sábado, 1 de junio de 2024

Desahogos polifónicos que pensaban ser póstumos, todos breves o muy breves (V)

643. A ver qué pastor de iglesia cristiana, que se despiertan con la Biblia en la mano y no la sueltan ni para ir al baño; qué profesor de literatura, de los expertos en las minucias más excéntricas que imaginarse puedan -pongamos, los pasatiempos del primero al último de los ganadores del Nobel-, son capaces de sacarse del caletre una perla como esta que arranco del contexto y a continuación transcribo, con su autor en plena siesta:

 

“En el Antiguo Testamento, en el que todo se expresa mediante la acción, y las narraciones están estrechamente ligadas a la realidad física, y en las antiguas epopeyas griegas, en las que la vida se desenvuelve de manera parecida, concreta, la duda nunca surge de dentro, como una condición de la propia existencia, sino siempre de fuera, a través de un suceso, por ejemplo, una muerte repentina, es decir, relacionada con las condiciones del mundo exterior y temporal. Pero en el Nuevo Testamento es distinto. ¿Cómo si no explicar la oscuridad en el alma de Jesucristo, que al final le hizo marcharse a Jerusalén para cerrarse allí puerta tras puerta hasta que sólo quedaba la última y más sencilla? Sus últimos días pueden leerse como una manera de eliminar todas las elecciones posibles, de modo que él mismo no fuera responsable de lo que ocurrió, la lenta muerte en la cruz, sino que fuera conducido hasta allí por la voluntad de otros. El mismo proceso se observa en Hamlet, también su alma está ensombrecida, también él va hacia su perdición con los ojos abiertos de un modo que hace que parezca dirigido por su destino, ineludible. Para el rey Edipo es el destino, él no lo sabe, pero tanto para Hamlet como para Jesucristo se trata de una elección y un camino por el que optan. Hamlet y Jesucristo miran a la oscuridad con los ojos abiertos.

Me levanté, enjuagué el plato y lo metí en el lavavajillas…”

 

De mi modesta historia de lector, aupado en principio por la curiosidad, formado luego en la academia y devenido por último en uno por cuenta propia -la realización del oficio-, tengo una serie de convicciones que no hacen sino afianzarse conforme pasan páginas y tiempo.

 

Nadie que no nazca tocado por el factor F, de ficción, llegará a ser nunca un lector vocacional de aquello que merece ser leído, incluso si en su casa o en la escuela un familiar, un maestro, aciertan de lleno con la novela o el cuento que desatan el vicio. Todo aquel que nace tocado por el factor F, de ficción, recalará tarde o temprano en el único vicio sobre la Tierra que es a la vez enfermedad y cura, zozobra y sosiego, y sin que importe que la primera lectura a que lo condena un docente bibliófobo sea el Ulises. Entre los profesores universitarios de literatura, necesarios todos para bien o para mal, existen los que “plagian” recitando en clase la crítica con que alimentan sus discursos y deslumbran incautos, y los que confrontan y ponen a dialogar sus análisis y hallazgos con los de los críticos que consultan y citan debidamente en clase; entre los unos y los otros abundan los ecolálicos, o sea los que sientan cátedra y conferencian con el aula pasmada y en perfecto silencio, y sólo entre los segundos brota de cuando en cuando una Gloria Rincón, una Berta Parra, un Enrique Hoyos, una Blanca Inés Gómez, un Alfonso Cárdenas, una Luz Mary Giraldo o un Cristo Figueroa que propician e incentivan la polifonía del debate con sus estudiantes. Hay novelistas maravillosos cuyos personajes más insignes, de inteligencias deslumbrantes, semejan ángeles terrenales por cuanto sólo se los oye pensar y dialogar con elevación, y novelistas maravillosos cuyos personajes más insignes, de inteligencias deslumbrantes, semejan gente del común que come y duerme y se afeita y se baña y se viste y se desviste y lava ropa y platos y lleva y recoge a sus hijos en la escuela y bosteza y sestea mientras rumia honduras que luego transforma en ficción imperecedera. Tipo el Quijote o Mi lucha.

 

644. ¿Quiere que le diga una cosa, Karl Ove? ¿Pero me promete que no se va a disgustar conmigo ni a ofender demasiado? Mire, hermano: yo a usted lo admiro como a pocos gracias a lo singular de su literatura. Pero viéndolo trajinar con sus niños y hacer más oficio que mi madre en este apartamento, mientras que la floja de Linda se rasca el ombligo o lee el periódico o mira televisión y se deja atender del pobre güevón que tiene por esclavo, hace que me pregunte qué haría yo en su lugar. Lo menos tenebroso que se me ocurre es, le cuento, separarme de ella, tan floja, y venderle el alma al diablo para poder contratar la niñera más eficiente del mundo que me los cuide y entretenga, seis meses en Disney y cinco en el Amazonas, para poder leer y escribir en paz. ¿Cómo putas cuajó usted semejante proyecto descomunal haciendo de padre y de madre, de niñera y cocinero, de enfermero y cabrón? Definitivamente su obra tiene el doble mérito de ser un prodigio intelectivo forjado en contra del viento y la marea que supone lo cotidiano prosaico, algo de lo que tal vez ninguno de los genios fálicos que en la literatura han sido se puede vanagloriar. Lucita sí.

 

645. Si algún día Karl Ove Knausgard recibiera el Nobel que de sobra se merece pero que ninguna falta le hace -más bien todo lo contrario- y como es apenas natural se pusiera loco de contento, yo lo llamaría a la cordura y le diría que su consagración como escritor, como novelista imperecedero, ocurrió no con ese premio del claroscuro sino la mañana de 2009 en que le llegó la temida respuesta que aguardaba y que suscitó este diálogo-terapia con un sabio (¡y con academia!) como pocos quedan:

 

“…Me llevé el teléfono a la terraza y llamé a Geir.

-Hola, soy Gunnar -dijo él-. ¿Eres mi sobrino desleal y sin amigos? ¿Cómo te atreves a llamar aquí?

-¿Me has llamado? -le pregunté.

-Ya lo creo -contestó-. ¿Estás de mal humor o qué?

-Malo es poco. ¿Has leído el correo?

-Sí, sí. ¡Al menos tiene un lenguaje chispeante ese tío tuyo!

-Ya.

-Casi me muero de la risa.

-Me lo puedo imaginar.

-Está enfadado contigo. Es comprensible. Pero eso es todo. En realidad no has hecho nada malo.

-Claro que he hecho algo malo. Me va a demandar. Estoy seguro.

-¡Eso sería fantástico! ¡Debes esperar y rezar para que haga algo tan estúpido! ¡Vas a hacerte de oro! Todo el mundo comprará tus libros si hay juicio. Entrarás directamente en la historia de la literatura. Y te harás millonario. ¿Puedes imaginarte un escenario mejor?

-Claro que puedo.

-¡Venga ya! ¿Qué has hecho? Has escrito un libro sobre tu vida tal y como tú la ves. Es un proyecto de libertad. La libertad es algo que se coge. Si te la regalan, eres un esclavo. Tú has querido escribir sobre tu vida tal y como es. Eso tiene un precio que estás conociendo ahora. No has tenido en cuenta a tu tío, ergo has sido un desaprensivo. Eso tiene un precio. Sí, él está enfadado contigo, eso puedo entenderlo. Tiene derecho a estar enfadado contigo desde su visión del mundo. Pero nada más. ¿Lo entiendes? No has escrito nada malo sobre él. Has escrito sobre tu propio padre. Estás en tu derecho, es tu jodida herencia, lo que él te dejó. Nadie te lo puede negar. Podrán enfadarse, podrán rabiar, podrán calumniarte a ti y a tu familia, pero ahí queda todo. Tú no has hecho nada malo. Tienes mi perdón por completo. Qué pena, por cierto, que no sea un cura católico. […]

Me quedé callado. Sus intentos de animarme no sirvieron de nada, pero no obstante me alegré de que tratara de hacerlo. Seguimos hablando durante una hora, siempre sobre lo mismo, las cartas y la nueva situación que estas habían creado. Geir opinaba que yo debería consolidar esa situación. La moral en sí nunca había creado nada, sólo decía no a lo que se creaba. Lo creado era la vida. ¿Por qué decir no a la vida?

