sábado, 16 de marzo de 2024

Desahogos polifónicos que pensaban ser póstumos, todos breves o muy breves (II)

544. Con Victor y Tico sí que querría hablar, no de profesores a secas sino de señores profesores, de docentes -decir “docentes a secas” constituye un pleonasmo- y de maestros. Para los de en medio no se necesitan ejemplos porque abundan. Para los primeros, tenemos al señor Krempe y para los terceros, el súmum de la enseñanza holística, al señor Waldman. Cuando de una universidad están a cargo los Krempe y los Waldman, se benefician en primer lugar y como es apenas natural los estudiantes y, a la larga, el país y la sociedad en que ejerzan sus saberes.

 

Muchachos: con ustedes dos -y demás criaturas de ficción que tengo por carnales- sí que no siento escrúpulos a la hora de invitarlos a que lean algo firmado por este servidor; claro: únicamente si la invitación procede, y aquí procede. Se titula ‘Escritores que sí saben lo que es un maestro’ y lo pueden leer ya mismo en este blog, no “del todo” corregido aunque ojalá pronto. Les caigo al barco para que tertuliemos.

 

545. Interesantísimo debatirlo con todos los del cenáculo y, cuando los tenga, también con mis estudiantes de los departamentos de Ciencia y Literatura y de Literatura y Ciencia: “Tan solo aquellos que han vivido la experiencia son capaces de imaginar los atractivos que ofrece la ciencia. En las demás disciplinas nos limitamos a llegar a donde otros ya han llegado antes, y después no hay más. La investigación científica”, en cambio, “ofrece abundante material para alentar nuevos descubrimientos e increíbles maravillas”. Lo transcribo y a duras penas me sofreno para no gritarle a Victor, por entre la algazara de quienes lo apoyan y la de los que necesitamos disentir, que, de ser cierta su tesis tan presurosa, en Homero y los griegos se habrían detenido la literatura, la filosofía, la historia y demás saberes “teóricos” de los hombres. “Estulto usted si piensa -remataría para que los que empujan puedan por fin terciar- que sobre el bicho tragicómico y ruin, indiferente o magnánimo estuvo todo dicho desde un comienzo. Pregúnteles a Ovidio, Dante y Cervantes. O a su demiurga a ver si no le dice hasta misa”.

 

546. ¿Podría ser este el punto de partida para vacunar a nuestra sociedad, a todas las sociedades, contra su suma vulnerabilidad a los gérmenes más nocivos de las ilusiones que les cuelan los parásitos de la fe política, de la fe religiosa: “Mi padre había tomado toda clase de precauciones en mi educación para que ningún terror sobrenatural impresionara mi mente. No recuerdo que temblara jamás de miedo al oír historias de supercherías, ni que pensara que era posible que los espíritus se aparecieran. La oscuridad no hacía mella en mi fantasía, y para mí un cementerio era meramente el lugar adonde llevaban los cuerpos que habían sido privados de la vida y que habían pasado de ser el santuario de la belleza y la salud a convertirse en pasto de los gusanos”?

 

Qué va. La prueba de que no, o de que al menos no de modo infalible, reside hoy en cada científico no social -es decir de cartón piedra- sino auténtico que ayer votó por los desafinados cantos de sirena del esperpetrismo, que prometían darle por fin a la ciencia el trato digno y preferente que en Chibchombia, en Circombia, nunca ha recibido: hasta aquí, se dirán algunos, “nada que objetar”. Y, para obligarse a creer el embuste, el porcentaje que sea de tales investigadores, que conviven con la duda y cuajan sus logros gracias a ella, desactivaron volitivamente el pensamiento crítico y tapiaron sus orejas a fin de no oír gritar al risible megalómano: “Si fracaso, las tinieblas arrasarán con todo” y mil inviabilidades más: “Ni un líder social más asesinado… Ni un niño más que se muera de hambre… Ni una persona sin techo y sin atención médica… Ni un joven sin acceso gratuito a la universidad…”.

 

Hay tardes y raptos de insomnio en los que me figuro a la caterva de tartufos desvergonzados que se apoderó del poder en agosto de 2022, en plena bacanal y partiéndose de risa de ver al país que por ella votó, así como al que no, todavía esperanzados o indignados pero graves todos y a la expectativa de las soluciones y determinaciones que dimanen del alto gobierno. Oigo a un Petro apenas achispado y eufórico diciéndoles a sus subordinados, con el ‘smartphone’ en la mano:

 

--¿Quieren que ponga a hablar al paíssssssssss, al mundo? Voy a tuitear entoncessssssssss que lossssssssss enemigossssssssss de mi gobierno esssssssssstán dessssssssssinsssssssssstitucionalizzzzzzzzzzando a Colombia y que contra mí sssssssssse fragua un golpe de Esssssssssstado.

 

En efecto: diez minutos y cinco aguardientes dobles después, las redes y Colombia entera están, como su perra cuando usted juega con ella, corriendo desesperadas tras el hueso que se les tira y pendientes del movimiento más imperceptible del amo. Que ahora calla y duerme su perra de él.

 

547. ¿Será mucho pedirle a la perra vida que me depare, tras un ayuno tan prolongado, a un Henry Clerval del sexo que sea? ¿Para qué, pregunto, tres o cuatro supuestos amigos que nunca tienen tiempo y por consiguiente necesidad de encuentros materiales, hambre de diálogo, voluntad de expresar sus afectos no mediante un meme insulso o un mensaje tecleado a las patadas o, aún peor, copiado de alguna parte, sino de cuerpo presente y de viva voz? ¿Que me compre o reciba en donación un ‘smartphone’ que me rescate del estado de incomunicación en que me encuentro? ¡Me niego en redondo, maldita sea, a resignarme a las muñecas inflables porque lo que yo preciso es cercanía, palabras articuladas, silencios inarticulados, disposición y deseos de estar, de escuchar, de vivir al alimón!

