sábado, 18 de noviembre de 2023

Cien para quinientos desahogos, todos breves o muy breves (I)

401. Mamado de que me corcharan nueve de cada diez veces, opté hace un tiempo por responderles a los importunos que sin falta, antes de decir cualquier hondura o babosada del libro que sea del autor que sea, preguntan. ¿Y a ti cómo te pareció ‘Los que vigilan desde el tiempo’? (los del todo imbéciles); o ¿y a ti cómo te pareció ‘Los que vigilan desde el tiempo’ de Lovecraft? (los un poco menos imbéciles); o ¿y qué has leído de Lovecraft? (los imbéciles a secas); o ¿has oído hablar de Lovecraft? (los imbéciles compasivos). Ah, lo que les respondo a los dos primeros pesados con te de tetero es siempre igual: Puede que un prodigio, puede que una insustancialidad, puede que un bodrio. ¿Y a usted? Mientras que al tercero: Puede que todo, puede que algo, puede que nada. ¿Por qué? Con el cuarto, lo reconozco, hago lo que mi gata con el ratón bebé con que esta mañana volvió anticipadamente a casa de su excursión diaria: divertirme con sevicia.

 

De los cuatro me encanta la cara de patidifusos que ponen y que, en el caso del cuarto, cuando resulta ser un tonto con atenuantes, se mezcla con el rubor de la inquina del que descubre demasiado tarde que se lo estaban gozando.

 

402. Llegó de España la semana pasada una amiga que vive allá desde hace dos años, y me llamó para que nos tomáramos “unas polas, pero en la cantina de Lucio y Marcela”. Como los borrachos no nos hacemos rogar, a veces ni estando en la inmunda, pues le dije que listo, que a qué hora. Las primeras cuatro cervezas transcurrieron agradables, entre recuerdos mutuos de tiempos que yo añoro más que ella, para quien su presente en España lo es todo.

 

Ya se podrán imaginar ustedes lo que es oírle sus deslumbramientos a un tercermundista vergonzante y por tanto instalado en el primero, que regresa de vacaciones a casa -es un decir- cargado de noticias imposibles para los que por desidia -mi amiga habla de mediocridad- no empacamos la maleta. Que los políticos y la política españoles y europeos no sé qué, que la sociedad y la educación europeas y españolas no sé cuánto.

 

Borracho perdido, mitad por las cantidades que libaba para no perder la cabeza, mitad por el torrente de quien amenazaba con hacerme perder la cabeza, me paré para ir por primera vez al baño, respiré hondo mientras meaba, pagué de regreso la cuenta; esgrimiendo un compromiso inexistente, me despedí para siempre de mi amiga y, antes de retirarme, le recomendé encarecidamente que leyera ‘Vayamos por partes’ en El País de España. Nada de qué sorprenderse: en su vida había oído el nombre -para mí entrañable- Rosa Montero. Tampoco el del periódico.

 

403. Jugada maestra, la del ‘gobierno del cambio’… para pior y ‘potencia mundial de la vida’… licenciosa. ¡Un millón de pesos -prácticamente el monto de mi mesada pensional tras haberme partido el lomo durante más de dos décadas- para larvas de delincuente y delincuentes en toda regla, dizque para disputárselos al crimen organizado! ¿Plata para la salud, para la pobre gente de bien que aspira a montar un negocio a fin de no depender del asistencialismo, para los muchachos que de veras sueñan con estudiar en una universidad pública o privada donde puedan seguir la carrera que sienten su vocación, para financiar el deporte recreativo y el de alto rendimiento, para la ciencia y la investigación científica? ¿Dialogar con los empresarios, con la oposición decente, con los críticos de a pie que nada tienen que ver con ella y mucho menos con la otra?: ¡nanay cucas! Platica, la que haga falta, para la ojalá cada día más nutrida ‘primera línea’ y concesiones, las que hagan falta, para los (¿ex?) camaradas chusmeros.

 

¿Que Uribe creó y prohijó a las ‘convivir’? Váyanle buscando entonces nombre a este otro engendro con denominación de origen, porque ‘primera línea’ no dice nada. Tampoco ‘milicia bolivariana’ pues, a más de poco original, la copia podría suscitarles alguna molestia a los compadres chavistas. Les cuento si se me ocurre algo… Claro: antes de que me ocurra algo.

 

404. No, maestro Savater, no se burle usted mirando esta foto; no se burle porque de imbécil no tiene usted un pelo. O búrlese, si quiere, pero reconociendo que se da el lujo de mostrarse cínico frente a una realidad de la que se sabe a salvo gracias a la muerte, que como a mí le respira en la nuca:

 

“Hace décadas que los indígenas y los científicos del clima advierten de los impactos del calentamiento global. La mayoría no escucha. En 2023, los fenómenos extremos han afectado -y siguen afectando- a vastas zonas de la casa-planeta. Ya no se puede negar, pero la mayoría sigue negándolo. Y una vez más, como en la pandemia de covid-19, dan al horror el nombre de ‘nueva normalidad’. Ahora la nueva normalidad serían inundaciones o sequías extremas, ciclones y olas de calor.

Pero la nueva normalidad es la misma vieja alienación. Solo una especie muy deformada por el capitalismo sería capaz de convivir con las escenas de agonía extrema de la Amazonia, los manatíes tendidos en la playa boca arriba, y seguir durmiendo por la noche ‘porque ahora es así’. Al convertir la naturaleza en mercancía, condenamos a la mayoría de los no humanos. Y ahora están muriendo a cientos, algunas especies a miles. Y solo con mucha desconexión se puede encontrar normalidad mientras las hileras de muertos se multiplican en el lecho de lo que un día fue un río…”.

 

¿Qué diferencia, cabe preguntarse, el negacionismo de la crisis climática de un imbécil a la par que cínico tipo Trump del cínico negacionismo del filósofo? A todos los efectos prácticos, nada los diferencia salvo la tristeza de saber que algunos de nuestros estudiantes y quizá un hijo leyeron, a instancias nuestras, ‘Ética para Amador’ o cualquier otro título sobre la materia firmado por Savater.

 

405. Leo en El País de España un artículo que Martín Caparrós tituló ‘La palabra creación’ y, tras exclamar para mis adentros ¡…!, doy en recordar un número indeterminado de ex colegas que opinaban, con la convicción de quien repite un axioma, que jamás se debería hablar en clase de sexo, de política y muchísimo menos de religión pues ese tipo de discusiones lo único que generaban era discordias entre los “docentes” y el “alumnado”. En vista de mi mutismo sonriente (muy pronto aprendí a darme por vencido de antemano), algunos me preguntaban que yo qué pensaba. Lo que pensaba y pienso sobre el particular tal vez lo recuerde un puñado de quienes coincidieron un día conmigo en el aula.

 

Una cosa tengo clara (más clara incluso que el axioma del ‘docentado): si hoy -octubre de 2023- tuviera la dicha de estar preparando mis clases de la semana o del mes entrante, tendría elegidos autor y lectura.

 

406. Pero venga, Martín, venga que le tengo que hacer un aporte y una pregunta sobre esta columna suya, que desde ya es para mí otra mejor columna de 2023:

 

“…¿Cuánto de lo que ‘sabemos’ con la misma certeza con que nuestros choznos sabían que el Creador los había creado -o que se morían por un desequilibrio de sus cuatro humores o que la Tierra era realmente plana- es tan endeble como aquello? ¿Cuánta más evidencia de la falsificación necesitamos para dudar de casi todo? ¿Qué otras ideas que nos parecen indudables deberíamos poner ya mismo en duda?

Nos toca crear un mundo donde no haya creación: donde no haya discursos intocables, donde no haya, por supuesto, hogueras o repudios para los que los tocan, donde no haya avivados que se aprovechan de esos dogmas para juntar poder, lascivia y sonrisitas. Nos toca, al fin y al cabo, mal que nos pese, armar un mundo donde la palabra creación tenga un solo sentido.”

 

Qué otras ideas que nos parecen indudables deberíamos poner ya mismo en duda. Pues una que suscribe prácticamente todo el mundo: somos más los buenos. Estribillo que, si uno se fija, engendra o al menos se relaciona muy de cerca con aquello tan quebradizo de la humanidad perfectible.

 

Y lo del último párrafo, ¿va del todo en serio? Si sí, ¿cómo se las arregla para que tanta lucidez aún no le haya secado hasta la última gota de esperanza?

 

407. Medioevo científico y tecnológico:

 

“…El problema de buena parte de las discusiones hoy, sobre todo las discusiones políticas, es que la gente, la mayoría de la gente, ya tiene una serie de convicciones y verdades reveladas e inamovibles que es muy difícil, yo diría que imposible, que otro pueda modificar o cuestionar, hacerlas pasar por el cedazo de la crítica y la observación. Y no son solo los fanáticos de siempre, no: también muchas personas que parecían o eran sensatas militan hoy en una horda.

Victor Klemperer, un brillante filólogo que documentó como nadie el surgimiento y el ascenso del nazismo, explicaba que llega un punto en el que las ideas dejan de serlo y se vuelven creencias y supersticiones, dogmas a los que las masas -y no solo las masas- se aferran porque les importa más su validez abstracta y milagrosa que sus verdaderos efectos en la vida en sociedad. Esa es la esencia del totalitarismo, decía Klemperer: la enajenación y la credulidad.

