jueves, 12 de junio de 2025

Desahogos polifónicos que pensaban ser póstumos, todos breves o muy breves (XIV)

971. “Nunca será lo mismo no tener porque se ha perdido, que no tener porque no se ha tenido. En un caso podemos desembocar en la nostalgia, en el otro, en el resentimiento”: a la segunda proposición de este aforismo la salva, y con ella al aforismo todo, el ‘podemos’ de posibilidad pues, si bien es cierto que la bella que dejó de serlo y el millonario arruinado por la razón que sea y el don juan venido a menos y el ex poderoso hoy ninguneado por los que lo ostentan lo más probable es que se sientan nostálgicos de su pasado, también los tiene que haber que lo lleven muy mal y en consecuencia lo que los domina no sea la añoranza sino la mortificación rabiosa de lo perdido sin remedio. Conozco asimismo a carentes congénitos de tantas cosas y sin embargo en absoluto resentidos de su suerte… y claro, por descontado que también a los verdedenvidia que jamás se superan a sí mismos por estar fisgando en la fortuna del vecino.

 

972. “A veces echa uno de menos aquellos meses en los que la casa la gobernábamos con candiles de aceite y con velas. Y ya no volveremos a conocerlo. Estaba en nuestra mano vivir así, pero metimos la electricidad en casa, y todo aquel mundo a lo Francis Jammes retrocedió para siempre, a su rincón misantrópico, donde acaso nos espera”: y no fue sino que el acaso oyera el conjuro del poeta para que emitiera, personificado en el Gran Apagón de España y Portugal de 2025, su ¿primer? campanazo. Al que me temo que pueden seguir más y de un mayor alcance, hasta uno planetario que justifique un proyecto que me traigo entre manos y que salvo a mí a nadie más interesa.

 

973. ¡Todos los lectores de todos los escritores más leídos y vendidos del pasado y del presente juntos por uno solo: el genio de la guitarra y del ajedrez y de la lectura inteligente y singularidad de singularidades y aparición fascinante y misteriosa entre las más que nos recrea Trapiello en su Fractal (Salón de pasos perdidos)!

 

974. ¿Que por qué sigo leyendo a Savater, pese a la tabarra lacrimosa que da con la muerte de su mujer y a la herida por que muy mal respira con lo de su despido por parte de El País? Pues por su inteligencia para concretar lo que muchos sentimos y pensamos pero no atinamos a decir o a escribir ni con la mitad de su contundencia: “…Pero es que además la existencia de Dios es evidente, aunque no sea la existencia de tipo biológico o mineral. Hay otros modos de existir. […] El Papa, cualquier papa, es ya en sí mismo una prueba de la existencia de Dios, como lo es el resto de la Iglesia, la cúpula de San Pedro, y también los herejes, los blasfemos, los ateos… Todos son administradores del gran negocio divino. ¿Para qué empeñarse en probar o negar la existencia de lo evidente? Dios existe irrefutablemente, pero no como parte de la realidad externa y material, sino como existen el amor, la felicidad, la esperanza o el miedo. Son exigencias de la vida humana para ser considerada humana. Seguirán existiendo, invulnerables a la decepción, mientras el último de nosotros corretee por la faz de la Tierra…”: tal cual.

 

Yo así lo concluí, admirado y estimado don Fernando, muy a mis veinte años y si me apura antes, y me dije que entrar en discusiones teológicas con creyentes militantes y con militantes no creyentes era tan estéril e innecesario como intentar hacer reflexionar a un extremista de izquierdas o de derechas. Pero le confieso algo: me divierte tanto putear a cualquier realidad imaginada con mayúsculas -hablo de las monoteístas- como descomponer hasta ojalá hacerles perder la cabeza a los mamertos y fachos que se me ponen a tiro. Llamémosla una forma muy personal de aplacar mis propios rencores y desazones.

 

975. ¡De malas los que se molestan -todavía no conozco al primero- de que me enorgullezca de mi anonimato de lector y no se diga de escribidor que a nadie en particular muestra lo que pergeña, ni va a una feria del libro, ni hace la menor gestión para olerles el aura o darles la mano a quienes me hacen pasar horas y más horas a este escritorio uncido!:

 

“Los verdaderos lectores (inciso: no todo el que lee de vez en cuando una novela de 150 páginas que le dura un mes es un lector, lo mismo que quien se toma en bodas o Navidades un par de copas no es un alcohólico) tenemos una relación ambivalente con los escritores que amamos: por un lado, quisiéramos conocerlos personalmente, convivir en cierto modo con ellos, impregnarnos de su compañía; por otro, tememos justamente eso, tratarles demasiado de cerca, que el contraste entre el artista admirado y el hombre o la mujer de carne y hueso sea derogatorio, inaguantable.

A mí me ha pasado demasiadas veces que el autor que tanto me gustaba, cuando lo he tenido al lado, me ha resultado fatuo, atrabiliario, dogmático, en fin, insoportable. Y lo peor es que ya nunca podré volver a leerle con inocencia desprejuiciada, siempre el gilipollas cuya mano he estrechado se impondrá sobre el doctor angélico cuyas páginas he leído. No volveré a poder disfrutar con él. Me asusta la idea de que grandes maestros del pasado que tengo en la mayor estima fuesen personas desagradables o repulsivas: que Quevedo fuese mal compañero de copas, que Daniel Defoe fuese un robagallinas y Virginia Woolf una pelmaza redicha. Prefiero que me ocurra lo contrario, como le pasó a George Sand, que según contó por carta a Flaubert, había conocido en una travesía por el Mediterráneo a un tipo estupendo, muy agradable y divertido, cuyo único defecto era empeñarse en mostrarle lo que escribía, francamente malo. Era Stendhal…”.