 

548. ¿Y si el Frankenstein de Mary Shelley no fuera sólo la advertencia que es respecto de la soberbia que la ciencia y sus posibilidades despiertan o acrecen en muchos que la practican, y en “todos” los que se enriquecen a su costa, sino además una súplica desesperada en contra de la ruleta rusa que comporta la paternidad, la maternidad? ¿Parir a un Putin, a un Netanyahu; engendrar un al-Assad, un al-Bashir; ser la madre, el padre, de un Mancuso, de un Marulanda Vélez? ¡Como para vaciarse la mirada en castigo por no atender la conminación de Vallejo de dejar la materia en paz!

 

Claro que lo que de verdad procede en casos así no es el autoenceguecimiento, sino la extirpación oportuna y por mano propia del carcinoma que se echó al mundo.

 

549. Si la vida real no fuera la inconmovilidad que es sino ficción de la buena, cada Justine Moritz (del sexo que sea) que hoy y siempre se pudre o se ha podrido en una cárcel gritándole en vano al mundo su inocencia, tendría o habría tenido a su vera al menos la voz amistosa aunque insuficiente de una particular Elizabeth Lavenza. Quien intenta consolarla y le ruega que trate de tranquilizarse, al tiempo que le susurra que quizá todo no sea más que una pesadilla de la que pronto pueda que despierte.

 

Que nada tema el que nada deba, prescribe uno de los muy pocos proverbios que le mienten con dolo al indigente de poder.

 

550. Te cuento, estimada Elizabeth Lavenza dondequiera que te halles, que, dando por seguros el sentido del deber y la buena conciencia de tu primo Victor Frankenstein en relación con la injusticia judicial y social que concluyó con la muerte de Justine Moritz, oprobios ambos que únicamente él habría podido evitar, me precipité a escribir mi desahogo número 549 seguro de que no me iba a defraudar. Pero ahí tienes al muy bellaco, al muy cobarde, postrado de dolor y de vergüenza en el epílogo del primer volumen; y a mí allí mismo, repudiándolo como amigo y como persona y sin que me importe en modo alguno lo que de decente o aun heroico pueda llegar a hacer en adelante. A ti, mujer valiente y generosa, te pido en cambio que ocupes su lugar en estos mi corazón y encéfalo, tan en demasía necesitados de los afectos inteligentes que de ti dimanan. Ah, y juntos implorémosles el perdón a todas las Justines Moritz de cualquier sexo, de todas las latitudes y tiempos -también de los venideros- por no haber impedido, a como diera lugar, sus ignominias y padecimientos.

 

551. Entre los prodigios de la literatura -de las artes-, su extraordinario talento oracular o, dicho de modo más pedestre, la prospección: “…Hay hombres así, que, abandonado el puesto, recaen en la insignificancia. Ello se debe a que no tenían otra forma de ser que su función”.

 

Despliego la foto del actual (hoy es 1 de marzo de 2024) gabinete ministerial del Esperpetro, en cuya grisura no se divisan ni Luis Gilberto Murillo ni Néstor Hosuna; soborno la memoria a ver cuántos ministros y funcionarios de importancia del Titeriván, de Uribe y de Patraña recuerdo con nombres y apellidos y los resultados son paupérrimos. Enseguida, me solazo imaginando cómo habrían ensamblado sus gobiernos algunos de los meritorios a los que Colombia, la radical y folclórica que huye del sentido común con igual espanto que sus gobernantes del reformismo, jamás tuvo en cuenta, y llego a la conclusión inevitable que rondaba la cabeza de Ribeyro cuando escribió su prosa apátrida número 100: de ningún político mediocre que se haga con el poder se puede esperar que se rodee de lumbreras o de personas de probada capacidad en esto y aquello pues, o bien no las conocen -Duque, Pastrana-, o, en medio de su complejo de Dios -Uribe, Petro-, no quieren cerca a nadie que les haga sombra y mucho menos les dé por respuesta un no rotundo, les exprese su desacuerdo o les haga el más mínimo reparo.

 

Protestan airados los de los extremos del auditorio porque no mencioné a Santos. Sencillo: repasen y cotejen las nóminas de altos funcionarios de sus dos gobiernos con lo que ya vimos y díganme si, en cuanto hace a nombres, lo suyo no destaca de lejos. Cosa muy distinta y triste es que, por buscar para sí el Nobel a cualquier precio, mucho del conocimiento y la experiencia de que se rodeó durante casi una década se desaprovechó infamemente.

 

552. Tres definiciones que someto a consideración de la RAE. Tirónico: aquel cuya ironía resulta tan acre y cáustica que tiraniza. Tirónica: aquella que, tirando, ironiza impíamente sobre el chito de su hombre. Chito: pipí de tamaño y grosor clitóricos.

 

553. ¿Qué se le agrega a la completitud?: “No hay nada más duradero que el instante perfecto”.