Ese fue el caldo de cultivo de los horrores que las dictaduras de izquierda y de derecha lograron imponer hace cien años: la adulteración o la abierta supresión de la realidad; la adhesión irracional y ciega de sus seguidores a una serie de principios que muy pronto se volvía un pretexto, una justificación obscena y vergonzosa de los peores atropellos. Pero nada importaba ya, solo tener y conservar el poder.

Y lo increíble es que ese estado de descomposición social de hace un siglo va a parecer casi un chiste con lo que ha venido pasando, desde hace un tiempo, con las redes sociales y su poder y su influencia en todos los órdenes de la vida y la cultura, en la definición misma de lo que es nuestra época. Porque allí, en ese espacio, se acabó el consenso de la realidad, lo que más o menos se llamó así durante siglos o milenios.

La realidad es hoy una opinión caprichosa y arbitraria: lo que cada quien hace de ella y acomoda a sus prejuicios y delirios, con el agravante, inédito en la historia, de que una turba de orates iguales o peores está ahí lista, de inmediato, para aplaudir y defender aun aquello que las evidencias objetan y niegan. Es más: cuanto más absurda sea hoy una idea, más defensores a ultranza puede llegar a tener.

No creo que esa situación catastrófica tenga solución en el mediano plazo, para nada. Y los espíritus totalitarios, a la izquierda y a la derecha, lo saben bien. A ellos les conviene, esa es la fuente de su poder” (Juan Esteban Constaín).

 

Salta pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que discurrimos por una Segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo, tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.

 

408. Ocioso que soy, se me ocurrió el otro día hacer un experimento con mi pobre Tita.

 

La mandé de vacaciones inconsultas, cual si de un muchachito estorboso se tratara, primero a casa de unos familiares fanáticos del cristianismo, y luego adonde un tío materno que, con su mujer y sus dos hijas, milita en la horda petrista. Háganse cargo de mi desilusión: la gata volvió a mí enfurruñada y hostil, pero igual de escéptica y descreída o aun más. Me pregunté entonces por qué, si una buena definición del adjetivo racional es “invulnerable al fanatismo, sectarismo o dogma del orden que sea”, su beneficiario es otro.

 

Descorazonado, prendí el televisor para ver el noticiero. De dos noticias me acuerdo.

 

La primera hablaba de un pastor haitiano de iglesia evangélica llamado Marcorel Zidor que espoleó a su rebaño para que, armado de palos y machetes, arremetiera en el nombre de Dios contra los pandilleros del sector que, ni cortos ni perezosos, dispararon sus fusiles y metralletas contra los cuerpos de aquellas almas crédulas. Preguntado del porqué había habido un número indeterminado de muertos y heridos entre sus ovejas si constaba en video la promesa que él les hizo de que ninguno iba a sufrir menoscabo puesto que Dios de su parte estaba, don Marcorel respondió, con el dominio de un Putin, que aquel era el destino de quien perdía la fe. Mientras que la segunda, de una protesta de estudiantes que se forman para futuros educadores en una universidad pública de Bogotá y que, en medio de una refriega con la policía, intentaron, por fortuna en vano, transformar en antorchas humanas a dos agentes que cayeron en el campo minado de su protesta.

 

Otro día les cuento lo que me costó restaurar los afectos de mi gata.

 

409. “Es cosa humana la fascinación por el mal”, me dijo Aramburu y yo pensé, para acortar la vaina, en la izquierda de la ira que admira y aplaude a Putin y a sus carniceros por berracos, porque solitos contra Occidente luchan para desarraigar de Ucrania el nazismo que encarnan un tal Zelenski y todos los fachos bajo su mando; en la izquierda de la ira que se duele de los palestinos muertos y heridos y despojados hasta de lo más mínimo por el terrorismo de Estado que practica Israel pero no de los palestinos muertos y heridos y despojados hasta de lo más mínimo como consecuencia del terrorismo y las carnicerías de Hamas en Israel y contra los israelíes inermes, que son para ella lo que para Netanyahu y su gobierno de ultrafanáticos los civiles palestinos que mueren, caen heridos y lo pierden todo bajo sus bombas: efectos colaterales que no merecen ser siquiera cifras.

 

410. Releo, a propósito de la carnicería terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023 en suelo israelí y la respuesta criminal de la potencia ocupante en Gaza, algunos de los artículos de prensa de Moisés Wasserman en El Tiempo que contienen en sus títulos el sustantivo “verdad” (…‘¿De verdad, la verdad?’, ‘Verdades y mentiras’, ‘Chernóbil y la verdad’, ‘¿Para qué la verdad?’, ‘La verdad ya no está de moda’…) porque necesito cotejar urgentemente su contenido con el de su columna titulada ‘La Carta Fundacional de Hamás’. Mi conclusión: el científico mutiló deliberadamente, sirviéndose de la omisión (podría alegar que se le agotó el espacio, ¿como a Petro en Twitter?), la otra cara de la verdad a fin de que la moneda que es aquel conflicto figurara con su anverso y su reverso.

 

¿Que Wasserman no es el único del cenáculo al que se le puede endilgar parcialidad en lo (primero) que por escrito opinó tras la sinrazón del atentado y la reacción? Cierto: la prueba es ‘Nada justifica el ataque’ de Felipe Zuleta Lleras en El Espectador. La cuestión es que del científico, y no del periodista, es de quien yo espero la máxima objetividad frente a cualquier tema sobre el que opine, en virtud del apego que él y yo y muchos otros del cenáculo profesamos por el auténtico pensamiento crítico, que no puede ser optativo bajo ningún concepto.

 

411. Es tal la indigencia lingüística y sobre todo léxica de un altísimo, altisísimo, altisisísimo porcentaje de hispanohablantes -de espangloparlantes- de este hoy que dura décadas, que con un único sustantivo lo definen todo. Desde una violación grupal hasta un velorio, pasando por una matanza, la reconciliación de un par de famosos, una cena de gala en cualquier parte, el hallazgo de pruebas científicas de algún fenómeno, un accidente de tráfico con o sin muertos, los efectos de la crisis climática, un incendio en una discoteca, la precipitación a tierra de un avión de carga, todo es un evento.

 

¿Mi hermana se casa?: ¡lo invito al evento! ¡Mi hermano logró por fin vender la casa!: ¿y cuándo ocurrió el evento? ¡Se quedó ciega mi abuela!: ¿en serio?, ¡qué terrible evento!

 

Absolutamente todo menos lo que sí sería; por ejemplo, que la solución sabia y sensata de los dos Estados se imponga en el conflicto palestinoisraelí al terrorismo bicéfalo que practican Hamas y el ultrafanatismo sionista o, en nuestra no menos ríspida realidad vernácula, que Petro y Uribe acordaran reconocer, con humildad y honestidad ante el país al que manipulan y explotan desde hace tanto, que los dos constituyen en gran medida la problemática y no la solucionática que Colombia requiere.

 

412. Medioevo científico y tecnológico:

 

“…Las redes sociales, el paisaje de hoy, están en manos de innumerables cretinos, cuando no malvados -unos pueden convertirse en otros con facilidad- que no desean escuchar opiniones sino confirmación de sus amores y odios personales. No quieren debate, ni pensamiento; no buscan convencer, sino acusar. Anhelan sentirse parte de un grupo y enemigos de otro, en un mundo que ha sustituido humanismo por humanitarismo y razón por sentimientos. Para qué voy a pensar, si es más cómodo sentir. Tal es la ideología asquerosamente emocional de este siglo: un estúpido simplismo de buenos y malos, necesitado de claras líneas divisorias que hagan sentirse confortable a uno u otro lado, según cada cual. […] Donde te exigen ser de los suyos, sean los que sean, o verte exterminado sin dejar rastro. Ahorcado, si es posible, con tus propias palabras.

No se dan cuenta, es lo terrible. No advierten, esos limitados e irresponsables analfabetos, a dónde conducen tan turbios caminos. Como no han leído historia, ni visto nada fuera de la pantalla del teléfono móvil -y ni siquiera en él-, ignoran que todo ocurrió antes. Imposibilitados para mirar con lucidez el mundo en que viven y escupen, son suicidas gozosos, incapaces de ver cómo acaba eso. De advertir a qué áspero campo de batalla sentencian a sus hijos y nietos. Pero, bueno. Es lo que hay, y lo que va a haber” (Arturo Pérez-Reverte).

 

Salta pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que discurrimos por una Segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo, tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.

 

413. Una infidencia, y que me perdone el maestro.

 

Días antes de morir me llamó telepáticamente mi buen amigo Javier Marías para que le ayudara con algo que lo tenía mortificado. Necesitaba -me dijo- que por favor me encargara de encontrar una prueba fehaciente de la “infantilización del mundo”, pues su colección estaba huérfana de una para las diez mil. ¡y la encontré! ¡La encontré, maestro!:

 

“…Inicio e ingreso a los conciertos

Planea llegar a la Biblioteca por lo menos media hora antes del concierto. Los conciertos empiezan a la hora indicada en la boletería y en la divulgación. Ten lista tu boleta o E-ticket para para ingresar de manera más ágil a la Sala.

