643. A
ver qué pastor de iglesia cristiana, que se despiertan con la Biblia en la mano
y no la sueltan ni para ir al baño; qué profesor de literatura, de los expertos
en las minucias más excéntricas que imaginarse puedan -pongamos, los
pasatiempos del primero al último de los ganadores del Nobel-, son capaces de
sacarse del caletre una perla como esta que arranco del contexto y a
continuación transcribo, con su autor en plena siesta:
“En el
Antiguo Testamento, en el que todo se expresa mediante la acción, y las
narraciones están estrechamente ligadas a la realidad física, y en las antiguas
epopeyas griegas, en las que la vida se desenvuelve de manera parecida,
concreta, la duda nunca surge de dentro, como una condición de la propia
existencia, sino siempre de fuera, a través de un suceso, por ejemplo, una
muerte repentina, es decir, relacionada con las condiciones del mundo exterior
y temporal. Pero en el Nuevo Testamento es distinto. ¿Cómo si no explicar la
oscuridad en el alma de Jesucristo, que al final le hizo marcharse a Jerusalén
para cerrarse allí puerta tras puerta hasta que sólo quedaba la última y más
sencilla? Sus últimos días pueden leerse como una manera de eliminar todas las
elecciones posibles, de modo que él mismo no fuera responsable de lo que
ocurrió, la lenta muerte en la cruz, sino que fuera conducido hasta allí por la
voluntad de otros. El mismo proceso se observa en Hamlet, también su alma está
ensombrecida, también él va hacia su perdición con los ojos abiertos de un modo
que hace que parezca dirigido por su destino, ineludible. Para el rey Edipo es
el destino, él no lo sabe, pero tanto para Hamlet como para Jesucristo se trata
de una elección y un camino por el que optan. Hamlet y Jesucristo miran a la
oscuridad con los ojos abiertos.
Me
levanté, enjuagué el plato y lo metí en el lavavajillas…”
De mi
modesta historia de lector, aupado en principio por la curiosidad, formado
luego en la academia y devenido por último en uno por cuenta propia -la
realización del oficio-, tengo una serie de convicciones que no hacen sino
afianzarse conforme pasan páginas y tiempo.
Nadie
que no nazca tocado por el factor F, de ficción, llegará a ser nunca un lector
vocacional de aquello que merece ser leído, incluso si en su casa o en la
escuela un familiar, un maestro, aciertan de lleno con la novela o el cuento
que desatan el vicio. Todo aquel que nace tocado por el factor F, de ficción,
recalará tarde o temprano en el único vicio sobre la Tierra que es a la vez enfermedad
y cura, zozobra y sosiego, y sin que importe que la primera lectura a que lo
condena un docente bibliófobo sea el Ulises. Entre los profesores
universitarios de literatura, necesarios todos para bien o para mal, existen
los que “plagian” recitando en clase la crítica con que alimentan sus discursos
y deslumbran incautos, y los que confrontan y ponen a dialogar sus análisis y
hallazgos con los de los críticos que consultan y citan debidamente en clase;
entre los unos y los otros abundan los ecolálicos, o sea los que sientan
cátedra y conferencian con el aula pasmada y en perfecto silencio, y sólo entre
los segundos brota de cuando en cuando una Gloria Rincón, una Berta Parra, un
Enrique Hoyos, una Blanca Inés Gómez, un Alfonso Cárdenas, una Luz Mary Giraldo
o un Cristo Figueroa que propician e incentivan la polifonía del debate con sus
estudiantes. Hay novelistas maravillosos cuyos personajes más insignes, de
inteligencias deslumbrantes, semejan ángeles terrenales por cuanto sólo se los
oye pensar y dialogar con elevación, y novelistas maravillosos cuyos personajes
más insignes, de inteligencias deslumbrantes, semejan gente del común que come
y duerme y se afeita y se baña y se viste y se desviste y lava ropa y platos y
lleva y recoge a sus hijos en la escuela y bosteza y sestea mientras rumia
honduras que luego transforma en ficción imperecedera. Tipo el Quijote o Mi
lucha.
644. ¿Quiere
que le diga una cosa, Karl Ove? ¿Pero me promete que no se va a disgustar
conmigo ni a ofender demasiado? Mire, hermano: yo a usted lo admiro como a
pocos gracias a lo singular de su literatura. Pero viéndolo trajinar con sus
niños y hacer más oficio que mi madre en este apartamento, mientras que la
floja de Linda se rasca el ombligo o lee el periódico o mira televisión y se
deja atender del pobre güevón que tiene por esclavo, hace que me pregunte qué
haría yo en su lugar. Lo menos tenebroso que se me ocurre es, le cuento,
separarme de ella, tan floja, y venderle el alma al diablo para poder contratar
la niñera más eficiente del mundo que me los cuide y entretenga, seis meses en
Disney y cinco en el Amazonas, para poder leer y escribir en paz. ¿Cómo putas
cuajó usted semejante proyecto descomunal haciendo de padre y de madre, de
niñera y cocinero, de enfermero y cabrón? Definitivamente su obra tiene el
doble mérito de ser un prodigio intelectivo forjado en contra del viento y la
marea que supone lo cotidiano prosaico, algo de lo que tal vez ninguno de los
genios fálicos que en la literatura han sido se puede vanagloriar. Lucita sí.
645. Si
algún día Karl Ove Knausgard recibiera el Nobel que de sobra se merece pero que
ninguna falta le hace -más bien todo lo contrario- y como es apenas natural se
pusiera loco de contento, yo lo llamaría a la cordura y le diría que su
consagración como escritor, como novelista imperecedero, ocurrió no con ese
premio del claroscuro sino la mañana de 2009 en que le llegó la temida
respuesta que aguardaba y que suscitó este diálogo-terapia con un sabio (¡y con
academia!) como pocos quedan:
“…Me
llevé el teléfono a la terraza y llamé a Geir.
-Hola,
soy Gunnar -dijo él-. ¿Eres mi sobrino desleal y sin amigos? ¿Cómo te atreves a
llamar aquí?
-¿Me has
llamado? -le pregunté.
-Ya lo
creo -contestó-. ¿Estás de mal humor o qué?
-Malo es
poco. ¿Has leído el correo?
-Sí, sí.
¡Al menos tiene un lenguaje chispeante ese tío tuyo!
-Ya.
-Casi me
muero de la risa.
-Me lo
puedo imaginar.
-Está
enfadado contigo. Es comprensible. Pero eso es todo. En realidad no has hecho
nada malo.
-Claro
que he hecho algo malo. Me va a demandar. Estoy seguro.
-¡Eso
sería fantástico! ¡Debes esperar y rezar para que haga algo tan estúpido! ¡Vas
a hacerte de oro! Todo el mundo comprará tus libros si hay juicio. Entrarás directamente
en la historia de la literatura. Y te harás millonario. ¿Puedes imaginarte un
escenario mejor?
-Claro
que puedo.
-¡Venga
ya! ¿Qué has hecho? Has escrito un libro sobre tu vida tal y como tú la ves. Es
un proyecto de libertad. La libertad es algo que se coge. Si te la regalan,
eres un esclavo. Tú has querido escribir sobre tu vida tal y como es. Eso tiene
un precio que estás conociendo ahora. No has tenido en cuenta a tu tío, ergo
has sido un desaprensivo. Eso tiene un precio. Sí, él está enfadado contigo,
eso puedo entenderlo. Tiene derecho a estar enfadado contigo desde su visión
del mundo. Pero nada más. ¿Lo entiendes? No has escrito nada malo sobre él. Has
escrito sobre tu propio padre. Estás en tu derecho, es tu jodida herencia, lo
que él te dejó. Nadie te lo puede negar. Podrán enfadarse, podrán rabiar,
podrán calumniarte a ti y a tu familia, pero ahí queda todo. Tú no has hecho
nada malo. Tienes mi perdón por completo. Qué pena, por cierto, que no sea un
cura católico. […]
Me quedé
callado. Sus intentos de animarme no sirvieron de nada, pero no obstante me
alegré de que tratara de hacerlo. Seguimos hablando durante una hora, siempre
sobre lo mismo, las cartas y la nueva situación que estas habían creado. Geir
opinaba que yo debería consolidar esa situación. La moral en sí nunca había
creado nada, sólo decía no a lo que se creaba. Lo creado era la vida. ¿Por qué
decir no a la vida?