 

Antes que nada y primero que todo, un orgasmo telúrico sufrido al alimón. El cigarrillo que le pone término a la abstinencia absurda que nos impusimos. Una charla con un buen dialogante, ojalá al margen de las ubicuas estridencias del entorno. En el ya tan lejano mundo analógico, las primeras caricias y husmeos y ojeadas y hojeadas y hasta besos que se le prodigaban a un libro largamente codiciado. Un despertar sin sobresaltos tras equis horas de sueño profundo, con la mente y el cuerpo saludables, y la finca en que vacacionamos colmada sólo por las voces de sus animales. La eclosión favorable de un asunto o noticia que nos traía en vilo. Los primeros compases de un concierto o sinfonía que siempre quisimos sentir en un auditorio. Los últimos compases jubilosos o violentos de aquella obra, seguidos por la ovación unánime que hace que nos escuezan manos y garganta… Sé que hay más pero por de pronto…

 

554. Ceguera congénita y total, la del ciego congénito y total que, muerto a la edad que sea, se murió totalmente sin saber que la literatura existía, o sin tener por madre a una Orfi: “Café expreso en la placita central de Capri, hojeando el […] y observando el denso flujo de veraneantes. Hercúleos mozos que lucen sus muslos tostados y sus pectorales […]; inefables niñas en blue-jeans ajustados, más bellas que cualquier mármol florentino; pero sobre todo viejos panzones en pantalón corto, calcetines y sandalias, viejas pintarrajeadas en bikini con várices, celulitis y horribles colgajos de carne en el vientre y decrépitos ancianos, extremadamente dignos y elegantes, con sombrero de paja y saco de lino, que derivan en la tarde soleada tanteando con su bastón su último verano”.

 

Tras la relación solidaria, yo le digo a Julio Ramón o a mi madre, sin que venga a cuento, que justicia poética sería que las “repulsivas”, quienes ya descansan en paz, supieran que hoy su lugar lo ocupan las beldades que en aquel verano a ellas muy seguramente les arrancaron suspiros de despecho entreverados con pensamientos inconfesables, y que los muchachos que sabían perdidos de antemano pero por los que habrían pactado con el diablo de haber podido, se apoyan ahora en un bastón o arrastran su propia fealdad disfrazados de veraneantes, junto con el peso insoportable de saberse, unas y otros, excluidos sin apelaciones del mercado sexual.

 

555. Medioevo Científico y Tecnológico:

 

“…Lo más interesante, a veces, es que en cambio las épocas que sí están sufriendo una crisis muy profunda y un deterioro irreversible de todos los indicadores de la vida y la cultura no se dan cuenta de que algo así está pasando e incluso las caracteriza un optimismo y una arrogancia enternecedores: la idea de que nunca antes las cosas habían estado mejor. Como dijo el magnífico Arnaldo Momigliano, pocos se dieron cuenta de que Roma se estaba cayendo.

Además porque la decadencia es un fenómeno de larga duración, a veces pasan siglos mientras se va cocinando […]. Pero hay un dato clave a la hora de entender la decadencia de las sociedades, y no es el arte porque muchas veces cuanto peores son los tiempos mayor es la creatividad, la belleza, la lucidez como un refugio.

Ese dato clave son las clases dirigentes, la gente que gobierna y que manda, también la que ‘influye’, como se dice ahora, aunque no se me ocurre peor retrato de la decadencia que un mundo en el que millones de personas, sin ningún talento, sin ningún atributo particular salvo la desvergüenza o el fanatismo, se autoproclaman ‘influencers’ y lo peor es que sí llegan a serlo. Ya eso nos sitúa de lleno en un tiempo aterrador, sin salida.

Y también quienes nos gobiernan. Pero no hablo en general de la miseria de los políticos, que también es una queja tan vieja como el mundo. No. Me refiero al hecho inquietante y gravísimo de que adonde miremos hoy, en todas partes, el panorama es como de comedia con mal libreto, una producción sin presupuesto ni pudor. Basta ver lo que serán las elecciones en los Estados Unidos, para no hablar de nosotros, y ahí está dicho todo: es increíble, devastador.

Sería cómico si no fuera trágico: es la decadencia de la decadencia, a eso hemos llegado” (Juan Esteban Constaín).

 

Salta pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo, tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.

 

556. Uno de los regalos impagables de leer a columnistas de opinión brillantes y además decentes, cuyas atalayas se levantan en el justo centro del observatorio desde el que se otean las miserias y bondades de los hombres, es que justo cuando uno está empantanado en un tremedal de palabras que no concurren para desahogarse y aullar lo que se quiere (verbigracia, toda esta vergüenza de ser un cero a la izquierda en la lucha contra los malditos), se materializa un Héctor Abad Faciolince, una Piedad Bonnett, un Javier Cercas, un Arturo Pérez-Reverte, un Martín Caparrós, una Rosa Montero, un Antonio Muñoz Molina o un John Carlin y dice justo eso que veníamos rumiando:

 

“El movimiento palestino Hamas, con su propia masacre de inocentes el 7 de octubre, y el régimen de Netanyahu, con su respuesta feroz, se han asegurado de lo que ambos quieren, que el ciclo de venganza extermine toda posibilidad de una solución posible al conflicto más largo del mundo.

En el sector de la población israelí que vota por Netanyahu, la memoria colectiva del Holocausto nazi representa licencia para matar en defensa de la causa judía. La masacre del 7 de octubre fue entendida por esa misma gente como un Holocausto II, ergo la despiadada destrucción del lugar de donde procedió el mal.

La misma lógica se aplica a los palestinos. El calvario de Gaza será recordado por los años y los años como su propio holocausto, como su licencia para matar israelíes. Los huérfanos de Gaza hoy y sus hijos verán el uniforme de los soldados de Israel como los judíos europeos de los años treinta y cuarenta veían los uniformes de los soldados de Hitler. Ojo por ojo, como dijo Gandhi, y todos acaban ciegos.”

