851.
¿Quiere usted entender de verdad a qué grado de imbecilidad ha descendido la
izquierda más pacata e ideologizada de Occidente, tan culpable la pobre del
auge actual de su comadre la extrema derecha aquí -en El Salvador de Bukele y
la Argentina de Miley- y allá -en los Estados Unidos de Trump y pronto pronto
en gran parte de Europa-? Con un ejemplo vernáculo le basta: “La ‘apropiación
cultural’ de una uchuva” tituló el profesor Moisés Wasserman este artículo con
vocación de posteridad.
Adenda:
y ya que estamos, lean también de Wasserman en El Tiempo ‘Normas y travesuras’
para que así calculen la magnitud del daño del prohibido prohibir que, desde
mayo del 68, se ha venido enseñoreando, sin tregua, de cada vez más escuelas y
hogares y ciudades y países en los que impera la democracia; una democracia
que, en sus versiones más frágiles y desvaídas, fomenta el todo vale y la
lenidad punitiva en hasta el último estamento de la sociedad.
852.
“Entre el poderoso y el ciudadano corriente hay una asimetría ética. El
ciudadano puede insultar al poderoso y decirle que se vaya, pero el poderoso no
puede hacer lo mismo. Un insulto directo del presidente llamándolo nazi o
asesino es un acto de intimidación que coarta su libertad de expresión. El
presidente se puede defender con argumentos, pero no puede intimidar”:
demasiado que esperar de un sujeto que se forjó a sí mismo en las sentinas del
terrorismo guerrillero. Que sepan pues el Esperpetro y los tarambanas con que
se empeña en descuadernar la frágil democracia que en mala hora lo aupó al
poder que aquí sigo, aullándole a la luna y vertiendo en la inmensa soledad de
mi blog todo este desprecio que por ellos y los de la otra orilla profeso. Y un
mensaje para el doctor Sergio Fajardo Valderrama: cuente desde ya con mi voto
pero desde ya entérese de que su primer lugar en las recientes y ridículas -por
extemporáneas- encuestas de intención de voto para 2026 durará lo que las
promesas del Esperpetro a, entre muchos otros timados por el granuja, las
feministas y los científicos. Qué: ¿nuevamente el mismo tono conciliador, la
misma estrategia que busca y consigue no incomodar a nadie? ¿No le parece que
existen mejores formas de perder -y hacérselo perder a otros- el tiempo? Un
saludo cariñoso.
853. ¿Y
si su añoranza, gran Karl Ove, como la mía consistiera en el deseo en su
situación inconfesable del fin definitivo e inapelable del antropoceno, por
inconducente? Porque yo sí sueño, hermano, con un cataclismo de proporciones
insospechadas que no deje piedra sobre piedra o encéfalos maquinando
reconstrucciones ni partidas desde cero y ni siquiera el más mínimo recuerdo de
que el cero alguna vez existió.
854.
Cada que la gente habla de la “transparencia”, de la necesidad de ser
“transparentes” refiriéndose, en primerísima medida, a los políticos aunque
también a los esposos, los empleadores y los empleados, los hijos y los padres,
los amigos y los amantes, yo no puedo por menos de reírme de su candidez de
pequeños Hans o de su cinismo de Hugos molineros: ay si yo le contara en confesión
a usted, estimadísimo y admiradísimo Millás, las truculencias que a esta mente
mía en ocasiones le da por ponerse a cebar para luego dejarlas morir de física
hambre o de olvido, en alguno de sus cuartuchos infectos. Bendigo el sistema
límbico con que me obsequió Fortuna y que me ha mantenido hasta hoy -ya se verá
mañana- apartado de materializar nada de todo aquello, que siempre ha tenido
sus perpetradores: “…pues no hay personaje al que no le guste, de vez en cuando
al menos, ejercer de persona y viceversa. Todos en algún grado experimentamos
esa confusión: el problema es cuando alcanza niveles patológicos. En cualquier
caso, a la sombra hay que tenerla atada y bien atada. Conviene, para ello,
moverse por espacios soleados, pues en la oscuridad se pierde. En la oscuridad,
no tenemos ni idea de aquello a lo que se dedica nuestra sombra. De ahí que a
mister Hyde, que era el doble perverso del señor Jekyll, le gustaran los
callejones menos iluminados del Londres de la época. La sombra se mueve como
pez en el agua por la estrechez de las habitaciones sin ventilar, en la
angostura de los ascensores cerrados, en el interior maloliente de los aseos
públicos. El cuento de Peter Pan empieza con el empeño del crío en coserse la
sombra a los pies. No confíes en que vaya a tu lado de forma voluntaria:
pégatela con superglue, que se rompa las piernas al huir. Mejor que se destroce
ella que tú. Y procura no ser muy normal porque ese exceso, el de la
normalidad, suele amparar las condiciones más oscuras”: las de, entre infinidades
más, un par de sepulcros blanqueados de sendas iglesias llamados Íñigo Errejón
-de la wokebuenista hiperpacata- y Darío Chabarriaga -de la muy católica,
apostólica y romana-.
855.
“Cuando a alguien le duele tu dolor, duele menos”: a este que soy lo aflige el
de cada Mutlu Kaya y Dilek Kaya que a diario, en Turquía México Colombia
Francia o la Cochinchina, mueren o ven destrozadas sus vidas a manos de
frustrados violentos y cobardes que no toleran el rechazo o una ruptura
unilateral; el colectivo de las iraníes y las afgánas víctimas de las cavernas
misóginas que las humillan y las esclavizan con la anuencia de millardos -mal
contados ocho-; el de…
Adenda:
como listarlos todos resultaría demasiado dispendioso para una mañana de
domingo que agobia y abruma, remito al interesado improbable a que se eche una
pasadita por los ochocientos cincuenta y cuatro desahogos precedentes, en donde
sin falta podrá dar con la información que el tedio me disuade de suministrar
completa.
856.
¿Quieren ustedes saber cómo divagan los grandes del oficio (no los Pedros
Camacho a fin de cuentas tan respetables, y por descontado que tampoco las
medianías empingorotadas e infladas por la academia, sino los grandes)? ¡Ahí
les va!: “Hay algo siempre en la casa de nuestros amigos, un pequeño detalle,
una lámpara, una mesa, un adorno, que nos causa verdadero espanto o que encaja
mal con la idea que tenemos de él. Supongo que lo mismo ocurrirá con la casa de
uno. Quizá por eso ha comprendido uno que ese amigo no haya querido jamás
mostrarle dónde vive ni las cosas de las que se ha rodeado durante toda su
vida, pues sabe que pese a todas las apariencias, eso tampoco es su vida. Más
aún: eso, menos que nada, es su vida. ¿Cómo serían las habitaciones donde vivió
Pessoa? ¿Habría en ellas algo bonito y acogedor? ¿No hemos visto donde vivía
Machado en Segovia? En cierta ocasión leí que alguien había sentido una gran
decepción al reparar en los calcetines que usaba el viejo y admirado poeta, el
primer día que lo conoció. Y sin embargo, si verdaderamente conocía la poesía
de ese hombre, debía saber de antemano que sus calcetines iban a ser de esa
manera y no de otra. ¿Por qué escandalizarse de unos calcetines si todos
nosotros permanecemos unos instantes cada día en paños menores? Incluso, con un
poco de suerte, sentados en el retrete. No sé qué me ha traído a todo esto.
Quizá la súbita admiración redoblada hacia aquellos hombres a quienes ni la
caspa ni las casas horribles ni los calcetines grises impiden llevar a cabo una
obra llena de belleza, incontestable y pura”.
El
corolario deslumbra de tan potente: nadie que como Abe y yo (y tantos otros que
en estos precisos momentos desfilan por mi recuerdo) tenga por costumbre y
hábito malsano invitar recién conocidos, allegados, supuestos amigos o aun
amigos de toda una vida o “del alma” a la casa donde uno vive solo o
acompañado, debería hacer ningún alarde de conocer el barro de que están hechas
las infamias en que es tan diestro y a las que resulta tan proclive el Homo
insatisfactus. Que, en retribución a las atenciones del anfitrión, de él y su
familia se burla con otros que como él cultivan la maledicencia, o denigra la
comida y el trago que se le sirvió, o comete verdaderas villanías a espaldas de
quien en mala hora le franqueó la puerta de su hogar: desde robar dinero o
joyas hasta seducirle la hija o el marido al incauto o a la incauta, pasando
por escatologías múltiples que ninguna falta hace pormenorizar aquí. Y es que
si me apuran, uno en la vida real tendría que conducirse como, por sólo poner
un ejemplo, el Sebald sin familia ni domicilio de Los anillos de Saturno o de
Los emigrados y no como el Karl Ove de Mi lucha que, con totales generosidad y
desaprensión, instala en su casa y en su vida, entre su familia y sus libros,
en medio de sus pensamientos más íntimos y sus reflexiones formidables de
escritor gigante a ese perfecto desconocido que es el lector. Un lector que,
como el árbol de millardos de ramas de que forma parte, se nutre de los jugos
de lo más noble e innoble de que son capaces sus congéneres. Yo, maestros
Trapiello y Knausgard, espero nunca llegar a defraudar la confianza que sin
saberlo resolvieron depositar en mí cuando me franquearon el ingreso en sus
casas y en sus vidas. Y a mis amigos y allegados de carne y hueso que aún lo
son o que algún día lo fueron, un perdón inconcreto pero sentido en los casos
en los que este que soy haya podido incurrir en bajezas o ingratitudes por el
estilo de las referidas.
857.
Tras centenares de desahogos y decenas de reflexiones algo menos breves
publicados en este blog, se me antoja que llegó la hora de someter al lector
asiduo -uno solo conozco- a una prueba decisiva cuyo resultado le permitirá
saber si ha perdido tiempo y energía y por ende debe desistir o si, por el
contrario, uno y otra han rendido sus frutos y sólo de él depende determinar si
el ejercicio sigue mereciendo la pena. Que lea este colofón de un muy buen
artículo de prensa -todos los suyos lo son- y concluya, mediante el o los
argumentos que juzgue de rigor, de cuáles de los nombres de columnista de
prensa que se pueden rastrear en éstas y en aquéllos no pudo provenir en
definitiva la palmaria verdad de sus palabras:
“…¿Se
puede decir, por ejemplo, que Putin es un tirano y un autócrata, que su régimen
es represivo, plutocrático, autoritario y dictatorial? ¿Se puede decir que
Ucrania es una nación soberana que lleva siglos intentando serlo? Sí, se puede
decir. Y a la vez se puede reconocer la hipocresía y la abyección de las
potencias occidentales, con Estados Unidos y Alemania a la cabeza, su
decadencia, la perversidad y la estupidez de muchos de sus métodos.
¿Se
puede decir que Hamás es un grupo sanguinario y terrorista, uno de los peores
flagelos (como si hicieran falta) del pueblo palestino en su historia? Sí, se
puede y se debe decir. Y a la vez se puede” y se debe “reconocer que el régimen
de Israel comete crímenes contra la humanidad y deshonra al pueblo judío, su
historia de dolor y sufrimiento en la que se forjó su identidad, allí donde
anidó su Dios que fue su verdadera patria y su razón de ser.