 

A la antipatía que en mí consiguieron despertar algunos profesores de literatura en el pregrado y en el posgrado le debo, maestro Savater, esta atípica falta de ganas de conocer a mis autores de cabecera. Y a los profesores Gloria Rincón, Cristo Rafael Figueroa, Berta Hernández de Parra, Alfonso Cárdenas Páez, Luz Mary Giraldo y Blanca Inés Gómez la certeza de que, además de buenos o maravillosos escritores, un puñado de esas personas que tanto me enseñan con sus libros y columnas de opinión son con seguridad seres humanos entrañables a los que bien valdría la pena conocer. Sin embargo, la posibilidad de toparme con un mal bicho siempre termina por disuadirme.

 

976. A los dos amigos y una amiga, mejor dicho a los tres amigos que por separado me han preguntado el porqué del título ‘Mi desmemoria hecha preguntas. Divertimento para un apagón planetario’, al que tildaron de innecesariamente largo y de pomposo -ellos, o de demasiado alarmista -ella-, un abrebocas:

 

“(Una larga noche

El lunes pasado a las 11:33 a.m. (las 4.33 a.m. en Colombia) se produjo un inesperado y extenso apagón en España y Portugal. En pocos segundos se cortó casi todo el flujo eléctrico. Miles de ciudades y municipios quedaron a oscuras y paralizados. Ascensores, neveras, cemáforos, salas de cirugía y trenes dejaron de funcionar. Regresaron los tiempos de la Edad Media, pero sin los recursos de la Edad Media: fogones de carbón, velas y candelabros, calentadores de leña, grandes chimeneas, cuartos de hielo, coches de caballos, caballos…

Dos o tres días después, la emergencia fue conjurada […]. Ahora se ha venido a saber que en las últimas décadas se registraron apagones de características parecidas pero mucho más reducidas en diversas esquinas del planeta.

¿Se trató acaso de una falla técnica, un error humano, un imponderable efecto solar, una consecuencia ecológica de la inestabilidad de las energías renovables, un ciberataque, una trampa del azar o, como afirman algunos, todo lo anterior junto? ¿Están metidas en el percance Rusia e Israel, como desquite ante las políticas españolas en pro de Ucrania y Palestina? Por ahora no hay una explicación contundente, aunque abundan las teóricas paranoicas. La luz se rehizo. Pero el triunfo del monstruo flota en el aire como una amenaza añadida a las que acosan al siglo XXI: destrucción de la naturaleza, guerras atómicas y de las otras, terrorismo, armamentismo, pestes, el imperio de la mentira sembrado por las redes y hasta algún ocasional meteorito.

Mientras pasa el susto, los ciudadanos precavidos agotan las existencias de transistores, pilas, hornillos de carbón, barbacoas, cocinas de gas, linternas, velas y fósforos. Hagan de cuenta una vereda colombiana cualquiera…”

 

Lo de ‘innecesariamente largo’ y ‘pomposo’, vaya y venga; Pero ¿’demasiado alarmista’?: ¿les queda alguna duda de que no tienen ni puta idea del mundo en el que viven? Yo que ustedes, mojachos, me aprovisionaría hoy mismo de lo que los precavidos a que alude Daniel en su columna y, ya puestos, también de una copia impresa de las más de seis mil preguntas de ‘Mi desmemoria… …’ que hasta la fecha llevo publicadas. Aunque sólo sea para que jueguen al pinochazo cuando se queden a oscuras.

 

977. Algunos apuntes como al pasar sobre esta teoría de un buen amigo de papel, un pelín mamerto:

 

“En el desarrollo de la enfermedad del poder -que se parece mucho a la droga por la potente adicción que crea y los trastornos que provoca- hay un momento en que el gobernante comienza a oír voces. Son las del Diablito del Quédate. Suele ocurrir cuando se acerca el final de su período. El Diablito del Quédate habla al oído del poderoso y le murmura cosas de este calibre: Estás haciendo un magnífico trabajo, quédate… Mereces terminarlo… No permitas que tus enemigos vuelvan trizas lo que has construido… Solo tú puedes rematar lo que está en pleno desarrollo… Eres indispensable… Quédate, hazlo por el bien de la patria…

El Diablito es persistente y convincente, por lo cual más temprano que tarde el poderoso se ve forzado a tomar una de las decisiones que aletean a su alrededor. La primera fórmula, la del juego limpio, le aconseja respetar las reglas que aceptó en su carrera hacia el mando. La fórmula dos, la del juego doble, señala que retorciendo algunas cosas e incumpliendo otras es posible quedarse con el ratón y el queso. La tercera fórmula, la del todo-vale, consiste en asestar una patada a la mesa y acudir a cualquier mecanismo o recurso que le permita al aprendiz de sátrapa ‘seguir prestando sus desvelados servicios al país’, sin lealtad a juramentos, promesas ni palabras empeñadas…”.