Geir era
nietzscheano hasta la médula. Él lo veía desde fuera, ese era su punto fuerte,
pero también significaba que estaba al margen. Yo me encontraba en medio de
ello, y lo que menos consuelo podía aportarme era ese vitalismo, porque eso
equivalía a transgresión, y en el fondo si de algo trataba todo aquello era del
miedo a la transgresión.
Mientras
hablaba con él sonó la señal de llamada entrante…”.
No
quiero ni imaginarme, señor don genio, la tragedia de que si en lugar de con su
amigo de cinco letras esta conversación definitiva de dos momentos hubiera
tenido por interlocutor a un cobarde igual de persuasivo que Geir, su saga
formidable no hubiera visto la luz o la hubiera visto, sólo que demasiado tarde
para mí. Y aunque todavía estoy por fortuna lejos de conocer el desenlace de la
pataleta de su tío, apuesto a que el man respondió que no era necesario y que
tampoco era para tanto cuando la editorial le informó que usted se resignaba a
reemplazar los nombres de quienes no quisieran figurar en la novela. Una
porción de la torta sí, pero jamás la obliteración fictiva de su existencia y
nombre de medianía.
Adenda:
me parece bastante curioso que sólo en el último tomo de la novela usted
hubiera llamado al bueno de Geir por su apellido, que le viene como de molde.
¿Le salió así o lo tenía decidido?
646. Estimado
muchacho, deseada muchacha, mojachos todos que saben y sienten que nacieron
tocados por el factor F, de ficción: si a lo que ustedes de verdad padiós
desean tributarle la vida es a los libros y a la cultura, y con mayor razón si
a lo que aspiran es a ser escritores o aun escribidores disciplinados,
contemplen en primera persona del singular los pormenores de la peor amenaza
que se cierne sobre nuestra vocación leyendo al menos el último de los seis
volúmenes alucinantes de la novela por entregas de Knausgard, quien logra ser
las cuatro cosas -padre de familia y esposo ejemplar, lector agudo y escritor
imperecedero- gracias a su doble genialidad de unicidad inimitable de la
creación literaria y de máquina capaz de hacerse cargo, y con lujo de detalles,
del prosaísmo de las obligaciones diarias. Se trata de que determinen antes de
que se pongan -se coloquen: nunca mejor dicho- a tener hijos y a casarse -or
the other way around- si ustedes no son otra cosa que una L. B. del sexo que
sea pues, en ese caso, habrán de saber que los perjudicados van a ser ellos y
sólo ellos porque a su lado -el suyo, sí- no va a haber ningún K. O. K. que les
patrocine la flojera. ¿Que se críen y se atiendan solos mientras yo leo y
escribo? ¡Tienen mucho güevo!: si la cagan, a responder como el noruego y sin
quejarse.
647. ¿Será
que si a Putin -jamás a Netanyahu- le hubiera ocurrido algo como esto que
reseña Shandy -se preguntan los tontos aparentes de la mamertosfera-, el cabrón
no fuera la basura que es sino un inocuo o hasta un buen hombre tipo Boric
-digo yo-? Y les respondo, asqueado tan sólo de dirigirles la palabra: qué va,
fucking pelmazos. Cuando se nace con las entrañas podridas y el magín enfermo,
nada -nada en absoluto-, ni la familia más amorosa y bien constituida y sabia
para educar, ni los castigos más severos a la par que instructivos de una
sociedad estricta y sensata, nada -nada en absoluto- rescata al maldito de su
malditismo:
“Mi tío
Toby era un hombre de gran paciencia para los insultos;-no por falta de valor
[…];-y añadiré aquí que cuando se suscitaban situaciones que lo requerían,-no he
conocido a ningún otro hombre bajo cuyo brazo hubiera preferido buscar amparo;
y la causa de su paciencia tampoco era la insensibilidad o el embotamiento de
sus facultades mentales […],-sino porque su naturaleza era plácida,
pacífica,-no había en ella ningún elemento discordante,-todo estaba combinado
en su interior para hacer de él un hombre bondadoso; mi tío Toby apenas si
tenía corazón para tomar represalias sobre una mosca.
-Vete,-le
dijo un día durante la cena a una, gigantesca, que se había pasado toda la
velada zumbándole alrededor de la nariz y atormentándole despiadadamente-y a la
que, tras infinitos intentos, había logrado atrapar finalmente mientras
reboloteaba en torno a él;-no te haré daño, le dijo mi tío Toby mientras se
levantaba de la silla y atravesaba la habitación con la mosca en la mano;-vete,
le dijo; y mientras lo hacía levantó el bastidor de la ventana y abrió la mano
para dejarla escapar;-vete, pobre diablo, lárgate, ¿por qué habría de hacerte
daño?-Sin duda este mundo es lo bastante grande para que quepamos los dos en
él.
Yo sólo
tenía diez años cuando sucedió esto; pero si lo que pasó fue que a esa edad
piadosa el acto mismo estaba más en consonancia con mis nervios, que al
instante hicieron vibrar mi esqueleto con una sensación placentera;-o hasta qué
punto fueron el ademán y la expresión de mi tío los que me conmovieron;-o en
qué grado, o por qué magia oculta,-un tono de voz y una armonía de movimientos
imbuidos de misericordia pudieron abrirse paso hasta mi corazón, todo eso es
algo que yo no sé;-lo que sí sé es que la lección de buena voluntad universal
dada y grabada en mi ánimo aquel día por mi tío Toby nunca, desde entonces, se
ha borrado de mi mente…”.
¿Que
porqué Tristram sí y su héroe del Kremlin no -porfían estos moscardones-? Pues
por la misma razón -les respondo haciendo acopio de hígados- por la que para
ustedes las víctimas de una guerra lo son o lo dejan de ser según de qué guerra
se trate y de quién sea el atacante. ¿Que Hamas violó y mató y mutiló y
secuestró en Israel el 7 de octubre de 2023?: ¡el precio a pagar por la
ocupación y el sufrimiento de décadas a que Israel y los judíos han sometido a
Palestina y los palestinos! ¿Que Israel y los judíos hicieron lo que cada uno
de ustedes y Palestina y los palestinos habrían hecho en idénticas
circunstancias?: ¡son unos genocidas y unos criminales de guerra que tendrían
que ser borrados del mapa! ¿Que Rusia invadió a Ucrania y les ha desgraciado la
vida a millones de ucranios?: ¡quién mandó a Occidente a provocar la ira del
Kremlin! ¿Que China invade y ocupa a Taiwán, a la israelí pero sin la
justificación del terrorismo de nadie mediante?: ¡eso les pasa a los
separatistas que se confían al imperio yanqui! ¿Que España (desde luego que no
la de Pedro Sánchez) recupera de manos del separatismo catalán o vasco y por la
fuerza su dominio sobre esas regiones?: ¡malditos imperialistas de mierda! Es
decir y para ir terminando, por la peor de las malas leches políticas que
destilan los de su extremo del espectro y los del otro, que también utilizan
las desgracias que les convienen para posicionarse.
648.
Apuntes extemporáneos a propósito de una charla quincenal, durante la que callo
para tomar atenta nota y aprender del sabio:
Si “un
idiota es aquella persona que se desentiende por completo de la política”, es
decir el abstencionista recalcitrante y la que vende su voto y el que le
pregunta al profesor mamerto o al tío facha por quién votar y la que se entera
de que los rusos invadieron a Ucrania o los israelíes a Palestina -después de
que Hamas violara y matara y degollara y secuestrara a israelíes inermes- sólo
cuando oye los estruendos de las bombas que caen, ¿cómo llamamos, maestro, a
los idiotas muy activos en política que en tantas partes del globo se dejan
contagiar la pugnacidad de las extremas, por las que votan eufóricos y esperanzados?