Sí se
puede, no estamos obligados a vivir con los dilemas fatales de los fanáticos.
Allá ellos y su mundo, pobres, pero el nuestro no tiene por qué ser ese. No les
demos ese triunfo” (¿que no se lo demos?, ¡pero si se lo tenemos dado desde…
determínelo usted, maestro, quien no por nada es el gran historiador que es!).
Adenda:
de las respuestas que recibí -demasiado pocas en todo caso-, sólo una casi que
conquistó la calificación máxima. Suministró todos los nombres que debía
suministrar pero dejó por fuera el del doctor Moisés Wasserman, quien por una
muy puntual razón -de la que ya se ha ocupado este blog al menos en un par de
ocasiones- debía figurar en toda respuesta que ambicionara la excelencia.
858. Me
dijo la otra tarde una ex alumna a la par que amiga desde que tuve la dicha de
ser su profesor, con el desconsuelo de quien reconoce demasiado tarde que se
dejó timar como un párvulo, que le parecía muy triste que el Petro por quien
votó en 2022 no hubiera hecho nada en absoluto desde la presidencia, a lo cual
yo le respondí que estaba muy equivocada puesto que el sujeto aquel sí que
había hecho y lo que había hecho lo había hecho a sabiendas. Le dije que
endilgarle inocuidad a su personalidad del todo nociva equivalía a la falta de
ética del médico que, consciente del daño que un medicamento le va a ocasionar
a un enfermo, se lo prescribe para evitarse el engorro de seguirle un
tratamiento dispendioso que de veras lo alivie o siquiera lo mejore. Y lástima
que no había leído esto todavía, pues una copia enmarcada sí que le habría
obsequiado aprovechando que es diciembre:
“…A
cierto tipo de petrista impresionable le priva esa facultad del Presidente de
mezclar ‘todo en todas partes al mismo tiempo’, como reza el nombre de un
largometraje famoso de 2022. La consideran una marca de inteligencia superior.
Pero la
mezcolanza conceptual ejemplifica, en realidad, todo lo que está mal con su
gobierno: la falta de estrategia, el adanismo, la improvisación y la nula
autocrítica, que es también la vanidad de creer que las propuestas, al igual
que sus parrafadas tuiteras, no necesitan ser editadas antes de expulsarlas al
mundo.
Aquel
petrista candoroso cree además que basta con que Petro hable para que ocurran
cosas. Es una prueba de cuánto ha divinizado a su líder, pues solo Dios, según
la Biblia judeocristiana al menos, es capaz de crear por medio del verbo. A
nosotros los mortales nos toca esforzarnos un poco más.
Y por
eso, por esa combinación de desprecio por lo material, lo concreto, lo
práctico, lo funcional y lo existente, y de sobrestimación de lo ideal, lo
utópico y lo ideológico -representada en barrocas catedrales de palabras-, es
que el país enfrenta crisis paralelas en salud, educación, energía, seguridad, ética
y finanzas estatales. Pues la cabeza de una instancia del poder público llamada
Rama Ejecutiva debería distinguirse por su capacidad para ejecutar más que su
capacidad para discursear…”.
Ojalá,
Anita querida, el esfuerzo de transcribir parte de esta reflexión de Thierry
Ways te sea de mayores provecho y eficacia que aquella reflexión en el aula con
la que intentaba mostrarles por qué un populista no va a devenir, por muchas
promesas y juramentos que haga tallados en piedra o con la mano desplegada sobre
la Biblia, ni por todo el pensamiento mágico y desiderativo con que el ávido de
oír milagrerías y promesas irrealizables aliñe los discursos de campaña del
farsante, ningún estadista y demócrata y respetuoso del disenso y las
diferencias. Y salúdame por favor a Bruno y a Lupita. Claro: por supuesto que
también a Martín, Eduin y doña Carmen.
Adenda:
pero si por alguna razón aquel viejo amor político como que revive, dale jaque
mate con estas otras perlas del impresentable: “…Si alguna vez nuestro conflicto
tuvo raíces ideológicas, hoy descubrimos que la ideología es un comodín que
puede hacerse a un lado cuando llega la hora de unirse alrededor de lo que
realmente importa: el acceso al poder. No nos sorprenda, entonces, que surjan
alianzas entre antiguos enemigos, no por la paz, que tanto cacarean, sino para
garantizarse mutuamente ese acceso. Todo mientras, bajo las consignas de la
‘paz total’ y la ‘vida’, el país se llena nuevamente de grupos armados. A los
que también les llegará el momento de ser acogidos por la Colombia del
‘cambio’, donde hay fila preferencial para violentos y exviolentos. En tanto
que los demás estamos cada día más arrinconados por un Estado rapaz en lo
tributario e incapaz de garantizarnos la seguridad. Hay que volverlo a decir: mientras
que, por un lado, exjefes de las Farc están en el Congreso, exparamilitares
intercambian sombreros vueltiaos con el Presidente y jóvenes reciben dinero por
‘no matar’; mientras que a ningún grupo armado se le niega una mesa de diálogo
y al Eln se le ruega que por favor, por favorcito, no vuelva a poner volquetas
bomba, para que podamos seguir platicando; mientras que para los asesinos todo
es mano tendida, en el oficialismo se regocijan de que el expresidente que más
combatió a los violentos esté bajo juicio; a los empresarios se los trata de
esclavistas y oligarcas; a las periodistas, de ‘muñecas de la mafia’; a los
medios de comunicación se los equipara con Goebbels, y al petróleo y el carbón,
productos legítimos de exportación, se los iguala con la cocaína. La expresión
‘inversión de valores’ se queda corta ante este desquicie moral” del que muy
pocos que con su voto le insuflaron vida aprenderán la lección para no volver a
incurrir en el dislate nunca jamás. Me alegraría saber que tú vas a ser una de
ellos. Pero si no, con que interiorices el significado del sustantivo inocuidad
me doy por satisfecho.
859.
“Uno de los rasgos definitorios de la política actual: el divorcio absoluto
entre ética y política, la maquiavelización de la política (entendiendo a
Maquiavelo como un prescriptor y no como un descriptor, que es como no hay que
entenderlo), la idea de que, en política, lo único que cuenta son los
resultados y no cómo y quién y de qué manera se consiguen. ‘Gato negro o gato
blanco, da igual: lo importante es que cace ratones’, decía Deng Xiaoping” y yo
me quedo pensando que en los tiempos anteriores al internet, tan sumamente
cercanos y pese a ello tan distantes en el recuerdo, los que vivíamos en
republiquetas corruptas, como esta desde la que escribo, idealizábamos a ese
primer mundo que en cuestión de décadas -que en cuestión de avances
tecnológicos- se ha transformado ante nuestro pasmo en otro especimen del mismo
caos que creíamos exclusivo del subdesarrollo. Y me formulo una pregunta sin
respuesta: ¿eran de verdad avanzadas mental y conceptualmente las sociedades
que en otras y en estas latitudes nos vendían por tales, o simples y románticos
constructos colectivos que probaron su insolvencia ante los primeros embates a
gran escala de los enemigos de la democracia? ¿O acaso me van a decir que
cagados dieciséis años -los transcurridos entre el 2008 y el 2024- justifican
el tiempo que se necesitaba para derruir los supuestos fuertes cimientos sobre
los que se erigían las sociedades que tuvimos tantos por modélicas? ¿Que en
menos de dos décadas, personas hechas y derechas, con hijos ya criados y un
historial laboral respetable y por supuesto que también estudios universitarios
y aun nietos y bisnietos, iban a perder el norte y a sumarse al entusiasmo que
el nacionalpopulismo consiguió despertar entre muchos de los más jóvenes y
bisoños? La fresa que corona el pastel: los arrumacos de, por ejemplo, las
democracias sueca y finlandesa con la extrema derecha. ¿Qué se puede esperar
cuando la sal se corrompe?
Adenda:
en ‘Deus ex machina’ van a encontrar, muchachos que todavía no la han cagado
con su voto por ninguna de las extremas, todos los argumentos que necesitan
para que se libren de la estupidez en que incurrieron muchos de sus coetáneos
que eligieron a Bukele en El Salvador, al Esperpetro en Colombia, a Miley en la
Argentina o a Trump en los Estados Unidos. Léanlo y reléanlo que, entre una
cosa y la otra, no se les va más de una hora o un par a lo sumo. Les aseguro
que no les va a alcanzar la vida para agradecérselo a Irenita.
860.
“Curiosamente, personas que se definen como inconformistas, rebeldes e
indómitas, dicen preferir un liderazgo de ordeno y mando. En la vida cotidiana
nos molesta que nos dicten lo que debemos hacer, pero nos deslizamos fácilmente
al espejismo del gobernante fuerte y sin contemplaciones. Nuestro anarquista
interior, que asoma ante la mínima exigencia ajena, debería protegernos de caer
en quimeras despóticas”: para mentiras descaradas, la de una mayoría de los
colombianos que, según la encuesta de que se trate se definen, en cifras que
van de un cuarenta y pico a un cincuenta y pico por ciento de los encuestados,
del centro más moderado y tibio del espectro pero cuyos votos jamás respaldan
ni con mucho a los candidatos que encarnan aquella forma de entender y
practicar la política. Y de ahí que los Sergios Fajardo y los Antanas Mockus y
los Humbertos de la Calle Lombanas aparezcan siempre como ganadores cuando nada
está en juego y como los perdedores de siempre cuando los gritos y las malas
artes de los impresentables, que tanto enfervorizan al grueso de los electores,
lo copan todo. Lo primero, su ilusión en perpetua búsqueda de milagrerías y
promesas irrealizables con que, desde luego, ningún candidato serio y decoroso
los va a engatusar.
861.
Desde siempre, es decir desde que cumplí los 18 años que me habilitaban para
votar, los calenturientos de la izquierda y de la derecha indecentes -por algún
decente de uno y otro bando sí que habré votado-, con los que me divierto
haciéndolos rabiar -como si costara ningún trabajo-, me afean la indolencia de
que con mi voto por lo general en blanco en las segundas vueltas presidenciales
los indeseables -los otros indeseables- puedan hacerse con el poder o
retenerlo. Confieso que, hasta agosto de 2022, optaba por esbozar un rictus
despreciativo al tiempo que me alzaba de hombros. Pero a partir de hoy, me
comprometo a fingir que me los tomo en serio y por toda respuesta pienso
remitirlos, consciente de que pierdo mi tiempo miserablemente, a un artículo
que Juan Gabriel Vásquez tituló ‘Esta gente que no gusta de las cifras’: ojalá
a ustedes les sea en cambio de provecho.
862. Una
gran ventaja sí que les saco a los ciegos y a los videntes con oído de
reguetonero (me callo el porcentaje, que me ahorra insultos): sé diferenciar
entre el dolor con y sin lágrimas, las risas susurradas y estridentes, la
sorpresa y el asombro, la compasión y la solidaridad genuinos de los de atrezo,
lo que me convierte en un polígrafo sintiente que, sólo si le da la gana,
divulga sus impresiones.
863.