 

Estamos del todo jodidos en Colombia con un incendiario en jefe -yo sólo llamo presidente al que preside- afectado por múltiples adicciones amén de la de la teoría: a las drogas y el alcohol, a su voz estomagante y su palabrería infundiosa, a su tristemente célebre persona, a su brillantez de cartón piedra, a su ¿pasado? de chusmero y criminal… Francamente no creo, a menos que uno se llame Donald Trump, que las ganas de perpetuarse en el poder de un zorro viejo de la política por el estilo del Esperpetro procedan de la convicción de que lo está haciendo de maravilla pues loco no es y mucho menos tonto: cínico y caradura claro que sí, a más de sagaz y astuto y taimado entre los más taimados. Si yo fuera un venezolano de los millones empobrecidos y sitiados y forzados a abandonar el país por la narcodictadura chavista de los Chávez, los Maduro y los Cabello, de seguro que me sentiría muy indignado y defraudado con la lenidad del columnista para con esa tiranía, que inexplicablemente sale de su pluma mejor librada que la de Ortega y su pécora Murillo. Si usted llama, estimado Daniel, ‘aprendiz de sátrapa’ a los que ubica en la tercera y última categoría, o sea a la Rosario y a su tocayo, ¿qué terminan siendo, entonces, las ternezas venezolanas apoltronadas en el poder desde usted sabe cuándo?, ¿demócratas desorientados, acaso?, ¿contestatarios con un punto de vista distinto de en qué consiste la democracia? Perdóneme, hermano, pero aquí sí desbarra y de qué manera.

 

978. Me duele la muerte de Mario Vargas Llosa tanto como me dolió la de Javier Marías y como me van a doler, de estar yo vivo y consciente, las de Fernando Savater y Arturo Pérez Reverte y Andrés Trapiello y Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina y Héctor Abad Faciolince y Piedad Bonnett y Melba Escobar y Rosa Montero y… Mentiría si les digo que me afectarían del mismo modo las de los mamertos que leo, por muy buenos ficcionadores que sean. Tampoco las de los tibios que buscan no incomodar ni enemistarse con nadie.

 

Adenda(s): y ya entrados en gastos… Me aburren infinitamente la “interlocución” de un fanático del cristianismo -no confundir, de por Dios, con el catolicismo- y la de un militante furibundo de la izquierda llámese como se llame: Luis García Montero o Julio César Londoño o Santiago Gamboa o Laura Restrepo o… como quiera que la madre que los parió haya resuelto bautizarlos. ¿O ustedes se piensan que de sus estrecheces dogmáticas pudo salir esta ecuanimidad?:

 

“A todos nos puede pasar. Al fin y al cabo, los seres humanos solemos ser un enredo de antipatías, prejuicios y rencores. A veces sucede que aquellos escritores que amábamos, pero con quienes, por las piruetas del tiempo y los avatares de la historia, dejamos de estar de acuerdo en asuntos políticos, de repente nos parece que ya no piensan ni escriben bien. Es injusto y, no obstante, ocurre. Doy algunos ejemplos en español:

Pablo Neruda le escribe una oda a Stalin; Manuel Machado hace un panegírico de Franco; Borges le recibe a Pinochet una medalla; Vargas Llosa apoya a la hija de Fujimori o a Javier Miley. En los cuatro casos que he citado, tanto Neruda como Machado, tanto Borges como Vargas Llosa, cometieron un error. El orden en que los he puesto es cronológico, pero, bien mirado, están también en orden de desacierto, de mayor a menor: una oda a Stalin es un crimen; un elogio a Franco, una vileza; es más grave darle la mano a Pinochet que echarle una mano de lejos a Miley.

Y sin embargo, si uno no es un fanático, las odas elementales de Neruda (a oficios, al vino o al pan) no dejan de ser bellas, pese a Stalin; los poemas pictóricos de Manuel Machado están a la altura de los de su hermano Antonio, el bueno; Borges no dejará nunca de ser el escritor portentoso que fue, quizá el más grande de toda América hasta el día de hoy, así haya saludado a Pinochet. Y no por un traspiés que uno no comparte, Vargas Llosa se vuelve, como afirman tantos tontos, un reaccionario insufrible y un escritor de segunda categoría”: bobos de solemnidad los que sí.

 

979. ¿Que dónde está la fotografía del presente más crudo, preguntan algunos ciegos físicos e infinidad de ciegos intelectivos, que pasan por sobre las obviedades como yo de largo cuando en la calle me cruzo con una beldad púber o adolescente que marcha sola íngrima y sin que vaya hablando por celular -por miedo a que se lo roben-?:

 

“Recapitulemos.

Rusia es una potencia imperialista desatada en una campaña cargada de violencia ciega y sabotajes contra democracias para reconstruir una esfera de influencia.

China es una superpotencia autoritaria que reprime sin contemplaciones la libertad de opinión, incumple la justicia internacional cuando le conviene, busca relativizar los conceptos de democracia y derechos humanos. No protagoniza invasiones y sabotajes como Rusia, pero no es un agente neutral e inmaculado en el devenir de la vida de otros países. […]

Estados Unidos es una superpotencia entregada a una lógica de uso descarnado de su poder y tiene visos de convertirse en una fuerza desestabilizadora de las democracias, incluso de sus antiguos aliados.

Los grandes conglomerados tecnoimperiales buscan arrollar regulaciones que protegen a la ciudadanía para maximizar sus beneficios, siendo a menudo conductores -y a veces descarados promotores- de narrativas que agitan, radicalizan, engañan.

Grupos ultranacionalistas, a menudo inquietantemente tibios y ambiguos ante pasados y presentes autoritarios, galopan en muchas democracias con agendas retrógradas.