Geir era nietzscheano hasta la médula. Él lo veía desde fuera, ese era su punto fuerte, pero también significaba que estaba al margen. Yo me encontraba en medio de ello, y lo que menos consuelo podía aportarme era ese vitalismo, porque eso equivalía a transgresión, y en el fondo si de algo trataba todo aquello era del miedo a la transgresión.

Mientras hablaba con él sonó la señal de llamada entrante…”.

 

No quiero ni imaginarme, señor don genio, la tragedia de que si en lugar de con su amigo de cinco letras esta conversación definitiva de dos momentos hubiera tenido por interlocutor a un cobarde igual de persuasivo que Geir, su saga formidable no hubiera visto la luz o la hubiera visto, sólo que demasiado tarde para mí. Y aunque todavía estoy por fortuna lejos de conocer el desenlace de la pataleta de su tío, apuesto a que el man respondió que no era necesario y que tampoco era para tanto cuando la editorial le informó que usted se resignaba a reemplazar los nombres de quienes no quisieran figurar en la novela. Una porción de la torta sí, pero jamás la obliteración fictiva de su existencia y nombre de medianía.

 

Adenda: me parece bastante curioso que sólo en el último tomo de la novela usted hubiera llamado al bueno de Geir por su apellido, que le viene como de molde. ¿Le salió así o lo tenía decidido?

 

646. Estimado muchacho, deseada muchacha, mojachos todos que saben y sienten que nacieron tocados por el factor F, de ficción: si a lo que ustedes de verdad padiós desean tributarle la vida es a los libros y a la cultura, y con mayor razón si a lo que aspiran es a ser escritores o aun escribidores disciplinados, contemplen en primera persona del singular los pormenores de la peor amenaza que se cierne sobre nuestra vocación leyendo al menos el último de los seis volúmenes alucinantes de la novela por entregas de Knausgard, quien logra ser las cuatro cosas -padre de familia y esposo ejemplar, lector agudo y escritor imperecedero- gracias a su doble genialidad de unicidad inimitable de la creación literaria y de máquina capaz de hacerse cargo, y con lujo de detalles, del prosaísmo de las obligaciones diarias. Se trata de que determinen antes de que se pongan -se coloquen: nunca mejor dicho- a tener hijos y a casarse -or the other way around- si ustedes no son otra cosa que una L. B. del sexo que sea pues, en ese caso, habrán de saber que los perjudicados van a ser ellos y sólo ellos porque a su lado -el suyo, sí- no va a haber ningún K. O. K. que les patrocine la flojera. ¿Que se críen y se atiendan solos mientras yo leo y escribo? ¡Tienen mucho güevo!: si la cagan, a responder como el noruego y sin quejarse.

 

647. ¿Será que si a Putin -jamás a Netanyahu- le hubiera ocurrido algo como esto que reseña Shandy -se preguntan los tontos aparentes de la mamertosfera-, el cabrón no fuera la basura que es sino un inocuo o hasta un buen hombre tipo Boric -digo yo-? Y les respondo, asqueado tan sólo de dirigirles la palabra: qué va, fucking pelmazos. Cuando se nace con las entrañas podridas y el magín enfermo, nada -nada en absoluto-, ni la familia más amorosa y bien constituida y sabia para educar, ni los castigos más severos a la par que instructivos de una sociedad estricta y sensata, nada -nada en absoluto- rescata al maldito de su malditismo:

 

“Mi tío Toby era un hombre de gran paciencia para los insultos;-no por falta de valor […];-y añadiré aquí que cuando se suscitaban situaciones que lo requerían,-no he conocido a ningún otro hombre bajo cuyo brazo hubiera preferido buscar amparo; y la causa de su paciencia tampoco era la insensibilidad o el embotamiento de sus facultades mentales […],-sino porque su naturaleza era plácida, pacífica,-no había en ella ningún elemento discordante,-todo estaba combinado en su interior para hacer de él un hombre bondadoso; mi tío Toby apenas si tenía corazón para tomar represalias sobre una mosca.

-Vete,-le dijo un día durante la cena a una, gigantesca, que se había pasado toda la velada zumbándole alrededor de la nariz y atormentándole despiadadamente-y a la que, tras infinitos intentos, había logrado atrapar finalmente mientras reboloteaba en torno a él;-no te haré daño, le dijo mi tío Toby mientras se levantaba de la silla y atravesaba la habitación con la mosca en la mano;-vete, le dijo; y mientras lo hacía levantó el bastidor de la ventana y abrió la mano para dejarla escapar;-vete, pobre diablo, lárgate, ¿por qué habría de hacerte daño?-Sin duda este mundo es lo bastante grande para que quepamos los dos en él.

Yo sólo tenía diez años cuando sucedió esto; pero si lo que pasó fue que a esa edad piadosa el acto mismo estaba más en consonancia con mis nervios, que al instante hicieron vibrar mi esqueleto con una sensación placentera;-o hasta qué punto fueron el ademán y la expresión de mi tío los que me conmovieron;-o en qué grado, o por qué magia oculta,-un tono de voz y una armonía de movimientos imbuidos de misericordia pudieron abrirse paso hasta mi corazón, todo eso es algo que yo no sé;-lo que sí sé es que la lección de buena voluntad universal dada y grabada en mi ánimo aquel día por mi tío Toby nunca, desde entonces, se ha borrado de mi mente…”.

 

¿Que porqué Tristram sí y su héroe del Kremlin no -porfían estos moscardones-? Pues por la misma razón -les respondo haciendo acopio de hígados- por la que para ustedes las víctimas de una guerra lo son o lo dejan de ser según de qué guerra se trate y de quién sea el atacante. ¿Que Hamas violó y mató y mutiló y secuestró en Israel el 7 de octubre de 2023?: ¡el precio a pagar por la ocupación y el sufrimiento de décadas a que Israel y los judíos han sometido a Palestina y los palestinos! ¿Que Israel y los judíos hicieron lo que cada uno de ustedes y Palestina y los palestinos habrían hecho en idénticas circunstancias?: ¡son unos genocidas y unos criminales de guerra que tendrían que ser borrados del mapa! ¿Que Rusia invadió a Ucrania y les ha desgraciado la vida a millones de ucranios?: ¡quién mandó a Occidente a provocar la ira del Kremlin! ¿Que China invade y ocupa a Taiwán, a la israelí pero sin la justificación del terrorismo de nadie mediante?: ¡eso les pasa a los separatistas que se confían al imperio yanqui! ¿Que España (desde luego que no la de Pedro Sánchez) recupera de manos del separatismo catalán o vasco y por la fuerza su dominio sobre esas regiones?: ¡malditos imperialistas de mierda! Es decir y para ir terminando, por la peor de las malas leches políticas que destilan los de su extremo del espectro y los del otro, que también utilizan las desgracias que les convienen para posicionarse.