¿Que “los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de
los hombres”? Pues han de saber ustedes que la vida que me tocó en suerte está,
por designio de una ceguera congénita, desprovista de la más mínima necesidad
de a ellos asomarme pero en cambio demasiado urgida de la segunda abominación,
cuya escasez actual como que me está volviendo loco. Converso con mi nieto
adolescente o sea Z y mi desquiciamiento quiere desmadrarse: ¿Cómo?, ¿Que no
vuelve al colegio analógico porque prefiere uno virtual?, ¿pero es que me habla
en serio?, ¿y acaso las muchachas enfundadas en sus analógicas jardineras, la
fantasía venérea por excelencia de este que tiene delante, no significan nada
para mijo?, ¿entonces para cuándo el sexo si no es para ya mismito? Y,
extenuado de impotencia y angustia, me regodeo en la esperanza de que su apatía
carnal -o lo que yo juzgo como tal- lo preserve y me preserve y preserve al
planeta de lo único verdaderamente abominable en la cita del sabio.
864.
Siento una gran debilidad, un gran cariño, maestro Muñoz Molina, por quienes
como usted son capaces de reconocer errores y equivocaciones, de entonar mea
culpas sin subterfugios ni atenuantes, de asumir las responsabilidades de sus
actos sin invocar la comprensión o la absolución ajenas que tanto se exigen y
tan poco se dispensan:
“En cada
acto de militancia cotidiana hay una sospecha latente de futilidad. ¿De qué
sirve esforzarse en gestos individuales que van a tener un efecto nimio o nulo
en el discurrir de las cosas, arrollados por fuerzas incontrolables, por
designios políticos y económicos que lo avasallan todo? Uno lee y escucha la
crecida de la grosería ambiente y se esmera en expresarse con precisión y
mesura y en guardar las formas. Quien ha vivido en sociedades de costumbres
ásperas y separaciones de hielo entre las personas sabe agradecer la cortesía
verdadera de un vecino que saluda mirando a los ojos o de un empleado público o
un vendedor que se dirige a uno con amabilidad. Uno se esfuerza en comportarse
con decencia en las ocasiones diarias de la vida, y cuando tuvo que educar a
sus hijos supo el trabajo que costaba convertir en hábito cosas tan simples
como no tirar cosas por la calle, no dar un golpe al cerrar las puertas, no
gastar cantidades irresponsables de agua en la ducha. Inculcar altos valores
abstractos sin duda es meritorio, pero yo creo que la única manera honrada y
tal vez efectiva es con el ejemplo, y educar en una conciencia aguda de los
propios actos, del beneficio o el daño que pueden causar.
Como
muchas personas de mi generación, me crié con grandes ideales de emancipación
universal que con mucha frecuencia no tenían reflejo alguno en la vida
práctica, en la simple realidad de las cosas. Admiraba regímenes que en nombre
de la justicia aplastaban a la inmensa mayoría de sus súbditos, y en nombre de
la igualdad reservaban todo el bienestar a la minoría dirigente, y en nombre de
la soberanía colectiva de la clase trabajadora practicaban el mayor culto a la
personalidad de un déspota que había existido nunca antes en la historia. La
misma discordancia se reproducía en el ámbito de las militancias que entonces
se llamaban ‘de base’ y en el de las vidas privadas. En organizaciones
presuntamente igualitarias, las mujeres quedaban por debajo de los varones, y
en las facultades por las que yo me movía lidercillos de tres al cuarto,
poseedores de una retórica palabrera y sofista, actuaban como donjaunes
cinegéticos con maneras de sultanes de harén, y envolvían en fulminantes
argumentos teóricos impulsos tan antiguos como la soberbia, la vanidad, la pura
ambición de poder. A la propensión doctrinaria de origen marxista se sumaban
las coartadas que el mayodelsesentayochismo facilitaban a los grandes
caraduras. ¿Qué mujer -y en ocasiones varón- iba a ser tan estrecha y
reaccionaria que les negara a ellos la satisfacción de sus deseos soberanos?
¿No quedábamos en que estaba prohibido prohibir?
[…] Me
examino a mí mismo y pienso con remordimiento en las veces que me sentí
autorizado por mi condición de escritor para eludir responsabilidades
familiares de las que no habría podido escapar si no fuera hombre.
Así que
con los años se ha fortalecido en mí un recelo instintivo hacia las grandes
palabras y construcciones teóricas, y una voluntad de fijarme no tanto en lo
que las personas dicen, sino en lo que hacen. Y procuro aplicarme a mí mismo
esta regla que podría llamarse de militancia práctica, y que, a diferencia de
la teórica, se ejerce a cada momento de la vida, y no en la lejanía de los
ideales, sino en la proximidad de lo diario. Hay que ponerse en guardia contra
lo que Charles Dickens, en Casa desolada, llama ‘filantropía telescópica’,
refiriéndose a una dama victoriana que vive en un sufrimiento permanente y
virtuoso por los nativos en las colonias de África, y a la vez trata a patadas
a los sirvientes de su casa.
[…] Para
que todos tengan lo necesario hará falta que los privilegiados tengan,
tengamos, un poco o bastante menos de todo”: antes que nada y primero que todo,
hijos.
Preguntaba
por estos días Eliane Brum ‘¿Por qué no conseguís luchar?’ y yo, maestro, me
sentí tan abatido como cada que en la DW, o en otro de los medios que frecuento
veo reportajes, documentales o simples notas sobre gente anónima que dedica
cada día de sus vidas, no al “activismo climático” de los que se toman por
asalto un museo y embadurnan cuadros o se tumban en una carretera, sino a
restaurar o preservar ecosistemas y a salvar de la extinción a especies enteras
y a tantas cosas maravillosas a las que yo, maldita sea, desearía también
consagrarles vida, esfuerzo y dinero. Que por qué no lo hago entonces, se
estará preguntando usted y yo le respondo: porque soy un testarudo ignorante
digital que no sabe cómo establecer relaciones tecnológicas como no sean los
mensajes en una botella que arrojo a la nada de este blog, provistos de mi
número de contacto (3 19 7 13 97 98), en la esperanza de que algún Quijote o
Dulcinea climáticos me recluten para sus luchas, aunque todo infructuoso hasta
el momento.
Pero
pasando a otra cosa, admiradísimo don Antonio, me gustaría que supiera la honda
impresión que obró en mí un párrafo en particular de esta columna suya que, a
priori, me atrevería a ubicar entre las cinco mejores del 2024. Hablo de aquel
en el que usted condensa, con la elocuencia que lo caracteriza, el devenir
contradictorio y arbitrario de esa izquierda que yo también sufrí en mi calidad
de estudiante y de profesor de universidad pública donde, se lo aseguro, poco
ha cambiado y, lo que ha cambiado, ha cambiado para mal: la cuasi desaparición
del rigor en que se fundamentaban muchas de las prácticas de selección y
evaluación que tanto respeto llegaron a conferirles a esas instituciones. En
las que hoy se siguen escenificando, sólo que magnificadas, las desmesuras más
impresentables de la politiquería en general y de la socialbacanería
esperpetrista hogaño en el poder en particular: todo muy desconsolador si bien
previsible.
865.
“Hay personas que son como agentes químicos: modifican la vida de otros. Es un
don. Algo enigmático. Lo hacen sin proponérselo”: dos veneros en donde pueden
ustedes dar con no pocas de tales encarnaciones de los imprescindibles que
predican con el ejemplo. Busquen en la insuperable DW ‘Enfoque Europa’ y en el
Canal Caracol ‘Los Informantes’ para que vean cómo, en apenas una hora y media
de las ciento sesenta y ocho que tiene una semana, la mente y el corazón se les
limpian en gran medida de la infinita inmundicia social y política del entorno,
que ya es el globo.
866.
Cada que un circunstante o un interlocutor empieza a machacar la tabarra
infinita de los que glorifican las virtudes morales y humanas de sus
antepasados o aun de sus tiempos mozos, a hurtadillas me tapio los oídos e
invoco al sabio: “¡Oh, dioses inmortales, entre qué clase de gente estamos!”.
867.
Dígamelo a mí, Tristram amigo, Shandy hermano, que cuando estoy aquí en
Mariquita tengo tres a mano y en un entorno idílico y silencioso, pero que
cuando estoy en Bogotá, esa encarnación del caos global presente que ni en sus
peores sueños usted habría podido imaginar, daría lo que fuera por poder
trasladarme hasta aquel oasis en que mi oído exulta con el chapoteo de los
peces y demás polifonías de la naturaleza:
“Bien:
por nada del mundo podía mi padre purgar en la cama este disgusto,-y tampoco
podía llevárselo arriba como había hecho con el otro;-así que, con gran
serenidad, se fue con él hasta la nansa.
Si mi
padre hubiera reclinado la cabeza sobre una mano y se hubiera pasado una hora
razonando acerca de qué camino tomar,-la razón, con todo su poder, no habría
sido capaz de guiar sus pasos con mayor acierto: las nansas, señor, tienen
algo;-aunque de qué se trata, eso se lo dejo a los constructores de sistemas y
a los cavadores de nansas para que lo averigüen ellos;-pero efectivamente, en
dar un paseo sereno y sosegado hasta una nansa hay algo, un no sé qué de
tranquilizador que disipa tan eficaz como inexplicablemente los arrebatos de
mal humor-que a menudo me he preguntado cómo es que ni Pitágoras, ni Platón, ni
Solón, ni Licurgo, ni Mahoma, ni ninguno de los legisladores más célebres dice
nada acerca de ellas.”
Con que
lo sepamos usted, su papá y seguramente el bueno de Toby, yo y unos pocos más
es más que suficiente pues si la turbamulta viajera se llega a enterar de mi
pequeño paraíso, me lo invade y destruye como todo lo que la marabunta bípeda
invade y destruye desde hace décadas por donde pasa y ahí sí, adiós a la única
pizca de serenidad y sosiego que me va quedando. Ah, y lo del adverbio
‘inexplicablemente’ sí que no procede hoy, y de ello puede dar fe un ensayo de
Mike Goldsmith que lleva por título ‘Discorde’. Dichosos todos los que, como
los Shandy y los Sterne de cualquier época, se libraron del pandemonio de los
decibelios que no conocen tope.
868. A
ver: que yo lea a Gamboa, Londoño, Ospina, Lindo, Wasserman y otros más cuyos
silencios que otorgan o posturas políticas resultan (siempre, ocasionalmente o
casi siempre) inmorales y por ende insostenibles, se debe a la calidad de sus
aportes y debates en otros asuntos pero jamás a que yo los equipare a los con
creces independientes y objetivos; es decir, a las únicas voces imprescindibles
del periodismo de opinión con que dialogo y de que me nutro:
“El
argumento más común que se oye de los apologistas del Kremlin es que la causa
de la invasión no fue la mente enfermiza de Putin sino la amenaza de Occidente,
concretamente la de Estados Unidos, timón de la temible OTAN.
¿De
veras hay gente que cree que existía, o existe o existirá la posibilidad de que
los 32 países de la OTAN se pongan de acuerdo en invadir Rusia? ¿O incluso que
Putin y sus compinches, la gente más mentirosa del mundo, se lo creen? ¿De
veras piensan que librar una guerra que ha causado las muertes de cientos de
miles es una necesaria garantía de seguridad para una potencia capaz de acabar
con el planeta Tierra, si quiere?
