día protagonizaron Arthur Schopenhauer y la suya, tan jovial como Orfi.

22.  Si Lear es la prueba fehaciente de que la vejez no siempre trae aparejada la sensatez, su hija Cordelia lo es de que la sinceridad y la franqueza casi siempre pierden al que las cultiva.

23.  Qué ganas de rezar... ¿Pero y a quién?

24.  Sí, que vivan el espíritu y el escepticismo científicos, pero no a expensas de lo real maravilloso o lo supersticioso poético, pues pueden convivir y cada cual a lo suyo.

25.  Todo desinformado es masa.

26.  La prueba de verdad incontrovertible de que yo nací vacunado contra los efectos más deletéreos del pensamiento mágico y el fanatismo religioso es que, fascinándome como me fascinan las nínfulas, no haya abrazado la fe que promete huríes después de esta vida.

27.  Pero es que cualquier cosa que le diga el sensato al insensato, el conciliador al fanático, cualquiera, va a caer, siempre, en suelo infértil.

28.  Ya sé qué es la eternidad: el tiempo que transcurra, lentísimo, entre hoy y el minuto en que por fin me extinga.

29.  Para que el pensamiento científico prevalezca sobre el pensamiento mágico, se debe estar vacunado -y bien vacunado- contra el pensamiento desiderativo.

30.  Sólo el día que el Estado empiece a legislar sobre los nacimientos, que legisle sobre la muerte. Antes no.

31.  No: la objetividad no es para el que sufre la guerra en carne propia sino para los que hasta ahora hemos estado, si se quiere, al margen de sus rigores; lo cual no quiere decir que no se pueda tomar partido: se puede e incluso se debe hacer, pero no a expensas de la verdad.

32.  Es eso exactamente: aquellos que “nada” han tenido que ver con esta o aquella guerra, pero que sienten afinidad con los que la libraron o la padecieron, hablan como si en ella hubieran combatido o como si debido a ella hubieran perdido cosas muy queridas, y lloran y reniegan y se embriagan de un orgullo prestado. A mí, que por fortuna no he sido todavía víctima directa de policías o militares corruptos, de narcoguerrilleros o narcoparamilitares bandidos y terroristas, me corresponde intentar comprender el dolor de quienes sí lo han sido de unos o de otros o de unos y de otros, a fin de mantenerme, en la medida de lo posible, equidistante con respecto a todo.

33.  ¿Que no tengo derecho -alegan los alharaquientos e hipócritas ‘provida’- a dejar de ser, motu proprio, microbioma y biomasa? Cuando me suicide hablamos.

34.  En el paulatino desdibujamiento de tantas lenguas -tal vez de todas- plagadas de anglicismos mal pronunciados, cuyas sintaxis y gramáticas sufren a diario importante deterioro (y no por culpa del inglés a secas sino de sus respectivos hablantes nativos que ni se enteran del estropicio), se patentizan, más que en cualquier otra realidad, los verdaderos alcances de la globalización.

35.  Un historiador, más que cualquier otro profesional, del campo que sea, debe ser un cosmopolita e incluso un apátrida.

36.  Muchos hablan de los pobres vergonzantes, tan dignos ellos. Pero y ¿quién de los lectores vergonzantes, que también tanto sufrimos?

37.  Hasta hace unos años llegué a pensar que aquello de la ‘cultura traqueta’ era un cáncer que al parecer “sólo” corroía a los italianos, los colombianos y los mexicanos. Pero ahora, después de ver a Trump y a Bolsonaro -para mencionar no más que a los peores entre los matones de salón de clases- izarse al poder y recibir vítores y aclamaciones por parte de sus votantes y lenidad y alcahuetería por parte de los que dizque se les oponen, concluyo que ni de esa ni de ninguna otra miseria humana ninguna sociedad puede declararse a salvo. Y el mérito de tal despropósito debe otorgárseles a sus propiciadores, o sea a los pseudoeducadores que llevan décadas promoviendo la abolición de los tan necesarios distingos entre estudiantes excelentes, buenos, mediocres, malos y pésimos y a las sociedades que los secundan en semejante aberración.

38.  Una prueba de que el mundo de hoy -el mundo de las redes- es más imbécil que nunca es que los imbéciles deciden la agenda y prácticamente todos los demás, sensatos e instituciones respetables inclusive, se pliegan a ella sin rechistar: que sí al lenguaje inclusivo y la duplicación del género pero respetando la sagrada economía del lenguaje los lunes, que sí feminismo pero no feminismo supremacista blanco los martes, que sí comunidad LGBTI pero no transgenerismo femenino los miércoles, que el centro del espectro político no existe pero sí las democracias iliberales los jueves, que sí libertad de enseñanza pero reglada por los padres de familia y los pastores de iglesia los viernes, que un no rotundo a las clases de educación sexual en las escuelas pero un sí estruendoso a la pornografía del reguetón y las pantallas los sábados, que por qué putas no acabamos de una vez por todas con las malditas fronteras que dividen al mundo pero que por favor no me dejen entrar un cochino inmigrante más a este país los domingos... ¿Y si no les prestamos más oreja y los dejamos gritando solos, hasta el desgañite imposible?

39.  Cuando oigo a muchos de mis estudiantes -que es como oír a sus profesores- decir que “todas y todos somos igual de inteligentes” por aquello de las inteligencias múltiples, e incluso asegurar que “en todas y todos reside un genio”, me provoca asestarles esta verdad de ‘El joven Arquímedes’: “Pensaba en las enormes diferencias entre seres humanos. Clasificamos los hombres por el color de sus ojos y de su pelo, por la forma de sus cráneos. ¿No sería mejor dividirlos en especies intelectuales? Habrá siempre un más ancho abismo entre los extremos tipos mentales que entre un bosquimano o un escandinavo. Este niño, pensaba, cuando crezca, será, comparado conmigo, lo que un hombre es comparado con un perro. Y hay otros hombres y mujeres que son casi perros comparados conmigo. Tal vez los hombres de genio son los hombres verdaderos. En toda la historia de la raza humana sólo ha habido algunos miles de verdaderos hombres. Y el resto de nosotros ¿qué somos? Animales capaces de aprender. Sin la ayuda de los verdaderos hombres, no habríamos descubierto casi nada. Casi todas las ideas que nos son familiares nunca se les habrían ocurrido a espíritus como los nuestros. Si se siembra en ellos, la semilla germina, pero nuestro espíritu habría sido incapaz de engendrarlas...” Menos mal que siempre desisto a tiempo.

40.  Sí, maestros Savater, Marías y Vargas Llosa: el engorro ese del amor a los animales y el subsiguiente sonsonete de los animalistas es cosa nueva. Al menos tanto como ‘La gatomaquia’ de Lope, el aserto de Poe según el cual “Al cielo se va como favor. Si se fuera por mérito, tú te quedarías aquí e iría tu perro” o el poema de Whitman: “Creo que podría vivir con los animales, son tan plácidos e independientes, me detengo y los observo largo rato. Ellos no se trastornan ni gimen por lo que les toca vivir, no se desvelan llorando por sus pecados. No me abruman con discusiones sobre el deber para con Dios. Ninguno está insatisfecho, ninguno enloquece con la manía de poseer cosas, ninguno se arrodilla ante otro ni ante sus antepasados que vivieron hace miles de años, ninguno es desdichado o respetable en toda la faz de la tierra.” Ya saben: caprichos de contemporáneos sin más misión en la vida que fastidiar y dar la lata.

(Continuará).