El cambio climático avanza causando estragos. El despegue de la inteligencia artificial promete grandes progresos, pero también fortísimas turbulencias, sea en los mercados laborales o en la manipulación de las mentes…”.

 

Sabrá usted, maestro Rizzi, que perdemos infamemente el tiempo refregándoles en la cara estas verdades fácticas a los millones de idiotas útiles de cualquier extremismo, igual que ¿lo perdería? el que por compasión pretenda explicarles a los carentes congénitos de olfato y gusto, o de ambas manos, a los del sentido del oído o de la vista a qué huele y sabe una manzana de agua, qué se siente cuando se acaricia preferiblemente mientras duerme a un animal que amamos, el amplio espectro de sensaciones que se experimentan durante una gran sinfonía y un concierto maravilloso para solista y orquesta o el todo y las partes de una pintura que nos subyuga. Ah, ¿no le había dicho que tengo pensado hacer, ojalá muy pronto, una exposición con los cuadros que, entre otros, Manuel Vicent, Karl Ove Knausgard, Walter Benjamin y Antonio Muñoz Molina han conseguido que vea gracias a sus precisas y preciosas descripciones? Le aviso para que vaya.

 

980. Entre las distopías factibles, la de haberme casado o siquiera relacionado amorosamente durante más de dos meses -por fortuna no- con una pseudointelectual o intelectual de once letras cuya mayor aspiración venérea hubiera sido una constante conversación interesante y erudita, por lo común acartonada y las más de las veces cilícica: “Cuando yo era niña, casi todas las casas tenían en el frente un banco de mármol o de granito. Al caer la tarde, los vecinos se sentaban allí y conversaban con los de enfrente y con los de al lado. La costumbre del banquito nunca me gustó. No me interesan los chismes, me deprimen las conversaciones banales, y tengo un prejuicio feo: veo en esos ritos los reflejos de existencias rumiantes que, más que vidas plenas, son un puñado de hábitos que se repiten sin pensar…”. Pobre del que esto crea pues, para comenzar, vidas plenas no hay y la prueba más contundente de esta verdad innegable son nuestras existencias rumiantes cruzadas ineluctablemente por un puñado de hábitos que se repiten se piense o no en ellos, en medio de la escritura de una novela o de la elaboración de un cuadro o de la elucubración de una teoría, de las faenas en el hogar o de las responsabilidades propias de una oficina o del cuidado de los niños y de los ancianos en una guardería y en un asilo. Desde muy pequeño y estando aún muy lejos de convertirme en lector, disfrutaba enormemente la compañía de los adultos, familiares o simples vecinos que, en torno a un tinto, unas onces o a palo seco, se encontraban de repente o se reunían para chismorrear y perder el tiempo desollando vivos a los conocidos, siempre con la espontaneidad y la naturalidad que suelen serles tan esquivas a los cultos y a los semicultos, empezando por las voces impostadas que tantos de ellos adoptan en sus diálogos y disertaciones, y supongo que también en la intimidad más íntima de sus hogares. No me digan que no es como para morirse del tedio… y de la risa. Ah, y entre las cuasi desapariciones que para mí constituyen nostalgias, ninguna como la de poderme sentar a hablar paja con un alguien del que no me separe su puto teléfono celular con los consabidos mensajes y llamadas y recordatorios sonoros, que me hacen maldecir la mera ocurrencia de habernos citado. Y con tanta más vehemencia si la idea partió del estúpido romántico del cara a cara que no logro dejar de ser.

 

981. ¿Que “Petro habla de manera especialmente confusa, desordenada y anárquica, y ni siquiera cuando lee discursos ya escritos parece ser capaz de ilación o claridad o coherencia”?: los efectos hoy palpables de su drogadicción y alcoholismo. Que, paradójicamente, supo mantener a raya hasta antes de su nefasta elección a la alcaldía de Bogotá y también después de que de ella salió a proseguir su sempiterna campaña a la presidencia. Inverosímil que alguien que le apuesta toda su vida profesional a un único objetivo, contra él se ensañe una vez conseguido.

 

982. Tendremos nuestras discrepancias políticas, querida Elvira, por lo demás ninguna inzanjable, pero en esto yo soy su calco: “Suelo ser refractaria a lo abstracto y mi mente, en cambio, se abre generosamente cuando lo emocional interviene. Nunca se me dieron mejor las matemáticas que cuando el profesor me mostró simpatía, nunca leí o escribí con más pasión que cuando la profesora apreciaba mi esfuerzo. Necesito relacionar la teoría con la vida, encontrar una razón sentimental, si se quiere, y si no lo logro, me desvinculo”: tal cual. ¿Bach? ¿La física de partículas? ¿Ulises?... Qué va: ¡CHRISTOPH WILLIBALD GLUCK y la prodigiosa DW con su VISIÓN FUTURO y el siempre entrañable STEFAN ZWEIG y…!