Cuando
me irrito con gente que repite estas bobadas me responden a veces que ‘todo el
mundo tiene el derecho a su opinión’. No. No todo el mundo tiene derecho a su
opinión. Esta es una de las grandes falacias de la era de las redes sociales.
Que la opinión de cada individuo es sagrada. No lo es. Si no tienen la más
remota idea de lo que hablan, si se basan en la última banalidad que vieron en
Tiktok, no. Yo no voy a decirle a un físico que la teoría de la relatividad es
un colosal fraude, una ficción judía, por ejemplo. Que él no me diga una
similar idiotez sobre la guerra de Ucrania…”.
Vaya y
venga -opino- que un putas de la ciencia a la par que imbécil de todo lo demás
me salga prorruso y prochino, lo cual equivale a enfervorizado recalcitrante
del sur global con todo lo que de bazofia humana y política contiene. ¿Pero que
se atrevan las Lindo y los Ospina, los Londoño y los Gamboa a callar y pasar de
largo, o a justificar al invasor mientras miran para otro lado cuando de lo que
se trata es del poder creciente de una y otra potencia en el otrora patio
trasero de los Estados Unidos de América? Les parecerá muy normal y conforme a
derecho que los rusos envíen flotillas de barcos y submarinos nucleares a La
Habana o que operen centros de espionaje en Nicaragua, Venezuela y Cuba y que
los chinos, con su cara de yo no fui, amplíen cada vez más su injerencia
económica y política con la infraestructura que por aquí construyen al tiempo
que vigilan a Taiwán con el celo y la paranoia con los que vigila el talibán a
las afganas. Porque ha de saber usted, John amigo, Carlin hermano, que ni a
estos cuatro opinantes, ni a los demás por el estilo que usted conozca, les
molestaría en absoluto un nuevo orden mundial bajo la égida del xiputinismo y
con un Occidente relegado, en el mejor de los casos, al papel de comparsa y, si
me apura, al de humillado sirviente del nuevo imperio. Con eso sueñan y en eso
se solazan si bien se abstienen de expresarlo abiertamente: tontos no son
-ellos no- como para no saber que la apuesta es bastante riesgosa y arriesgada.
Adenda:
ya se me figuran las cabriolas retóricas que estos y otros admiradores de Putin
van a tener que ensayar ahora que Trump empieza a amenazar con tomarse por
asalto el Canal de Panamá, Groenlandia y hasta Canadá, y con cambiarle el
nombre al golfo de México por el de golfo de América. ¿Cómo van a justificar el
imperialismo de su invasor frente al de momento verbal de la vaca naranja?: los
líos de congraciarse con los malos de una película y mostrarse indignados con
los de otras.
869. Yo,
que hoy (2 de enero de 2025) todavía tengo la dicha de tenerla viva y en pleno
uso de sus facultades físicas y mentales prometo, maestro Javier Cercas, cada
que me sienta abrumado por su inexorable proceso de envejecimiento, leer esta
hermosura suya titulada ‘Testamento’. Que todos los hijos con la mejor madre
del mundo podemos apropiarnos sin remordimientos ni escrúpulos de autoría
intelectual pues su señora madre, como mi Orfi y todas las madres maravillosas
que en el mundo son y han sido, avalarían sin ambages la indelicadeza (claro
que intuyéndolo a usted tan generoso como me lo figuro, el permiso está
concedido de antemano). Y prometo -te lo prometo a ti, Orfilita entrañable-
persistir en el empeño de no desperdiciar la más mínima oportunidad de seguir
ahondando en tu vida y a ser posible también en la de Abe, quien en cambio sí
se me murió con todos sus secretos y vivencias de niño, de adolescente y de hombre
joven y soltero prácticamente intactos, lo cual impide que siquiera sueñe con
intentar reconstruirlos a fin de completarme a mí mismo.
870. Leo
‘El famoso cohete’ de Wilde y me entrego con ahínco a la tarea de recordar, uno
a uno, los pelmazos pagados de sí a los que en una o en muchas ocasiones les
toleré lo que hoy no le toleraría a nadie que no fuera una pesada con la que me
quiero acostar: que me sometan, a veces durante horas, a oír su cháchara o sus
insustancialidades intelectuales que consideran únicas. Comienzo: A. M., N. E.
E., J. G. S., L. I. B. y N. R., pero me quedo desconcertado porque habría
jurado que sumaban mucho más de cinco. Me paro, estiro las piernas, doy un
paseo por el apartamento y le sigo dando vueltas al asunto en busca de nuevos
nombres que no comparecen porque simple y sencillamente no hay más. Concluyo
entonces que el desconcierto lo explica el elevadísimo grado de toxicidad de
sus respectivas e incontenibles locuacidades.
871.
¿Que por qué yo, un don nadie en el mundo de las letras y no se diga en el real
-caso de que algo semejante siga existiendo en pleno apogeo del virtual-,
rebauticé -se me habrán adelantado diez o cien- al Homo sapiens Homo
insatisfactus, denominación que a diferencia de aquélla sí nos define y abarca
a todos sin excepción? Explícaselo tú, Rosita entrañable:
“…La
insatisfacción es uno de los rasgos distintivos del bicho que somos. Un poco de
insatisfacción enardece y aviva, impele a los humanos a llegar a la Luna; pero
su exceso, y por lo general se nos va la pinza, es una patología muy
destructiva. Una de las frases más estremecedoras de Oscar Wilde dice así:
‘Para la mayoría de nosotros, la verdadera vida es la que no vivimos’. Seguro
que en estas palabras también latía cierta referencia a la terrible sociedad
represiva de la época, en la que, por ejemplo, ni gays ni mujeres podían ser
quienes de verdad eran, pero sin duda en lo más profundo se refiere a la
consabida insatisfacción humana. Y qué horror llegar a perder el sentido de tu
realidad hasta ese punto, qué pena desperdiciar la vida, esta vida nuestra tan
brillante, breve y única, en obsesionarnos con lo que no tenemos en vez de
apreciar y disfrutar lo que poseemos.
Y si
Wilde decía en sus tiempos eso, imaginaos ahora. Estamos tan maleducados emocionalmente
y crecemos tan ajenos a lo que es cualquier frustración que el hecho de que se
haya acabado el sabor del helado que íbamos a comprar puede amargarnos durante
un buen rato. A la mitad de los niños los abarrotan de regalos y juguetes antes
de que ni siquiera puedan desearlos, y la otra mitad, de economía precaria,
viven la carencia como una humillación, como un fracaso público y estridente.
Somos unos yonquis del deseo instantáneo. Unos analfabetos en frustración.
Un buen
jardinero me dijo un día que, para crecer fuertes y sanos, los árboles tenían
que pasar un poco de sed, porque así sus raíces se hundían en la tierra y el
tronco se erguía mucho mejor anclado y más poderoso. Vivir es, por definición,
perder, no poseer, no completar, no lograr nunca todo. Vamos dejando atrás
posibilidades, opciones, sueños no cumplidos, además de nuestra infancia,
nuestra adolescencia, nuestra juventud, y así sucesivamente. Gracias a todas
esas pérdidas y esas carencias vamos desarrollando otras realidades. Otros presentes
que hay que saber habitar. Olvidaos de aprender inglés en el nuevo año: me
parece más provechoso aprender a soportar la frustración para así poder crecer
mejor, más fuertes y con más raíces. Eso es lo que yo quisiera” y yo necesito
desesperadamente “conseguir en los próximos 12 meses: vivir sin que los deseos
desaforados me enloquezcan, no inventar mi futuro, sobrellevar las pequeñas y
cotidianas pérdidas como el roble sobrelleva la sed e instalarme con
consciencia plena en el presente. Ojalá.”
Pero
vente para acá, acércate un poco, que nadie más oiga esto que quiero contarte,
que necesito confesarle a alguien de mi entera confianza y afecto. Me crees si
te digo que, a mis cincuenta años, sobrellevo muy bien el anonimato literario y
algún que otro “fracaso” laboral; esta salud algo precaria y agravada por un
fatalismo congénito; las vilezas del perro mundo y las mezquindades de sus
dirigentes mas no, mujer, el debilitamiento más que palpable de mi antigua
suerte venérea. Y lo peor del caso -a los ojos de los torquemadas de la
fidelidad a ultranza- es que tengo a quién querer y bastante que se lo merece…
Pero qué le vamos a hacer si así somos: codiciosos de lo que a otros los trae
sin cuidado y conformistas con respecto a lo que para muchos constituye una
obsesión y un delirio. ¿La fama y las fortunas obscenas de la cacoplutocracia
gringa hoy en el poder o las universitarias que se lleva a la cama el más
dichoso y promiscuo de los veinteañeros? A que no adivinas.
872. Si
se adelantara el experimento de pedirles a cien personas de las que viven por
completo al margen de la literatura y de la farándula literaria que escojan,
ayudadas por la intuición, cuáles de los siguientes nombres corresponden a
victimarios y cuáles a víctimas en un entramado de violaciones y abusos
sexuales y hasta pueda que un asesinato, seguro estoy de que un altísimo
porcentaje señalaría sin vacilar a los dos hombres del grupo en calidad de
perpetradores y a las tres mujeres en el de agredidas: Andrea Skinner, Gerald
Fremlin, Jim Munro, Lynn Harper y Alice Munro. Dos cosas ambiciono yo en
relación con la igualdad que debe reinar entre unos y otras: que los progresos
más que notables que las mujeres han materializado en las latitudes
privilegiadas que son las democracias, no se estanquen hasta que ojalá llegue
el día en que sean universales -primero sobreviene la parusía-, y que, por
respeto a los claroscuros de la naturaleza y el corazón humanos, a ellas se las
condene o exonere social e históricamente tras examinar y sopesar los hechos,
las pruebas y las circunstancias que pesen en su contra o que jueguen a su
favor, y no como lo hicieron los desaprensivos y romanticones del experimento.
873. Si
esta sospecha eclosionara de repente, para luego arraigar en la conciencia de
cada pobre diablo de la codicia cuya aspiración o fantasía más elevada es
igualar y rebasar los cuatrocientos mil millones de dólares que constituyen la
fortuna obscena de un corazón ruin llamado Elon Musk, tal vez habría lugar para
un resquicio de esperanza con el que combatir o, siquiera, paliar la
solastalgia:
“Ese
olivo no es más que una porción vertical de tierra convertida en madera, en
madera que al crecer se transforma en hojas, y las hojas, al estirarse, en
aire, y el aire, al espesarse, en mí, en mí, que cruzo enloquecido las gasas
formadas por la niebla a primera hora de la mañana del taciturno invierno. Al
exhalar el aire que respiro, me trueco en viento, y ese viento se metamorfosea
en el agua del estanque que a veces se concentra y da lugar a los peces de
colores. La tierra, la madera, las hojas, el aire, el cuerpo, el agua y los
peces son la misma cosa bajo distintas apariencias. Todo es uno, como predican
los místicos. Tanta complejidad para llegar a esto. Significa que al escupir el
hueso de la oliva escupo algo de mí: puro canibalismo inverso. El sillón de
orejas en el que me hundo por las tardes se devora a sí mismo al devorarme. En
cuanto a escribir, escribir es diluirse como leer es leerse.