 

Cínicos llaman, sin que mi mente consiga explicárselo, a los desesperanzados recalcitrantes en relación con las grandes tragedias de la especie (injusticia, guerra, pobreza, hambre, discriminación…), y todo porque aquellos seres de luz se pliegan a lo tangible y les aguan su festival de la esperanza a los fanáticos del “sí se puede” a sabiendas de que no. Sin que importen las buenas intenciones y los deseos de los que genuinamente quisiéramos vivir en un mundo en paz relativa, donde nadie se muera de hambre o enfermedad tratable o de hambre y enfermedad tratable, donde quien lo quiera se pueda escolarizar y, el que no, tenga otro tipo de oportunidades y etcétera, etcétera, etcétera, el caso es que ahí van a seguir, hasta el final de los tiempos, los malditos de la violencia y de la codicia, de la codicia y de la violencia, ultrapoderosos poderosos o pobres diablos muy resueltos, decidiendo, igual que ha sucedido desde que Lucy descendió del árbol, el destino de millardos que lo único que tienen a favor lo desperdician: el prodigio de las mayorías. Porque sólo las mayorías, ríos y ríos de gente inerme pero amenazadora y dispuesta a morir, si toca, harían desistir y salir corriendo a Hamas de Gaza y a Netanyahu y los sionistas de Israel; a Putin y su cohorte de asesinos de Rusia y la Ucrania ocupada y a los sátrapas de Corea del Norte, Irán, Sudán, Yemen, Venezuela o Nicaragua de los países que explotan y oprimen. Porque sólo unas mayorías globales, concertadas y bien avenidas, podrían acogotar a los gobernantes del mundo para que le pongan un tatequieto definitivo a la carencia mundial organizándolo todo de tal modo que claro que haya ricos, pero no obscenas fortunas individuales más pingües que las de un Estado próspero; y pobres sólo si lo son de espíritu y de iniciativa, aunque no tan pobres como para que se mueran de hambre.

 

Un único favor les pido: avísenme cuando la cobardía y la indiferencia -nuestra perdición bicéfala frente al malditismo transnacional- estén, como las maras salvadoreñas hoy en las mazmorras de Bukele, domeñadas y a buen recaudo, pues no me quiero morir sin saber cómo se siente ir vestido de verde esperanza.

 

557. En el filme titulado ‘La zona de interés’ de Jonathan Glazer, qué duda cabe, cabe toda la humanidad de hoy, la de hace miles de años -pongamos tres mil- y la de dentro de miles -pongamos tres mil-, con sus dos minorías en las antípodas (los Rudolf Höss que se aplican al ejercicio del mal y, en muy menor proporción como en la película, las niñas-fantasma que se aplican al ejercicio del bien). El resto, a efectos prácticos y en muy distintas situaciones y circunstancias, nos llamamos Hedwig.

 

Adenda: si usted es profesor de literatura, de arte, y está empecinado en que sus estudiantes comprendan que la literatura, el arte, valen más por lo que callan que por lo que dicen, no desperdicie su tiempo ni se lo quite a los muchachos haciéndolos leer teoría. Vea con ellos este nacido clásico de Glazer y, a los que no caigan, mándelos a estudiar odontología u otra cosa para la que les dé el cacumen.

 

558. Miremos este par de fotos yuxtapuestas: la de la derecha muestra a El Salvador de hoy, rozagante de seguridad y pleno de un agradecimiento cuasi unánime hacia quien obró un milagro bíblico de tan inverosímil. La de la izquierda, a una Colombia con aspecto haitiano que acelera el paso en su recorrido del camino contrario, con sus fuerzas del orden maniatadas o al menos muy menoscabadas y amilanadas por cuenta de unas políticas presidenciales que, de labios para fuera, aseguran que le apuestan a la paz mientras que sobre el terreno les garantiza, con su solidaridad de cuerpo, a los que hacen la guerra impunidad y nichos de mercado. Imbéciles los que, bien desde sus atalayas de pacifistas a todo trance, bien desde sus atalayas de pacifistas de coyuntura, no lean como es debido la gratitud presente de una mayoría abrumadora de salvadoreños con la mano dura que los “rescató” del infierno diario que “suponían” las maras, y más imbéciles si no encuentran justificado el deseo de los mexicanos, ecuatorianos y colombianos a merced de los violentos -y de sus patrocinadores desde el poder- de que en sus países gobierne mañana mismo, y no ya con mano dura sino con puño de hierro, un resuelto por el estilo del milénial.

 

Pero ojo, mucho ojo, amigos colombianos, ecuatorianos y mexicanos con el deslumbramiento que les producen los resultados tan reales cuanto artificiosos del actual gobierno salvadoreño: antes de seguir ensoñando, hagan el favor de leer, en El País de España, el reportaje de Juan Diego Quesada titulado Dentro del ‘Alcatraz’ de Bukele: “Es imposible escapar. Estos psicópatas van a pasar la vida entera entre estas rejas”; y de imaginar, una vez leído y releído el texto, a uno o a varios de sus familiares presos en ésa o en otra mazmorra del régimen, adonde fueron a parar por los tatuajes que algún día se hicieron, o por la ropa y el peinado “sospechosos” que lucían cuando les echaron mano. Pero si en su familia no hay jóvenes, o los jóvenes que hay son a su juicio muchachos de bien y muy formalitos, pues no den nada por sentado y entérense antes de embarcarse con su voto en semejante aventura de que las dictaduras se sabe cómo -léase contra quién- empiezan pero jamás se sabe cómo -léase contra quién- terminan.