¿A los idiotas que ven en Netanyahu a un genocida y criminal de guerra de la
talla de un Hitler -jamás de un Stalin- pero en Putin a un justiciero que les
planta cara a las peores iniquidades de Occidente y el norte global? ¿A los
idiotas que, tapiándose los ojos con las manos para no ver lo que proyectaban
el espejo cubano y el nicaragüense y el venezolano salieron a votar en Colombia
por el Esperpetro y el esperpetrismo, que consiguieron asustar a cinco millones
de pasmarotes con una inminente dictadura de derechas y hacer fantasear a seis
millones de alelados con ríos de leche y miel en medio de una utopía llamada
‘Colombia, potencia mundial de la vida’? ¿O a los millones de idiotas
argentinos que con sus votos o su abstención se deshicieron de la impresentable
y ultracorrupta Kirchner y entronizaron en la presidencia a quien les prometió
pobreza y agobio, opresión y picana hasta por el culo?
“Lo que
tampoco sabe el idiota” colombiano y argentino en el caso que nos ocupa “es
que, si no haces política, te la hacen, y que, si dejas que te la hagan,
quienes acabarán haciéndotela serán, en el mejor de los casos, un hatajo de
sinvergüenzas y, en el peor, una banda de psicópatas”: al centro del espectro
político de cada país le corresponde determinar quiénes, entre Uribe y los
uribistas y Petro y los petristas acá y Miley y los mileyistas y los Kirchner y
los kirchneristas allá constituyen el hatajo de sinvergüenzas y quiénes la
banda de psicópatas. No me extrañaría en absoluto si, surtidas las consultas,
éstas arrojaran resultados por el estilo de “la desvergüenza y la psicopatía se
reparten en ambas facciones populistas los votos de los consultados en un
asombroso empate técnico”.
“No
aprendáis de nosotros, chavales: no hay nada que aprender. Si acaso, escarmentad
en cabeza ajena. No os dejéis engañar. No dejéis que os hagan la política. No
dejéis de comer, de beber, de follar, de leer, de cuidar a los niños -por Dios
santo, sobre todo que no se os olvide cuidar a los niños-, pero dedicad un
ratito cada día a barrer la casa. Sólo un ratito. No olvidéis que el Sahara se
puede modificar. No seáis idiotas”: me escriben de ByteDance y me piden el
favor de que le comunique a usted, maestro, que cuando los “peques” del mundo
se tomen un respiro, ellos les transmiten su rogativa.
649. ¿Qué
se le agrega a la completitud?:
“Es casi
tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo
baremo ético, con idéntica vara de medir. Nos ofuscan las pasiones, los odios y
las distancias entre las distintas personas verbales. Nuestros juicios tienden
a la conjugación irregular: yo hago, tú cometes, él perpetra. Perdonamos con
facilidad nuestros errores mientras atizamos sin piedad los tropiezos de los
demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es el
mal nuestro de cada día.
[…] Se
necesita pulso, delicadeza, disciplina y sentido de la equidad para rasar bien:
arrasar es más rápido y embriagador. […] Alzamos la voz y fruncimos el ceño
para exigir que el resto del mundo se comporte como es debido, pero con media
sonrisa justificamos los incumplimientos, excepciones y exabruptos de quienes
nos resultan más simpáticos. Con frecuencia, repartimos la culpa y la disculpa
en función de las querencias, no de las evidencias; de las adhesiones, no de
las acciones. […]
La
política es un terreno particularmente fértil para este divorcio entre actos y
principios. […]
Alguien
condenado por su propia ley es la imagen perfecta de nuestras incoherencias.
Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una
excepción a las normas. Para nosotros siempre encontramos justificación,
mientras lanzamos reproches: nada necesita más reforma que la conducta de los
demás.
Esta
disonancia moral tiene una raíz psicológica: contemplamos la realidad desde la
atalaya del yo. Así, la paja en el ojo ajeno nos parece monstruosa en
comparación con nuestra propia viga y nuestra propia vida. Inevitablemente,
nuestras acciones -y razones- siempre nos resultarán más lógicas, más
comprensibles, más motivadas. A todos nos duelen los mínimos golpes en carne
propia, y al mismo tiempo soportamos como nadie los males que aquejan a los
demás. Se necesita un poderoso ejercicio de imaginación para corregir esos
errores de perspectiva, para reconocer que solo desde nuestro punto de vista
somos el centro del mundo. Hay millones de centros más, convencidos de ser
igual de decisivos; el planeta está superpoblado de protagonismos.
Nuestra
memoria es víctima de un síndrome similar. Diversos experimentos muestran cómo
el cerebro retiene los acontecimientos que nos favorecen, mientras barre bajo
la alfombra aquellos que preferiríamos olvidar. De forma inconsciente, al
final, la versión de los hechos que nos narramos a nosotros mismos resulta más
convincente, vívida e indestructible que la propia experiencia. […] No somos
observadores neutrales del mundo: reescribimos el pasado bajo la luz que más
nos conviene.
Se
precisan dosis enormes de personal escepticismo -hacia el interior- para
contrarrestar estos sesgos y halagos suministrados de tan buena gana por
nuestra mente.”
Andan
furiosos conmigo dos amigos uribistas que aúllan desde agosto de 2022 en contra
de la corrupción y dos allegados esperpetristas que descansarohn de hacerlo por
las mismas fechas, y todo porque les envié esta joya firmada por Irenita para
que simple y sencillamente aprendieran un poco del alma humana. A todos les
consta mi doble oposición pero los unos me tildan de una cosa y los otros de la
otra, simple y sencillamente porque me envidian toda esta ecuanimidad y
objetividad que en vano han querido mancillar. Ay, mis pobres amigos fachos y
allegados mamertos, si supieran que como ellos tengo mi talón de Aquiles y mis
sumideros morales por los que de fijo se escurriría mi hasta hoy superioridad frente
a su grosera militancia. Que confeccionen, si de verdad me quieren ver
destruido moral y políticamente, un gobierno en el que se asienten -nunca mejor
dicho- sólo veinteañeras de las que me trastornan (pelo lacio o a lo sumo
ondulado, a media espalda o a la altura de los hombros pero no corto y siempre
bien lavado; de entre 1,50 y 1,70 de estatura; delgadas o a lo sumo rollizas;
de manos suaves y pequeñas y de voz tan acariciadora como las manos),
necesariamente hijas y sobrinas y nietas de lo más granado del centro del
espectro político de este país que, pobre diablo, desconoce que existe algo así
de saludable y promisorio a largo plazo. Ante aquel matriarcado alucinante, les
juro, yo suscribiría cualquier corrupción y desmán y delito de lesa humanidad
que mis niñas resuelvan perpetrar: cualquiera. Lo que me tranquiliza es que
ellos no tienen cómo enterarse.
650. Economía
del lenguaje: Inmanencia es el sustantivo que me compendia; que compendia
mi cosmovisión y expectativas de bicho tragicómico.
651. Y
para los bichos tragicómicos que tiemblan ante la mera idea de que lo inmanente
y no lo trascendente sea lo que a la postre termine primando, las palabras de
un sabio como pocos quedan:
“A fin
de cuentas, la vida no consiste sino en ir tirando del cuerpo hacia la nada y
en mi caso si me preguntan cuándo he sido más feliz la respuesta es siempre la
misma: aquel momento del que no me acuerdo de nada. Existe un tiempo perdido en
la bruma en que no recuerdas que te sucediera nada, ni bueno, ni malo. Creo que
el hecho de que uno no recuerde ni un éxito, ni un fracaso, ni una suerte, ni
una desgracia, esa amnesia es precisamente la felicidad. Si no recuerdas nada
es porque la nada, que siempre es blanca y dulce como una almohada de plumas
durante el sueño, se había apoderado felizmente de tu existencia vulgar. En ese
estado de inconsciencia se supone que vivían Adán y Eva en el paraíso antes de
pretender ser como los dioses. Este par de chimpancés ignoraban que habían sido
creados solo para tomar el sol. En el Génesis no se dice, pero, al parecer,
Jehová les había proporcionado dos hamacas y un bronceador. Todavía estaríamos
en el edén si los hubieran sabido usar. […] Con el sol del mediodía sobre los
párpados cerrados en la playa uno llega a la conclusión de que la nada es un
bien inalcanzable. La filosofía oriental enseña a despojarnos de todo para
conquistarla. Hubo un sabio que fue condenado a muerte por blasfemo porque
proclamaba que era más grande que Dios. El presidente del tribunal que lo
juzgaba le gritó: ‘Nada es más grande que Dios’. El sabio contestó: ‘Yo soy
nada, señor’. Este sabio solo tenía el sol, una higuera y una hamaca.”