Entonces,
cuando de buena mañana atravieso el olivar del parque, me atravieso a mí mismo.
Y cuando pienso en ti no hago otra cosa que pensar en mí. Yo soy todos los
muertos de la historia. Yo soy su resultado, su excipiente quizá, además de su
principio activo. […]
‘Solo
una vez supe para qué era la vida’, dice el primer verso de un poema de Anne
Sexton. Lo escribió para mí, que esta mañana, en el parque, he sabido para qué
era la vida y luego lo he olvidado como el que olvida un paraguas. Por eso
mismo, porque lo he olvidado, vuelvo a los ansiolíticos, que me ponen a
cubierto de la lluvia mental y de los nervios de no saber para qué sirve la
vida. Aunque a veces, al ver cómo la tierra se transforma en madera y la madera
en hojas y las hojas en aire y el aire en agua, etcétera, a veces, decíamos, me
parece intuirlo. Lo intuyo y vuelvo más tranquilo a casa y me tomo un café como
el que se bebe su sangre. Hoy es viernes, pero el viernes soy yo.”
Claro
que la factibilidad de que algo así ocurra (prevengo a los esperanzados
recalcitrantes y por consiguiente cultores del pensamiento desiderativo) es
harto menos probable que la de que sobrevenga la parusía o que, en virtud de su
belleza, este para mí poema de un grande entre los más grandes convierta en
dependientes de la poesía y la literatura a los diez millardos de Homo
insatisfactus que arrimamos el hombro para que el copresidente de los Estados
Unidos de América, así como los que aspiran a destronarlo, ensanchen sin tregua
la impudicia de sus fortunas.
874. Y a
propósito de poetas y poesía y literatura de 24 quilates, confieso que me cago
mentalmente de la risa cada que oigo a los forofos de la inteligencia
artificial anticipando que muy poco falta para que aquello deje en pañales a Cervantes
-no lo han leído-, a Beethoven -no lo han oído- y a cualquier inmortal del arte
que en el mundo es o ha sido, y todo porque aquel engendro mirífico -lo es en
muchos sentidos mas no en el que nos ocupa- ya rebasa las destrezas escritoras
de la mayoría de universitarios y de sus profesores, lo cual supone poner el
listón a ras del suelo. ¿Pero soñar con que aquello se ice hasta el parnaso
para decir “Si no hubiera calendarios nadie cumpliría años. Si no hubiera
espejos solo se envejecería en el rostro destruido de los demás. El tiempo
sería una fuerza invisible que te iba empujando por la espalda hacia el futuro
y en lugar de años cumpliríamos amaneceres y puestas de sol. El oficio de vivir
se desarrollaría en consonancia con el ciclo de las frutas de temporada; tiempo
de mandarinas, tiempo de cerezas, tiempo de fresas, de melocotones, de uvas, de
manzanas. La vida consistiría en atravesar la naturaleza con sus ríos, mares y
montañas, con sus lluvias y vientos, nieves, tormentas, cielos azules, brisas placenteras,
catástrofes, cataclismos y soles radiantes. Y al final el cuerpo caería del
árbol como una fruta madura sobre un lecho de hojas amarillas. Ser joven
consiste en hacerse preguntas; ser viejo consiste en creer que se tienen ya
todas las respuestas. La edad no cuenta. Durante esa travesía, el joven se
pregunta por qué está vivo, qué sentido tiene levantarse de la cama cada
mañana, qué hay más allá de los sueños. El viejo sabe de qué se trata. Fuera de
la cama está la historia con los triunfos, las derrotas, los honores y todas
las infamias humanas. El futuro es todo lo que sucede mientras lo soñabas. El
mundo no es más que esa bola de estiércol que arrastra el escarabajo guiándose
por la Vía Láctea…”? ¡Perdónenme pero discúlpenme, criaturas tan hiperconectadas
cuanto ignaras en achaques de belleza!: apuéstenle, el alma si quieren, a lo
más inverosímil que hoy nos pueda parecer en relación con las posibilidades de
la IA aplicadas a la medicina, la mecatrónica y tantas otras ciencias y
quehaceres, que por ahí sí va la cosa.
875. “El
milagro al que asistí hace años: un colibrí de color verde esmeralda, rojo y
azul, se había detenido aleteando en el aire y con el pico cazaba una gota
brillante, como de plata, que caía desde una rama del roble cargada de nieve”:
¿una imagen?; ¿una foto que, de haberlo sido, sería la foto más hermosa y mejor
lograda en la historia de la fotografía?; ¿las puede ver un ciego sin remedio,
es decir uno que no sabe cómo son la luz ni las tinieblas y por tanto vive en
la nada sin color que es la ceguera? Toda una paradoja que lo que no consigue
la ciencia lo logre el arte: ponerme ante maravillas eminentemente visuales que
se mantendrán veladas, incluso, para muchos que nacieron con los ojos abiertos.
876. Con
cuál Daniel Innerarity Grau me quedo: ¿con el que en ‘La democracia y la
verdad’ complejiza en tal grado eso, el problema de la verdad y la objetividad
en política, que al lector que soy le queda la sensación -que en mí ya era
certeza- de que es más fácil un acuerdo entre sectarios de las religiones
predominantes que entre los distintos estamentos de una sociedad razonablemente
abierta y pluralista, o con el demasiado taxativo que en ‘La democracia de la
migración’ se olvida de los diversos puntos de vista e intereses desde los que
un fenómeno como el de los desarraigados, complejo entre los más complejos, se
debe examinar? Un buen ejercicio para dentro del aula podría consistir en que
los estudiantes de una clase universitaria de ciencias políticas le aplicaran
al segundo la teoría, tesis y asertos del primero, a ver qué resulta.
877.
Propongo una idea para que a la educación se la transforme de verdad y se materialice
por fin la promesa incumplida de equidad y bienestar con que los políticos nos
engatusan, acá en Colombia y en tantas partes, cada que irrumpe una nueva
campaña a la presidencia. Que los profesores de todas las asignaturas, en
principio del sector público -el ejemplo entra por casa-, se enteren de la
proeza universitaria y profesional de Mohamed Solaimane en la Gaza bombardeada
y hambrunizada por Herodes Netanyahu el Crudelísimo y sus congenocidas, entonen
un mea culpa por su colectiva ignorancia y desprecio por la excelencia y el
esfuerzo académicos y, de cara al país, se comprometan a cultivarlos en lo
sucesivo y a fomentarlos entre sus estudiantes, trátese de párvulos o de
doctorandos en esto y lo otro.
878.
¿Que el populista y demagogo por quien votaste en 2022 no ha hecho nada en
absoluto desde la presidencia, Anita querida? ¿En serio lo crees así?:
“Hay un
artículo de Gustavo Petro que se llama Crear riqueza, que fue publicado en 2021
y que repite cosas que ya proponía en 2018. Pero, si ya sabe lo que hay que
hacer, ¿por qué no lo hace? ¿Por qué sus prioridades a la hora de gobernar no
son las que con tanta claridad planteaba en sus propuestas? ¿Por qué en vez de
unir divide, en vez de combatir la corrupción la alienta y la apadrina, por qué
ha terminado pareciéndose tanto a su adversario Álvaro Uribe, todo el tiempo
con el mensaje de la crispación en los labios, y con la monserga consabida de
que hay una siniestra conspiración contra él siempre en marcha?
Esa
costumbre de llamar por la mañana a la unidad y por la tarde a la
confrontación, esa manía de ser el presidente de toda la nación, pero alzar en
el momento menos pensado la bandera del M19, ese discurso de estadista en
ciertas tribunas y de insurgente en otras, no solo no lo dejan vivir en paz,
sino que no le permitirán nunca unir al país en las inmensas tareas solidarias
que la historia requiere. Se despierta siendo presidente, pero al rato le
parece que era más poético ser guerrillero; su alma de insurgente no cabe en la
ropa cuando recuerda que es el comandante general de las Fuerzas Armadas, y que
tiene que imponer la paz a unas guerrillas que luchan contra el Estado y a unas
bandas que luchan contra la ley; no sabe si bombardearlas o abrazarse con
ellas; sabe que él es el que manda y asume un tono bonapartista de emperador,
pero de repente comprende que detesta vivir en un palacio.
Y
mientras el país se acomoda mal a vivir al ritmo de las oscilaciones del
príncipe que nunca está de acuerdo consigo mismo, que transa con los
politiqueros, que se acomoda a las burocracias, que acepta que se corran las
líneas éticas porque los adversarios lo hacen, que apadrina corruptos, y que no
soporta que no lo soporten, las grandes tareas del Estado van quedando para
después, el día a día no permite emprender el gran cambio, el poder que le
dieron le parece cada día más insuficiente, dos años y medio solo le han revelado
que tal vez ocho serían apenas justos, y las amarras de la política tradicional
no le permiten dar el salto hacia sus supuestas convicciones.
Un
gobernante decidido a cambiar no puede seguir acomodándose a las corruptelas
del poder parlamentario, a los vicios del sistema electoral clientelista, a la
idea de que para hacerse elegir lo que se necesita es plata. […]
La
teoría estaba clara, pero el viejo ritual del burocratismo, del manzanillismo,
del parlamentarismo por debajo de la mesa, se les fue devorando las buenas
intenciones. Y la dura realidad hizo el resto.”
Ahí
tienes, si bien demasiado edulcorada y maquillada no en escasa medida por la
pluma de uno a quien sus devaneos con la otra extrema hicieron caer en
desgracia con sus ex camaradas, la síntesis de la kakistocracia que con tu voto
ayudaste a entronizar en el poder. Ya tendremos ocasión de volver a reunirnos
para seguirle dando vueltas a un asunto inconducente como pocos pero que, en
nuestro caso y al igual que la religión, lejos está de malquistarnos ni mucho
menos distanciarnos. Y salúdame por favor a Bruno y a Lupita. Claro: por
supuesto que también a Martín, Edwin y doña Carmen.
879.
Supongo que todos los que, como Alec Garrard, le dedicamos “endless hours of
work” a una obra que en principio nadie nos pidió o que, como en el caso de la
de un servidor, nadie en absoluto sabe que se está forjando, experimentamos la
misma fluctuación incompasiva del péndulo emocional que muy bien describe este
desquiciado:
“…Que
había que estudiar la Misná, continuó, y todas las demás fuentes disponibles y
la arquitectura romana y las particularidades de las construcciones erigidas
por Herodes de Masada y Borodium, porque sólo así se llega a las ideas
correctas. Al final, todo nuestro trabajo no reside más que en ideas, ideas que
se modifican de continuo con el paso del tiempo, por lo que es habitual que
induzcan a echar de nuevo abajo lo que ya se tenía por concluido y volver a
comenzar de nuevo. Probablemente no me hubiera aventurado a construir el templo
si hubiera sabido las exigencias que me plantea un trabajo cada vez más
desbordante y más minucioso. En definitiva, si lo que se quiere es causar la
impresión de realismo en su conjunto, se deberá fabricar a mano y pintar
expresamente cada uno de los casetones, de un centímetro cuadrado, de los
techos de las columnatas, cada una de los cientos de columnas y cada uno de los
miles de sillares. Ahora, cuando comienza a oscurecer lentamente en los
márgenes de mi campo visual, a veces me pregunto si alguna vez acabaré la
construcción y si todo lo que he creado hasta ahora no es más que una miserable
chapuza. Pero en cambio, otros días, cuando la luz de la tarde penetra de
soslayo por la ventana y dejo que la vista total produzca su efecto en mí,
entonces, por momentos, veo el templo con sus pórticos y con las habitaciones
de los sacerdotes, la guarnición romana, los baños, el mercado de
avituallamiento, los lugares de sacrificio, las galerías y casas de cambio, las
grandes puertas y escaleras, los antepatios y las provincias exterbnas y las
montañas al fondo, y lo veo todo así, como si ya estuviera terminado y como si
estuviese en la antesala del paraíso.”