 

983. Como en esto mi vida sí que ha cambiado entre cuando fui niño y feliz y ansioso enfermizo por conocerlo todo y a todos y hoy, cuando lo único que me motiva verdaderamente son los animales y el sexo de que ando prácticamente ayuno, me pregunto si ante la carestía en imparable ascenso desde la pandemia lo aquí descrito por el maestro vuelve a cobrar vigencia o si, por el contrario, la inundación a manos de los chinos de los mercados con sus baratijas de estrenar y botar sigue siendo la norma… también en el tercer mundo: “A ver, uno está donde están sus zapatos. Otra cosa es que sus zapatos le parezcan los de otros. Yo salí al mundo con los zapatos de mi hermano mayor porque a él se le habían quedado pequeños. Les habían hecho mil intervenciones quirúrgicas e iban donde ellos querían más que donde quería yo. Me recuerdo caminando mientras miro aquellos zapatones que parecían que acababan de llegar de la guerra y me doy lástima. O sea, que lo de sentirse en los zapatos de otro es, con mucha frecuencia, literal. De la literalidad al sentido figurado no hay más que dos pasos porque los seres humanos estamos hechos para la figuración. En un abrir y cerrar de ojos, convertimos el mundo real en un teatro calderoniano. En ese gran teatro, donde todos somos actores, a mí me tocó salir a escena con un calzado ajeno. Años más tarde, cuando reuní las condiciones para adquirir unos zapatos propios, unos zapatos a estrenar, ninguno me caía bien porque, dado que la horma hace al pie como el hábito hace al monje, mis pies ya no eran los míos, sino los de mi hermano. Me compré unos mocasines maravillosos, que, según el vendedor, me quedaban ‘como un guante’, aunque lo cierto es que le quedaban como un guante a los pies de mi hermano, que ya se murió, pobre, de ahí que tenga yo los pies tan fríos, tan yertos y tan pálidos”. ¿Puede usted creerme, gran Juanjo, que salvadas algunas diferencias mi hermana ya muerta y mi hermano aún vivo encarnan el desamparo de Zahra y Ali, los protagonistas de ‘Los niños del cielo’? ¿Y que si usted se daba lástima con los zapatones que se vio obligado a heredar de su hermano yo, por culpa de otros que heredé no recuerdo de quién, pasé la que tal vez ha sido y será la mayor vergüenza de mi vida toda?: desahogo 527.

 

984. A mí me producen una lástima indecible los iletrados de la realidad más cruda del primer mundo que en el tercero se la figuran como los ríos de leche y miel en los que ni ellos ni su descendencia podrán nunca abrevar:

 

“Un hombre, uno más que no tiene dónde caerse muerto. Esta expresión, la de caerse muerto, se pronuncia muy a la ligera, pero nos estremeceríamos si reparáramos en su literalidad. Significa que, llegado el momento, uno ha de buscarse la vida (valga la paradoja) para expirar en un rincón un poco íntimo. No hay moritorios públicos, digamos, a ningún Ayuntamiento se le ha ocurrido que los sin techo (y las sin techo, puto genérico con discapacidad), cuyo número crece como la espuma en las sociedades desarrolladas, además de un lugar donde hacer sus necesidades (tampoco hay baños públicos), necesitan morir, a veces con urgencia. ‘Y a ver dónde me echo a palmar’, se preguntarán algunos y (algunas) sin interrumpir el tráfico, que es sagrado.

Un desastre de organización, en fin, por parte de quienes nos gobiernan, que contrasta con la sensatez del pobre de la foto, que se ha echado a dormir (o a morir) justo debajo del escaparate donde se exhibe un magnífico lecho desocupado. No sabemos quién sueña a quién, si el indigente al lecho o el lecho al indigente…”.

 

Claro que vaya y venga que los pobres de solemnidad de la Colombia de todos los tiempos -que no han hecho más que aumentar en la Colombia del Esperpetro- se figuren lo que se figuran de los Estados Unidos y el Canadá, de Europa y la España de Pedro Sánchez, nombre y hombre tristemente célebres que no les dicen nada. ¿Pero y los que alardean de viajar impenitentemente por aquí y por allá, sólo para fotografiarse comiendo lo que comen estén aquí o allá y sin ver nada que se halle fuera del perímetro de sus narices? Y pensar que con leer a Millás y a algunos otros se ahorrarían el dinero que malgastan de forma tan miserable, y al planeta sus trashumancias bípedas.

 

985. ¡Las palabras que andaba buscando, a priori en vano!: “Para encontrar las cosas, lo mismo que para encontrar a las personas, hay que dejar de buscarlas. De ahí que las llaves perdidas aparezcan al poco de que hayamos hecho un duplicado. De ahí también que el adolescente no vuelva a casa el sábado por la noche hasta que sus padres, rendidos, se duermen en el sofá. El hijo pródigo regresa cuando le dábamos por muerto. […] El mundo se te entrega cuando renuncias a él. La vida se te ofrece cuando no te interesa. […] Dejemos, pues, de buscar las llaves, de buscar las gafas, de buscar el amor, de buscar a los difuntos en los rostros de aquellos o aquellas con los que nos cruzamos en la calle. Y sentémonos a esperar a que den con nosotros, que ya es hora”. Cuando yo resuelva renunciar definitivamente al mundo y a la vida gracias al cianuro de potasio que a tres metros de donde esto escribo aguarda impertérrito, ¿de qué putas me va a servir que el muy cabrón, la muy cabrona se me entreguen y ofrezcan, si ya no voy a estar para mofarme de ella, de él? ¡Pero si yo lo único que quiero es… es… es pichar como pichaba en mis veinte, en mis treinta e incluso durante parte de los cuarenta, con o sin amor por medio! ¿Resulta entonces demasiado pedir que la suerte venérea no se me acabe tan pronto y como consecuencia, le endilgo yo, de la puta tecnología que me desarraigó del aula antes de tiempo? ¿Que me engañe diciéndome que no deseo de mente y cuerpo volver a ver a A. M. C., a A. A. C., a L. M. V., a P. A. P. L. juntas y por separado? ¡Eso no, eso nunca! Pero gracias de todas maneras por el consejo, maestro.