 

Y ya que estamos. ojo, mucho ojo, adeptos de buena fe del esperpetrismo, indiferentes crónicos -o sea idiotas- de la política, e incautos del “¡Qué va! Colombia es una democracia imperfecta, pero una democracia a fin de cuentas”: cuidado con seguirse creyendo el cuento de que este gobierno nada que arranca o de que ahí va, a trancas y a mochas. Si el debilitamiento calculado de las fuerzas del orden para que el crimen organizado engorde, la instrumentación de la DNI con idénticos propósitos a los de Uribe en su momento, la implosión controlada para atarle las manos a Ecopetrol y pauperizarlo para favorecer a los compadres narcochavistas, las medidas sibilinas con miras al desmonte o la quiebra de los sistemas pensional y de salud, las acusaciones de desinstitucionalización tras las que pretende esconder sus propósitos a todas luces desinstitucionalizadores, la venalidad y mediocridad rampantes de sus ejecuciones y postergamientos o la incuria de la economía con vistas a joder a los ricos y a los empresarios que no se le prosternan no es arrancar, ¿qué lo es entonces?

 

559. Le llueven del cielo los elogios a Pepe Mujica por su dizque valor de llamar a las cosas por el nombre en relación con la desde siempre narcodictadura bananera chavista, un descubrimiento al que este sagaz anciano llega con un retraso de veintipico años, o de treinta y dos si se toma en consideración el intento de golpe de Estado que encabezó el tirano epónimo en 1992. A Carlos Andrés Pérez y a Rafael Caldera les deben los millones de venezolanos en el exilio, los presos y torturados en las mazmorras del régimen y los que se mueren también de hambre y de desesperanza en el país su perra suerte, pues el primero tendría que haber fusilado sin miramientos ni dilaciones a los insurrectos para, de ese modo, evitar que el segundo -quienquiera que fuese su sucesor en la presidencia- incurriera en indultos o sobreseimientos.

 

Oigan… ¿y si el debilitamiento calculado del Esperpetro a nuestras fuerzas del orden, con las infiltraciones de terroristas de izquierda de que algunos bien informados y en modo alguno paranoicos se vienen haciendo eco, estuviera inspirado en lo del golpista Chávez Frías o en lo del autogolpista Pedro Castillo, salvo que mejor urdido y “ojalá” adelantado?: que el paranoide soy yo, me gritan desde el centro y la izquierda del auditorio los que le apuestan nombre y prestigio a la estabilidad de nuestra democracia imperfecta, pero democracia a fin de cuentas. ¡Qué sagaces andan; al menos tanto como el abuelo uruguayo!: paranoico, fatalista, paranoide, pesimista y, por contera, malpensado.

 

560. Medioevo Científico y Tecnológico:

 

“…Al nuevo modelo de negocio le conviene el ruido y está borrando de nuestro vocabulario los conceptos de prudencia, reparo, compasión. Si se da el caso de que a alguien se le descubre en un renuncio, en una metedura de pata, o aún más, en un delito, cómo no sumarse a la gran fiesta de la crueldad, porque la crueldad, de eso nos hemos olvidado, no se ejerce solo cuando se ataca a un inocente, crueldad es también el ensañamiento innecesario con el culpable. Si existe la justicia, por imperfecta que esta sea, es porque necesitamos un mediador que nos evite la venganza personal o colectiva. Pero hoy, gracias al gran Dios de las redes, asistimos a un juicio permanente, situados siempre en los asientos del jurado y temiendo en secreto vernos algún día en el lugar del reo. Olvidada queda aquella vieja progresía que detestaba a los que levantaban los brazos delante de los juzgados, a esas personas tan carentes de emociones en sus vidas que se cargaban de adrenalina yendo a escupir y a insultar a los detenidos mucho antes de que se produjera el juicio. Aquellas ideas de convivencia que promulgaban la atemperación de las emociones se han quedado caducas y ahora no hay penas de cárcel que nos satisfagan, no hay insulto que esté a la altura de nuestra ira ni metedura de pata a la que no queramos hincarle el diente.

[…] Ocurre que perdidos en un momento de autocomplacencia, seguiremos flotando en la pequeña burbuja que nos aísla del mundo, hasta que de pronto explote y nos quedemos flotando en el vacío” (Elvira Lindo).

 

Salta pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo, tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.

 

561. No sé si me dan más lástima que risa los bienintencionados (a los militantes solapados de la causa guerrerista contra Occidente del ‘sur global’ que, desde Occidente, abogan por lo mismo si bien con otras intenciones no les presto oreja) de tertulia televisiva que aducen que para que cese la invasión de Rusia a Ucrania hay que sentarse a negociar con Putin, como si Putin no fuera Putin sino Zelenski o Navalni. Diría uno que a los pobres les falta literatura de la buena, y por carretilladas. Pero no es la literatura lo que cura la suma “ingenuidad”, y una prueba fehaciente es ‘Al final’: un artículo publicado por William Ospina en El Espectador en abril de 2016, y nuevamente en marzo de 2024.