Porque
hay que estar muy desquiciado de ingenio y de sinrazón para obstinarse, como
aquel hombre de ‘Ghost Dog: The Way of the Samurai’, en la construcción de un
barco enorme con el que jamás podrá hacerse a la mar dado que lo fabrica en la
terraza de un rascacielos. ¿Cuál es el propósito ulterior de -me interpelo-
‘Speculum mundi y otros relatos’, La astilla en la carne, ‘Desahógos
polifónicos’, ‘Artículos publicados en el blog’ y ‘Mi desmemoria hecha
preguntas’, títulos que, por otra parte, no es que transmitan mucho? Ninguno
ulterior y -me respondo- nada más que uno atemporal en tanto el que los publica
exista: exactamente el mismo que alienta al personaje anónimo de Jim Jarmusch.
880. A
mi Charlotte Ives no la constituye, como sí a la del vizconde, una única
esencia y un único cuerpo y una única identidad sino seis esencias y seis
cuerpos y seis identidades que, juntos, compendian lo más memorable de mi
historial amoroso: S. Y. B. L., O. L. G. S., A. A. C., L. M. V., A. M. C. y P.
A. P. L. Benditas todas.
881.
¿Quiere usted saber cuánto ha cambiado el mundo que teníamos por civilizado
entre 2011, cuando Knausgard escribió esto, y principios de 2025, cuando
estamos a días de que Trump el delincuente convicto y su panda plutócrata de
rufianes de la extrema derecha retornen a la Casa Blanca? Oigan al noruego y
saquen conclusiones:
“…Lo
fascinante de este párrafo de Mi lucha es que Hitler dice las cosas como son,
que la propaganda es una manipulación que muchas veces presenta burdas mentiras
con tanta insistencia que se convierten en verdades. Se podría pensar que un
político que escribe eso subvertiría toda su credibilidad y quedaría
políticamente muerto, pero Hitler se atreve a hacerlo por dos razones: en parte
porque la propaganda es un medio relacionado con una meta, y esa meta es tan
importante y tan justa, un bien tan verdadero, que todos los medios están
permitidos para conseguirla, incluso la mentira -el pragmatismo está ahí para
el idealismo, es su servidor, no al revés-, y en parte porque está tan seguro
de que la propaganda funciona y es tan poderosa en sí misma que una explicación
o admisión de ese tipo no lo mueve un ápice; es justo eso de lo que él escribe,
que todo lo que complica, objetiva o matiza jamás puede llegar a las masas ni
influir sobre ellas, y eso también rige para lo que él mismo escribe aquí.
En
nuestra época esta dialéctica no nos resulta desconocida, pues todos sabemos
que la publicidad, que abunda por todas partes en tal cantidad que casi nos
desborda, es manipuladora y engañosa, sabemos que la imagen del mundo que
ofrece es mentira, lo que no obstante no impide que nos influya y de hecho nos
haga hacer lo que nos pide […]. La diferencia entre nuestra sociedad y la de
Hitler está en que nosotros hemos relegado todas esas fuerzas y todo lo que
asociamos con ellas a un lugar no peligroso de la sociedad, el que menos nos
obliga a ver la realidad, el mundo de la ficción y la imagen, es decir, la
cultura del entretenimiento, y no permitimos que se cuelen en las partes que
nos obligan a ver la realidad, como la política, el sistema de educación, la
burocracia o la esfera privada, excepto aquello que no es real. El que tengamos
un apartado para lo real y otro para lo no real, al que pertenece la publicidad
y el poder de la publicidad, tal vez sea lo que nos salva de algunas de esas
fuerzas que hace tres generaciones se dispararon sobre Europa. Pero no para
siempre, porque hay en esto un elemento de algo no reconocido, el sistema
siempre contiene algo que no se puede decir, aunque sea verdad, y se podía
imaginar que algún día el poder de lo verdadero llegaría a derribar el juego de
la mentira. En una sociedad sin necesidades físicas, donde la violencia propia
está regulada, resulta difícil imaginarse que esto sucediera; jamás una
sociedad se ha encontrado más lejos de la revolución que la nuestra, jamás una
masa ha estado más adormilada en trivialidades que la nuestra, pero también
nuestro mundo tiene un reverso, el llamado Tercer Mundo, donde la violencia
estructural es tan despiadada y destructiva como lo fue en su tiempo en Europa,
y si se levantara contra nosotros no es seguro que lo bueno y lo malo, lo moral
y lo inmoral, lo verdadero y lo falso se mantuvieran tan claramente
diferenciados como lo están hoy.”
Las mías
se resumen en una, en la que vengo y seguiré insistiendo hasta que me quede sin
voz y sin blog: el ciudadano medio europeo, estadounidense, primermundista,
tercermundista, del norte y del sur global constituye una rémora para cualquier
progreso y afianzamiento del sentido común a los que aspiren las democracias.
Son su desinformación de iletrado no en pocas ocasiones con grados
universitarios, su desdén por la responsabilidad que comporta el mantenerse
enterado de primera mano, su adicción al facilismo de la sociedad del espectáculo
y su nulo o en todo caso distorsionado conocimiento del pasado lo que lo lleva
a votar temerariamente y con ello a poner en riesgo el presente y el futuro de
sus países.
Adenda:
yo que Karl Ove ya estaría escribiendo uno de sus sesudos análisis de la cosa
política en relación con los extremismos que vuelven a enseñar su faz
amenazante donde él y muchos más habrían podido asegurar que no la volverían a
ver. No sabe uno si envidiar o deplorar su fe en la supuesta capacidad de
aprendizaje a largo plazo de parte de la especie.
882.
Propongo, en consideración al éxito estruendoso que los partidarios de la ley
del mínimo esfuerzo personal y ajeno y la lenidad académica pueden exhibir en
tantos países del globo y desde hace tanto, que en aras de la precisión léxica
se le pidan prestados a la arquitectura el adjetivo brutalista y el sustantivo
brutalismo para que definamos, de una vez por todas, un fenómeno escolar y
social que, en el mejor de los casos -las ciencias-, cercena todo interés por
lo que no sea “lo mío” y, en el peor -humanidades y afines-, todo interés por
lo que no sean las veleidades más ridículas de la wokeizquierda hiperpacata que
monopoliza las cátedras y legisla en los campus. ¿Que la IA está a esto de
reemplazar la inteligencia natural a punta de algoritmos? Con medio levantar el
pie para sortear el listón le basta.
883.
“¡Qué bien argumentamos sobre los hechos erróneos!”, reflexiona usted, Tristram
amigo, Shandy hermano, y yo, que no tengo cómo explicarle qué es un ‘large
language model’ ni para qué sirve la dichosa IA por no entenderlo a cabalidad
le advierto, en cambio, que en cuestión de unos pocos años estos inventos
todavía en pañales dizque ya superaron las capacidades escritoras y
argumentativas del humano medio quien, a decir verdad, ninguna tenía. ¿Que está
cerca el día en que el engendro formidable torne a su demiurgo y a los demás
inmortales del oficio, de Homero a García Márquez, insignificantes y anodinos
frente a la literatura que va a brotar de sus redes neuronales artificiales? Lo
afirman quienes, por otra parte, se morirán sin haber siquiera oído el nombre
Laurence Sterne o superado, por culpa de lo que podríamos llamar discapacidad
fictiva congénita, las diez primeras páginas de la Ilíada, la Odisea, Cien años
de soledad o Crónica de una muerte anunciada.
884.
¿Qué se le agrega a la completitud?: “¿Qué es la vida humana? ¿No es acaso un
continuo vaivén de un lado a otro?-¿De un pesar a otro?-¿No consiste acaso en
ir clausurando dolores-para inaugurar otros al siguiente instante?”: quien lo
probó lo sabe y quien todavía no, ya tendrá ocasión. Claro, si Su Majestad la
parca no acude antes en su auxilio.
885. De
las diez preguntas que formula el miope político William Ospina en ‘¿El mundo
para los americanos?’, donde, según costumbre, ensalza y execra a partes
iguales a los Estados Unidos y a los estadounidenses, ensalza sin ambages a la
China y a los chinos, desfigura sin pudor las causas y las responsabilidades
primigenias de la invasión de Rusia a Ucrania y de la guerra entre Israel y
Hamás que dio comienzo el 7 de octubre de 2023, e infantiliza, victimizándolos,
al resto de América y al dichoso sur global cuando los exonera de toda culpa
frente a su perra suerte, tres -la sexta, la octava y la novena- me hacen
gritar un ojalá sin paliativos, una -la décima- me descoloca por lo ambigua que
resulta -o por lo contradictoria, si se la compara con ciertas proposiciones de
la soflama-, mientras que las demás…: “¿Se apoderará Trump de Groenlandia?
¿Volverá a gritar como Teodoro Roosevelt ‘I took Panama’? ¿Convertirá a Canadá
en el estado 51 de la Unión? ¿Hará la paz en Ucrania celebrando una sospechosa
y secreta alianza con Vladimir Putin? ¿Sostendrá el holocausto de Gaza?
¿Detendrá el ascenso imparable de Xi Yinping? ¿Empezará una guerra inédita
contra los carteles de la droga ahora redefinidos como terroristas? ¿Derrotará
por fin la cada vez más agónica revolución cubana? ¿Acabará con Maduro y con
Ortega? ¿Impondrá sobre el país que fundó la simbólica democracia de Occidente
el poder de esa oligarquía tecnológica que anuncia Biden en su melancólica
despedida?”
Adenda(sss):
que sepan desde ya los groenlandeses, los panameños, los canadienses y no se
diga los ucranios que cuentan con este servidor para lo que se requiera, desde
una modesta pero sentida contribución en metálico para la causa hasta pelear
hombro a hombro con ellos a fin de ayudarlos a defender su soberanía. A los
diez o veinte gringos que acaso lean traducidos al inglés los títulos del
colombiano de marras, una recomendación: tengan por auténtico el garrote con
que el man se divierte aporreándolos y por apócrifa o aun podrida la zanahoria
que les lanza mientras les atiza. ¿”Simbólica” la democracia de Occidente?
Desde luego que sí si con las que se la compara es con la china, la norcoreana,
la iraní, la saudí, la rusa, la bielorrusa, la cubana, la venezolana y la
nicaragüense, ellas sí de facto y del agrado del poeta. Cuya lista de
interrogantes me permito ensanchar con un par, que mucho me inquietan:
¿asistirá el mundo en algún momento de los próximos cuatro años a la
declaración de la Tercera Guerra Mundial? ¿Devolverá el granuja pacíficamente
el poder al cabo de ese tiempo, caso de que los electores decidieran no
refrendarle el mandato?