Morirán
mi tío Germán Montoya y mi hermano, creyente el uno en el Dios de los católicos
y el otro en el Dios de los cristianos, alucinaciones místicas que los separan
entre sí con mayor virulencia que a ambos de mi ateísmo desembozado, de cuyos
acierto y veracidad tampoco yo voy a poder hacer alarde cuando muera. Bueno
sería que en achaques de trascendencia e inmanencia sucediera lo que a menudo
ocurre en política dentro de una misma familia, a saber: que habiendo en contienda
tres candidatos, el Uribe y el Esperpetro que nunca faltan y el tecnócrata y
reformista del centro que siempre pierde, el perdedor sempiterno de la
parentela se cebe ya en el cretinismo de los votantes fachas de su familia, ya
en el cretinismo de aquellos de sus familiares que votan por los mamertos. Pero
resulta que la nada post mortem que nos aguarda se torna imbatible y ejemplar
en el ejercicio de imponer silencios y acallar reclamos del tipo ¿no se lo
advertí al mundo? o ¡para que vean quién tenía la razón!
Adenda:
yo sí sospechaba, venerado maestro Vicent, que mis épocas más felices en cincuenta
años y unos meses de existencia las constituyen los días de bebé sin lenguaje y
criatura intrauterina. Una vez más y todas las que hagan falta: gracias por la
prodigalidad de su sabiduría erudita.
652. Cómo
leer a Javier Sampedro y no fustigarme -me flagelaría ahora mismo si tuviera
con qué: lo juro- por este egoísmo y renuencia míos a apoyar de corazón y de
hecho al buenismo transnacional en su nobilísimo propósito de ‘desbiologizar’
la especie y acabar, de una vez por todas y para siempre, con el engendro
binario este de Mario-María que los científicos copiaron de las religiones:
“…Que
las mujeres sufran más enfermedades autoinmunes que los hombres no es ninguna
peculiaridad humana. La fuerza de la respuesta inmune depende del sexo en todos
los mamíferos. Los machos tienen un sistema inmune más débil y son más
susceptibles a las infecciones, las hembras lo tienen más poderoso y sufren más
enfermedades autoinmunes. Una hipótesis generalizada, basada en el pensamiento
evolutivo, es que las hembras tienen un sistema inmune reforzado para defender
a los fetos. […]
No hace
falta una biología muy sofisticada para saber cuál es la gran diferencia entre
mujeres y hombres…”: ¡qué va… puro blablablá de machistas misóginos y
tránsfobos que posan de académicos y sabelotodos!
Estimades,
estimadas y estimados compañeres, compañeras y compañeros de la mamertosfera,
sustento moral del globo: entono mi mea culpa de ex admirador de la carreta
pseudocientífica que nos divide en sexos y nos malquista con más eficacia que
los politicastros de extrema derecha y de extremo centro y les informo que, en
prueba de mi adhesión, a partir de hoy no vuelvo al urólogo y empiezo a ir al
ginecólogo -perdónenme que no siga triplicando el género: me acaban de servir
el almuerzo y tengo un hambre la hijueputin-, al que me comprometo a demandar
penalmente por discriminación sexista si en el acto no me ordena una citología.
¿Será que duele mucho esa vaina?: les cuento cómo me fue.
653. ¿Entienden
ahora por qué llamo pobres diablos, con una mezcla de desprecio y compasión
exenta de envidia, al impresentable y harto peligroso Elon Musk, a todos los
Forbes, a los que pugnan sin desvelo por destronarlos y a los que se sienten
pobres y desgraciados pese a que tienen lo indispensable e incluso más, mucho
más?:
“La idea
de que haya límites que no puedan o no deban cruzarse provoca en nuestro mundo
un rechazo instintivo: límites en el comportamiento, en la expresión, en la
velocidad, en la ambición, en el consumo. A cada momento la publicidad propone ventajas
sin límites, disfrute ilimitado de datos, placeres sin límite, como en esos
restaurantes de baja estofa americanos que invitan a comer monstruosamente
hasta el hartazgo por un precio fijo: ‘All You Can Eat’. En esto, como en
tantas otras ocasiones, se conjugan los intereses más rapaces y destructivos
del capitalismo y las fantasías de emancipación radical y satisfacción
instantánea de todos los deseos heredadas de Mayo del 68. El capitalismo quiere
abolir cualquier límite al crecimiento y al beneficio; el mayodelsesentayochismo
te anima a cumplir a cada momento y sin retraso ni control cualquier deseo:
‘Prohibido prohibir’.
A
diferencia de las necesidades, cuyo catálogo es bastante reducido, los deseos
pueden no acabarse nunca, y una vez obtenidos despiertan no el apaciguamiento
de lo ya logrado, sino la ansiedad de lo que todavía no se tiene. Ese principio
lo formuló Buda hace 25 siglos y lo estudian ahora con todo tipo de recursos
científicos los inventores de adicciones. Como la imaginación sí tiene límites,
quienes alcanzan el privilegio de poseerlo todo, sean capos del narcotráfico
internacional o plutócratas de la tecnología, incurren en una penosa monotonía
en sus adquisiciones desmedidas: coches de lujo, mansiones, relojes, islas privadas,
yates, yates cada vez más grandes, yates tan grandes que han de ir acompañados
de otros yates en los que se aloja el personal innumerable, yates con
helipuertos. Como ni el yate más enorme les basta, se construyen cohetes y
naves espaciales; como les enfurece someterse al límite humillante de la
muerte, fundan clínicas y centros de investigación biomédica para alargar sus
vidas…”.
Qué duda
cabe: la izquierda ha sido, y desde siempre -hoy con bríos renovados-, el
idiota engreído de la familia. Detesta la ostentación -de labios para fuera:
que lo digan Rolex Boluarte y Ferragamo Petro- de los archimillonarios -de los
que no pastan en sus pagos, huelga aclarar-, pero les despeja el camino de la
codicia con su lema revolucionario de los sesenta. Detesta a la extrema derecha
pero se emplea a fondo, desde el poder o en la oposición, perpetrando sin
miramientos toda suerte de venalidades o condenándolas con destemplada
hipocresía, para que se perpetúe en el poder o con ella se lo alterne. Posa de
muy culta y educada, pero mina la cultura con un sinnúmero de mentecateces y
patochadas que hace pasar por reivindicaciones sociales y la educación con su
lucha sin cuartel contra la disciplina y el esfuerzo, fundamentos de la
excelencia académica…
Adenda:
de verdad que no encuentro las palabras adecuadas con las que describir el gozo
que siento cuando me imagino a un Putin, a un Musk y a un Netanyahu, a solas o
con su avatar, amargados y desesperados de saberse mortales y de ahí en menos:
enfermos, impotentes, arrugados, despreciados por millones pese a su poder que
ni con mucho los hace felices o los deja siquiera satisfechos. Lástima que no
pueda transfundírselo a cada ucraniano de bien, indigente de solemnidad de la
aldea global y palestino consciente de que Hamas es su perdición, para que como
yo maticen el odio.
654. ¿Que
una antigua expresión inglesa rezaba ‘Manners before morals’? Como los tiempos
cambian, adaptada a estos que ya duran casi seis décadas, la sentencia debería
proclamar ‘Neither manners nor morals’.