 

648. Apuntes extemporáneos a propósito de una charla quincenal, durante la que callo para tomar atenta nota y aprender del sabio:

 

Si “un idiota es aquella persona que se desentiende por completo de la política”, es decir el abstencionista recalcitrante y la que vende su voto y el que le pregunta al profesor mamerto o al tío facha por quién votar y la que se entera de que los rusos invadieron a Ucrania o los israelíes a Palestina -después de que Hamas violara y matara y degollara y secuestrara a israelíes inermes- sólo cuando oye los estruendos de las bombas que caen, ¿cómo llamamos, maestro, a los idiotas muy activos en política que en tantas partes del globo se dejan contagiar la pugnacidad de las extremas, por las que votan eufóricos y esperanzados? ¿A los idiotas que ven en Netanyahu a un genocida y criminal de guerra de la talla de un Hitler -jamás de un Stalin- pero en Putin a un justiciero que les planta cara a las peores iniquidades de Occidente y el norte global? ¿A los idiotas que, tapiándose los ojos con las manos para no ver lo que proyectaban el espejo cubano y el nicaragüense y el venezolano salieron a votar en Colombia por el Esperpetro y el esperpetrismo, que consiguieron asustar a cinco millones de pasmarotes con una inminente dictadura de derechas y hacer fantasear a seis millones de alelados con ríos de leche y miel en medio de una utopía llamada ‘Colombia, potencia mundial de la vida’? ¿O a los millones de idiotas argentinos que con sus votos o su abstención se deshicieron de la impresentable y ultracorrupta Kirchner y entronizaron en la presidencia a quien les prometió pobreza y agobio, opresión y picana hasta por el culo?

 

“Lo que tampoco sabe el idiota” colombiano y argentino en el caso que nos ocupa “es que, si no haces política, te la hacen, y que, si dejas que te la hagan, quienes acabarán haciéndotela serán, en el mejor de los casos, un hatajo de sinvergüenzas y, en el peor, una banda de psicópatas”: al centro del espectro político de cada país le corresponde determinar quiénes, entre Uribe y los uribistas y Petro y los petristas acá y Miley y los mileyistas y los Kirchner y los kirchneristas allá constituyen el hatajo de sinvergüenzas y quiénes la banda de psicópatas. No me extrañaría en absoluto si, surtidas las consultas, éstas arrojaran resultados por el estilo de “la desvergüenza y la psicopatía se reparten en ambas facciones populistas los votos de los consultados en un asombroso empate técnico”.

 

“No aprendáis de nosotros, chavales: no hay nada que aprender. Si acaso, escarmentad en cabeza ajena. No os dejéis engañar. No dejéis que os hagan la política. No dejéis de comer, de beber, de follar, de leer, de cuidar a los niños -por Dios santo, sobre todo que no se os olvide cuidar a los niños-, pero dedicad un ratito cada día a barrer la casa. Sólo un ratito. No olvidéis que el Sahara se puede modificar. No seáis idiotas”: me escriben de ByteDance y me piden el favor de que le comunique a usted, maestro, que cuando los “peques” del mundo se tomen un respiro, ellos les transmiten su rogativa.

 

649. ¿Qué se le agrega a la completitud?:

 

“Es casi tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo baremo ético, con idéntica vara de medir. Nos ofuscan las pasiones, los odios y las distancias entre las distintas personas verbales. Nuestros juicios tienden a la conjugación irregular: yo hago, tú cometes, él perpetra. Perdonamos con facilidad nuestros errores mientras atizamos sin piedad los tropiezos de los demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es el mal nuestro de cada día.

[…] Se necesita pulso, delicadeza, disciplina y sentido de la equidad para rasar bien: arrasar es más rápido y embriagador. […] Alzamos la voz y fruncimos el ceño para exigir que el resto del mundo se comporte como es debido, pero con media sonrisa justificamos los incumplimientos, excepciones y exabruptos de quienes nos resultan más simpáticos. Con frecuencia, repartimos la culpa y la disculpa en función de las querencias, no de las evidencias; de las adhesiones, no de las acciones. […]

La política es un terreno particularmente fértil para este divorcio entre actos y principios. […]

Alguien condenado por su propia ley es la imagen perfecta de nuestras incoherencias. Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una excepción a las normas. Para nosotros siempre encontramos justificación, mientras lanzamos reproches: nada necesita más reforma que la conducta de los demás.

Esta disonancia moral tiene una raíz psicológica: contemplamos la realidad desde la atalaya del yo. Así, la paja en el ojo ajeno nos parece monstruosa en comparación con nuestra propia viga y nuestra propia vida. Inevitablemente, nuestras acciones -y razones- siempre nos resultarán más lógicas, más comprensibles, más motivadas. A todos nos duelen los mínimos golpes en carne propia, y al mismo tiempo soportamos como nadie los males que aquejan a los demás. Se necesita un poderoso ejercicio de imaginación para corregir esos errores de perspectiva, para reconocer que solo desde nuestro punto de vista somos el centro del mundo. Hay millones de centros más, convencidos de ser igual de decisivos; el planeta está superpoblado de protagonismos.

Nuestra memoria es víctima de un síndrome similar. Diversos experimentos muestran cómo el cerebro retiene los acontecimientos que nos favorecen, mientras barre bajo la alfombra aquellos que preferiríamos olvidar. De forma inconsciente, al final, la versión de los hechos que nos narramos a nosotros mismos resulta más convincente, vívida e indestructible que la propia experiencia. […] No somos observadores neutrales del mundo: reescribimos el pasado bajo la luz que más nos conviene.

Se precisan dosis enormes de personal escepticismo -hacia el interior- para contrarrestar estos sesgos y halagos suministrados de tan buena gana por nuestra mente.”

 

Andan furiosos conmigo dos amigos uribistas que aúllan desde agosto de 2022 en contra de la corrupción y dos allegados esperpetristas que descansarohn de hacerlo por las mismas fechas, y todo porque les envié esta joya firmada por Irenita para que simple y sencillamente aprendieran un poco del alma humana. A todos les consta mi doble oposición pero los unos me tildan de una cosa y los otros de la otra, simple y sencillamente porque me envidian toda esta ecuanimidad y objetividad que en vano han querido mancillar. Ay, mis pobres amigos fachos y allegados mamertos, si supieran que como ellos tengo mi talón de Aquiles y mis sumideros morales por los que de fijo se escurriría mi hasta hoy superioridad frente a su grosera militancia. Que confeccionen, si de verdad me quieren ver destruido moral y políticamente, un gobierno en el que se asienten -nunca mejor dicho- sólo veinteañeras de las que me trastornan (pelo lacio o a lo sumo ondulado, a media espalda o a la altura de los hombros pero no corto y siempre bien lavado; de entre 1,50 y 1,70 de estatura; delgadas o a lo sumo rollizas; de manos suaves y pequeñas y de voz tan acariciadora como las manos), necesariamente hijas y sobrinas y nietas de lo más granado del centro del espectro político de este país que, pobre diablo, desconoce que existe algo así de saludable y promisorio a largo plazo. Ante aquel matriarcado alucinante, les juro, yo suscribiría cualquier corrupción y desmán y delito de lesa humanidad que mis niñas resuelvan perpetrar: cualquiera. Lo que me tranquiliza es que ellos no tienen cómo enterarse.

 

650. Economía del lenguaje: Inmanencia es el sustantivo que me compendia; que compendia mi cosmovisión y expectativas de bicho tragicómico.

 

651. Y para los bichos tragicómicos que tiemblan ante la mera idea de que lo inmanente y no lo trascendente sea lo que a la postre termine primando, las palabras de un sabio como pocos quedan:

 

“A fin de cuentas, la vida no consiste sino en ir tirando del cuerpo hacia la nada y en mi caso si me preguntan cuándo he sido más feliz la respuesta es siempre la misma: aquel momento del que no me acuerdo de nada. Existe un tiempo perdido en la bruma en que no recuerdas que te sucediera nada, ni bueno, ni malo. Creo que el hecho de que uno no recuerde ni un éxito, ni un fracaso, ni una suerte, ni una desgracia, esa amnesia es precisamente la felicidad. Si no recuerdas nada es porque la nada, que siempre es blanca y dulce como una almohada de plumas durante el sueño, se había apoderado felizmente de tu existencia vulgar. En ese estado de inconsciencia se supone que vivían Adán y Eva en el paraíso antes de pretender ser como los dioses. Este par de chimpancés ignoraban que habían sido creados solo para tomar el sol. En el Génesis no se dice, pero, al parecer, Jehová les había proporcionado dos hamacas y un bronceador. Todavía estaríamos en el edén si los hubieran sabido usar. […] Con el sol del mediodía sobre los párpados cerrados en la playa uno llega a la conclusión de que la nada es un bien inalcanzable. La filosofía oriental enseña a despojarnos de todo para conquistarla. Hubo un sabio que fue condenado a muerte por blasfemo porque proclamaba que era más grande que Dios. El presidente del tribunal que lo juzgaba le gritó: ‘Nada es más grande que Dios’. El sabio contestó: ‘Yo soy nada, señor’. Este sabio solo tenía el sol, una higuera y una hamaca.”