Si al momento de llegar a la Sala el concierto ya ha iniciado, el personal indicará el momento adecuado para ingresar de acuerdo con las recomendaciones dadas por los artistas que están en escena…

Comidas y bebidas

Te agradecemos te abstengas de consumir comidas y bebidas, o fumar dentro de la sala y durante el concierto, con el fin de garantizar un ambiente adecuado tanto para el público como para los artistas.

Equipos electrónicos

Un ambiente silencioso es propicio para disfrutar la música. Apaga tus equipos electrónicos, alarmas de reloj y teléfono celular por completo antes de ingresar a la sala de conciertos. Mantener este último en modo de vibración o en modo de avión no impide que genere ruidos que puedan incomodar a los artistas y a las demás personas que asisten al concierto…”.

 

Así es como les hablan ¿los organizadores de una visita guiada a un grupo de personas con problemas de aprendizaje?, ¿los promotores de un certamen cultural a un combo de “reinsertados” de las guerrillas que asisten a su primer encuentro con la civilización?, ¿los enfermeros de un ancianato que hoy llevan de paseo a los viejitos para que se distraigan con un poco de cultura? ¡No, señores!: Así les habla La Red Cultural del Banco de la República, aquí en Colombia, a los cultos muy cultos y a los semicultos asiduos de sus conciertos y recitales maravillosos de música clásica.

 

Dos cosas propongo a manera de reforma o de revolución educativa. Que se le restituya al sentido común el lugar de privilegio que nunca debió arrebatársele. y que se reserve el maldito tuteo para la novia si se es varón heterosexual, para el novio si se es mujer heterosexual, para el novio y la novia si se es bisexual con suerte y para el círculo más íntimo del que de esa melifluidad disfrute.

 

Adenda: como no sé cómo se llaman las parejas de los ‘no binarios’ y ni siquiera comprendo qué es ser ‘no binario’, me disculpo con los ‘no binarios’ por no incluir¿los?, ¿las?, ¿les? En la lista de aquí arribita.

 

414. ¡No jodás, Lelo, no jodás! Qué te dijites, ¿que a mí me ibas a meter semejante cuentazo?: “…Creo que nosotros los curas hemos estado siempre tan en contra del aborto porque muy pronto, si aplicamos una corneta o un estetoscopio al vientre de la mujer embarazada, podemos oír el corazón del bebé. Más que de un humano hecho y derecho, defendemos el tabú de no matar un corazón, de no pararlo a la fuerza”.

 

Volvete serio y admití que vos y todos los que profesan una religión -monoteísta o no- que tenga a la vida por valor supremo, ante el aborto, que yo practicaría gratis y sin desvelo si fuera médico, no pueden por menos de declararse en contra. Lástima, eso sí y en aras de la coherencia ética, que ni tu iglesia ni ninguna otra hagan nada distinto a oponerse para descargar la conciencia.

 

¿Que a la muchachita o a la mujer que está allá sentada la violó un combo de malparidos?, ¡que se resigne y le pida a Dios paz para su alma y su corazón! ¿Que la señora que hace un par de años desistió de la idea de abortar a los mellizos o gemelos que esperaba gracias a la orientación espiritual del capellán de su parroquia la está pasando muy mal porque perdió el trabajo y el marido la abandonó?, ¡que le pida a Dios que Él jamás abandona a sus hijos!

 

Y ojo que no estoy hablando de vos ni de Córdoba, tampoco de un cura la berraquera que me presentó Mario Mendoza hace unos años, pues sé que a los tres los mueve un genuino amor por el sacerdocio y por la caridad con los que sufren. Pero entiéndame hermano que tres golondrinas no hacen verano, y menos en medio de los rigores de este fenómeno del niño.

 

415. Entre los propósitos inútiles en la vida, pocos más inútiles que el de intentar reflexionar con una fanática de la fidelidad a que según tantas de ellas -y algún que otro él- obliga el amor venéreo. Con decirles que resulta menos dispendioso-siendo del todo imposible- hacerles ver a un ultraortodoxo sionista o a un yihadista de Hamas la equidistancia y la correlación flagrantes que existen en el pecado que supone matar a niños y civiles palestinos, y a niños y civiles judíos.

 

Sin embargo, si usted es presa sincera de dicha convicción con aspecto más bien de fundamentalismo religioso, bien estaría que le echara una leída atenta al capítulo de Salvo mi corazón, todo está bien que figura bajo la letra Ñ, en donde se van a topar con una conversación sustanciosa entre dos curas que, antes que curas, son hombres sensatos.

 

Ah, y mucho cuidado con hacer alarde de supuestas convicciones férreas en un terreno tan deleznable como el sexual, porque a las pulsiones les encantan las apuestas.

 

416. ¿Que qué es un dilema, una disyuntiva, preguntan ustedes? Que lo responda el Gordo Córdoba: “…-Es que con los honores no hay nada que hacer. Uno queda mal si los recibe, y queda mucho peor si no los recibe. Y yo prefiero parecer bobo que arrogante”.

 

Como en achaques de honores yo no sé nada, les diré que para mí un dilema, una disyuntiva; mi gran dilema, mi gran disyuntiva es ceder a la tentación diaria de matarme con el cianuro de potasio que -allí no más- impertérrito me aguarda, o darle un compás de espera a la perra vida para ver si en materia de amores está todo escrito.

 

417. Los israelíes que perdieron seres queridos en la carnicería terrorista del 7 de octubre de 2023 en Israel y los familiares de los más de doscientos secuestrados aquel día fatídico también por Hamas; los gazatíes y palestinos y extranjeros en suelo gazatí y palestino que soportan la subsiguiente e inmisericorde respuesta del terrorismo de Estado israelí que bombardea sin tregua a la Franja y la asedia condenándola al hambre y a la desesperación de todo tipo; los ucranios víctimas de la Rusia de Putin y muy pronto también del abandono del Occidente que cuenta; los haitianos y venezolanos y nicaragüenses y cubanos y afganos y sudaneses y yemeníes y sirios y bielorrusos y demás desesperados del mundo, desde luego que suscribirían, Gordo, esta temeridad suya: “El único pecado mortal que podemos cometer, el único, es la infelicidad”.

 

¿Que caricaturizo sus palabras? Probablemente y, si llegare a ser así -que lo determine, pongamos, John Carlin-, le ofrezco mis disculpas. Lo que sucede hermano es que, aquí entre nos, yo nunca he sabido conciliar, o sólo en momentos muy puntuales, mis motivos para la “felicidad” con las razones que a esa misma hora otros tienen para la desdicha. Y no hace falta que me diga que se trata de una soberana tontería que no alivia el dolor ajeno y en cambio me priva a mí del disfrute, porque lo sé y lo reconozco. Ojalá a las farmacéuticas se les ocurra algún día una píldora que estimule la segregación de egoísmo sano y, ya entradas en gastos, otra para la disminución de su contrario.

 

418. Pensamiento mágico y desiderativo -lo de los forjadores de la nueva criatura burocrática es mero cálculo político- es haber sido votante de Petro y de su panda de improvisadores caraduras y creer con la fe del carbonero que con el Ministerio de la Igualdad y la Equidad van, por fin, a desaparecer o al menos a reducirse la desigualdad y la inequidad, que cualquier gobierno provisto de seriedad y buenas intenciones -vaya usted y encuéntrelo- podría aminorar con las políticas indicadas y la necesaria eficacia en la gestión de los recursos públicos. Sin embargo, como la idea es ser “propositivos, propositivas y propositives” puesto que si a la ‘Colombia Humana’ (… con Putin y Hamas) le va bien nos va bien a todos, les sugiero a Francia y a su jefe el nombre de alguien más que idóneo para un futuro viceministerio de la discapacidad (que, según cabía esperar, tendrá que conformarse, por ahora, con las boronas del banquete burocrático).

 

La mala noticia es, estimados empoderados, que mi postulado jamás duplica o triplica el género ya que se educó en tiempos muy anteriores a esa extravagancia; la buena, como lo prueba esta divagación suya, que someto a la consideración de los por desgracia ministra y presidente, es que estamos en presencia de alguien que gusta e incluso ambiciona la discapacidad:

 

“Sí, al no poderse estar de pie ni sentado con comodidad, uno se refugia en una de las posiciones horizontales como el niño en el regazo de su madre. Uno las explora como nunca lo había hecho anteriormente y encuentra en ellas delicias insospechadas. Llegan a ser infinitas, en resumen. Y si pese a todo uno termina por cansarse de ellas a la larga, basta con ponerse en pie durante algunos instantes, incluso simplemente con incorporarse en el asiento. Estas son las ventajas de una parálisis local e indolora. Y no me sorprendería mucho que las grandes parálisis clásicas contuvieran satisfacciones análogas y quizá más arrebatadoras. ¡Hallarse por fin realmente en la imposibilidad de moverse! ¡Ahí es nada! Se me derrite de gusto el espíritu sólo con pensarlo. ¡Y además una afasia completa! ¡Y quizá una sordera total! ¡Y a lo mejor una parálisis de la retina! ¿Y probablemente pérdida de la memoria! ¡Y sólo con el mínimo de cerebro intacto necesario para estallar de júbilo!...”