 

En él su autor plantea la necesidad de que, a fin de que la paz en Colombia sea real y duradera, se ensaye una suerte de borrón y cuenta nueva, acompañados por un mea culpa colectivo y por la concesión de un perdón auténtico y ‘multidireccional’ ojalá sin fisuras. Yo, con todo y el tamaño descomunal del sapo que nos tendríamos que tragar, lo suscribo y sé que igualmente muchos otros ciudadanos del común, y ni que decir tiene que también las víctimas, quienes suelen hacer gala de un corazón tan grande a la hora de pasar la página que a uno lo abruman y avergüenzan. ¿Pero y los malditos que hacen la guerra y se lucran de ella por convicción y porque lo llevan, como el bicho del Kremlin o el carnicero de Gaza, inscrito en las entrañas? A mí me basta ver el resentimiento y la mala leche con que el Esperpetro, con su panda de neocorruptos, está maniobrando en este país para no abrigar ilusiones de ninguna índole en paces hechizas, que es lo que a la postre pactan los que negocian con el poder en mente como único y “secreto” Fin.

 

Adenda: leyendo esta otra columna suya, ‘El tiempo corre’, estuve, maestro William Ospina, tentado de creer que usted iba por fin a arrojar lejos las anteojeras que le han impedido leer con objetividad al sujeto presidente. Sin embargo, cuando llegué a la oración “Petro, creo yo, no es un hombre corrupto”, con la cual usted y muchos nostálgicos del esperpetrismo se engañan y engañan deliberadamente, me sentí igual que frente a una madre que, en medio de su dolor, quiere que los demás no vean los delitos de su hijo, de los que culpa a otros que lejos están de ser sus compinches. Y mejor ni hablemos de lo que a continuación se lee, todo tan cínico o melifluo que asquea. Gustavo Petro Urrego no es sólo un corrupto de proporciones colombianas, sino un redomado hipócrita que gobierna y va a seguir gobernando como delinquió en el M19: al margen de la Ley -de las leyes hoy vigentes en el país- y sin ningún respeto por quienes por él votaron de buena fe o por la constitución que juró acatar y honrar.

 

562. Yo, que en el presente no tengo amigos de seis letras y apenas unos pocos de dos o a lo sumo de tres, no los pondría -tal vez tampoco a uno completo- de testigos de nada llegado el caso de caer en desgracia con enemigos poderosos, que hasta la fecha no creo que tenga pero que puedo llegar a tener. Se trata simple y sencillamente de ahorrarme una previsible decepción getsemaniana. De ustedes, mis dos amores, sí que lo espero todo… o casi.

 

563. ¿Que esta semana Londoño no se ocupa -no desbarra- de política y más bien pone en marcha al sabio (hoy ataviado de poeta)? ¡Estupendo!:

 

“…Las lenguas son anteriores a las gramáticas y son parcialmente lógicas porque la comunicación es su norte. Pero la lengua también quiere conmover; por eso entona canciones, asesta ironías, esgrime conjuros, arroja injurias, emprende elipsis, acuña refranes, se adorna con tropos, legaliza caprichos y otorga licencias, operaciones que desbordan la lógica y desafían la sintaxis ortodoxa. Sumisos a las leyes de la concordancia escribimos ‘ojos verdes’, en plural, pero decimos ‘ojos violeta’ en homenaje a la singularidad de los ojos de este color.

La gramática nunca tendrá la precisión de la matemática porque los idiomas no son sistemas arbitrarios para traducir a números la cantidad, el espacio y sus relaciones. Los idiomas son la manera como cada pueblo siente la realidad, cifra sus anhelos y conjura sus demonios. En las ásperas lenguas de los nómadas, digamos, había muy pocos vocablos para designar la tierra; ninguno para la ciudad. La tierra era esa materia vertiginosa que pasaba bajo los cascos de sus caballos; la ciudad, un corral de piedra lleno de gente temerosa. Tenían en cambio decenas de términos para la caza, el caballo, las armas, las estrellas…”

 

Ya les participé a todos los del cenáculo y a Álex Grijelmo el primero, estimado y en ocasiones admirado Julio César, esta otra gema de su inteligencia. Pero le cuento que me entristeció no habérsela podido hacer llegar a casi nadie más que la pudiera disfrutar genuinamente. Con don Juan Gossaín no di por mucho que lo busqué, y por supuesto que tampoco con el gran profesor Bustillo. Claro que el “casi” tiene más peso y validez que veinte nombres cualesquiera: la leyeron y me piden sus coordenadas el doctor Humberto de la Calle Lombana, uno de esos tibios del reformismo por los que usted jamás votaría o sólo en casos muy puntuales, y doña Cayetana Álvarez de Toledo, cuya mera mención se me figura que lo hace descomponer el gesto. Qué dice: ¿se las doy?

 

564. El primer párrafo de ‘Teología e hipertensión’ prueba que, como todos los concienciados del buenismo que medran en la ‘mamertosfera’, y no se diga sus ideólogos y enjuagadores de cara -y éste sí que lo es-, su firmante es un grandísimo hijo de la puta que lo parió -y que me perdone la señora, que poca culpa tiene- y un resentido. ¿Atacar tú a Héctor, a Héctor Abad Faciolince tú, quien para sobrevivir publicitas tus talleres literarios, y sin pagar, en tu columneta de El Espectador? Claro: como te duele que te ataquen a Putin y de él hacia abajo, y como sabes que jamás podrás izarte a la altura moral de quienes en ese y en otros periódicos prueban cada que escriben y opinan que no son, como tú y otros indeseables, presas de ningún sectarismo, pues si te toca te les metes con la madre y sin que venga a cuento. Disculpa: ¿quién, aparte de un tal Gregorio Ríos que a falta de algo mejor que hacer habla de ti en su puto blog que sólo él lee, de tus talleristas incautos, y de diez o veinte gatos del esperpetrismo o de la vallecaucanidad te conoce? Entérate, pimpollo de las letras, de que la mera Basura de Héctor supera de lejos lo que de ti he leído y, por fuerza, habré de seguir leyendo.