655. Lo
mío con Savater es un tira y afloja, una relación de amor y odio de lector en
la que siempre y sin que importe lo ríspido de mi última pataleta, el amor
termina imponiéndose: “Estoy apasionadamente del lado de las mujeres valientes
en política que se enfrentan a terroristas y dictadores en lugar de contentarse
con apedrear a ese cómodo tentetieso de piedra, el heteropatriarcado”.
Y
gracias, maestro, por ahuyentar de mí la reticencia -los de su profesión (la de
ella) me la suscitan a priori- a incluir el nombre de esta venezolana valerosa
entre los que integran mi muy personal matriarcado, omnipresentes en este blog:
que sepa María Corina Machado que la admiro tanto como a las iraníes víctimas
de los sectarios y asesinos que subyugan a su país y quienes, no gratuita o
azarosamente, son compadres de Cabello y sus súbditos en la dictadura.
Adenda:
en cambio se le oyen ridículos, hermano, sus habituales ensañamientos verbales
contra la asimismo valerosa Greta Thunberg, a quien los hechos más que
palpables de la amenaza climática ya le dan la razón. Deplorable que el
filósofo de la ética se revuelva, como si de todo un separatista vasco o
catalán enardecido se tratara, contra una veinteañera que simplemente no
coincide con sus aficiones y su trasnochado antropocentrismo: ella y los que
felizmente la acompañan están en su derecho de luchar por lo que consideran un
mundo mejor. Y ya que estamos: si alguien le dijera a la sueca que existe un
tal Savater muy reconocido en el mundillo de las letras que se obsesionó con
ella y la convirtió en su desahogo y en su personal tentetieso de feria, a ella
la noticia la enternecería como a los dos el ‘abuso sexual’ de que fue víctima la
oportunista Hermoso a manos -a labios- del tontaina Rubiales.
656. No
sé por qué no se ha hecho o si ya se hizo -si lo segundo, perdonen usías la
interrupción-, pero creo que va siendo hora de declarar a Eróstrato el
precursor por excelencia de la civilización del espectáculo y las redes
sociales y la selfi y los videos que motu proprio violan la privacidad del
publicante y las más mínimas normas del decoro y el buen gusto. Ay, a lo que
llegaría tanta nulidad con ansias de fama si supieran lo que perpetró el primer
‘influencer’ de que se tengan noticias y, más grave aún, con total éxito: aquí
me tienen, veintivarios siglos después de su dislate, pronunciando su nombre
infame. ¿En ésta y en qué otras situaciones sí que cabe la barbaridad esa de
¡que viva la ignorancia!?
657. “Por
supuesto, un país civilizado es aquel en que sus ciudadanos no deben ocuparse
demasiado de política. La palabra clave aquí es ‘demasiado’: cuando la política
se mete en tu casa y tu trabajo, invade tu vida privada y afecta a tus
relaciones personales, prepárate para hacer las maletas y salir corriendo,
porque algo muy malo está a punto de ocurrir”: mi día señalado es, si las
circunstancias no determinan otra cosa, el 8 de agosto de 2026, pero la
elección va a estar cuesta arriba. Largarme a Europa no cuenta entre mis planes
porque de allí la Tercera Guerra Mundial me va a obligar a salir pitando, y
porque en modo alguno me halaga la coyuntura de ser un sudaca entre xenófobos.
Por descontado que tampoco a los Estados Unidos de Trump y ni siquiera a los
Estados Unidos de Biden, cuya probable victoria en las elecciones que se aproximan
acaso sí prenda la mecha de una segunda guerra civil. ¿A dónde entonces? ¿Al
Japón -que mucho me seduce-, con los chinos y los norcoreanos de vecinos?:
descartado. Tampoco al África ni a otro país de Asia. Y como la idea no es
salir de Guatemala para ir a dar en Guatepior, a la par que no alejarse
demasiado de los seres queridos que resuelvan no irse, tengo dos opciones: el
Uruguay y Costa Rica, hoy por hoy los únicos países civilizados del vecindario.
¿Que ganen los que ganen -la peor de las izquierdas hogaño en el poder o su
contraparte uribista- me quede a luchar? Que lo hagan y ojalá se maten entre
sí, pero sin ningún ruido ni sangre, los que con sus votos o su abstención
optan por lo consabido y nos meten a todos en su pelea de borrachos de nunca
acabar. Si en mí alentara un Alekséi Navalni o una María Corina Machado tan
desmesurados en su grandeza, sólo los dejaría desatarse si a un gobierno
decente por el que voté y por el que hice campaña le arrebatan el poder
mediante un golpe de Estado o le dan pucherazo: ¿estamos? Y a ver cómo convenzo
a Orfi y a la Goga de que se larguen conmigo.
658. Pero
si yo fuera taiwanés o ucranio y a mi país lo invadiera la mismísima China o la
Rusia comandada por el innombrable, un ejemplo como el de Zelenski y un
discurso como éste es lo que quisiera que resonara en mi corazón y en mi
conciencia, así como en los de todos mis compatriotas de bien:
“…En ese
momento Frankenstein, que había permanecido en silencio y parecía carecer de
las fuerzas necesarias para prestar atención, se puso en pie. Sus ojos estaban encendidos
como dos ascuas y un momentáneo vigor le arrebolaba las mejillas. Se encaró a
los hombres y empezó a hablar:
-¿Qué
están diciendo? ¿Qué le exigen al capitán? ¿Tan pronto cambian ustedes de
planes? ¿Acaso no decían que esta expedición era gloriosa? ¿En qué se basaban
para afirmar su gloria? No lo decían porque fuera tranquila y serena como las
que surcan los mares del sur, sino porque estaba llena de peligros y amenazas;
porque, a cada nuevo incidente, tenían que sacar fuerzas de flaqueza y ser valerosos;
porque el peligro y la muerte acechaban por todas partes y ustedes podrían
enfrentarse a eso y sortearlo. Por estas razones era gloriosa, por eso era una
travesía honorable. Ustedes están aquí para ser venerados como los benefactores
de su especie. Venerarán sus nombres por pertenecer al grupo de valientes que
encontró una muerte honrosa por el bien de la humanidad. Y ahora que les parece
estar viviendo su primera situación de peligro o, si quieren, la primera
ocasión terrible y despiadada de poner a prueba su valentía, se echan atrás y
se contentan con que piensen de ustedes que no tuvieron la suficiente entereza
para soportar el frío y el peligro. ¡Claro, como tenían frío los pobrecitos
regresaron a su casita para calentarse junto a la chimenea! ¡Muy bien! ¡Para
eso no era necesaria tal preparación! No hubieran tenido que llegar tan lejos
para arrastrar el buen nombre de su capitán y sumirlo en la vergüenza de tener
que aceptar el fracaso solo para demostrar que son unos cobardes. ¡Por favor…!
¡Actúen como hombres! Es más, ¡les pido que sean superiores a los hombres!
Manténganse firmes e inamovibles en su propósito. […] No vuelvan a sus hogares
con el estigma de la desgracia marcado en la frente. Regresen como héroes que
han luchado y vencido y que ignoran lo que es dar la espalda al enemigo.”
Ahora:
si el industrial o el general o el gobernante que pronuncie esta soflama no me
prueba que los hombres de su familia y los de las demás familias de
industriales y generales y gobernantes y privilegiados de toda índole y pelaje
de mi país ya marcharon al frente o están listos para hacerlo, me apeo el fusil,
busco mi ropa de paisano y dejo que todo se vaya al carajo. Tan güevón no soy
como para que mientras me torturan y me matan o me dejan lisiado de por vida,
los poderosos en edad de combatir lo pasen en grande y aguarden en el exterior
el momento indicado para volver a casa. Digo no más que cada país arrastrado a
la guerra por un hijueputin tipo el bicho del Kremlin, tendría que conducirse
como la tripulación valerosa de un barco -la del de Walton está en las
antípodas del valor- en riesgo inminente de zozobra o de abordaje.