886.
¿Que “al paso que va el supuesto régimen del cambio, está muy cerca de que la
historia lo reconozca como ‘gobierno de delincuentes’”, despabila usted un poco
tarde, doctor Ramiro Bejarano? ¡Pero si por tratarse de una panda de criminales
en principio políticos, y con un cabecilla con prontuario, es por lo que miles
votamos en blanco en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de
2022! ¿O acaso pensaba usted, como muchos de mis imberbes estudiantes de los
dos sexos, que el chusmero iba a devenir, como por ensalmo, en garantista y
paladín de la democracia? ¿Que, merced a su voto por él y al de su hija, sus
malas artes no se iban a usar en contra de ustedes dos ni en contra de otros
que ejercen asimismo la crítica con valentía y objetividad? Ya verá cómo, si
las adicciones no lo matan antes -ojalá- o los votantes vuelven a incurrir en
el dislate -ojalá no- o los rusos le ayudan a perpetrar un fraude -ojalá no-,
las truculencias de su votado y de los que le hacen los mandados van a hacer
palidecer, y semejar un juego de niños, las escaramuzas persecutorias del
uribismo.
887.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…De
manera que el asunto viene de lejos, y haríamos bien en recordar que nuestro
momento oscuro no sucedió de la noche a la mañana. Se ha estado produciendo
lentamente, incubándose como una enfermedad, con nuestra complicidad o
indiferencia. Si yo tuviera que señalar un rasgo de nuestro tiempo, uno entre
todos, que ha producido más que los otros la situación difícil en que nos
encontramos, intentaría descubrir el momento en que los ciudadanos perdimos la
confianza: la confianza en nuestros gobiernos, en nuestras autoridades, en
nuestros medios de comunicación, en lo que llamamos con ligereza las elites, en
nosotros mismos. No hay nada más catastrófico para una sociedad abierta que el
rompimiento de la confianza entre sus integrantes, y allí estamos nosotros
ahora. Lo vemos por todas partes: en los pequeños narcisismos tribales que nos
separan y nos polarizan, en la ligereza con la que juzgamos al otro, en la
triste credulidad con que le abrimos los brazos a cualquier explicación sobre
nuestros males que involucre a un chivo expiatorio, pero, en cambio, vemos en
los hechos comprobados -la ciencia, por ejemplo- una conspiración de illuminati
que se reúnen en las sombras con el único objetivo de robarnos nuestra
libertad.
[…] La
victoria de lo que hemos dado en llamar posverdad es inconcebible sin la
campaña de desprestigio de los medios que han llevado a cabo los nuevos
populismos; durante la pandemia no nos ayudó la circunstancia brutal de que los
ciudadanos no confiaban en sus gobiernos, que mentían e improvisaban y
exageraban, y de que los gobiernos no confiaban en los ciudadanos, que
desobedecían, hacían trampas pueriles y se entregaban a las teorías de la
conspiración más imbéciles. Son muchos los ejemplos de este deterioro de la
confianza; pero es que son muchos años ya que los diversos agentes del desorden
han invertido en minarla, porque saben que una ciudadanía desorientada es más
fácil de manipular. Nos han convencido de que la libertad es poner una bomba en
el zócalo de las instituciones y las autoridades de nuestra vida pública, y les
hemos creído…” (Juan Gabriel Vásquez).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
888.
Brillanteces que uno no concluye por uno no llamarse Manuel Vicent: “Por
fortuna los chinos no tienen Dios. Solo nos faltaba otro Dios monoteísta
adorado por 1.400 millones de fanáticos en Oriente, en lucha abierta contra los
tres dioses coléricos de Occidente, los de los cristianos, musulmanes y
judíos”. Cuando ya usted -mi maestro- y yo -su discípulo- hayamos dejado de
hollar aqueste valle de lágrimas, la humanidad se enterará de primera mano de
si la ausencia de fanatismo religioso de la que se perfila para convertirse en
la nueva superpotencia se traduce en ausencia de fanatismo de cualquier índole
o de si, por el contrario y como mucho me temo, a falta de un Jesús, un Alá o
un Yahweh, los ojirrasgados de marras aplastarán a sus súbditos globales y aun
espaciales bajo el peso de su mefistofélico partido único.
Adenda:
pienso, a instancias del gran Manolo, en lo que habría sido ese sector del
mundo y el mundo si, amén de los chinos, también los indios y los japoneses
hubieran padecido los rigores del monoteísmo. Ahora: ¿se imaginan ustedes a un
Kim Jong-Un con la furia sectaria de un cruzado, un yihadista o un colono
sionista, y con armas nucleares a su disposición? Después de todo, el perro
mundo podría estar mucho peor de lo que está hoy con Xi, con Netanyahu, con
Trump y con Putin, para sólo hablar de los peores hijueputin actuales del
oficio.
889.
¿Qué se le agrega a la completitud?:
“Hay
sabios que todo lo que saben es porque lo han leído; hay sabios que todo lo que
saben es porque lo han vivido. Ignoro qué da más profundidad a la vida, si leer
a Shakespeare u oler una hogaza de pan candeal recién salida del horno. Puede
que ese perfume del pan posea más hondura que el monólogo de Hamlet, puesto que
permanece arraigado en el cerebro hasta la muerte, mientras las dudas de aquel
príncipe de Dinamarca se las lleva el viento. Creo que el triángulo que el
panadero traza sobre la corteza crujiente de una hogaza de pan de pueblo tiene
más verdad que el equilátero que contenía el ojo vigilante de Jehová. Si algún
joven aspirante a escritor me pidiera un consejo le diría: ‘Lee a Horacio, lee
a Shakespeare, lee a todos los grandes, pero después abre la ventana, asómate a
la calle y disponte a oír el grito del chatarrero’. Al llegar a cualquier
ciudad desconocida visita antes el mercado que la catedral, antes los bares que
los museos, y en lugar de ir al teatro prueba a sentarte en una terraza soleada
para ver pasar el río de la gente. Cada persona lleva un mapa en la cara que te
remite a regiones ignotas del alma humana. […] Busca la compañía de los
científicos y de los sabios que lo saben todo por experiencia, pero no de los
intelectuales cabreados que cambian de garita para disparar sin saber que lo
hacen sobre su propio cabreo. ¿Dónde están los sabios de antaño? Aquellos
labriegos herméticos, aquellos marineros cocidos por el sol de la mar, hay que
ir a buscarlos en las tabernas del puerto o en las solanas de los pueblos
abandonados. Allí se ven algunos viejos con el bastón entre las piernas
luciendo una camiseta de la Harvard University. Se la ha mandado su nieto que
está haciendo un máster en Estados Unidos. Tal vez de su boca salga alguna
sentencia parecida a las de Epicteto o de Marco Aurelio.”
Lo
suscribirían sin dilaciones, de seguir vivos -lo están en mi mente y en mi
corazón-: José Higinio Jiménez Fajardo, Luis Enrique Suárez Quevedo y Teresita
Rozo, tres maestros inolvidables de los que a sí mismos se forjan leyendo y
viviendo, mas no el sinnúmero de medianías empingorotadas y anónimas que tuve
alguna vez por docentes. Y apuesto a que tampoco los cuatro o cinco mejores
catedráticos que me tocaron en suerte, pues el cuello ortopédico de su
academicismo les dificulta muy mucho mirar hacia abajo.
Adenda:
¿le puedo hacer una pregunta, gran Vicent? Gracias: ¿me equivoco si afirmo que
entre los cabreados a que alude está Savater? No sé si también Trapiello, pero
sí Savater… ¿o no?
890. A
riesgo de que hoy o mañana alguien, o muchos, tonto de solemnidad o cerebros de
valía me tomen por un necio y por un reduccionista que simplifica un asunto de
tantísima gravedad y trascendencia como el de nuestra responsabilidad frente a
la debacle ambiental y climática por proponer que para contrarrestar el
consumismo desaforado que nos tiene en donde estamos procede, en primerísimo
lugar, no tener hijos (es decir, futuros desempleados o trabajadores en
condiciones precarias y enfermos sin tratamiento ni medicinas y víctimas de
catástrofes naturales o directamente provocadas por el hombre y padres de
familia que sufren por el presente y futuro de sus hijos y por descontado que
también consumidores que enriquecen a los multimillonarios a expensas del
planeta), lo afronto y voy más lejos inclusive: si ya es miopía no darse cuenta
de que el daño que le hemos ocasionado a la naturaleza es irreversible, pensar
que la humanidad va a despabilar de repente para meter en cintura al cartel de
la codicia que nos gobierna y manipula y trata peor que a esclavos es ceguera intelectiva.
Y de ahí que mi mejor contribución a la causa ecologista y ambiental sea, a más
de esforzarme por no comprar cosas que definitivamente no necesito y por no
viajar a lugares que puedo conocer literariamente, diseminar entre mis
conocidos y estudiantes la convicción de que una vida sin descendencia es no
sólo menos onerosa y preocupada y ajetreada, sino más rebelde y contestataria e
insumisa en relación con una mentira con la que los poderosos de la política y
de la economía nos tienen hipnotizados: la de la necesidad del crecimiento a
todo trance. Por lo pronto aquí sigo, dispuesto a pagarle la vasectomía o la
ligadura a cualquier estudiante que se anime; y para los que estén indecisos,
un par de lecturas muy breves y elocuentes del erial en que el Homo
insatisfactus ha ido convirtiendo el mundo, un mundo en el que no vale la pena
criar prole: ‘El oro en la basura’ de Antonio Muñoz Molina y ‘Somos las
cucarachas de Silicon Valley’ de Eliane Brum.
891. La
cacocracia de los multimillócratas o la multimillocracia de los cacócratas:
cuando la faz más tenebrosa de los alcances humanos se quita la máscara para
volver a ir por ahí, impúdica y desafiante, de los labios o la pluma de los
dotados para nombrar brotan las palabras que bautizan la “nueva” realidad. De
esta en particular nada bueno se puede esperar, salvo que usted sea un malvado
de mente y de corazón si bien insignificante, o un imbécil anónimo del tamaño
descomunal de los que, con su voto o su abstención, delegaron en una camarilla
de cacos multimillonarios estadounidenses la misión de darle jaque mate al sistema
político de que ese país fue abanderado hasta 2016.
892. Nos
salió no sólo listo el divulgador científico, sino además irónico: “Debo de ser
una de las pocas personas del mundo que no está decepcionada por la deriva
trumpista de Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y el resto de los
acaparateguis de Silicon Valley. Como nunca creí en su nobleza visionaria ni en
su compromiso social, me resulta imposible escandalizarme por sus grotescas
actitudes actuales. Cuando uno lleva en el pantalón la tercera parte del PIB
español, que es la fortuna personal de Musk, es lógico que crea que la
moralidad es una enfermedad psiquiátrica. La verdad es que ahora mismo me
preocupa mucho más Robert Kennedy…”. ¡Pero si mientes como un bellaco!: qué te
van a importar las muertes que pueda ocasionar el tarado antivacunas aquel
cuando te das el lujo de desdeñar los miles que genera el cartel plutócrata con
su codicia. O cuentachistes u opinante serio y riguroso mas no las dos cosas, y
muchísimo menos en una cuestión que no las resiste.