 

Morirán mi tío Germán Montoya y mi hermano, creyente el uno en el Dios de los católicos y el otro en el Dios de los cristianos, alucinaciones místicas que los separan entre sí con mayor virulencia que a ambos de mi ateísmo desembozado, de cuyos acierto y veracidad tampoco yo voy a poder hacer alarde cuando muera. Bueno sería que en achaques de trascendencia e inmanencia sucediera lo que a menudo ocurre en política dentro de una misma familia, a saber: que habiendo en contienda tres candidatos, el Uribe y el Esperpetro que nunca faltan y el tecnócrata y reformista del centro que siempre pierde, el perdedor sempiterno de la parentela se cebe ya en el cretinismo de los votantes fachas de su familia, ya en el cretinismo de aquellos de sus familiares que votan por los mamertos. Pero resulta que la nada post mortem que nos aguarda se torna imbatible y ejemplar en el ejercicio de imponer silencios y acallar reclamos del tipo ¿no se lo advertí al mundo? o ¡para que vean quién tenía la razón!

 

Adenda: yo sí sospechaba, venerado maestro Vicent, que mis épocas más felices en cincuenta años y unos meses de existencia las constituyen los días de bebé sin lenguaje y criatura intrauterina. Una vez más y todas las que hagan falta: gracias por la prodigalidad de su sabiduría erudita.

 

652. Cómo leer a Javier Sampedro y no fustigarme -me flagelaría ahora mismo si tuviera con qué: lo juro- por este egoísmo y renuencia míos a apoyar de corazón y de hecho al buenismo transnacional en su nobilísimo propósito de ‘desbiologizar’ la especie y acabar, de una vez por todas y para siempre, con el engendro binario este de Mario-María que los científicos copiaron de las religiones:

 

“…Que las mujeres sufran más enfermedades autoinmunes que los hombres no es ninguna peculiaridad humana. La fuerza de la respuesta inmune depende del sexo en todos los mamíferos. Los machos tienen un sistema inmune más débil y son más susceptibles a las infecciones, las hembras lo tienen más poderoso y sufren más enfermedades autoinmunes. Una hipótesis generalizada, basada en el pensamiento evolutivo, es que las hembras tienen un sistema inmune reforzado para defender a los fetos. […]

No hace falta una biología muy sofisticada para saber cuál es la gran diferencia entre mujeres y hombres…”: ¡qué va… puro blablablá de machistas misóginos y tránsfobos que posan de académicos y sabelotodos!

 

Estimades, estimadas y estimados compañeres, compañeras y compañeros de la mamertosfera, sustento moral del globo: entono mi mea culpa de ex admirador de la carreta pseudocientífica que nos divide en sexos y nos malquista con más eficacia que los politicastros de extrema derecha y de extremo centro y les informo que, en prueba de mi adhesión, a partir de hoy no vuelvo al urólogo y empiezo a ir al ginecólogo -perdónenme que no siga triplicando el género: me acaban de servir el almuerzo y tengo un hambre la hijueputin-, al que me comprometo a demandar penalmente por discriminación sexista si en el acto no me ordena una citología. ¿Será que duele mucho esa vaina?: les cuento cómo me fue.

 

653. ¿Entienden ahora por qué llamo pobres diablos, con una mezcla de desprecio y compasión exenta de envidia, al impresentable y harto peligroso Elon Musk, a todos los Forbes, a los que pugnan sin desvelo por destronarlos y a los que se sienten pobres y desgraciados pese a que tienen lo indispensable e incluso más, mucho más?:

 

“La idea de que haya límites que no puedan o no deban cruzarse provoca en nuestro mundo un rechazo instintivo: límites en el comportamiento, en la expresión, en la velocidad, en la ambición, en el consumo. A cada momento la publicidad propone ventajas sin límites, disfrute ilimitado de datos, placeres sin límite, como en esos restaurantes de baja estofa americanos que invitan a comer monstruosamente hasta el hartazgo por un precio fijo: ‘All You Can Eat’. En esto, como en tantas otras ocasiones, se conjugan los intereses más rapaces y destructivos del capitalismo y las fantasías de emancipación radical y satisfacción instantánea de todos los deseos heredadas de Mayo del 68. El capitalismo quiere abolir cualquier límite al crecimiento y al beneficio; el mayodelsesentayochismo te anima a cumplir a cada momento y sin retraso ni control cualquier deseo: ‘Prohibido prohibir’.

A diferencia de las necesidades, cuyo catálogo es bastante reducido, los deseos pueden no acabarse nunca, y una vez obtenidos despiertan no el apaciguamiento de lo ya logrado, sino la ansiedad de lo que todavía no se tiene. Ese principio lo formuló Buda hace 25 siglos y lo estudian ahora con todo tipo de recursos científicos los inventores de adicciones. Como la imaginación sí tiene límites, quienes alcanzan el privilegio de poseerlo todo, sean capos del narcotráfico internacional o plutócratas de la tecnología, incurren en una penosa monotonía en sus adquisiciones desmedidas: coches de lujo, mansiones, relojes, islas privadas, yates, yates cada vez más grandes, yates tan grandes que han de ir acompañados de otros yates en los que se aloja el personal innumerable, yates con helipuertos. Como ni el yate más enorme les basta, se construyen cohetes y naves espaciales; como les enfurece someterse al límite humillante de la muerte, fundan clínicas y centros de investigación biomédica para alargar sus vidas…”.

 

Qué duda cabe: la izquierda ha sido, y desde siempre -hoy con bríos renovados-, el idiota engreído de la familia. Detesta la ostentación -de labios para fuera: que lo digan Rolex Boluarte y Ferragamo Petro- de los archimillonarios -de los que no pastan en sus pagos, huelga aclarar-, pero les despeja el camino de la codicia con su lema revolucionario de los sesenta. Detesta a la extrema derecha pero se emplea a fondo, desde el poder o en la oposición, perpetrando sin miramientos toda suerte de venalidades o condenándolas con destemplada hipocresía, para que se perpetúe en el poder o con ella se lo alterne. Posa de muy culta y educada, pero mina la cultura con un sinnúmero de mentecateces y patochadas que hace pasar por reivindicaciones sociales y la educación con su lucha sin cuartel contra la disciplina y el esfuerzo, fundamentos de la excelencia académica…

 

Adenda: de verdad que no encuentro las palabras adecuadas con las que describir el gozo que siento cuando me imagino a un Putin, a un Musk y a un Netanyahu, a solas o con su avatar, amargados y desesperados de saberse mortales y de ahí en menos: enfermos, impotentes, arrugados, despreciados por millones pese a su poder que ni con mucho los hace felices o los deja siquiera satisfechos. Lástima que no pueda transfundírselo a cada ucraniano de bien, indigente de solemnidad de la aldea global y palestino consciente de que Hamas es su perdición, para que como yo maticen el odio.

 

654. ¿Que una antigua expresión inglesa rezaba ‘Manners before morals’? Como los tiempos cambian, adaptada a estos que ya duran casi seis décadas, la sentencia debería proclamar ‘Neither manners nor morals’.