 

Como ven, se trata de un ser de luz capaz de hallarle provecho y disfrute a situaciones que a otros amargan de facto o angustian con la mera posibilidad de padecerlas. Comprenderán entonces, señorías, que me reserve su identidad tan valiosa pero que a cambio consigne aquí mi número de contacto, caso de que haya logrado despertar el interés de su desgobierno: 3 16 5 18 90 24.

 

419. No bien oigo a un interlocutor o a alguien en la tele o en la radio repetir el sonsonete ese de que todo tiempo pasado fue mejor, me pongo en guardia y por lo común acabo despidiéndome de la persona o apagando el aparato antes de lo presupuestado. Lo que nadie sabe es que hay un asunto al que la frasecita tan socorrida le calza de maravilla y por el que me desgastaría debatiendo hasta desgañitarme, con quien tocara y en donde fuera.

 

Se trata de la abismal superioridad erótica de prácticamente cualquier mujer anterior a -¿cómo llamarla?- la “era del empoderamiento feminoextremista y neurótico” -propongo-, en la que a esto estamos -¿o estamos ya?: me perdonan pero ando desactualizado- de que toda relación sexual se pacte primero, con todos sus pormenores, ante notario público so pena de que el hombre -jamás la mujer- dé con sus huesos en la cárcel por violador y abusivo pues, en medio del fragor de la refriega, le mordió a la fulana las dos tetas en lugar de sólo la izquierda, que fue lo acordado.

 

¿Un titular por el estilo de ‘De cómo Peggy Guggenheim violó a Samuel Beckett’ o una declaración del tipo “bebe y baila, ríe y miente, ama toda la tumultuosa noche porque mañana tenemos que morir” en los tiempos del ‘sólo sí es sí’? Ya se me figura lo que se habrían reído de sus congéneras tan lastimosas mis amigas la coleccionista de arte y la cuentista: A que coincides con nosotros tres, Lucia entrañable.

 

420. Leo en El Espectador este titular: “El 60 % de los niños de 10 años en Colombia no entiende un texto simple”. Tampoco sus hermanas y hermanos mayores, sus mamis y papis y tías y tíos y primas y primos adultas y adultos, sus profesoras y profesores de la edad que sean. Sobre la ministra Vergara Figueroa y todas y todos sus antecesoras y antecesores en el cargo salvo los notables Gina Parody y Alejandro Gaviria -a quien Petro el genio… de la improvisación no dejó ni calentar la silla- no me pronuncio hasta tanto pasen por uno de mis cursos de Comprensión y Análisis de Textos. Pero a bote pronto calculo en más o menos el mismo porcentaje el número de analfabetos funcionales entre quienes han estado al frente de esa cartera. O miren, si creen que exagero, la situación calamitosa de la educación en el país, y en todos los ámbitos y niveles.

 

421. Los escritores y demás artistas de renombre del presente se enfrentan, no ya a la duda de todo artista del tiempo que fuera sobre si el reconocimiento de que gozaban en vida iba a coronar o no la codiciada posteridad, sino a si eso que llamamos posteridad va a seguir existiendo en tiempos de crisis climática, de dementes en el poder con arsenales atómicos a su disposición y poblaciones desinformadas y por ellos fanatizadas y listas para inmolar e inmolarse a la primera indicación del líder. De modo que si crear -belleza, fealdad- siempre fue loable por todo lo que de incierto involucra el oficio, para la vocación de artista hoy sólo encuentro un término, que mucho me temo que no alcanza a impartir justicia: heroicidad.

 

422. Tan sumamente sencillo, Daniel, tan sumamente sencillo y, paradójicamente, por completo impracticable para las naturalezas sectarias, informadas -los asiduos de la prensa de opinión de cada país tendrán sus nombres- o desinformadas -escoja usted de entre millardos-: “No hay que confundir el pueblo de Israel con el gobierno de Israel, ni el pueblo palestino con el gobierno palestino”: “Sabiduría popular”.

 

Este artículo suyo -abarcador y objetivo-, que recomiendo a cierraojos, exhibe a mi juicio un único lunar que aquí señalo, pues la amistad de papel que a usted me une me lo exige: “El efecto de la guerra actual en Gaza es profundamente distinto al de otras que ya pasaron, e incluso a la de Ucrania, coetánea, ¿Donde no hay una opresión asfixiante de una de las partes?”, afirma usted, desde luego que sin los signos de interrogación.

 

Qué cagada con Zelenski y los pobres ucranios de bien: que por cuenta de la guerra que se desató entre el terrorismo de Hamas y el terrorismo del Estado de Israel con los civiles en medio, la invasión y la destrucción de su país ahora les parezca, aun a muchos bienintencionados e informados como usted, una tragedia menos apremiante. Las palmas que deben de estar batiendo el carnicero del Kremlin y sus asesinos con el timonazo que a su favor pegó el azar.

 

Caprichosos como las audiencias, aun los medios más rigurosos -la DW y de ahí hacia abajo- se olvidaron de Ucrania y los ucranios y ahora hay emisiones en que ni la más mínima mención se hace de ellos.

 

423. ¿Les parece a ustedes que si me sirvo de esta brillantez de Churchill (“Tus adversarios se sientan en esa bancada de enfrente; tus enemigos se sentarán aquí, a tu lado”) para enviarles un clamor a los israelíes y judíos pacíficos del mundo y a los palestinos y musulmanes pacíficos del mundo, unos y otros me copian? ¿O de qué estrategia nos valemos para que los familiares de los más de doscientos secuestrados por los terroristas de Hamas y los miles que hoy duermen al raso en la Gaza bombardeada y asolada por el terrorismo de Estado israelí comprendan que sus verdaderos enemigos son, respectivamente, los que les dicen que invaden Gaza y la bombardean para traer de regreso, sanos y salvos, a sus seres queridos y los que prometen que luchan contra Israel para aniquilar al invasor y alzarse victoriosos en nombre de Alá? Ni a Netanyahu y sus generales los trasnocha demasiado el inminente finiquito de la degollina que comenzó el 7 de octubre, ni a Hamas el empeoramiento de los ya de por sí indecibles padecimientos de sus compatriotas que aquello terminaría por desatar.

 

Moraleja: únicamente la unión imposible de las víctimas de uno y otro lado de los muros de odio y concreto que los separan podría enderezar el rumbo y allanar el camino hacia la paz.

 

424. Pero esperen, que mejor lo explica otro malpensante:

 

“…La democracia siempre tiene que considerarse una posible salida, así que mirémosla primero. Cuando el régimen democrático tiene al menos un rastro de verdad, permite la alternación en el poder de las distintas opciones. ¿Existen posibilidades de que en Israel gobierne un partido que no defienda al Estado como judío, es decir, confesional de un modo u otro? Ninguna: 0 %. ¿Y tiene chance una democracia pacífica en los territorios dominados por Hamás o Hezbolá, para no hablar de Siria, Jordania, el Líbano, Irán o Irak? Ninguna: 0 %. Según esto, el régimen transaccional por excelencia, la democracia, no sirve allá. […]

Pasemos a la solución de los dos Estados […]. Algunos la miramos con mucho escepticismo. ¿Dos Estados que coexistan y no estén en guerra permanente? He ahí el dilema. Algo así no se ve venir por ninguna parte. La idea, popular entre los extremistas de Israel, de que la tierra palestina les fue prometida por Dios y está a la espera de nuevos asentamientos judíos o la idea contraria de que todos los judíos deben ser arrojados al mar, vuelven imposible cualquier acuerdo.

En el Medio Oriente existe una alianza de facto entre los extremistas de los dos lados. Tan así es que la inteligencia israelí, que sabía de los planes de ataque de Hamás, no hizo nada antes de que los lanzaran. Los extremistas necesitan muertos, muchos muertos, para justificar la continuación de su política de aniquilación del contrario, suicida o no. Sobra decir que dichas aniquilaciones son imposibles en la práctica, de suerte que el conflicto va a perdurar muchas décadas, con más o menos intensidad. Apenas el lado débil se logre fortalecer, ¡pum! Eso sí, dada la mayor potencia de fuego de Israel, habrá más muertos palestinos y, claro, más imágenes de muertos palestinos, cortesía de todos los extremistas de la zona. Otros preferimos que no cuenten con nosotros en ninguno de los bandos.”

 

Por mi parte y gracias a usted, hermano, asunto clausurado. Y le cuento que otro tanto tocaría hacer con temas que a ningún destino conducen sino al desgaste. Con un ejemplo basta: la pacificación de la Colombia petrouribista. O londoñista -por Julio césar Londoño y Fernando Londoño Hoyos, dos gotas de agua, sólo que de albañales sectarios contiguos-.

 

425. Qué cuentos de asuntos clausurados ni qué tetas de monja -y que me perdonen las monjas con vocación, que claro que existen: es un decir, hermanitas-.

 

Cuando uno se rodea de toda una polifonía de voces a cuál más inteligente y de una que otra que denigra de su inteligencia cuando vocifera sus dogmas, no cabe la posibilidad de decir y ni siquiera pensar que un asunto está clausurado. ¿Clausurado sin oír a Cercas, que hoy anda en inmejorable compañía?:

 

“Una tragedia es una pelea en la que los dos que se pelean llevan razón. Padres e hijos, por ejemplo […]. Unos y otros tienen razón, pero sus razones son opuestas, y su pelea, trágica e inevitable (quizá incluso necesaria). Estos conflictos éticos son, no obstante, harto infrecuentes en política; ahí, abusamos de la palabra tragedia: en la mayoría de las llamadas tragedias políticas, una de las partes tiene razón (aunque ambas tengan razones). Lo que más se asemeja ahora mismo a una tragedia política de verdad es la disputa entre palestinos e israelíes. Por eso es tan difícil resolverla.