 

986. ¿Cuánto más tiempo se van a tardar la ciencia y la historia en nominar esta era que infesta y sepulta al planeta bajo millardos y más millardos de gigatoneladas de inmundicia y desperdicios como Edad del Plástico, la ropa desechable y la Chatarra Tecnológica?

 

987. Del mismo modo y en la misma medida en que los terroristas yihadistas de Hamas son los responsables primarios de la reacción infame e inmisericorde del terrorismo israelí, que aprovechó la degollina del 7 de octubre de 2023 para hacer con los gazatíes y los cisjordanos lo que de otra forma no se hubiera atrevido a hacer, de los crímenes antisemitas que se perpetren en cualquier parte del globo a partir de esa fecha van a ser culpables en primer grado Netanyahu y los terroristas sionistas que lo secundan en la limpieza étnica o el genocidio o el holocausto que se sienten legitimados para adelantar, lo cual será a su vez aprovechado por el antisemitismo de viejo y de nuevo cuño para desfogar su odio ciego en contra de cualquiera que sea o al que se sindique de judío. Toda una lástima que una mayoría apabullante de los palestinos y de los judíos de bien no comprendan que el enemigo más peligroso que tienen no reside en la casa de enfrente sino en la propia.

 

Adenda: otra ironía de la realidad, que jamás anda escasa de ellas: el parecido fonético de los vocablos -y lo mucho que se asemejan en su radicalismo y vesania- yihadismo y sionismo.

 

988. Cafiche ya que no profesor; un Junta o un Pantita en su burdel a falta de aulas con mojachas que las alegren: de verdad que me lo voy a pensar muy en serio.

 

989. Todo judío de bien dentro de Israel y en la diáspora debería estar hoy fungiendo de Yair Golan para denunciar cara al mundo lo que el mundo ya sabe pero se empeña en fingir que no, y sólo con un propósito: que la historia no los retrate y los equipare con sus verdugos alemanes del Holocausto. Los que guarden silencio frente a los crímenes que perpetran Netanyahu y sus carniceros tendrán bien merecida la condena que de su cobardía o indiferencia haga la posteridad.

 

990. Escribió Caparrós un muy merecido panegírico sobre el hombre coherente que fue el presidente del Uruguay entre 2010 y 2015, que tituló ‘Guerrillero, rehén, presidente, filósofo: la vida inmensa de Pepe Mujica’. Ojalá alguien de la estatura de Martín escriba, y no tras su muerte sino en vida de estotro “canalla de las buenas causas”, una diatriba titulada ‘Drogadicto-dipsómano, megalómano, subpresidente incendiario, vanílocuo: la vida farsante de alias el Esperpetro’.

 

Adenda: me descentra toda esa rabia innecesaria que en cambio destila usted, hermano, sobre la memoria del campechano Bergoglio en ‘El cuento del Buen Papa’ si, al fin y al cabo, el discurso y las maneras del pontífice argentino tanto se parecían a los de Mujica. Contra el que, no es difícil imaginarlo, un odiador de las guerrillas latinoamericanas arremetería en su columna de opinión con idéntica parcialidad a la que usted emplea para juzgar a Pachito. Quien, dicho sea de paso, me cae tan bien como el Pepe.

 

991. Me preguntó un alumno de los que no se enteran y por eso lo de alumno, que qué significaba ‘erostratismo’, sustantivo que aparecía no una sino tres veces en el artículo que debían leer con vistas a un debate para la clase siguiente. Por toda respuesta le dije que buscara en las noticias del 28 de abril de 2023 y posteriores un ejemplo inmejorable para el significado de aquel término, así como para la joyita que lo inspiró. ¿Que habitamos la ‘era del aprendizaje autónomo’, machacan no pocos forofos de la fe en el género degenerado?

 

992. Un marrano comiendo ponqué: cualquier pastora o pastor otrora pobres de solemnidad que, a fuerza de timar necesitados de alucinaciones religiosas, van hogaño vestidos de Louise Vuitton y con oro hasta en los dientes, los muy chabacanos. Explíqueles usted, Londoño, el porqué de la supremacía de la católica sobre cualquier iglesia del globo y no se diga la evangélica o protestante o cristiana tan chillona y estridente: “Uno puede cuestionar el dogma, dudar de la rectitud de la Iglesia y hasta de la bondad de Dios, pero sus rituales son fascinantes. La semiótica del blanco, del morado, del rojo y del negro, los anillos de piedras rutilantes, tan grandes como los pecados que expían, los cordones de oro, los crucifijos bizantinos que rematan báculos sarmentosos de plata, símbolos esotéricos bordados en fajas y estolas, un boato fashion, una gravedad sacra, cantos gregorianos y fugas de Bach, milenios de sangre, misterio y poder, la arquitectura cifrada de las catedrales, las gárgolas al borde del cielo, las enormes cúpulas apoyadas sobre sí mismas -como la fe-, los sahumerios y las plegarias ascendiendo por las cascadas de luz de los vitrales, la casi tangible presencia de la divinidad”: me temo que se quedaron en las mismas, hermano.

 

993. ¿Qué es la vida humana, la de todos salvo la de los incapacitados para fingir y simular, lo sepan o no? Es El astillero de Juan Carlos Onetti.