 

655. Lo mío con Savater es un tira y afloja, una relación de amor y odio de lector en la que siempre y sin que importe lo ríspido de mi última pataleta, el amor termina imponiéndose: “Estoy apasionadamente del lado de las mujeres valientes en política que se enfrentan a terroristas y dictadores en lugar de contentarse con apedrear a ese cómodo tentetieso de piedra, el heteropatriarcado”.

 

Y gracias, maestro, por ahuyentar de mí la reticencia -los de su profesión (la de ella) me la suscitan a priori- a incluir el nombre de esta venezolana valerosa entre los que integran mi muy personal matriarcado, omnipresentes en este blog: que sepa María Corina Machado que la admiro tanto como a las iraníes víctimas de los sectarios y asesinos que subyugan a su país y quienes, no gratuita o azarosamente, son compadres de Cabello y sus súbditos en la dictadura.

 

Adenda: en cambio se le oyen ridículos, hermano, sus habituales ensañamientos verbales contra la asimismo valerosa Greta Thunberg, a quien los hechos más que palpables de la amenaza climática ya le dan la razón. Deplorable que el filósofo de la ética se revuelva, como si de todo un separatista vasco o catalán enardecido se tratara, contra una veinteañera que simplemente no coincide con sus aficiones y su trasnochado antropocentrismo: ella y los que felizmente la acompañan están en su derecho de luchar por lo que consideran un mundo mejor. Y ya que estamos: si alguien le dijera a la sueca que existe un tal Savater muy reconocido en el mundillo de las letras que se obsesionó con ella y la convirtió en su desahogo y en su personal tentetieso de feria, a ella la noticia la enternecería como a los dos el ‘abuso sexual’ de que fue víctima la oportunista Hermoso a manos -a labios- del tontaina Rubiales.

 

656. No sé por qué no se ha hecho o si ya se hizo -si lo segundo, perdonen usías la interrupción-, pero creo que va siendo hora de declarar a Eróstrato el precursor por excelencia de la civilización del espectáculo y las redes sociales y la selfi y los videos que motu proprio violan la privacidad del publicante y las más mínimas normas del decoro y el buen gusto. Ay, a lo que llegaría tanta nulidad con ansias de fama si supieran lo que perpetró el primer ‘influencer’ de que se tengan noticias y, más grave aún, con total éxito: aquí me tienen, veintivarios siglos después de su dislate, pronunciando su nombre infame. ¿En ésta y en qué otras situaciones sí que cabe la barbaridad esa de ¡que viva la ignorancia!?

 

657. “Por supuesto, un país civilizado es aquel en que sus ciudadanos no deben ocuparse demasiado de política. La palabra clave aquí es ‘demasiado’: cuando la política se mete en tu casa y tu trabajo, invade tu vida privada y afecta a tus relaciones personales, prepárate para hacer las maletas y salir corriendo, porque algo muy malo está a punto de ocurrir”: mi día señalado es, si las circunstancias no determinan otra cosa, el 8 de agosto de 2026, pero la elección va a estar cuesta arriba. Largarme a Europa no cuenta entre mis planes porque de allí la Tercera Guerra Mundial me va a obligar a salir pitando, y porque en modo alguno me halaga la coyuntura de ser un sudaca entre xenófobos. Por descontado que tampoco a los Estados Unidos de Trump y ni siquiera a los Estados Unidos de Biden, cuya probable victoria en las elecciones que se aproximan acaso sí prenda la mecha de una segunda guerra civil. ¿A dónde entonces? ¿Al Japón -que mucho me seduce-, con los chinos y los norcoreanos de vecinos?: descartado. Tampoco al África ni a otro país de Asia. Y como la idea no es salir de Guatemala para ir a dar en Guatepior, a la par que no alejarse demasiado de los seres queridos que resuelvan no irse, tengo dos opciones: el Uruguay y Costa Rica, hoy por hoy los únicos países civilizados del vecindario. ¿Que ganen los que ganen -la peor de las izquierdas hogaño en el poder o su contraparte uribista- me quede a luchar? Que lo hagan y ojalá se maten entre sí, pero sin ningún ruido ni sangre, los que con sus votos o su abstención optan por lo consabido y nos meten a todos en su pelea de borrachos de nunca acabar. Si en mí alentara un Alekséi Navalni o una María Corina Machado tan desmesurados en su grandeza, sólo los dejaría desatarse si a un gobierno decente por el que voté y por el que hice campaña le arrebatan el poder mediante un golpe de Estado o le dan pucherazo: ¿estamos? Y a ver cómo convenzo a Orfi y a la Goga de que se larguen conmigo.

 

658. Pero si yo fuera taiwanés o ucranio y a mi país lo invadiera la mismísima China o la Rusia comandada por el innombrable, un ejemplo como el de Zelenski y un discurso como éste es lo que quisiera que resonara en mi corazón y en mi conciencia, así como en los de todos mis compatriotas de bien:

 

“…En ese momento Frankenstein, que había permanecido en silencio y parecía carecer de las fuerzas necesarias para prestar atención, se puso en pie. Sus ojos estaban encendidos como dos ascuas y un momentáneo vigor le arrebolaba las mejillas. Se encaró a los hombres y empezó a hablar:

-¿Qué están diciendo? ¿Qué le exigen al capitán? ¿Tan pronto cambian ustedes de planes? ¿Acaso no decían que esta expedición era gloriosa? ¿En qué se basaban para afirmar su gloria? No lo decían porque fuera tranquila y serena como las que surcan los mares del sur, sino porque estaba llena de peligros y amenazas; porque, a cada nuevo incidente, tenían que sacar fuerzas de flaqueza y ser valerosos; porque el peligro y la muerte acechaban por todas partes y ustedes podrían enfrentarse a eso y sortearlo. Por estas razones era gloriosa, por eso era una travesía honorable. Ustedes están aquí para ser venerados como los benefactores de su especie. Venerarán sus nombres por pertenecer al grupo de valientes que encontró una muerte honrosa por el bien de la humanidad. Y ahora que les parece estar viviendo su primera situación de peligro o, si quieren, la primera ocasión terrible y despiadada de poner a prueba su valentía, se echan atrás y se contentan con que piensen de ustedes que no tuvieron la suficiente entereza para soportar el frío y el peligro. ¡Claro, como tenían frío los pobrecitos regresaron a su casita para calentarse junto a la chimenea! ¡Muy bien! ¡Para eso no era necesaria tal preparación! No hubieran tenido que llegar tan lejos para arrastrar el buen nombre de su capitán y sumirlo en la vergüenza de tener que aceptar el fracaso solo para demostrar que son unos cobardes. ¡Por favor…! ¡Actúen como hombres! Es más, ¡les pido que sean superiores a los hombres! Manténganse firmes e inamovibles en su propósito. […] No vuelvan a sus hogares con el estigma de la desgracia marcado en la frente. Regresen como héroes que han luchado y vencido y que ignoran lo que es dar la espalda al enemigo.”

 

Ahora: si el industrial o el general o el gobernante que pronuncie esta soflama no me prueba que los hombres de su familia y los de las demás familias de industriales y generales y gobernantes y privilegiados de toda índole y pelaje de mi país ya marcharon al frente o están listos para hacerlo, me apeo el fusil, busco mi ropa de paisano y dejo que todo se vaya al carajo. Tan güevón no soy como para que mientras me torturan y me matan o me dejan lisiado de por vida, los poderosos en edad de combatir lo pasen en grande y aguarden en el exterior el momento indicado para volver a casa. Digo no más que cada país arrastrado a la guerra por un hijueputin tipo el bicho del Kremlin, tendría que conducirse como la tripulación valerosa de un barco -la del de Walton está en las antípodas del valor- en riesgo inminente de zozobra o de abordaje.