No soy experto en el tema (ni en éste ni en ninguno): sólo lo sigo por la prensa; y apenas he visitado una vez Israel y los territorios ocupados: Tel Aviv, Jerusalén, Ramala. Pero basta haber puesto un pie allí para entender lo evidente: que los gobiernos de Israel, además de incumplir las resoluciones de la ONU sobre el conflicto, tratan de manera abyecta a los palestinos, la inmensa mayoría de los cuales sobrevive en condiciones miserables, sin atisbo de esperanza; y, a la vez, basta también un mínimo de decencia y de conocimiento de la historia para aceptar que los judíos merecen un pedazo de tierra donde vivir de forma digna y segura. En otras palabras: los terroristas de Hamás no tienen razón, pero sí la tienen los ciudadanos palestinos; y a la inversa: el Gobierno de Israel no tiene razón, pero sí la tienen los israelíes. Nada de equidistancias, sin embargo; incluso en el mal hay gradaciones (y quien no entiende esto no entiende nada): como ha escrito el novelista israelí David Grossman, crítico acerbo de su Gobierno, ‘la ocupación constituye un crimen, pero maniatar a centenares de civiles, niños y padres, ancianos y enfermos, y pasar de uno a otro para dispararles a sangre fría es un crimen más atroz’. Dicho esto, ¿qué más se puede añadir? Yo, nada. Pero desde que la guerra estalló no paro de recordar unas palabras de Amos Oz, también novelista israelí y tan crítico como Grossman con los dirigentes de su país; la cita es de 2004 y es larga, pero léanla con atención, por favor, porque Oz se dirige a usted y a mí: ‘Hay muchas personas que se han convertido en exclamaciones andantes, en Israel y Palestina, pero también en Madrid. Es muy fácil ser un eslogan. Yo no pretendo lanzar una reprimenda a los malos, como una institutriz victoriana. Nuestros intelectuales y los intelectuales occidentales tienen tradiciones distintas. (…) Vivimos en planetas diferentes, porque para ellos lo más importante es decidir quiénes son los buenos y quiénes los malos; firman un manifiesto, expresan su condena, su indignación, su protesta, y luego se van a la cama sabiendo que están en el bando de los ángeles. (…) Para mí, lo importante no es saber quiénes son los ángeles. No pregunto quién ha tenido la culpa, pregunto qué puedo hacer ahora. Para mí es más fácil dialogar con palestinos pragmáticos que con dogmáticos propalestinos en Madrid. Por fortuna, tengo que negociar la paz con los palestinos, no con los amigos españoles de los palestinos’. Luego Oz, que acababa de promover el Tratado de Ginebra, escrito por palestinos e israelíes y apoyado por el 40% de sus poblaciones, auguraba la paz: ‘No sé cuándo llegará, pero puedo prometer, en nombre de israelíes y palestinos, que, si Europa tardó más de 1.000 años en acabar con las guerras y crear la UE, nosotros lo haremos más deprisa y derramaremos menos sangre que Europa. Tengan un poco de paciencia y no tengan una actitud de condena, indignación, paternalismo. No nos digan que somos terribles. Traten de ayudar. Den a las dos partes toda la empatía que puedan’.

No convertirnos en eslóganes ambulantes, no ceder al placer miserable de la buena conciencia, no incurrir en el paternalismo, no dar lecciones, intentar comprender, no juzgar, no condenar. Eso pedía Oz. No creo que le estemos haciendo ni puñetero caso.”

 

Y bien. Queda uno abrumado con tantas verdades distintas (o con tantos matices de la verdad) sobre esta sinsalida historicopolítica y geográfica que lo mejor que procede es pararse a pensar…, o sea seguir pensando. Pero por mucho que lo pienso y le doy vueltas, no alcanzo a vislumbrar siquiera el más tenue rayo de esperanza que me permita acompañar a Oz en su optimismo, y créanme que me duele. Prometo al menos no estorbar.

 

426. Se pregunta Juan Gabriel Vásquez en uno de sus lúcidos artículos en El País de España, a propósito del Mefistófeles del cartel de Medellín que logró hacer escuela desincentivando la escuela e historia pervirtiendo la historia, “cuánto tiempo se necesita para que la imagen de un asesino deje de ser ofensiva, o para que la vayamos blanqueando, neutralizando, convirtiendo en algo más tolerable dentro de nuestra insufrible cultura de la banalidad de la violencia, el entretenimiento constante y la insensibilidad socialmente aceptada, todo lo que constituye nuestra forma preferida de explorar el mundo”, y lo único (no por escaso sino por poderoso e insuperable) que a mí se me ocurre es remitirlo a una lección que aprendí de Jacinda Ardern en 2019: jamás se deben pronunciar los nombres de los malditos.

 

Ya sé hermano que es demasiado tarde para haberlo hecho como debía hacerse, pero si usted tras este artículo, y yo, y muchos más y ojalá cada vez más ciudadanos de bien obliteramos de nuestras conversaciones y escritos ese y otros nombres repudiables, no para que caigan en el olvido, mas sí para negarles cualquier identidad, tal vez logremos, pasados muchos años, que los jóvenes de entonces los repudien asimismo y a ellos se refieran mediante los epítetos infamantes que nos tocaría idear.

 

427. Entre las demasiadas bobadas que repiten los tontos, diplomados o no, la de que se puede enseñar a escribir dentro de un salón de clases: “…Pensándolo bien, la tercera guerra mundial debió de comenzar cuando se apagaron los fulgores de las bombas atómicas que cerraron la segunda; que fue la prolongación de la primera, que alargó las decimonónicas que afrontaron los imperios del Occidente cristiano, las carnicerías napoleónicas, y la masacre religiosa de los tiempos de Montaigne que extendió la cruzada contra los cátaros, que fue el culmen de una serie de guerras remontables hasta Troya, o hasta los hicsos. La historia humana es la historia de la guerra. Por una misteriosa fatalidad”.

 

A ver, qué dijeron: ¿Que ésta es la hipótesis brillante de un profesor de colegio que estudió ciencias sociales en la universidad, donde además le prestaba toda la atención de que era capaz al profesor de Taller de Lengua, un curso que duró dos escasos semestres? ¿De verdad no se imaginan los años de lectura inteligente y rigurosa, del pulimiento -gracias a la lectura inteligente y rigurosa- de la capacidad imaginativa que origina la hipótesis? Lo siento por los que no.

 

428. Sirvámonos de este apunte de un buen amigo para hacerle un diagnóstico al Esperpetro sucesor del Titeriván que, comparado con él, semeja todo un estadista:

 

“El secreto mejor guardado de la política colombiana es que gobernar es difícil. No basta con buenas ideas, ni siquiera con ideas geniales: se necesita conocimiento real y concreto, no intuiciones ni mucho menos intenciones; se necesita una inmensa capacidad de trabajo, talento para ejecutar, disciplina y orden mental, clarividencia para separar lo esencial de lo accesorio, y ayuda, mucha ayuda”.

 

Veamos. ¿Cuáles son las buenas ideas de este genio que dizque se preparó durante toda la vida para presidente? Les cedo la palabra a quienes lo admiran genuinamente porque a mí lo que del deslenguado me ha llegado desde que en vano juró su cargo son clichés de politicastro en campaña, afrentas a los que no transigen con sus veleidades diarias, e insustancialidades de todo tipo pontificadas en tono ex cáthedra. ¿Conocimiento real y concreto? El que tuvo -que lo tuvo- se agotó en sus años de congresista, y prescindió de él -o de los asesores que lo hacían parecer informado y solvente- cuando lo hicieron alcalde de la pobre Bogotá y de ahí en más. ¿Capacidad de trabajo? La misma que muestra el peor alumno del peor colegio público o privado de donde ustedes quieran, con la diferencia de que existe la posibilidad, por remota que sea, de que al adolescente vago lo expulsen o al menos de que pierda el año en razón de sus ausencias. ¿Talento para ejecutar? Si alguno tuvo -seguro que sí-, lo ejerció en el M19 porque ni en la alcaldía de Bogotá ni durante el nefasto año y medio que lleva en la Casa de Nariño. ¿Disciplina y orden mental? Los mismos de mi tío el loquito, que por falta de medicación ya ni se baña y alucina día y noche. ¿Clarividencia para separar lo esencial de lo accesorio? No para separar, mas sí para hacer que desaparezca lo esencial tras lo accesorio, que es de lo que en últimas se ocupa la prensa que aún le es favorable. ¿Y la ayuda qué? No sé si así se deba llamar a la indignidad que supone el que su gabinete y demás subalternos le guarden la espalda a este megalómano irresponsable e irrespetuoso con sus electores y los que lo padecemos, o a que ciertos periodistas con fama inmerecida de imparciales y objetivos colaboren decididamente con la mojiganga presidencial mediante sus silencios y omisiones. Al fin y al cabo, harto ocupados están -y van a seguir- con su obsesión por Uribe y todo lo que a él huela.