 

994. ¿Que los que ambicionan fama y reconocimiento artísticos no me creen cuando afirmo que no me inquieta en absoluto saber de antemano que lo que he escrito está destinado al olvido más rotundo desde su mismísima concepción? Problema suyo. ¿O que si por ejemplo Karl Ove Knausgard estuviera firmando libros tras una charla, allí nomás en el Centro Cultural y de Convenciones de Cajicá, habría ido a oírlo mas no intentado abrirme paso hasta él para decirle cuánto lo admiro? Problema suyo. De él y mía, en cambio, esta convicción que explica mis reticencias: “Esa mezcla de lo más elevado, como puede ser la literatura, y lo más bajo y ruin es típica del ambiente de escritores, y no es tan extraño: en pocos lugares las personas arriesgan tanto de ellas mismas para recibir tan poco a cambio”. Como quien dice: para mantenerse en lo elevado de este arte, bien como lector bien como lector-escritor, se debe prescindir de todo lo que implique zalemas y besamanos y genuflexiones y zalamerías, prodíguense o recíbanse con más, o menos, sinceridad. Y de ahí que tanto admire yo la figura del autor ermitaño.

 

995. Que se queda corto en achaques de dignidad si se lo compara con este en que usted me hace reflexionar, hermano: “…Así era. Había vendido mi alma doblemente, no era peor que eso, estaba ya en la cumbre. Si uno mostraba su deseo de estar en la cumbre y bañarse en su brillo, entonces no se estaba en la cumbre, porque sólo se estaba en la cumbre si la integridad seguía intacta y uno decía que no. No a los periódicos, no a la televisión, no a fiestas y eventos. Sólo se estaba en la cumbre diciendo que no a la misma cumbre, porque, de hecho, había personas a las que no les importaba, que completamente al margen de todo festejo se encontraban en soledad en un lejano valle escribiendo su prosa insistente, enojada e intransigente, por ejemplo, y que preferiblemente ni siquiera la enviaban a ninguna editorial, sino que la enterraban en algún lugar del bosque y empezaban a escribir la siguiente obra”. Figúrese usted los portentos narrativos de rebeldes anónimos que se habrán abortado antes siquiera de trasvasarse al papel o quemado o rasgado, y todo porque a sus autores les disgustaba o aun horrorizaba verse de repente aupados a la fama y en el centro mismo del debate: ¿cómo los llamamos? ¿Le parece bien escritores nonatos? El caso es que los siguientes en orden descendente desde la cumbre serían los que publican en blogs y en editoriales tan fantasmas como ellos y sin que hagan el más mínimo esfuerzo por contactarse con editores o escritores de prestigio que les echen una mano, y los ermitaños tipo Dickinson y Pynchon y Salinger, y los grandes muy grandes como usted o Vargas Llosa o García Márquez que tienen mucho que decir y no se hacen rogar demasiado para decirlo, y en el fondo del insondable barril de la dignidad los escribidoresflordeundía pagados de sí y de la academia, que los infla a fuerza de crítica y teorías enrevesadas. Me cuenta si le surgen reparos para esta tipología o si cree que se me quedó alguien por fuera.

 

996. Me pidieron que definiera la cabeza del Esperpetro, y el discurso que de ella emana, en sólo tres palabras: cajón de sastre.

 

997. Hoy, 30 de mayo de 2025, con dos guerras mediáticas en curso a cuál más cruenta y despiadada, con un mundo que se tambalea y teme las amenazas que encarnan los psicópatas (Trump, Putin, Netanyahu, Xi y la bazofia política de que cada cual se sirve a su antojo) que se lo disputan para subyugarlo y quedárselo o repartírselo, son la Ucrania de Zelenski en primerísimo lugar, la Unión Europea y un puñado de países garantes de las libertades individuales los llamados, tras armarse y proseguir armando a los ucranios convenientemente, a honrar este discurso del valiente y bondadoso Toby Shandy:

 

“-…¡Oh, hermano! Para un soldado,-recibir laureles es una cosa,-y otra muy distinta sembrar cipreses. […]

-Para un soldado, hermano Shandy, una cosa es arriesgar la propia vida,-ser el primero en caer sobre la trinchera enemiga, donde sabe que lo van a hacer pedazos;-una cosa es, por espíritu patriótico o por sed de gloria, atravesar la brecha en primer lugar,-mantenerse en primera línea y avanzar valerosamente al son de trompetas y tambores y entre un flamear de banderas:-una cosa es, digo, hermano Shandy, hacer esto;-y otra muy distinta reflexionar sobre los horrores de la guerra,-contemplar la desolación de naciones enteras y considerar las intolerables penas y fatigas que el propio soldado, instrumento de toda esta destrucción, se ve obligado (por seis peniques diarios el día que consigue cobrarlos) a padecer. […]

-Porque, ¿qué es la guerra? ¿Qué es, Yorick, cuando, como la nuestra, se lleva a cabo en defensa de unos principios de libertad y honor?-¿Qué es sino la unión de gentes pacíficas e inofensivas que empuñan la espada con el solo propósito de mantener a raya a los ambiciosos y turbulentos?”