659. Asisto,
compungido -sufriste tanto, hermano, que mal haría si no me desdigo de parte de
lo que escribí en el desahogo 550-, a la muerte de Victor Frankenstein y, en
oyéndolo, me imagino que es al gran Navalni a quien oigo en su agonía, y que el
Robert Walton de quien se despide y a quien encomienda su misión en la Tierra
no es otro que un amigo de ocasión en las mazmorras del Kremlin:
“-¡Ay de
mí! Las fuerzas en las que tanto confié me abandonan, y siento que voy a morir
mientras él, mi enemigo y perseguidor”, vive y goza de buena salud. “No crea,
Walton, que al final de mi existencia siento el odio lacerante y el ardiente
deseo de venganza de que le hablé, pero creo que estoy en mi derecho al desear
la muerte de mi adversario. Estos últimos días me he dedicado a examinar mi
conducta y no he visto que hubiera nada reprensible en ella. […] Desconozco
adónde le llevará su sed de venganza. Ese ser miserable ha de morir para que
nadie más sea desgraciado. Yo tenía la misión de destruirlo, pero he fracasado.
[…] Le
dejo que reflexione sobre ello y sopese con objetividad su deber. Mi capacidad
de raciocinio y mis ideas se ven alteradas por la proximidad de la muerte. No
me atrevo a pedirle que actúe como considero acertado, porque es posible que
esta pasión todavía me confunda.
Me
inquieta que ese engendro viva y sea el instrumento de la maldad”: también a
mí, señor don héroe; pero ni yo, maniatado como me hallo y privado de la luz,
ni ninguno de los poderosos que pueden pero no quieren -también es cierto que
el momento propicio se desaprovechó infamemente- vamos a hacer nada para
contrarrestarlo hasta que muy posiblemente sea demasiado tarde, y los que
contaban con los medios para neutralizarlo lamenten su irresolución.
En el
barco capitaneado por Robert Walton que son la Rusia a merced de Putin y el
mundo a merced de los ultrapoderosos de esto y aquello, están de más el
heroísmo de los Navalnis y de las Antígonas, e incluso el sentido de la ética y
del honor de que hoy hacen gala los mejores soldados de Zelenski.
Adenda:
el que hable de la criatura de Victor Frankenstein como meramente de un epítome
de la maldad tipo cualquiera de los que hoy invaden ocupan arrasan y matan, o
bien nunca leyó la novela, o lee sin ningún provecho.
660.
Cada que leo algo por el estilo de El sendero de los nidos de araña o de ‘Los
merengues’, en quien sus protagonistas me hacen pensar indefectiblemente es en
mi primo Mauricio Henao Montoya, cuasi mi hermano cuando niños y hoy
convertido, por cuenta de su lejanía, en todo un extraño con el que ocasionalmente
me cruzo en el funeral de algún familiar. Lo veo en el Pin de Calvino y en el
Perico de Ribeyro, y el recuerdo se me llena de una nostalgia dulce que no dura
mucho puesto que a opacarla viene su distante yo del presente… un presente que
se cuenta en décadas.
661. Leo
‘Una visión del mar’ de Dylan Thomas y quisiera saber con total exactitud
cuántas parejas de púberes y adolescentes se descubren mutuamente y descubren,
mientras esto escribo, el deslumbramiento inefable que es para tantos la
primera vez. (En cambio no quiero saber, ni aun de forma aproximada, a cuántos
niños y púberes y adolescentes uno o varios malparidos les desgracian justo en
estos momentos la vida con una violación, que tendría que acarrearles la muerte
previa dosis de tormento.) Al ínfimo porcentaje de los que ahora retozan -felices
y deseosos de repetir o desconcertados y reacios a refrendar hasta pasado un
tiempo- que vayan a tener la lectura por vicio y vocación les aguardan, como a
mí con este relato, revelaciones muy distintas en torno a la mayor singularidad
entre las experiencias humanas. A los demás, una suerte de condena a rumiar,
sin las perspectivas que otorga el arte, los pormenores de lo que acaba de
marcarlos para bien, para mal o algo en medio.
Adenda: si
tuviera que quedarme con un único título no de primeras veces propiamente
dichas sino de pubertades y adolescencias, el mío sería La Habana para un
infante difunto.
662. Una
escena del noticiero de antenoche en la DW -benditos tú y tus magníficos
profesionales- debería bastarles a los antisemitas de viejo cuño y a los flamantes,
todos tan orgullosos de su estupidez. En un punto de la Cisjordania ocupada,
por donde transitan los muy pocos camiones que llevan comida y suministros
varios a Gaza, se concentra lo peor y lo mejor de la humanidad. Los unos,
violentos y de entraña podrida como su gobierno, que muy bien los representa,
saquean los vehículos y bailan sobre las cajas de comida que yacen por todas
partes mientras que los otros, que como es apenas natural se avergüenzan de la
sinrazón de los colonos y de los que los dejan hacer -gobierno y Estado-, los
escoltan y protegen en la esperanza de que la hambruna no termine de cebarse en
los gazatíes. A mis prójimos, de quienes me declaro indigno, los de Netanyahu
de momento los insultan y les gritan lo que Putin y su cohorte de asesinos e
invasores les gritan a Zelenski y a los ucranios de bien: nazis. Bastarles para
recapacitar en que ese puñado de buenos y valientes seres humanos de la
carretera de la Cisjordania ocupada justifica la renuncia definitiva a un odio
heredado o adoptado, y ojalá la entonación de un mea culpa público que los
comprometa a no reincidir en la generalización.
Adenda:
a los dos o tres que a tiempo consigan apartarse de la turba antisemita que se
empieza a congregar, les quiero recomendar una feliz coincidencia literaria en
la que acabo de aterrizar. Se titula ‘Los emigrados’, y mucho que promete.
663.
Cada que leo… lo que esté leyendo: un poema, un microrrelato, un cuento, un
ensayo, una novela de corto o de largo aliento o algo que me parece
‘transgénero’ (pongamos Los emigrados), y me estrello con un Toby Shandy
incapaz de hacerle daño a una mosca -¿lo vieron en el numeral 647?- o con un Henry
Selwyn en una escena como en la que a continuación refiero, en quien esos
pasajes me hacen pensar instintiva e indefectiblemente es en Savater y en su inquina
contra los animalistas, a los que mira con el mismo repelús que experimentan
muchos cristianos ante un epiléptico que convulsiona o ante un enajenado… no
religioso como ellos sino psiquiátrico:
“Al
calor de la conversación que se entabló tras estos primeros comentarios
caminamos a lo largo de la verja de hierro que separaba el jardín del parque
abierto. Hicimos un alto. Rodeando un pequeño alisal se acercaron tres recios
caballos blancos, que resollaban y en su trotar levantaban trozos de césped.
Expectantes, se plantaron delante de nosotros. El doctor Selwyn les dio pienso,
que sacó del bolsillo del pantalón, y les acarició los ollares. Viven, dijo, de
mi caridad. El año pasado los compré por unas libras en la subasta, de lo contrario
habrían ido a parar con toda seguridad al desolladero. Se llaman Herschel,
Humphrey e Hippolytus. Desconozco su pasado, sólo sé que al adquirirlos su
aspecto era lamentable. Tenían la piel sarnosa, la mirada triste y los cascos
hechos jirones de tanto permanecer en un campo encharcado. Mientras, dijo el
doctor Selwyn, se han recuperado bastante, y quizá les queden algunos años de
vida feliz. Entonces se despidió de los caballos, que visiblemente le
profesaban gran afecto, y deambuló con nosotros…”.
A ver si
el filósofo de la ética como sólo él la concibe se atreve a desvirtuarle a
Tristram Shandy su imagen-fuerza de cuando tenía diez años, o a rebatirle a
este anciano que acabo de conocer pero que de entrada da la impresión de ser un
hombre dotado de cultura y sensatez su idea de la felicidad como un asunto que
trasciende la esfera de los sapiens y alcanza a otros brutos. Y a ver qué
pastor u oveja elocuente se le mide a la papa caliente de vencer en debate, con
sus majaderías bíblicas sobre demonios y endemoniados, al epiléptico y bipolar
atenuado que gestiona y responde de este blog.