 

Adenda: que por qué no dejo de leer “al Londoño este que tanto lo irrita, mijo”, pregunta mi madre. ¿Dejar de leer a Londoño, Orfi? -le respondo-, e intento sacarla de su pasmo leyéndole, despacio y a muy razonable volumen, a partir del segundo párrafo. Pero creo que ella no nota, por imperceptible, mi pensamiento-exclamación ¡mientes como un bellaco, pedazo de feligrés de la mamertosfera! cuando lo que le leo es: “Yo, lo confieso, no soy ni siquiera agnóstico. Ni siquiera buen hijo. Mi credo es la confusión […]. Recelo de las religiones…”.

 

565. Jamás pensé, admirado García Villegas; jamás pensé que un día me viera obligado a usar, y mucho menos con alguien de mi entera estima como usted, una fórmula de descortesía que a mí me disparó, en plena reunión de profesores, un colega de la Sergio de quien no obstante tengo gratos recuerdos: Speak for yourself! me dijo el muy granuja y yo lo repito ahora: Speak for yourself, bro!: “Soy consciente de que, con los años, el lenguaje incluyente se va a imponer. Quienes en algún momento nos opusimos hemos sido derrotados y lo seremos aún más. Nuestra manera de hablar será anacrónica […], pero no tendremos la intención de discriminar a nadie. Seremos un error, una imperfección irrelevante”.

 

A ver por dónde comienzo, hermano. Mire: soy un convencido de que en este mundo lo que impera es el mal gusto, y no se diga en el mundo hispano. Que, bien mirado, ya no es, por todo y por todo lo demás aunque antes que nada por el espánglish, otra cosa que una copia desvaída y muy ridícula del mundo anglo. Que, bien mirado, no tiene puta la culpa de que acá le copiemos absolutamente todo: desde el consumismo desaforado hasta la sintaxis y el léxico de su idioma tan querido. Desde sus ridículas luchas identitarias hasta sus formas de decir tan sumamente beatas y cursis. Desde la comodidad maravillosa de su ropa hasta sus duplicaciones -his or her, women and men, female and male adults-. Todo absolutamente todo se lo copiamos, lo cual no quiere decir ni que esté bien ni que tenga que ser por fuerza exitosa la copia. Y ahí viene el caso del fucking inclusive language, que a la persona en situación de discapacidad ocular que soy le choca más que nada en este mundo, o sea el real.

 

¿Derrotados por este buenismo de cartón piedra e inauténticamente anglicado? ¡Pero cómo se le ocurre semejante disparate a un tipo tan capaz! Ahora: confunde usted lo “anacrónico” con lo “clásico”, que es lo que seríamos si su vaticinio llegare a materializarse, que ojalá no. ¿Y sabe por qué no? Por la sencilla razón de que cuando la distopía triunfe, con su triunfo se interrumpe para siempre lo que hoy llamamos literatura hispanoamericana. Imagínese no más a un Javier Marías o a un Roberto Bolaño de la época triplicando el género en sus novelas o dándole a la perífrasis para hablar de un cojo o de una puta (un saludo incluyente para mis carnales los cojos y las putas): “Cuando el hombre con movilidad restringida se le acercó a la mujer en situación de explotación sexual para preguntarle cuánto cobraba por un culeo, todos, todas y todes les que lo y la estaban mirando se miraron a su vez y…”: ¿cuándo le pone el pobre desgraciado el punto final a su engendro?

 

Ah, y ya que hablamos de engendros: no se le olvide, Mauro, que ahora tenemos de nuestro lado a los Miley y a los Abascal para seguirles haciendo contrapeso a los errores e imperfecciones irrelevantes que constituyen los las y les inclusivistes no de corazón, sino verborreicos en su gran mayoría. Se lo digo yo, que, posdoctorado en discriminaciones, algo me habré movido en esos tremedales.

 

566. Toda una lástima que el centro tibio, reformista y tecnócrata no dé golpes de Estado “limpios” y “quirúrgicos” pues, en nombre del pragmatismo y en aras del bienestar de las mayorías, yo le pediría, le suplicaría, que se lo dé al Esperpetro ya mismo y ponga en su lugar a uno de los suyos. La idea de semejante acto sólo en apariencia desinstitucionalizador es impedir que su mandato tan nocivo y malintencionado haga todo el daño que va a hacer hasta, en el mejor de los casos, el 2026. Porque en política, que tiene que ver con la vida pero que no es la vida propiamente dicha, no debería permitirse que maniobre la fatalidad que rige cada existencia humana, sino oponérsele a como dé lugar una vez leída debidamente. Las catástrofes colectivas que se habrían abortado si algo como con lo que aquí fantaseo se hubiera hecho a tiempo, verbigracia y para no ir muy lejos, en la Nicaragua y en la Venezuela de los que sabemos.

 

567. “Biden opina que Netanyahu ‘perjudica a Israel’ al no evitar más muertes de civiles en Gaza”, reza un titular de El Mundo de hoy, domingo 10 de marzo de 2024. Pésimo opinador el viejito, pues el primer perjudicado de la cadena trófica es él, con su apoyo irrestricto a los carniceros judíos -los connacionales de los carniceros yihadistas de todas partes se lo van a hacer pagar en las elecciones, junto con los que se duelen sinceramente de la matanza que no cesa y el asedio infame, para no hablar de los antisemitas devenidos y los de abolengo-. ¿Que el Israel que no quiere cambiar el curso de las cosas sale perjudicado? Eso por descontado, aunque no más ni de modo tan directo como los más de cien secuestrados que siguen tal vez en Gaza y en manos de los terroristas de la contraparte, sus deudos y allegados y, seguramente hasta el final de los tiempos, los judíos que residen y habrán de nacer en pueblos, ciudades y países donde aquel odio milenario, atizado hoy por el pogromo del 7 de octubre y la subsiguiente venganza, campea saludable. Paradójica o coherentemente, los únicos que nada pierden y mucho ganan con la sangría son los terroristas de las dos pandillas en el poder, tan sincronizadas ellas.