 

Allá los mezquinos de extrema derecha y de extrema izquierda de Occidente que exoneran de responsabilidad a los soldados israelíes o rusos que, obedeciendo las órdenes de los asesinos que los gobiernan y comandan, bombardean, sitian y matan a destajo, con o sin mala conciencia, a civiles inermes: a bebés, niños, discapacitados, mujeres y ancianos. Y a los europeos y aliados que acaso tengan que librar una guerra futurible en contra del presente eje del mal, mi conminación a que se rijan por la ética de que son portadoras las palabras del tío de Tristram y el ejemplo ético de que dan fe los soldados que repelen en el campo de batalla la invasión ideada y ordenada por el bicho del Kremlin.

 

998. Para mis amigos mamagallistas de La Luciérnaga que hoy dirige Gabriel de las Casas y para mis amigos mamagallistas de la mejor versión de Sábados Felices que es la de Humberto El Gato Rodríguez, vayan estas palabras de un precursor de su noble y salutífero oficio:

 

“-…Bien: en lo que respecta al humor, poco tengo que decir en su cargo;-tan poquísimo en verdad que (a menos que se considere motivo suficiente para su acusación el ser el causante de que yo me pase diecinueve de las veinticuatro horas del día montado sobre un largo bastón haciendo el indio), por el contrario, tengo mucho,-mucho que agradecerle: me has hecho recorrer alegremente la senda de la vida a pesar de llevar sobre mi espalda todas las cargas (a excepción de las preocupaciones) que ésta comporta; en ningún momento de mi existencia, que yo recuerde, me has abandonado, y tampoco has teñido jamás los objetos que se me cruzaban en el camino ni de sable ni de un verde enfermizo; cuando estuve en peligro, doraste mis horizontes con esperanza, y cuando la muerte en persona llamó a mi puerta,-le rogaste que volviera en otra ocasión; y lo hiciste en un tono de tan alegre y despreocupada indiferencia que ella llegó a dudar de su misión:

-‘Aquí debe de haber algún error’, dijo…”.

 

Noble porque lo ennoblecen un tal Cervantes y un tal Sterne -entre decenas de inmortales que podría citar-, y salutífero porque a sus beneficiarios, muchos de ellos como yo emponzoñados por el odio que nos suscitan los malditos con poder y las mezquindades colectivas de la especie, la vida se nos torna, desde luego que gracias a ustedes, más llevadera o más feliz según el caso.

 

999. “Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”: doce palabras que se las arreglan para explicar óptimamente el hecho de que lo que cunda no sea el buen ejemplo sino el malo; que la desvergüenza y la grosería en la política sean de lejos más mediáticas y exitosas que la circunspección y las buenas maneras; el auge descomunal de las redes concebidas para ser sociales pero al cabo devenidas en fecales; el retorno de el fascismo disfrazado de nacionalpopulismo de izquierda y de derecha; el lenguaje barriobajero, mafioso y futbolero que al menos en español se habla hoy prácticamente en todos los ámbitos; el sueño de tantos jóvenes de convertirse, en detrimento de la formación exigente y rigurosa, en ‘influencers’ que cosechen likes y millones ojalá en un abrir y cerrar de ojos; los coqueteos de muchos de esos muchachos desinformados -ojalá fueran sólo ellos los temerarios- con lo más peligroso y repulsivo de la política actual y, para no prolongar las quejas ad infinitum, que tantos padres y madres y docentes hayan renunciado, en aras de un facilismo y un paternalismo desmedidos, a la ardua si bien gratificante labor de educar como Dios manda.

 

1000. Pero y ¡qué se le agrega a la completitud ¿más consumada?!:

 

“-Bendito sea el lazo que une nuestros corazones al unísono o algo así […]. Me gustaría saber qué es ese lazo… El lazo que nos une en este momento es la fricción mental de uno contra otro. Y, aparte de eso, poco lazo hay entre nosotros. En cuanto nos separamos decimos cosas horrorosas de los demás, como todos los puñeteros intelectuales del mundo. En realidad toda la puñetera gente, si vamos al caso, porque todo el mundo hace igual. O, si no, nos separamos y ocultamos todo el desprecio que sentimos los unos por los otros diciendo piropos de mentira. Es algo curioso que la vida intelectual parezca tener las raíces hundidas en el desprecio, un desprecio inefable e inconmensurable. ¡Siempre ha sido así! ¡Mirad a Sócrates, en Platón, y toda la banda que le rodeaba! Puro desprecio, una tremenda alegría en destrozar a quien sea… ¡A Protágoras o a quien quiera que le tocara el turno! ¡Y Alcibiades y todos los demás cerdos de discípulos echándose de cabeza a la pelea! Tengo que decir que le hace a uno preferir a Buda, sentado tranquilamente bajo un árbol, o a Jesús contándoles a sus discípulos pequeños cuentos de catequesis, pacíficamente, sin fuegos artificiales de intelectual. No, hay algo radicalmente equivocado en la vida intelectual. Está basada en el desprecio y la envidia, la envidia y el desprecio. Conoceréis el árbol por sus frutos.”

 

Que, amén del desprecio y la envidia, de la envidia y el desprecio, a la vida intelectual -y a la que en absoluto lo es- la define en idéntica medida el servilismo más ramplón o, si prefieren, la ramplonería más servil de los capaces de lustrarles los zapatos con la lengua a los artistas que veneran y con igual devoción a la que profesa un cristiano por su pastor o un católico por el papa. Afortunadamente, a los chabacanos de una cosa y de la otra los redime la decencia de los que leen o asisten a conciertos y recitales o visitan museos o rezan y oran sin estridencias admirativas de ninguna índole.


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