 

429. Rebauticemos. ¡Nada de Tierra Santa! ¡Tierra Nefanda!: ”…Muchos israelíes, empezando por el primer ministro Netanyahu, no dan más valor a las vidas de los palestinos que a las de los insectos; muchos palestinos, empezando por los terroristas de Hamas, deshumanizan a los israelíes, y a todos los judíos del mundo, de la misma manera. Aplastan a sus víctimas no con planchas, pero sí con bombas y misiles. En cuanto a la locura religiosa, resulta que los más fervientes devotos de Dios son, en ambos bandos, los más crueles, los más seguros de que tienen licencia divina para matar”. Y nada de amén:¡hi-men, hi-men, Hi-men!

 

430. ¿Que por qué aborrezco el feminismo de megáfono y pandereta de las empoderadas? Con leer “’Sará perché ti amo’, Jenny Hermoso” en relación con ‘La terrible y odiosa venganza’ en El País de España pueda que les baste. Claro que mucho cuidado con ir a leerlos al margen de las circunstancias y los pormenores tan radicalmente opuestos de las coyunturas que los inspiraron.

 

Ahora: que si lo que quieren es ahondar un poco más en el asombro de lo aborrecible militante, cotejen aquel par de desmesuras con un artículo titulado ‘Alahu Akbar: Dios es Grande’ y firmado por un hombre al que la autora de los dos primeros títulos no dudaría en tachar de machista o aun misógino.

 

Y pensar que de mezquindades por el estilo de las de la opinante está ahíto el mundo… real, que contiene al editorial.

 

431. Y lo aborrezco, además, porque de las performances que monta y de los numeritos que arma son protagonistas la futbolista a la que un pobre diablo desaprensivo le dio un pico o la actriz a la que su jefe el director le pidió un acueste a cambio de un mejor papel en la serie o en la película X, pero inexplicablemente no las israelíes profanadas de todas las maneras posibles por las ternezas de Hamas, correligionarios de los verdugos de esta otra mujer de cuya existencia múltiple las activistas occidentales tampoco se ocupan:

 

“-…Y pensar que estuve a punto de… Tú eres mi milagro. Las píldoras, todos los medios por los que traté de resistirme… No sabía que serías tan hermoso, que colmarías mi corazón… […] Cuando mamá se enteró de que su padre le había encontrado esposo, se tragó un puñado de ‘píldoras mágicas’. -Las llamaban así porque dejaban inútil a la mujer, pues ¿quién querría seguir casado con una mujer que no pudiera tener hijos? ‘Al cabo de unos meses, a lo sumo un año, estaré libre y podré volver a estudiar’, pensaba. Era un plan perfecto, o eso creía. Precipitaron la boda, como si fuera una perdida, como si estuviera embarazada y tuviera que casarme antes de que se me notara. Parte del castigo fue no permitirme ver ni una foto de mi futuro esposo. Pero la criada vino a decirme a escondidas que había visto al novio. ‘Es feo, tiene la nariz grande’, dijo, y escupió en el suelo. Yo estaba tan asustada que tuve que ir al baño diez veces por lo menos. Mi padre y mis hermanos, el Alto Consejo, sentados frente a la puerta de mi habitación, se pusieron muy nerviosos, pues veían en la debilidad de mi estómago la prueba de mi culpa. No podían imaginar cómo me sentía, esperando en aquella habitación al desconocido que ahora era mi marido y que, cuando entrara, me desnudaría sin más y me haría cosas sucias y repugnantes. Era una habitación horrible, en la que sólo había una cama enorme, con un pañuelo sobre la almohada, blanco y bien planchado. Ignoraba para qué servía aquel pañuelo. Me paseaba por la habitación con mi vestido de novia, preguntándome qué cara tendría mi verdugo. Porque así lo veía: ellos me habían juzgado y él, el desconocido, armado con el contrato de matrimonio firmado por mi padre, ejecutaría la sentencia. Cuando me toque, pensaba, porque estaba segura de que eso haría, de nada me servirá gritar; era suya, su esposa a los ojos de Dios. Tenía sólo catorce años, pero sabía lo que el hombre ha de hacer a su esposa. Mi prima Jadiya, que siempre fue muy charlatana y después de su noche de bodas se quedó más muda que una pared, me contó a solas que su marido había perdido la paciencia, así que le había perforado el himen con los dedos y la había hecho sangrar. Era deber del hombre comprobar que su esposa era virgen. […] -Esa revelación era como una mano que me oprimía la garganta -prosiguió-. Aquellas horas me parecieron eternas. Me ardía el estómago, tenía los dedos helados y mis manos luchaban una contra otra. En una de mis visitas al baño, que hice recogiéndome el vestido de boda y corriendo como una idiota, vi que mi padre se metía una pistola entre el bolsillo. ‘En cualquier caso, tiene que haber sangre’, le dijo a tu abuela, que me lo contó después casi riendo, aliviada y aturdida, y como con una ridícula satisfacción. ‘Si no hubieras sido virgen, Dios nos libre, tu padre estaba decidido a quitarte la vida’, me dijo. ‘Tu padre, el novio misterioso, tenía veintitrés años. A ojos de una muchacha de catorce era un viejo. Cuando por fin entró en la habitación, me desmayé. Al recobrar el conocimiento, se había marchado. A mi lado vi a tu abuelo, que sonreía y, detrás de él, a tu abuela, que apretaba contra el pecho el pañuelo manchado de sangre y lloraba de felicidad. Estuve varios días enferma. Las estúpidas píldoras no hicieron efecto. Había tomado demasiadas y las vomité. Nueve meses después, te tuve a ti.”

 

Ahí tienen, muchachas bisoñas de la horda fanática que presiden una tal Yolanda Díaz y una tal Irene Montero, ahí tienen apenas uno de incontables testimonios de verdadera esclavitud sexual ejercida en este caso en el nombre de Dios por misóginos auténticos y no fabricados tipo el tal Rubiales, que a ustedes les vendieron como la encarnación del ejemplo de hombre que odia a las mujeres. Ahora: si como espero las descripciones precisas y descarnadas -si bien jamás tan descarnadas como las imágenes reales que habrán visto en internet- de la columna aquella de Pérez-Reverte y las palabras de la madre de Solimán sobre los pormenores de su matrimonio sacrificial logran que ustedes se cuestionen el sentido de su militancia en la horda, las invito a que renieguen de ella y se vengan a trabajar con Lisbeth Salander y conmigo, no por las Jennys Hermoso y muchísimo menos por las Mias Farrow (¡vade retro, vade retro!), mas sí por cada Jadiya oriental y Urania Cabrales occidental que hayan sido dañadas o que puedan resultar dañadas por hijoputas aviesos, algunos de cuyos nombres figuran en este blog. Piénsenlo y, cuando estén dispuestas a recomponer, me llaman: 3 16 5 18 90 24.

 

432. Las delicias que el periodista que no soy pero que en cualquier momento podría ser habría hecho de una entrevista con usted, maestro, si antes de convenir el encuentro yo hubiera conocido el contenido de su prosa apátrida 69 (¡”se me derrite el espíritu de gusto sólo con pensarlo”!). Y múltiples preguntas, que querrían y podrían ser la primera, se me atropellan en el magín:

 

“Plantea usted la dualidad ‘triunfadores-millonarios’ ‘fracasados-pobretones’. ¿Y la nada en medio?”; o “¿en qué lugar de esta como tipología que se establece en el texto ubica usted al Julio Ramón Ribeyro escritor?”; o “plantea usted a comienzos de este texto el problema: por el alejamiento insalvable que existe entre exitosos y fracasados o entre millonarios y pobretones es por lo que fracasados y pobretones no pueden aprender de sus contrarios con miras a superar su situación. ¿Lo escribió con una solución factible en mente que no pergeñó?”; o “habla usted de ‘reyezuelos’ en relación con los exitosos y los millonarios. ¿Existen también los reyezuelos en la literatura y las otras artes?, ¿qué los caracteriza?”; o “¿por qué deja usted fuera de la dualidad ‘exitosos-fracasados’ a la literatura y las otras artes, y cómo funcionaría la cosa si se las analizara a partir de aquello?”.

 

Qué suerte: descubro que, pregunte lo que pregunte, esta charla, que habría podido ser y no fue salvo en la ficción, indefectiblemente habría ido a parar en un tema que me apasiona desde siempre, trátese de libros o de la jodida vida real: no el fracaso a secas, sino el fracaso ojalá sin atenuantes de los Larsen, los Davanzati, los Ábalos y hasta el tardío de un Gregorio Magno Pontífice Camargo. Aunque ninguno, lo juro, igual de rotundo al de un pariente lejano por fortuna ya muerto al que mi hermana y yo llamábamos, cagándonos de la risa -de una risa no exenta de compasión, eso sí-, Pedro Demalas. Que en paz descanse el pobre José Luis.