664. Medioevo
Científico y Tecnológico:
“…Estamos
viviendo la época del ‘pensamiento delirante’, que parece una contradicción en
los términos y sin embargo así es: cuanto más ridícula e impúdica sea una
calumnia o una teoría, más posibilidades tiene de prosperar y hacerse viral. Y
como ese es el territorio en el que hoy se dirime la política, los fanáticos se
han acantonado todos allí para escupir sin empacho sus consignas y su fuego
malsano, sus obsesiones, su desafío a la cordura y el Estado de derecho.
Es un
tema del que se está hablando y escribiendo hoy en el mundo entero porque es un
problema global y ya no cabe un libro más sobre él en Alemania, en Italia, en
Inglaterra, en España, en Estados Unidos: el tema de la famosa y manoseada
‘polarización’, que para unos no es sino la decantación por fin de las ideas y
las ideologías, y para otros es una plaga que va a acabar con la democracia y
nos va a llevar al despeñadero del autoritarismo y la opresión.
Lo
curioso es que, aunque parezca lo contrario, la polarización no se da entre
quienes piensan distinto sino entre quienes se comportan igual. El problema no
es doctrinario sino metodológico, porque el fanatismo consiste en el mismo
repertorio de aberraciones intelectuales y morales, no importa qué ideas se
echen en su hoguera y qué discursos se usen para atizarla y soplarla: al final,
su humo asfixiante es solo uno. Por eso se parecen tanto, a veces, los voceros
de ideas contrapuestas: en el fondo su espíritu es el mismo así sus gritos sean
tan distintos” (Juan Esteban Constaín).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la
realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
665. Aquí
me tienen: acariciando a mi gaTita mientras come -ella sí inocente de todo- y
supongo que rojo de vergüenza por mi ignorancia de lo que ocurre en el mundo de
más allá de lo que los medios de comunicación en los que me informo (la DW,
France 24, Televisión Española, Euronews, Canal Caracol, Canal 1, El
Espectador, El Tiempo, Cambio Colombia, El País de España, Zenda, La
Vanguardia…) consideran el mundo: la guerra provocada por los terroristas de
Hamas en Israel y un Israel comandado por sus terroristas de Estado dispuestos
a cobrarse la venganza hasta en el último postrado en cama y subnormal con
diagnóstico y recién nacido gazatí que se les pongan por delante o se refugien
en una escuela, en un hospital, en una carpa o donde mejor puedan; el riesgo
inminente de invasión y ocupación que hoy sufre Taiwán por parte de la China
cómplice de los rusos, de los que se sirve para saber cómo va a reaccionar
Occidente cuando por fin decida dar el zarpazo; la Rusia de Novichok Putin que
invade y arrasa a Ucrania, donde yo creía que se perpetraba la mayor injusticia
de estos tiempos. Menos mal que para eso están los amigos mejor informados que
uno: para desasnarnos y hacernos trasladar, de mente y de corazón porque cómo
más, adonde peores monstruosidades superan a tamañas monstruosidades:
“…Empecé
a ponerme al día sobre la barbarie en Sudán tras leer un extenso informe esta
semana del organismo de derechos humanos Human Rights Watch. Luego repasé una
docena de artículos en lugares más bien remotos de la web y hablé el viernes
con un alto funcionario de la ONU encargado de distribuir ayuda humanitaria
internacional.
Un
típico ejemplo de las docenas de atrocidades que enumera Human Rights Watch: en
el transcurso de quemar edificios, saquear casas y violar a mujeres en El
Geneina, la capital de Darfur Occidental, las tropas del general Hemeti
entraron hace unos meses en una pequeña clínica improvisada y mataron a 23 de
los 25 pacientes. Una mujer sobrevivió, terriblemente herida; un hombre
también, salvajemente torturado.
Otro
ejemplo, más genérico, relatado por testigos: ‘Primero mataron a los hombres,
luego a las mujeres y finalmente amontonaron a los niños y los fusilaron.
Tiraron sus cuerpos al río’. Ecos aquí de un genocidio cuyos detalles conozco
bien, el de Ruanda en 1994.
Aquí van
unos números de la ONU: ocho millones de sudaneses han tenido que abandonar sus
hogares; 20 millones de niños no pueden ir al colegio; 18 millones, más de la
tercera parte de la población, pasan hambre, y cinco millones están al borde de
la hambruna (a muchos no les queda más remedio que competir con las cabras y
comer pasto). En los últimos 30 años de casi permanentes conflictos en Sudán se
estima que han muerto, por violencia o por desnutrición, unos 2,4 millones,
como 15 veces más que en los conflictos de Israel-Palestina desde 1948.
El
funcionario de la ONU me dijo, desesperado él, que para los pocos fuera de
Sudán que les interesa, el foco está puesto hoy en El Fasher, rodeada por las
fuerzas exterminadoras del general Hemeti. Como en Rafah, las Naciones Unidas
han hecho sus piadosas declaraciones y Estados Unidos ha pedido una pausa para
evacuar a los civiles, pero Hemeti les hace incluso menos caso que Netanyahu,
el primer ministro israelí. La embajadora de Estados Unidos en la ONU avisa que
El Fasher está ‘ante el precipicio de una enorme masacre’.
¿Qué
hacer? ¿Más declaraciones más contundentes, de más países, quizá? ¿Un poco de
presión a aquellos que suministran armas a las partes en el conflicto, como
Irán a las del general Al Burhan o (aunque lo niegan) los Emiratos Árabes
Unidos a Hemeti? Hay abundantes pruebas contra los EAU…”.
Me
avergüenzo de prestarles demasiada atención a mis problemas de salud recientes
y a minucias que sólo a mí o a mi familia conciernen; de desperdiciar tiempo y
sosiego lamentando la perra suerte política de Colombia y de tantos otros
países plagados de abstencionistas y votantes imbéciles; de dejarme irritar por
la afición a los toros de los que, como Savater y Samper Pizano, se emplean a
fondo para convencerse a sí mismos y a los que los leemos de que su taurofilia
es un derecho equiparable al del que come helados por puro gusto o toma trago
de puro contento; de echar venablos por cada poro en contra del cristianismo
racista, aporófobo y farisaico que vota por Trump, Bolsonaro, Miley y el que a
bien tenga ungir Uribe próximamente, y en contra del buenismo de izquierdas que
ve genocidios en Gaza pero no en Sudán porque allá y en el Yemen la guerra es
entre los nadies del sur global y quiénes son ellos para intervenir o siquiera
pronunciarse sobre asuntos que deben dirimir las buenas gentes de aquellos
pueblos; de, en fin, no saber cómo ayudar de hecho a los sudaneses, los yemeníes,
los palestinos, los israelíes y los ucranios arrastrados a las penurias propias
de la guerra contra su voluntad y por designio de los malditos que los
gobiernan y la bazofia ciudadana que con sus vítores los respalda… o los teme y
calla mientras asiente.
666. Prodigios
que sólo me son dables gracias a la literatura -periodística en este caso-:
hallarme entre un par de amigos, ambos de papel, uno vivo y el otro muerto y
ninguno de los dos apercibido de mi presencia; verlos terminar de beber algo en
un sitio, salir a la calle para que Marías y yo podamos fumar mientras él y
Pérez-Reverte rememoran películas que los dos atesoran y yo desconozco; instalarnos
en otro sitio a cielo abierto, donde tomamos un último trago y ellos dos concluyen,
al menos por esa noche, su diálogo con esta reflexión inarticulada de don
Arturo… la cual amerita una respuesta por mi parte: “Entonces me echo a reír,
mientras me pregunto cómo hacen los que no vieron cine ni leyeron libros para
interpretar la vida”.