 

659. Asisto, compungido -sufriste tanto, hermano, que mal haría si no me desdigo de parte de lo que escribí en el desahogo 550-, a la muerte de Victor Frankenstein y, en oyéndolo, me imagino que es al gran Navalni a quien oigo en su agonía, y que el Robert Walton de quien se despide y a quien encomienda su misión en la Tierra no es otro que un amigo de ocasión en las mazmorras del Kremlin:

 

“-¡Ay de mí! Las fuerzas en las que tanto confié me abandonan, y siento que voy a morir mientras él, mi enemigo y perseguidor”, vive y goza de buena salud. “No crea, Walton, que al final de mi existencia siento el odio lacerante y el ardiente deseo de venganza de que le hablé, pero creo que estoy en mi derecho al desear la muerte de mi adversario. Estos últimos días me he dedicado a examinar mi conducta y no he visto que hubiera nada reprensible en ella. […] Desconozco adónde le llevará su sed de venganza. Ese ser miserable ha de morir para que nadie más sea desgraciado. Yo tenía la misión de destruirlo, pero he fracasado.

[…] Le dejo que reflexione sobre ello y sopese con objetividad su deber. Mi capacidad de raciocinio y mis ideas se ven alteradas por la proximidad de la muerte. No me atrevo a pedirle que actúe como considero acertado, porque es posible que esta pasión todavía me confunda.

Me inquieta que ese engendro viva y sea el instrumento de la maldad”: también a mí, señor don héroe; pero ni yo, maniatado como me hallo y privado de la luz, ni ninguno de los poderosos que pueden pero no quieren -también es cierto que el momento propicio se desaprovechó infamemente- vamos a hacer nada para contrarrestarlo hasta que muy posiblemente sea demasiado tarde, y los que contaban con los medios para neutralizarlo lamenten su irresolución.

 

En el barco capitaneado por Robert Walton que son la Rusia a merced de Putin y el mundo a merced de los ultrapoderosos de esto y aquello, están de más el heroísmo de los Navalnis y de las Antígonas, e incluso el sentido de la ética y del honor de que hoy hacen gala los mejores soldados de Zelenski.

 

Adenda: el que hable de la criatura de Victor Frankenstein como meramente de un epítome de la maldad tipo cualquiera de los que hoy invaden ocupan arrasan y matan, o bien nunca leyó la novela, o lee sin ningún provecho.

 

660. Cada que leo algo por el estilo de El sendero de los nidos de araña o de ‘Los merengues’, en quien sus protagonistas me hacen pensar indefectiblemente es en mi primo Mauricio Henao Montoya, cuasi mi hermano cuando niños y hoy convertido, por cuenta de su lejanía, en todo un extraño con el que ocasionalmente me cruzo en el funeral de algún familiar. Lo veo en el Pin de Calvino y en el Perico de Ribeyro, y el recuerdo se me llena de una nostalgia dulce que no dura mucho puesto que a opacarla viene su distante yo del presente… un presente que se cuenta en décadas.

 

661. Leo ‘Una visión del mar’ de Dylan Thomas y quisiera saber con total exactitud cuántas parejas de púberes y adolescentes se descubren mutuamente y descubren, mientras esto escribo, el deslumbramiento inefable que es para tantos la primera vez. (En cambio no quiero saber, ni aun de forma aproximada, a cuántos niños y púberes y adolescentes uno o varios malparidos les desgracian justo en estos momentos la vida con una violación, que tendría que acarrearles la muerte previa dosis de tormento.) Al ínfimo porcentaje de los que ahora retozan -felices y deseosos de repetir o desconcertados y reacios a refrendar hasta pasado un tiempo- que vayan a tener la lectura por vicio y vocación les aguardan, como a mí con este relato, revelaciones muy distintas en torno a la mayor singularidad entre las experiencias humanas. A los demás, una suerte de condena a rumiar, sin las perspectivas que otorga el arte, los pormenores de lo que acaba de marcarlos para bien, para mal o algo en medio.

 

Adenda: si tuviera que quedarme con un único título no de primeras veces propiamente dichas sino de pubertades y adolescencias, el mío sería La Habana para un infante difunto.

 

662. Una escena del noticiero de antenoche en la DW -benditos tú y tus magníficos profesionales- debería bastarles a los antisemitas de viejo cuño y a los flamantes, todos tan orgullosos de su estupidez. En un punto de la Cisjordania ocupada, por donde transitan los muy pocos camiones que llevan comida y suministros varios a Gaza, se concentra lo peor y lo mejor de la humanidad. Los unos, violentos y de entraña podrida como su gobierno, que muy bien los representa, saquean los vehículos y bailan sobre las cajas de comida que yacen por todas partes mientras que los otros, que como es apenas natural se avergüenzan de la sinrazón de los colonos y de los que los dejan hacer -gobierno y Estado-, los escoltan y protegen en la esperanza de que la hambruna no termine de cebarse en los gazatíes. A mis prójimos, de quienes me declaro indigno, los de Netanyahu de momento los insultan y les gritan lo que Putin y su cohorte de asesinos e invasores les gritan a Zelenski y a los ucranios de bien: nazis. Bastarles para recapacitar en que ese puñado de buenos y valientes seres humanos de la carretera de la Cisjordania ocupada justifica la renuncia definitiva a un odio heredado o adoptado, y ojalá la entonación de un mea culpa público que los comprometa a no reincidir en la generalización.

 

Adenda: a los dos o tres que a tiempo consigan apartarse de la turba antisemita que se empieza a congregar, les quiero recomendar una feliz coincidencia literaria en la que acabo de aterrizar. Se titula ‘Los emigrados’, y mucho que promete.

 

663. Cada que leo… lo que esté leyendo: un poema, un microrrelato, un cuento, un ensayo, una novela de corto o de largo aliento o algo que me parece ‘transgénero’ (pongamos Los emigrados), y me estrello con un Toby Shandy incapaz de hacerle daño a una mosca -¿lo vieron en el numeral 647?- o con un Henry Selwyn en una escena como en la que a continuación refiero, en quien esos pasajes me hacen pensar instintiva e indefectiblemente es en Savater y en su inquina contra los animalistas, a los que mira con el mismo repelús que experimentan muchos cristianos ante un epiléptico que convulsiona o ante un enajenado… no religioso como ellos sino psiquiátrico:

 

“Al calor de la conversación que se entabló tras estos primeros comentarios caminamos a lo largo de la verja de hierro que separaba el jardín del parque abierto. Hicimos un alto. Rodeando un pequeño alisal se acercaron tres recios caballos blancos, que resollaban y en su trotar levantaban trozos de césped. Expectantes, se plantaron delante de nosotros. El doctor Selwyn les dio pienso, que sacó del bolsillo del pantalón, y les acarició los ollares. Viven, dijo, de mi caridad. El año pasado los compré por unas libras en la subasta, de lo contrario habrían ido a parar con toda seguridad al desolladero. Se llaman Herschel, Humphrey e Hippolytus. Desconozco su pasado, sólo sé que al adquirirlos su aspecto era lamentable. Tenían la piel sarnosa, la mirada triste y los cascos hechos jirones de tanto permanecer en un campo encharcado. Mientras, dijo el doctor Selwyn, se han recuperado bastante, y quizá les queden algunos años de vida feliz. Entonces se despidió de los caballos, que visiblemente le profesaban gran afecto, y deambuló con nosotros…”.

 

A ver si el filósofo de la ética como sólo él la concibe se atreve a desvirtuarle a Tristram Shandy su imagen-fuerza de cuando tenía diez años, o a rebatirle a este anciano que acabo de conocer pero que de entrada da la impresión de ser un hombre dotado de cultura y sensatez su idea de la felicidad como un asunto que trasciende la esfera de los sapiens y alcanza a otros brutos. Y a ver qué pastor u oveja elocuente se le mide a la papa caliente de vencer en debate, con sus majaderías bíblicas sobre demonios y endemoniados, al epiléptico y bipolar atenuado que gestiona y responde de este blog.