 

433. Nada de que todos somos iguales. Iguales, lo que se dice iguales, son los terroristas de Hamas y los comandados por el terrorista de Estado Benjamín Netanyahu. Los civiles de uno y otro lado que no siendo hasta la fecha (12 de noviembre de 2023) víctimas tangibles del odio del enemigo, claman en las redes, en las calles, en las sinagogas y en las mezquitas el aniquilamiento de hasta el último palestino e israelí que todavía respire. Los entrometidos -antes que nada de Occidente- que avivan, con su ridículo odio prestado en contra de los unos o los otros, el fuego de ese y de otros conflictos. Y los indiferentes de la nacionalidad que sea que ni se enteran de que existe un país llamado Israel que ocupa y asfixia a otro llamado Palestina.

 

Muy por encima de todos ellos, de todos nosotros salvo de una inmensa minoría de Quijotes desperdigada por el mundo entero, se alzan, en representación de las naturalezas superiores, Maoz Inon, Neta Heiman y Noi Katzman, tres “víctimas israelíes que no quieren venganza” y que, descontentas con semejante gesto magnánimo, se prometen seguir trabajando por la paz y el establecimiento de un Estado palestino.

 

Nota al margen: comprendo -si bien discrepo- el alcance de ‘Los justos’, el bello poema de Borges que les atribuye la salvación del mundo -la redención de la especie- a una serie de corazones apacibles que, por contera, desempeñan oficios nobles o se entregan a fértiles ocios. Mis ‘justos’ son -lo repito y lo voy a repetir siempre que venga al caso- todos los Quijotes anónimos o no que, no de palabra sino de facto, con o sin escuderos, luchan por hacer del perro mundo un sitio mejor o, al menos, menos inhóspito.

 

434. Quién lo hubiera dicho; que cuatrocientos años después de publicado el Quijote, a los protagonistas de la ecpirosis bibliófoba del Capítulo VI los vendrían a reemplazar, y con lujo de detalles, los llamados a defender los libros y las ideas.

 

Por si no lo sabían, en nuestro presente medieval no son ya la sobrina, el ama, el cura y el barbero los que expurgan y destierran libros sino grupúsculos de profesores y alumnos universitarios de aquí y de allá que se sacaron del sombrero un nuevo derecho universal tan ridículo como ellos y sus discursos: el derecho a no sentirse ofendidos, ofendidas y ofendides. Y en la vesania los acompañan supuestos intelectuales empoderados prestos a ‘cancelar’ y a hostigar todo y a todo el que discrepe o se burle de las memeces que hacen pasar por teorías académicas y sólidas posturas humanitaristas.

 

Compara uno a la iglesia que preside Bergoglio con mucho de lo que hoy se cuece en tantos campus y facultades, antes que nada de humanidades y afines, y forzoso es admitir que no es en ella donde hoy maniobra Torquemada.

 

435. ¿Qué se le agrega a la completitud?: “Los hombres no se pueden considerar en haces, etiquetados por su raza o religión. Las personas existen de una en una, peculiarmente. Lo otro es la masa”: a ver quién que no lo sepa y lo honre lo aprende para que lo ejercite.

 

436. ¿Cómo no entender, cuando se sopesan todas estas realidades tan promisorias, a los recién casados o arrejuntados que arden en deseos de convertirse en padres y en madres, o en ‘papitos’ y en ‘mamitas’, según impone el edulcoramiento que hoy todo lo domina?:

 

“…Nada más peligroso, pues, que ser niño.

Porque el niño es carne de cañón y víctima inducida de malos consumos. Pero no acaban ahí los riesgos a los que está expuesto, ya que en la jauría que lo acecha están los artefactos electrónicos: teléfonos celulares, computadores, juegos, pornografía virtual… El resultado son camadas de menores ensimismados, bovinos, ajenos a su alrededor, pegados a las redes, propensos a los problemas mentales y el pesimismo (el deseo suicida infantil se duplicó entre 2008 y 2019 en Estados Unidos) y cada vez más inútiles en el desarrollo de ‘recursos propios para tolerar la vida cotidiana’, según el psicólogo español Francisco Villar.

Entre tanto, los gigantes tecnológicos afinan productos que ‘atraen, involucran y atrapan’ a los niños, según una demanda contra Meta (dueña de Facebook, WhatsApp e Instagram) presentada por 41 fiscales de Estados Unidos que luchan por lograr artefactos menos adictivos. La solución creciente pasa por limitar rigurosamente el uso de estos aparatos en los chinos, prohibir los celulares antes de los 16 años y capacitar a los padres para que aprendan a educar a sus hijos en el mundo informático. Que imiten a Steve Jobs, el genio cibernético y comercial que tenía vedadas las pantallas y las redes a sus críos.

Si el esclavizado menor logra sobrevivir a la violencia, nutrirse en forma adecuada y moderar el uso de aparatos electrónicos, aún lo esperan el cambio climático (que, según un respetado científico inglés, ‘plantea un riesgo existencial a la salud infantil’), los pederastas, los jíbaros, la inseguridad, el matoneo y la puta vida…

Sí, nada más peligroso que ser niño.”

 

De verdad que leo esto y me repudio por haberme hecho la vasectomía, si mal no recuerdo, a los veinte años; por haberles dado la lata diría que a todos mis estudiantes -del Colombo Americano, la Pedagógica, la Sergio Arboleda, La Salle y la Javeriana- con lo inconveniente que a la sazón me parecía encartarse con hijos y encartarlos a ellos con la perra vida de que habla Daniel. Y, aquí entre nos, por haberles costeado la esterilización a cuatro o cinco entre muchachas y muchachos pragmáticos y realistas que resolvieron acudir en mi ayuda.

 

Ahí verán, estimados child-free guys, si nos reencontramos para celebrar su sensatez. Me encantaría saber cómo les han ido las cosas desde entonces. Espero, y supongo, que mejor que a los que sueñan con que pronto el planeta albergue a diez, a quince, a veinte millardos de bocas que alimentar y, coherentes, se ponen manos a la obra. Llámenme para que cuadremos: 3 16 5 18 90 24.

 

437. Maticemos: no desobedece, sino que se insubordina, todo aquel que, voluntariamente, o sea motu proprio, expresa su deseo de pertenecer a una institución tipo la Iglesia católica, la policía o el ejército y, una vez dentro, se declara en desobediencia frente a asuntos que de sobra conocía cuando se enroló: el atuendo y la presentación personal, los horarios, las jerarquías bien entendidas… (Hablo de jerarquías bien entendidas porque si un sacerdote de parroquia, un policía o un militar reciben de un superior una orden que atenta contra su conciencia y los códigos morales o de honor que, cada cual a su manera, se comprometieron a honrar, la desobediencia -y ojalá la denuncia- no es optativa sino obligatoria). Por el contrario, el derecho a desobedecer le asiste a quien, en contra de su voluntad, o sea forzosamente, es reclutado por la policía o el ejército de su país sin que importe que el reclutamiento proceda de mandatos gubernamentales e incluso constitucionales, y también a la persona que por ejemplo se matricula en una universidad confesional -todo un contrasentido- porque es allí donde se imparte la carrera de su preferencia mas no porque practique la religión que el campus ampara: la autoriza, nada menos, el universo.

 

Escribo esto a propósito de un artículo firmado por Piedad Bonnett en el que elogia copiosamente la insumisión de un muchacho colombiano que, no obstante estar prestando motu proprio, o sea voluntariamente, el servicio militar en la policía, se niega en redondo a cortarse el pelo dizque porque los preceptos de su fe religiosa o irreligiosa se lo permiten. ¿Que sus superiores lo obligan a rezar no sé qué ‘oración del policía’?, ¡que se jodan y que respeten el laicismo que nuestra Constitución consagra! Pero sea serio y córtese el puto pelo, hermano, que por pervertir el bello sustantivo desobediencia es por lo que estamos como estamos: para empezar, sumidos hasta las cejas en la anarquía sin precedentes de un mal llamado presidente de la República, un homúnculo soberbio y arrogante que se siente facultado para incumplir sistemática y consuetudinariamente las responsabilidades inherentes a su cargo; en la de un fiscal general de la nación insignificante como el que más y también picado del complejo de Dios, que usa el cargo para proteger a sus cuates, perseguir a la prensa que no le es propicia y hacer proselitismo político con miras a su segura candidatura presidencial; y en la multitudinaria de las tribunas que, cínicas y acomodaticias, aplauden a uno y abuchean al otro.

 

Pero si todo lo anterior tan grave le parece poca cosa, remítase entonces en internet al caso -uno de muchos- de una profesora de un colegio público de Bogotá al que una ñera con uniforme la noqueó, a mediados de julio de 2023, de un golpe en la cara y todo porque le ordenó que apagara el celular o se saliera de clase. O busque las cifras oficiales de denuncias por maltratos físicos y de otras índoles instauradas, en Colombia y en todas partes, por padres de familia y abuelos de menores de edad.

 

No se imagina, muchacho, lo que me habría gustado invitarlo a una de las muy pocas clases en las que un par o a lo sumo un grupúsculo de insubordinados pretendieron, siempre en vano, hacerse con el control de la situación. Les debo a mi carácter y a los ejemplos de algunos buenos profesores y maestros frente a los saboteadores mi manejo solvente de la autoridad, que nada tiene que ver con el autoritarismo, dentro del aula. Ah, y a una columna extraordinaria de Mario Vargas Llosa en El País de España que tituló ‘Prohibido prohibir’.