Adenda:
ahora no es que se vaya a tomar a pecho, hermano, esta regañina que de cara al
lector -yo- me sentí obligado a pegarle, como el pellizco disimulado que la
mamá le pegaba a uno cuando se portaba mal en casa ajena. Usted sabe bien
cuánto lo admiro y aprecio, pero en esto me temo que se le iba yendo la mano.
893. ¿Se
puede ser a un tiempo el hazmerreír y el hazmetemblar de un sitio, pongamos la
Tierra? Sí que se puede, y la prueba se empezó a forjar por allá en 2016 pero
amenaza con materializarse durante el cuatrienio que dio comienzo el 20 de
enero de 2025. Mejor dicho y para que comprendan el fenómeno más que atípico de
que la hilaridad que ocasiona lo ridículo delirante logre mezclarse con el
repelús que provoca lo espantoso distópico, sírvanse de la literatura y lean
del gran Manuel Rivas un cuento titulado ‘Conga, conga’.
Adenda:
le vendería ya mismo el alma al diablo por que al par de malpariditos malos del
relato -un tal Trump y un tal Musk- se les apareciera, de improviso, un Pico
dispuesto a impartir justicia poética, y ojalá con la terneza que emplea en sus
mazmorras el bicho del Kremlin. A quien por otra parte tanto admira la
cacocracia plutócrata gringa.
894.
Utopía: que nazca en Colombia un Lucio Emilio Paulo Macedónico que nos
gobierne. Desencanto: el de la condena que supone, mientras se fragua el
prodigio -primero sobreviene la parusía-, sufrir en la presidensia a los
Samper, los Patraña, los Titeriván y los Esperpetro tan representativos del
desatiento de sus votantes.
895.
Aquí le dejo a la posteridad, transcrita y adelantada, parte de la tarea de
juzgamiento de una de las mayores necedades de nuestro tiempo, tan demasiado
pródigo en idioteces:
“…Pueden
sacarse varias conclusiones interesantes de este episodio. En primer y
destacado lugar, que es más fácil librarse de la religión que de la
superstición. Como señaló Chesterton (especialista en estas cuestiones) hay
gente que cuando deja de creer en Dios empieza a creer en cualquier cosa. Lo
mismo que algunos creen que basta con proclamarse de izquierdas para gozar de
gran superioridad moral sobre la gente de derechas […], los ateos tipo FFR dan
por hecho que como veneran a Darwin y a Stephen Hawking son más racionales que
los lectores de los Evangelios.
Lo cual
no es nada seguro, porque quienes aplican la ciencia para resolver problemas
que no pertenecen al ámbito científico son tan supersticiosos como quienes
recomiendan exhaustivas prácticas de buceo para cruzar el desierto del Sahara.
Bucear es una destreza útil, pero no en el Sahara; el método científico es
insustituible en muchos campos pero no para demostrar que Dios no existe o, aún
peor, para probar que existe como últimamente algún despistado pretende poner
de moda. Es posible que cualquier monsieur Homais actual se burle
compasivamente de quienes creen que una virgen pudo concebir un hijo y que
además no fuese un bebé probeta sino un bebé profeta; pero tal creencia no es
más absurda que sostener que el sexo no es una determinación biológica sino una
opción aleatoria de la voluntad humana. De hecho es más absurda esta última,
porque con buena voluntad el dogma de la Inmaculada Concepción puede ser
interpretado de forma simbólica o poética, mientras la ideología trans se
pretende tan materialista como la mecánica de fluidos.
Quienes
rechazamos el adoctrinamiento religioso en la escuela (separación del Estado y
las iglesias) tenemos que ser igualmente opuestos a que se predique en ella la
ideología de género o la mojiganga trans. Es de celebrar que en el mundo
anglosajón vaya habiendo personalidades intelectuales destacadas como Dawkins,
Pinker, Coyne o mi admirada J. K. Rowling que desautoricen públicamente una de
las supersticiones más dañinas de nuestra época.
Y no se
trata de transfobia o de ninguna otra ‘fobia’, salvo quizá la mentirofobia que
debe sentir cualquier persona decente. Lo de recurrir a la fobia, es decir a
una especie de enfermedad maligna o posesión demoníaca para desacreditar a
quien se opone a ideologías criminógenas o conductas dañinas es el truco de
quien quiere blindar su postura sin argumentar. Hay gente que puede estar muy
equivocada sin culpa por su parte y podemos desmentirles sin tener ninguna
animosidad contra ellos.”
Adenda:
no veo por qué no pueda hoy un ciego, un sordo, un paralítico y una fea
-ténganme paciencia que un día de éstos me ocupo de otras desgracias-
aprovechar estos tiempos de autopercepción para exigir, si se precisa mediante
fallo judicial y en su orden, la licencia de conducción, ser integrante de un
jurado en un concurso de música clásica, pertenecer a la selección de fútbol de
su país con miras a un Mundial o la corona de misuniverso. ¿Acaso mi vecina,
con semejantes tetas y esa voz tan dulce que acaricia, o mi vecino, con
tremendo bigote y herramienta entre las piernas, no alegan que se llaman ahora
ella Ramiro y él Angélica? ¿Por qué ellos sí y nosotros no? ¿Van ustedes a
privarme del derecho de sentirme vidente no más porque si no ando con mi bastón
blanco me doy contra las paredes o me precipito dentro de la primera
alcantarilla sin tapa que encuentre saliendo de la casa? ¿Le van ustedes a
negar a mi amigo el sordo, que jamás podrá establecer si quien canta es un
desafinado cualquiera o un Camilo Sesto, la posibilidad de que vote por la
mejor interpretación del Concierto para piano y orquesta número 2 de Brahms?
¡Protesto! Si mis amigos el paralítico y la fea se autoperciben un gran atleta
él y la más irresistible de las criaturas ella, ¿quiénes son ustedes para
decirles que renuncien a ese derecho que, felizmente, consagra la absurdidad de
nuestro presente?
896. “He
sido un revolucionario sin ira; espero ser un conservador sin vileza”, declaró
Savater en un tiempo que una búsqueda a vuelo de pájaro por Google no me ayuda
a dilucidar, aunque eso es lo de menos. Lo de más y de verdad importante es que
el Savater de hoy, tan agudo y cáustico como aquel que descubrí hace ya unos
cuantos años, coquetea tan a menudo y tan en serio con causas y lecturas de la
derecha más reaccionaria y vil que no se me antoja descabellado que no pocos
lectores ponderados y juiciosos del futuro le afeen a este filósofo, que le ha
dedicado al asunto de la ética cientos y cientos de páginas, su desdén por
-verbigracia- los efectos más que manifiestos del cambio climático y por
-verbigracia- quienes contra él luchan de facto, para no hablar de la lavada de
cara que les acaba de pegar, en un artículo que tituló ‘Israel y Hamás: la
pulsión genocida’, a los criminales de guerra presididos por Herodes Netanyahu
el Crudelísimo. Les juro que no bien leí el titular, me alegré por anticipado
de que por fin alguien planteara algo que vengo rumiando desde hace mucho
aunque con particular intensidad desde el 7 de octubre de 2023: que si los más
radicales y violentos de cada bando pudieran exterminar hasta el último
palestino y judío que holle la tierra, lo harían sin dilaciones ni
contemplaciones, precisamente porque en los unos y en los otros late una
idéntica pulsión genocida. Pero vayan ustedes y lean los argumentos desdentados
con que don Fernando, conocedor de los entresijos de la naturaleza humana,
desvirtúa la realidad de su titular: de la misma factura que los fabricados por
la extrema izquierda para hacer aparecer a los palestinos como a víctimas del
todo inocentes de un régimen oprobioso y a sus yihadistas como a rebeldes que
luchan por la liberación de sus connacionales. La diferencia estriba en que ni
de un mamerto ni de un reaccionario yo espero objetividad o apego a la verdad:
de Savater sí. Lastimosamente él, en su lucha a muerte contra la wokeizquierda
hiperpacata, ha terminado por confundirse y ver hasta en la última de sus
reivindicaciones majaderías dignas de mofa y pitorreo, cuando lo cierto es que
las tienen asimismo válidas.
897. ¿De
cuántos escritores y escribidores vivos y de valía puede asegurar usted hoy que
honran, con la valentía que demandan los tiempos de sectarismos canceladores
por entre que chapoteamos, estas palabras de Tristram Shandy: “…-Tengan ustedes
por seguro, buena gente,-que (sin la menor consideración hacia aquellos
lectores cuyos delicados estómagos puedan sentirse ofendidos por ello) no
tendré reparos de ninguna clase a la hora de elegir mis palabras”? ¡Así se
habla y así se procede, maestros Fernando Vallejo, Andrés Trapiello, Fernando Savater,
Héctor Abad Faciolince, Arturo Pérez-Reverte, Javier Cercas, Juan Gabriel
Vásquez…!
898. Oye
uno las noticias de la guerra desatada a comienzos de 2025 en el Catatumbo por
las escorias estas del ELN con sus decenas de muertos y miles de desplazados, y
no queda sino protestar al unísono con Savater: “¿Ven? Pobres canallas, ellos
sólo saben ser criminales en activo, del tiempo pasado de los asesinos, y no
entienden que ahora están en un tiempo nuevo: el de los asesinos satisfechos de
haberlo sido y que cobran políticamente por haber dejado las armas”: desde el
Esperpetro, que con sus gamberradas indignifica -más si se puede- la
presidencia de la República, a su ceroalaizquierda comisionado de paz que no
sirve ni paestorbar, pasando por los más o menos diez sapos tan difíciles de
tragar que nos ha tocado ver saltar por entre las curules del Congreso.
899.
Pero qué se van a imaginar las brujas y las locas de los dos sexos de los
chismes de la farándula que tienen, en un tremendo personaje de Dostoievski
llamado Lebediev (“¡Lebediev lo sabe todo! ¡Lebediev no ignora nada!”), al
precursor por excelencia del deslenguamiento y la maledicencia de su oficio.
900. ¿No les parece a ustedes paradójico que yo, que nunca me he mirado propiamente en un espejo y que por proceder de la estirpe de Tiresias me quedo al margen de la conversación cuando el tema es el tipo de belleza femenina que subyuga a nueve de cada diez hombres videntes -y me quedo corto-, disfrute de un tesoro del que los más de ellos no: un álbum de beldades literarias que eterniza, en el colmo de lo deseable, a púberes y adolescentes, así como a mujeres en sus veinte o en sus treinta que evocan necesariamente una cosa y la otra? Pero como no hay anverso sin reverso, aquel álbum mío y sólo mío contiene un número quizá equivalente de fealdades que, irónicamente y no porque sus demiurgos se hubieran propuesto forjar moralejas baratas, están dotadas de una belleza inmaterial que ya se querrían mis bellas y no se diga las del todo ajenas: Quasimodo, Alfonso Rivas el personaje de Mario Mendoza, Renée Michel, el hijo de Bird el personaje de Kenzaburo Oé, Marianela, Down el personaje de Manuel Rivas, el enanito de Wilde y unos cuantos más que ahora se me escapan.
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