 

664. Medioevo Científico y Tecnológico:

 

“…Estamos viviendo la época del ‘pensamiento delirante’, que parece una contradicción en los términos y sin embargo así es: cuanto más ridícula e impúdica sea una calumnia o una teoría, más posibilidades tiene de prosperar y hacerse viral. Y como ese es el territorio en el que hoy se dirime la política, los fanáticos se han acantonado todos allí para escupir sin empacho sus consignas y su fuego malsano, sus obsesiones, su desafío a la cordura y el Estado de derecho.

Es un tema del que se está hablando y escribiendo hoy en el mundo entero porque es un problema global y ya no cabe un libro más sobre él en Alemania, en Italia, en Inglaterra, en España, en Estados Unidos: el tema de la famosa y manoseada ‘polarización’, que para unos no es sino la decantación por fin de las ideas y las ideologías, y para otros es una plaga que va a acabar con la democracia y nos va a llevar al despeñadero del autoritarismo y la opresión.

Lo curioso es que, aunque parezca lo contrario, la polarización no se da entre quienes piensan distinto sino entre quienes se comportan igual. El problema no es doctrinario sino metodológico, porque el fanatismo consiste en el mismo repertorio de aberraciones intelectuales y morales, no importa qué ideas se echen en su hoguera y qué discursos se usen para atizarla y soplarla: al final, su humo asfixiante es solo uno. Por eso se parecen tanto, a veces, los voceros de ideas contrapuestas: en el fondo su espíritu es el mismo así sus gritos sean tan distintos” (Juan Esteban Constaín).

 

Salta pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo, tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.

 

665. Aquí me tienen: acariciando a mi gaTita mientras come -ella sí inocente de todo- y supongo que rojo de vergüenza por mi ignorancia de lo que ocurre en el mundo de más allá de lo que los medios de comunicación en los que me informo (la DW, France 24, Televisión Española, Euronews, Canal Caracol, Canal 1, El Espectador, El Tiempo, Cambio Colombia, El País de España, Zenda, La Vanguardia…) consideran el mundo: la guerra provocada por los terroristas de Hamas en Israel y un Israel comandado por sus terroristas de Estado dispuestos a cobrarse la venganza hasta en el último postrado en cama y subnormal con diagnóstico y recién nacido gazatí que se les pongan por delante o se refugien en una escuela, en un hospital, en una carpa o donde mejor puedan; el riesgo inminente de invasión y ocupación que hoy sufre Taiwán por parte de la China cómplice de los rusos, de los que se sirve para saber cómo va a reaccionar Occidente cuando por fin decida dar el zarpazo; la Rusia de Novichok Putin que invade y arrasa a Ucrania, donde yo creía que se perpetraba la mayor injusticia de estos tiempos. Menos mal que para eso están los amigos mejor informados que uno: para desasnarnos y hacernos trasladar, de mente y de corazón porque cómo más, adonde peores monstruosidades superan a tamañas monstruosidades:

 

“…Empecé a ponerme al día sobre la barbarie en Sudán tras leer un extenso informe esta semana del organismo de derechos humanos Human Rights Watch. Luego repasé una docena de artículos en lugares más bien remotos de la web y hablé el viernes con un alto funcionario de la ONU encargado de distribuir ayuda humanitaria internacional.

Un típico ejemplo de las docenas de atrocidades que enumera Human Rights Watch: en el transcurso de quemar edificios, saquear casas y violar a mujeres en El Geneina, la capital de Darfur Occidental, las tropas del general Hemeti entraron hace unos meses en una pequeña clínica improvisada y mataron a 23 de los 25 pacientes. Una mujer sobrevivió, terriblemente herida; un hombre también, salvajemente torturado.

Otro ejemplo, más genérico, relatado por testigos: ‘Primero mataron a los hombres, luego a las mujeres y finalmente amontonaron a los niños y los fusilaron. Tiraron sus cuerpos al río’. Ecos aquí de un genocidio cuyos detalles conozco bien, el de Ruanda en 1994.

Aquí van unos números de la ONU: ocho millones de sudaneses han tenido que abandonar sus hogares; 20 millones de niños no pueden ir al colegio; 18 millones, más de la tercera parte de la población, pasan hambre, y cinco millones están al borde de la hambruna (a muchos no les queda más remedio que competir con las cabras y comer pasto). En los últimos 30 años de casi permanentes conflictos en Sudán se estima que han muerto, por violencia o por desnutrición, unos 2,4 millones, como 15 veces más que en los conflictos de Israel-Palestina desde 1948.

El funcionario de la ONU me dijo, desesperado él, que para los pocos fuera de Sudán que les interesa, el foco está puesto hoy en El Fasher, rodeada por las fuerzas exterminadoras del general Hemeti. Como en Rafah, las Naciones Unidas han hecho sus piadosas declaraciones y Estados Unidos ha pedido una pausa para evacuar a los civiles, pero Hemeti les hace incluso menos caso que Netanyahu, el primer ministro israelí. La embajadora de Estados Unidos en la ONU avisa que El Fasher está ‘ante el precipicio de una enorme masacre’.

¿Qué hacer? ¿Más declaraciones más contundentes, de más países, quizá? ¿Un poco de presión a aquellos que suministran armas a las partes en el conflicto, como Irán a las del general Al Burhan o (aunque lo niegan) los Emiratos Árabes Unidos a Hemeti? Hay abundantes pruebas contra los EAU…”.

 

Me avergüenzo de prestarles demasiada atención a mis problemas de salud recientes y a minucias que sólo a mí o a mi familia conciernen; de desperdiciar tiempo y sosiego lamentando la perra suerte política de Colombia y de tantos otros países plagados de abstencionistas y votantes imbéciles; de dejarme irritar por la afición a los toros de los que, como Savater y Samper Pizano, se emplean a fondo para convencerse a sí mismos y a los que los leemos de que su taurofilia es un derecho equiparable al del que come helados por puro gusto o toma trago de puro contento; de echar venablos por cada poro en contra del cristianismo racista, aporófobo y farisaico que vota por Trump, Bolsonaro, Miley y el que a bien tenga ungir Uribe próximamente, y en contra del buenismo de izquierdas que ve genocidios en Gaza pero no en Sudán porque allá y en el Yemen la guerra es entre los nadies del sur global y quiénes son ellos para intervenir o siquiera pronunciarse sobre asuntos que deben dirimir las buenas gentes de aquellos pueblos; de, en fin, no saber cómo ayudar de hecho a los sudaneses, los yemeníes, los palestinos, los israelíes y los ucranios arrastrados a las penurias propias de la guerra contra su voluntad y por designio de los malditos que los gobiernan y la bazofia ciudadana que con sus vítores los respalda… o los teme y calla mientras asiente.

 

666. Prodigios que sólo me son dables gracias a la literatura -periodística en este caso-: hallarme entre un par de amigos, ambos de papel, uno vivo y el otro muerto y ninguno de los dos apercibido de mi presencia; verlos terminar de beber algo en un sitio, salir a la calle para que Marías y yo podamos fumar mientras él y Pérez-Reverte rememoran películas que los dos atesoran y yo desconozco; instalarnos en otro sitio a cielo abierto, donde tomamos un último trago y ellos dos concluyen, al menos por esa noche, su diálogo con esta reflexión inarticulada de don Arturo… la cual amerita una respuesta por mi parte: “Entonces me echo a reír, mientras me pregunto cómo hacen los que no vieron cine ni leyeron libros para interpretar la vida”.