 

438. ¿Mi mayor desgracia? Esperen, esperen que no es, ni con mucho, la ceguera.

 

Mi mayor desgracia es esto que a falta de un mejor nombre llamo visceralidad. Como quien dice, la incapacidad de poner por obra la recomendación de un personaje de Victor Hugo a un interlocutor al que conmina a permitir que la fatalidad actúe. La incapacidad de sentir como el Anaxágoras que responde “sabía que había engendrado a un mortal” cuando lo informan de la muerte de su hijo. La incapacidad de asumir con imperturbabilidad lo que no obstante sé que puede ocurrir: desde que mi madre se enferme gravemente y muera hasta que me ocurra a mí y la deje sola, pasando por dolores o problemas “más pedestres” o “menos importantes”: la muerte de mis gatos o la desaparición, por un error en un comando, de archivos a los que les he dedicado sudor y lágrimas. En suma, mi maldita propensión a vivir agobiado por cuestiones que a Cicerón seguramente le parecerían minucias y fruslerías. Allá él.

 

439. Cuento chino, y más que chino chimbo, el del apóstata William Ospina en su última columna de El Espectador: que dizque no votó por Petro para presidente porque la promesa de Rodolfo Hernández de acabar con la corrupción lo sedujo más. Trola que, de tratarse de una ingenuidad por su parte, sola se bastaría para probar que la suma inteligencia literaria no previene y menos cura la suma estupidez política. ¡Pero si para nadie es un secreto que la apostasía de Ospina tenía precio: el Ministerio de Educación en un posible gobierno del santandereano! Lo que desemboca en otra conclusión: cuando las ambiciones personales están por medio, no hay militancia que valga. Es más: si Hernández fuera hoy el presidente y Ospina su ministro (una desgracia semejante a la que hoy padecemos los que votamos en blanco en la segunda vuelta), ya lo tendríamos disfrazado de uribista furibundo a la manera de un Carlos Alonso Lucio o un Everth Bustamante pues ¿no tenemos todos, todas y todes, acaso, la oportunidad de enmendar los tumbos y desvaríos de nuestras convicciones políticas?

 

Buen poeta y mejor prosista, aunque pésimo Homo alalus mendax este ex cófrade de Londoño y Gamboa en la izquierda de la ira.

 

440. Cuando un escritor es -o debiera ser- universal como el grande que nos proporciona la alegoría siguiente, en sus reflexiones abarca, aun en las supuestamente perecederas de un periódico o revista, no ya a Herveo y el Tolima, a Palmira y el Valle del Cauca, a Bogotá y Cundinamarca y ni siquiera a Colombia y la América Latina sino también a San Sebastián y Guipúzcoa, al País Vasco y España, a Europa y hasta el último rincón del mundo en el que un lector despabilado sepa qué hacer con lo que se le ofrenda:

 

“En mi manada de lobos, mantenemos la tradición antigua del comportamiento gregario. No conocemos una opción diferente del conformismo natural. Para practicarlo necesitamos un líder. Si no, ¿cómo va a ejercer uno de subordinado? Dicho líder o macho alfa ostenta el cargo en colaboración estrecha con una hembra destacada entre las de su clase. Ambos equivalen a lo que en el plano humano vendrían a ser un presidente y una vicepresidenta. El jefe dice: Jamás caminaremos en esta dirección. Y todos a un tiempo apartamos la mirada del rumbo vedado por el jefe. El cual, otro día, tras un intercambio de susurros con la hembra directora, ordena que vayamos hacia donde antes no debíamos ir. Nosotros damos media vuelta y allá vamos, felices de obedecer.

A los profanos en materia lobuna, les aclararé que el jefe es ese ejemplar alto y de buena planta, ¿lo ven?, que está subido a la roca. Suele expresarse con aullidos vigorosos, es siempre el primero en probar bocado y exhibe a todas horas (rabo levantado, orejas tiesas) un porte dominante. Los demás, de acuerdo con nuestra posición jerárquica, mostramos distintos grados de sumisión. Los hay que permanecen por oficio junto al jefe listos para defenderlo, si hace falta, a dentelladas. Y los que, a cambio de su benevolencia, se tienden a sus pies y le presentan la yugular como diciendo: Mátame si quieres, pero si toleras mi presencia y me proteges te seguiré adondequiera que vayas y te serviré a ciegas, mandes lo que mandes. Están por último los que, no bien el jefe ha terminado de aullar, le lamen el hocico. A estos los veréis subir a lo alto de la colina o arrimarse a la linde del bosque, donde se entregarán a la sonora tarea de elogiar los principios y justificar las decisiones aulladas por el macho alfa. En mi manada, a estos lamedores de hocico se les recompensa de costumbre con los trozos más sabrosos de nuestras presas.”

 

Una mala y una buena noticia, seguidas por un par de observaciones. La mala es que las hordas extremoizquierdosas hoy en el poder en Colombia, Brasil, México, España y ya se verá si nuevamente en la Argentina, van a tener que postergar el gustazo de ironizar, valiéndose de esta joya, sobre la situación política de sus países hasta cuando la extrema derecha de un Miley o de un Abascal las torne a la oposición. La buena es que los “profanos en materia lobuna”, es decir los ciudadanos respetables que ocupan el centro del espectro político, ya mismo pueden servirse de ella para que, asignándoles nombres propios al macho alfa, a la hembra destacada y a cada una de las categorías en el servilismo que propone el texto, pongan en evidencia a los fachos o a los mamertos que detentan el poder en sus países. Se aclara que para la extrema derecha no hubo mala noticia por la sencilla razón de que entre sus incondicionales no existe nadie capaz de ironizar o siquiera alguien que haya oído el verbo. A los chinos y a los rusos capaces de eso y de mucho más se les recomienda, so pena de ser envenenados, encarcelados y torturados o desaparecidos, que se abstengan.

 

Adenda: me escriben un par de lectoras -a la par que amigas: Tola y Maruja, dicen que se llaman- colombianas quejándose de que miran con intensidad hacia la cúspide de la roca pero no ven a ningún lobo alto o bien plantado: “A un lobo sí, pero ‘ojibrotado’ y con pinta de resaca”. A los tres, en cambio, nos llegan nítidos sus aullidos de líder desorientado.

 

441. Las razones por las que dejé de ver fútbol -justo ese milagro obran los mejores relatores (Carlos Alberto Morales, Javier Fernández Franco, Gustavo el Tato Sanínt…; de los pensionados y muertos memorables no hablo porque no acabo) con su arte: concederle durante noventa minutos el don de la vista al ciego de nacimiento y no se diga al devenido- no tienen que ver con ésta, que sin embargo logra que se afiance mi renuncia:

 

“…La idea del VAR, como de todos los avances tecnológicos de nuestros tiempos, es en el fondo un intento del ser humano de controlar su destino, de imponer la perfección en un mundo implacablemente imperfecto. De ser Dios. Y no hay manera. Es más, el daño que está haciendo el VAR al fútbol es como un castigo divino. Recuerda al caso de Prometeo, el que desafió a los dioses y fue encadenado a una roca a la que llegaba un águila a comerle el hígado, solo para que volviera a crecer el día siguiente y se repitiera el horror eternamente.

El VAR se está comiendo el hígado del fútbol. No solo porque es imposible que funcione, ya que el fútbol es como la vida y no es perfectible, sino porque nos está matando el espectáculo y si no hay espectáculo no hay fútbol. La injusticia ya era inherente al fútbol antes del VAR. Lo imperdonable del VAR es que nos está arruinando aquello que nos ofrece el fútbol que es único, glorioso y especial: el momento cuando se marca un gol, el detonante de emociones más intenso que ofrece la vida, sin excluir el orgasmo que, ya saben, no siempre va acompañado de la pasión, o del amor.

Ya no. Con el VAR ya no. Nuestro equipo marca un gol y el grito se queda a medias, un coitus interruptus. Aunque sea un golazo, un disparo desde fuera del área sin posibilidad de fuera de juego, la duda nos atraganta…”.

 

Creo que todo comenzó en 2002 cuando en Colombia pasamos de un único campeón por año a dos. Luego, con el restablecimiento de la Copa Colombia, a esos dos torneos semestrales tan insípidos se les vino a sumar una competición más que nada salvo cantidad le agregaba al asunto. Así, atrás quedaban los tiempos en que uno se consumía de ansiedad entre domingo y domingo o entre miércoles y domingo, rogándole a lo que fuera -Dios, San Barberón, San Bonner Mosquera o San Funes- que el tiempo corriera para que Millos volviera a jugar. Pero, como prácticamente todo en este presente que glorifica la sobreabundancia, de la bendita escasez caímos en el maldito exceso, que en mí mata las ganas.

 

¿Viajar?, ¡pero si los aeropuertos y playas y desiertos en expansión y glaciares en retracción están hasta las tetas de turistas ‘selfivideicos’! ¿Oír un partido de la selección de Lucho Díaz y James Rodríguez que “batalla” por un cupo en el mundial de 2026?, ¡pero si entre los 48 que pronto serán 70 y luego 100 cabe toda Suramérica, Bolivia incluida! ¿Culiar?, ¡Qué dicha pa mi salchicha, que ya ni recuerda a qué sabe eso tan güeno!