--Si el
cine fuera el ojo derecho y los libros el izquierdo o viceversa, de todas formas
yo sería, maestro, tuerto y no ciego. Mientras que una mayoría inmensa de seres
humanos, de los en efecto alfabetizados que han existido a lo largo de estos
ciento treinta años de coexistencia de películas y libros serían y habrían sido
ciegos inapelables, como su servidor en la realidad más cruda. Y ahí los tiene
usted y los conoció el mundo: capeando cada contingencia y trastada de la vida
como mejor pueden o pudieron, ayunos de esto que algunos -muy pocos en
cualquier caso- consideramos imprescindible para ir tirando y no sucumbir en el
intento. ¿Que mi hermano y millardos más no comprenden cómo hay quienes viven
cada día de toda una vida sin el consuelo de sus dioses y su fe? Y sin embargo
aquí estamos usted y yo -estuvo Marías- y otros cuanntos, en absoluto
necesitados de aquello.
667. Que
se enteren los tibios del centro del espectro político acá en Colombia y en
países donde se vota con la sangre caliente que, contrariamente a lo que eso
indica, sí que existe una forma de vencer a la morralla extremista de
izquierdas y de derechas: “…Lo peor es que en el mundo emotivo y crispado de
las redes sociales solo tienen audiencia, repercusión, likes y retuits,
aquellos que ven por un solo ojo y emplean el lenguaje desmedido y grotesco de
la descalificación brutal de una sola de las partes, la adversaria, y disimulan
todos los crímenes del lado que prefieren. Va siendo hora, tal vez, de que
quienes vemos por los dos ojos usemos una jerga que, aunque seamos más mansos y
respetuosos, no ignoramos. Que no crean los camorreros que quienes queremos ser
equilibrados no tenemos convicciones; que no piensen los exaltados que si uno
prefiere el razonamiento y el diálogo -la lengua- es porque no tenemos dientes.
Si solo se oye la violencia verbal de los mordiscos, habrá que aliñar el
razonamiento y la ironía con una que otra dentellada”.
Colombianos
y amigos todos que sin conocernos coincidimos en que jamás hemos votado ni
votaríamos por un Álvaro Uribe Vélez ni por un Gustavo Petro Urrego, es decir
sempiternos votantes en blanco en toda segunda vuelta presidencial: ¿de dónde
nos sacamos un candidato por el estilo de una Cecilia López Montaño o un
Umberto de la Calle Lombana, con la preparación y la decencia de ellos dos
aunque de verbo encendido y de ironía afilada, que con eficacia arremeta contra
cada gansada del paisa y del costeño de altiplano y las aun peores de sus
paniaguados? ¡Pero si ahora es tan sencillo empelotar la ignorancia
desaprensiva de los unos y los otros, para no hablar de sus corruptelas tan
groseras! ¿Vamos a seguirnos creyendo el cuento de que ser de centro consiste
en no meterse en la pelea de puteadero del uribismo y el esperpetrismo? ¡Pero
claro que nos tenemos que meter, sólo que con un candidato y unas bancadas en
el Congreso tan capaces cuanto desapacibles con las embestidas del par de navajeros
y los urras de los que los azuzan, también borrachos, desde sus escaños y desde
sus pantallas! Les propongo que hablemos con, entre otros meritorios de lo que
ojalá un día sea nuestro extremo centro: Héctor Abad Faciolince, Piedad
Bonnett, Andrés Hoyos, Mauricio García Villegas, Armando Montenegro, Carlos
Granés, Alfonso Gómez Méndez pero antes que nada y primero que todo con Daniel
Samper Ospina -él tiene la clave del modo y el tono de que les hablo-, para que
nos ayuden a pensar en nombres y nos den ideas. Llámenme y nos concertamos, que
el tiempo apremia: 3 16 5 18 90 24.
Adenda:
será tan falsario y en modo alguno de fiar el Esperpetro, que esta es la hora
que nadie sabe a ciencia cierta en dónde nació -para mal de Colombia y los
colombianos- el fulano aquel.
668. Si
usted es uno de muchos, muchísimos, muchisísimos que todavía no caen en qué
manos torpes y dañinas se debaten hoy la cultura y la educación superior -no la
científica (o no tanto) sino la teórica- en Occidente, lea de Piedad Bonnett en
El Espectador ‘O guetos o inclusión’ que creo que con eso le basta. Si no, quizá
sea porque en usted bulle lo más acendrado de la bobería wokebuenistaempoderada
que, en efecto, se apoderó del discurso y los dividendos que rinden esos dos
sectores, hoy más que nunca confabulados con lo peorcito de la izquierda, que
ya es decir.
669. ¿Ya
vieron -en su columna de El Espectador- al indignado Santiago Gamboa con Vives
y un tal Dangond por haber osado cantar una canción contra lo que los dos
vallenateros y el compositor juzgan la cicatería de García Márquez con Macondo,
el Caribe y Colombia entera? Al samario le recrimina el novelista, con sobrada
razón, que no les cante más bien a los políticos corruptos de su familia que,
ellos sí, tendrían que rendir cuentas por las carreteras y las escuelas que no
han construido y por los dineros destinados para esas y otras obras que por
entre sus manos se esfumaron. Si Carlos leyera -el pobre no tiene tiempo y
sospecho que tampoco cacumen para la vaina-, bien podría haberle replicado a
este novelista menor de la mamertosfera algo por el estilo de: “Claro Gamboa:
cantar con la misma contundencia y valor con los que usted viene denunciando,
desde siempre aunque en voz más alta desde que su votado el Esperpetro ganó y
perdió Colombia, los desatinos, desaguisados y corruptelas de su desgobierno.
Por ejemplo, los trescientos ochenta mil millones de pesos de la UNGRD que se
robaron y utilizaron para sobornar congresistas y otras ‘conciencias’: a usted
le debe el país la voz de alerta sobre ésa y otras ollas podridas porque lo
suyo, y ahí están sus columnas para probarlo, son la objetividad más
independiente a que se pueda aspirar y la lucha a muerte contra la venalidad,
venga de donde venga”.
Adenda(sss):
los esperpetristas de toda una vida, y muchos que alegan que votaron de buena
fe por el Esperpetro , porfían en dizque creer que los asaltos al erario ‘esperpetrados’
desde el agosto aciago de 2022 en que el chusmero se izó al poder tienen que
haber ocurrido a sus espaldas. Que revise la prensa ecuánime y la de la
oposición qué decía cada uno de los que hoy lo absuelven a priori cuando
escándalos semejantes estallaban en las presidencias de Duque, Uribe, Patraña y
Samper, para no remontar más allá las por completo insalubres aguas hervidas de
nuestra historia política. Chévere ver la reacción de cualquier presidente ante
un logro notable de su gobierno si sus subalternos y áulicos salen a decir, al
unísono, que aquello ocurrió sin su conocimiento y que, por tanto, no se le
debe atribuir el mérito a él sino a los buenos oficios de otros que tal vez no
figuran. Lee uno ‘La camarilla que gobierna a espaldas de Petro’ y resulta
imposible no sentir que la misma María Jimena Duzán que con valentía había
empezado a honrar su labor periodística e investigadora con sus denuncias y
opiniones bien fundadas sobre este gobierno fallido, ahora quiere hacer
aparecer al principal responsable como víctima de unos infiltrados ávidos de
poder y malquerientes del Pacto Histórico. Como quien dice: si el fulano se
desaparece y desatiende sus deberes para darles rienda suelta a sus adicciones
de toxicómano, la culpa es de quienes intentan guardarle la espalda mintiéndole
al país. Que aleguen la mentira de la “buena fe” los votantes incultos de un
Miley que no lo conocían de nada o en cualquier caso de muy poco: ¿pero los que
votaron para presidente por el peor entre los más malos alcaldes que ha tenido
Bogotá y, por contera, “ex” Guerrillero ufano?
670. Entre un escritor que eclosiona en el mundo editorial y en el de las ideas con el tatuaje ‘mamertosfera’ o ‘fachosfera’, el cual conserva a lo largo de su vida productiva y muere con él en la piel inscrito, y uno -un Lugones- que recorre el espectro político entero de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, me quedo con el que mucho dudó de lo que para el otro son certezas incuestionables de carácter religioso. Que, por consiguiente, deben estar por encima y fuera del alcance de toda prueba o evidencia fáctica que se las haga tambalear.
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