 

--Si el cine fuera el ojo derecho y los libros el izquierdo o viceversa, de todas formas yo sería, maestro, tuerto y no ciego. Mientras que una mayoría inmensa de seres humanos, de los en efecto alfabetizados que han existido a lo largo de estos ciento treinta años de coexistencia de películas y libros serían y habrían sido ciegos inapelables, como su servidor en la realidad más cruda. Y ahí los tiene usted y los conoció el mundo: capeando cada contingencia y trastada de la vida como mejor pueden o pudieron, ayunos de esto que algunos -muy pocos en cualquier caso- consideramos imprescindible para ir tirando y no sucumbir en el intento. ¿Que mi hermano y millardos más no comprenden cómo hay quienes viven cada día de toda una vida sin el consuelo de sus dioses y su fe? Y sin embargo aquí estamos usted y yo -estuvo Marías- y otros cuanntos, en absoluto necesitados de aquello.

 

667. Que se enteren los tibios del centro del espectro político acá en Colombia y en países donde se vota con la sangre caliente que, contrariamente a lo que eso indica, sí que existe una forma de vencer a la morralla extremista de izquierdas y de derechas: “…Lo peor es que en el mundo emotivo y crispado de las redes sociales solo tienen audiencia, repercusión, likes y retuits, aquellos que ven por un solo ojo y emplean el lenguaje desmedido y grotesco de la descalificación brutal de una sola de las partes, la adversaria, y disimulan todos los crímenes del lado que prefieren. Va siendo hora, tal vez, de que quienes vemos por los dos ojos usemos una jerga que, aunque seamos más mansos y respetuosos, no ignoramos. Que no crean los camorreros que quienes queremos ser equilibrados no tenemos convicciones; que no piensen los exaltados que si uno prefiere el razonamiento y el diálogo -la lengua- es porque no tenemos dientes. Si solo se oye la violencia verbal de los mordiscos, habrá que aliñar el razonamiento y la ironía con una que otra dentellada”.

 

Colombianos y amigos todos que sin conocernos coincidimos en que jamás hemos votado ni votaríamos por un Álvaro Uribe Vélez ni por un Gustavo Petro Urrego, es decir sempiternos votantes en blanco en toda segunda vuelta presidencial: ¿de dónde nos sacamos un candidato por el estilo de una Cecilia López Montaño o un Umberto de la Calle Lombana, con la preparación y la decencia de ellos dos aunque de verbo encendido y de ironía afilada, que con eficacia arremeta contra cada gansada del paisa y del costeño de altiplano y las aun peores de sus paniaguados? ¡Pero si ahora es tan sencillo empelotar la ignorancia desaprensiva de los unos y los otros, para no hablar de sus corruptelas tan groseras! ¿Vamos a seguirnos creyendo el cuento de que ser de centro consiste en no meterse en la pelea de puteadero del uribismo y el esperpetrismo? ¡Pero claro que nos tenemos que meter, sólo que con un candidato y unas bancadas en el Congreso tan capaces cuanto desapacibles con las embestidas del par de navajeros y los urras de los que los azuzan, también borrachos, desde sus escaños y desde sus pantallas! Les propongo que hablemos con, entre otros meritorios de lo que ojalá un día sea nuestro extremo centro: Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Andrés Hoyos, Mauricio García Villegas, Armando Montenegro, Carlos Granés, Alfonso Gómez Méndez pero antes que nada y primero que todo con Daniel Samper Ospina -él tiene la clave del modo y el tono de que les hablo-, para que nos ayuden a pensar en nombres y nos den ideas. Llámenme y nos concertamos, que el tiempo apremia: 3 16 5 18 90 24.

 

Adenda: será tan falsario y en modo alguno de fiar el Esperpetro, que esta es la hora que nadie sabe a ciencia cierta en dónde nació -para mal de Colombia y los colombianos- el fulano aquel.

 

668. Si usted es uno de muchos, muchísimos, muchisísimos que todavía no caen en qué manos torpes y dañinas se debaten hoy la cultura y la educación superior -no la científica (o no tanto) sino la teórica- en Occidente, lea de Piedad Bonnett en El Espectador ‘O guetos o inclusión’ que creo que con eso le basta. Si no, quizá sea porque en usted bulle lo más acendrado de la bobería wokebuenistaempoderada que, en efecto, se apoderó del discurso y los dividendos que rinden esos dos sectores, hoy más que nunca confabulados con lo peorcito de la izquierda, que ya es decir.

 

669. ¿Ya vieron -en su columna de El Espectador- al indignado Santiago Gamboa con Vives y un tal Dangond por haber osado cantar una canción contra lo que los dos vallenateros y el compositor juzgan la cicatería de García Márquez con Macondo, el Caribe y Colombia entera? Al samario le recrimina el novelista, con sobrada razón, que no les cante más bien a los políticos corruptos de su familia que, ellos sí, tendrían que rendir cuentas por las carreteras y las escuelas que no han construido y por los dineros destinados para esas y otras obras que por entre sus manos se esfumaron. Si Carlos leyera -el pobre no tiene tiempo y sospecho que tampoco cacumen para la vaina-, bien podría haberle replicado a este novelista menor de la mamertosfera algo por el estilo de: “Claro Gamboa: cantar con la misma contundencia y valor con los que usted viene denunciando, desde siempre aunque en voz más alta desde que su votado el Esperpetro ganó y perdió Colombia, los desatinos, desaguisados y corruptelas de su desgobierno. Por ejemplo, los trescientos ochenta mil millones de pesos de la UNGRD que se robaron y utilizaron para sobornar congresistas y otras ‘conciencias’: a usted le debe el país la voz de alerta sobre ésa y otras ollas podridas porque lo suyo, y ahí están sus columnas para probarlo, son la objetividad más independiente a que se pueda aspirar y la lucha a muerte contra la venalidad, venga de donde venga”.

 

Adenda(sss): los esperpetristas de toda una vida, y muchos que alegan que votaron de buena fe por el Esperpetro , porfían en dizque creer que los asaltos al erario ‘esperpetrados’ desde el agosto aciago de 2022 en que el chusmero se izó al poder tienen que haber ocurrido a sus espaldas. Que revise la prensa ecuánime y la de la oposición qué decía cada uno de los que hoy lo absuelven a priori cuando escándalos semejantes estallaban en las presidencias de Duque, Uribe, Patraña y Samper, para no remontar más allá las por completo insalubres aguas hervidas de nuestra historia política. Chévere ver la reacción de cualquier presidente ante un logro notable de su gobierno si sus subalternos y áulicos salen a decir, al unísono, que aquello ocurrió sin su conocimiento y que, por tanto, no se le debe atribuir el mérito a él sino a los buenos oficios de otros que tal vez no figuran. Lee uno ‘La camarilla que gobierna a espaldas de Petro’ y resulta imposible no sentir que la misma María Jimena Duzán que con valentía había empezado a honrar su labor periodística e investigadora con sus denuncias y opiniones bien fundadas sobre este gobierno fallido, ahora quiere hacer aparecer al principal responsable como víctima de unos infiltrados ávidos de poder y malquerientes del Pacto Histórico. Como quien dice: si el fulano se desaparece y desatiende sus deberes para darles rienda suelta a sus adicciones de toxicómano, la culpa es de quienes intentan guardarle la espalda mintiéndole al país. Que aleguen la mentira de la “buena fe” los votantes incultos de un Miley que no lo conocían de nada o en cualquier caso de muy poco: ¿pero los que votaron para presidente por el peor entre los más malos alcaldes que ha tenido Bogotá y, por contera, “ex” Guerrillero ufano?

 

670. Entre un escritor que eclosiona en el mundo editorial y en el de las ideas con el tatuaje ‘mamertosfera’ o ‘fachosfera’, el cual conserva a lo largo de su vida productiva y muere con él en la piel inscrito, y uno -un Lugones- que recorre el espectro político entero de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, me quedo con el que mucho dudó de lo que para el otro son certezas incuestionables de carácter religioso. Que, por consiguiente, deben estar por encima y fuera del alcance de toda prueba o evidencia fáctica que se las haga tambalear. 

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