 

Adenda: Y cómo les va pareciendo aquel otro viejito, el carcamal del Vaticano, haciéndole nuevamente llamados de súplica a Zelenski, ¡hágame el favor!, dizque para que tenga espíritu conciliador y se siente a negociar la paz con Rusia. ¿Irrespetuoso o no, el bellaco este? Lo oigo y no puedo por menos de pensar en el padre o en la madre que no quiere disimular la preferencia por uno de sus dos hijos, y no precisamente por el que bien se porta y saca buenas notas en el colegio, al que se la tiene montada el envidioso y prospecto de hijueputa que tiene por hermano. Pues bien, el Francisco papá o la Francisca mamá, cada que el malquerido es víctima de una tropelía fraterna, hace como que no se entera o incluso lo acusa de quejumbroso y de detestar al agresor, quien cada que se sale con la suya más canalla se vuelve y más amplía su margen de acción. Eso lo sabe Bergoglio, que de güevón no tiene sino la voz (y digan ustedes si también la cara).

 

568. Los bobos letrados (no se sorprendan: existen, claro que existen, muy bobos y muy letrados; ¿su epítome?: una docenta de ingrata recordación -casi todos los demás le celebraban los apuntitos- cuyo nombre, a diferencia de los tan queridos y respetados de las profesoras Luz Mary Giraldo y Blanca Inés Gómez, se me traspapeló) son los únicos, quiero creer, que dan por sentado que los títulos que ellos atesoran y los que repudian deben por fuerza hacer parte de la enciclopedia de cada lector con que de literatura “conversan”. Los demás sabemos que coincidir con un interlocutor en uno o en a lo sumo unos cuantos títulos, que ambos conozcamos a fondo, es ya un regalo de Fortuna.

 

El preámbulo casi que me exime de aclarar que ningún archilector, y ni siquiera un Nobel indiscutido de Literatura, debería sonrojarse al admitir que jamás leyó tal o cual clásico y menos aún equis o ye libro de los recientemente en boga. Sin embargo, sí que existe el riesgo latente de creerse el cuento o, aun peor, de hacer pasar por novedoso y revolucionario algo -las voces narrativas, la ruptura con la linealidad, la manera en que se construyen los personajes…- cuando no se ha leído una piedra angular del arte en cuestión tipo el Tristram Shandy de Sterne. En el Capítulo catorce pueden encontrar el testimonio de cómo concebían el autor y su narrador el quehacer de ficcionar, y en la novela entera la prueba irrefutable de que la revolución de múltiples momentos y protagonistas que experimentó la narrativa en el siglo XX nació en diciembre de 1759, pero fue concebida en 1605.

 

569. Que Cervantes y Sterne (lo cual equivale a decir don Quijote y Tristram Shandy: las piedras angulares de la historia de la novela escrita en sus lenguas, en todas las lenguas) se tomen a sí mismos tan a la ligera y sin ninguna gravedad siendo quienes son, me torna en aun más ridículo y lastimero al escritor -vivo o muerto- pagado de sí e impúdico a la hora de mostrarse como tal. ¿Que me concedieron el Nobel o me lo negaron mereciéndolo, me leen millones y millones de personas de muy diversos orígeness y gozo de singular prestigio entre los más laureados de esta vaina? Sin duda un gran logro al que, empero, le queda por sortear la prueba definitiva en las artes: el juicio del tiempo; que, por otra parte, falla siempre a espaldas del autor. Se llame compositor, pintor o escultor, director de cine o poeta: el artista que hoy se sienta -al margen de cuánta razón lo asista- uno de los imperecederos del oficio, habrá de contar con una piedra en el zapato que no atormentó a Beethoven, Leonardo, Milton y ni siquiera a Buñuel o a García Márquez: la precaria salud del planeta. que amenaza con arramblar, auxiliada por la demencia megalómana de algunos que acarician sus arsenales nucleares como el avaro los caudales de su caja fuerte, con el nido de la perra, el concepto de posteridad y lo que yazca en medio.

 

570. Leo con asombro a Sterne y, a medida que lo leo y me dejo zarandear de acá para allá y de allá para acá por su narrador y autor implícito, más me convenzo de una insensatez: para darle al césar lo que es del césar, tocaría revisar la crítica y la teoría literaria de valía que se haya escrito, pongamos, entre 1922 y 2024, con objeto de reescribir toda la que no haya fijado su punto de partida en y tenido por brújula la Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de donde como que brota cada técnica y ardid narrativos que suelen atribuirse a, entre otros, un Joyce, un Cortázar, un Knausgard o ponga usted al que quiera. Ellos, hayan o no leído a Sterne, “simplemente” perfeccionaron cada genialidad no del arte del qué se cuenta, sino del cómo se cuenta lo que se cuenta.

 

Ahora comprendo, maestro Javier Marías, el porqué de su reverencia y deslumbramiento con esta obra fundacional a la que hoy me asomo gracias a su traducción insuperable.