551.
Entre los prodigios de la literatura -de las artes-, su extraordinario talento
oracular o, dicho de modo más pedestre, la prospección: “…Hay hombres así, que,
abandonado el puesto, recaen en la insignificancia. Ello se debe a que no
tenían otra forma de ser que su función”.
Despliego
la foto del actual (hoy es 1 de marzo de 2024) gabinete ministerial del
Esperpetro, en cuya grisura no se divisan ni Luis Gilberto Murillo ni Néstor
Hosuna; soborno la memoria a ver cuántos ministros y funcionarios de
importancia del Titeriván, de Uribe y de Patraña recuerdo con nombres y
apellidos y los resultados son paupérrimos. Enseguida, me solazo imaginando
cómo habrían ensamblado sus gobiernos algunos de los meritorios a los que
Colombia, la radical y folclórica que huye del sentido común con igual espanto
que sus gobernantes del reformismo, jamás tuvo en cuenta, y llego a la
conclusión inevitable que rondaba la cabeza de Ribeyro cuando escribió su prosa
apátrida número 100: de ningún político mediocre que se haga con el poder se
puede esperar que se rodee de lumbreras o de personas de probada capacidad en
esto y aquello pues, o bien no las conocen -Duque, Pastrana-, o, en medio de su
complejo de Dios -Uribe, Petro-, no quieren cerca a nadie que les haga sombra y
mucho menos les dé por respuesta un no rotundo, les exprese su desacuerdo o les
haga el más mínimo reparo.
Protestan
airados los de los extremos del auditorio porque no mencioné a Santos.
Sencillo: repasen y cotejen las nóminas de altos funcionarios de sus dos
gobiernos con lo que ya vimos y díganme si, en cuanto hace a nombres, lo suyo
no destaca de lejos. Cosa muy distinta y triste es que, por buscar para sí el
Nobel a cualquier precio, mucho del conocimiento y la experiencia de que se
rodeó durante casi una década se desaprovechó infamemente.
552.
Tres definiciones que someto a consideración de la RAE. Tirónico: aquel
cuya ironía resulta tan acre y cáustica que tiraniza. Tirónica: aquella
que, tirando, ironiza impíamente sobre el chito de su hombre. Chito:
pipí de tamaño y grosor clitóricos.
553.
¿Qué se le agrega a la completitud?: “No hay nada más duradero que el instante
perfecto”.
Antes
que nada y primero que todo, un orgasmo telúrico sufrido al alimón. El
cigarrillo que le pone término a la abstinencia absurda que nos impusimos. Una
charla con un buen dialogante, ojalá al margen de las ubicuas estridencias del
entorno. En el ya tan lejano mundo analógico, las primeras caricias y husmeos y
ojeadas y hojeadas y hasta besos que se le prodigaban a un libro largamente
codiciado. Un despertar sin sobresaltos tras equis horas de sueño profundo, con
la mente y el cuerpo saludables, y la finca en que vacacionamos colmada sólo
por las voces de sus animales. La eclosión favorable de un asunto o noticia que
nos traía en vilo. Los primeros compases de un concierto o sinfonía que siempre
quisimos sentir en un auditorio. Los últimos compases jubilosos o violentos de
aquella obra, seguidos por la ovación unánime que hace que nos escuezan manos y
garganta… Sé que hay más pero por de pronto…
554.
Ceguera congénita y total, la del ciego congénito y total que, muerto a la edad
que sea, se murió totalmente sin saber que la literatura existía, o sin tener
por madre a una Orfi: “Café expreso en la placita central de Capri, hojeando el
[…] y observando el denso flujo de veraneantes. Hercúleos mozos que lucen sus
muslos tostados y sus pectorales […]; inefables niñas en blue-jeans ajustados,
más bellas que cualquier mármol florentino; pero sobre todo viejos panzones en
pantalón corto, calcetines y sandalias, viejas pintarrajeadas en bikini con
várices, celulitis y horribles colgajos de carne en el vientre y decrépitos
ancianos, extremadamente dignos y elegantes, con sombrero de paja y saco de
lino, que derivan en la tarde soleada tanteando con su bastón su último
verano”.
Tras la
relación solidaria yo le digo a Julio Ramón o a mi madre, sin que venga a
cuento, que justicia poética sería que las “repulsivas”, quienes ya descansan
en paz, supieran que hoy su lugar lo ocupan las beldades que en aquel verano a
ellas muy seguramente les arrancaron suspiros de despecho entreverados con
pensamientos inconfesables, y que los muchachos que sabían perdidos de antemano
pero por los que habrían pactado con el diablo de haber podido, se apoyan ahora
en un bastón o arrastran su propia fealdad disfrazados de veraneantes, junto
con el peso insoportable de saberse, unas y otros, excluidos sin apelaciones
del mercado sexual.
555.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…Lo más
interesante, a veces, es que en cambio las épocas que sí están sufriendo una
crisis muy profunda y un deterioro irreversible de todos los indicadores de la
vida y la cultura no se dan cuenta de que algo así está pasando e incluso las
caracteriza un optimismo y una arrogancia enternecedores: la idea de que nunca
antes las cosas habían estado mejor. Como dijo el magnífico Arnaldo Momigliano,
pocos se dieron cuenta de que Roma se estaba cayendo.
Además
porque la decadencia es un fenómeno de larga duración, a veces pasan siglos mientras
se va cocinando […]. Pero hay un dato clave a la hora de entender la decadencia
de las sociedades, y no es el arte porque muchas veces cuanto peores son los
tiempos mayor es la creatividad, la belleza, la lucidez como un refugio.
Ese dato
clave son las clases dirigentes, la gente que gobierna y que manda, también la
que ‘influye’, como se dice ahora, aunque no se me ocurre peor retrato de la
decadencia que un mundo en el que millones de personas, sin ningún talento, sin
ningún atributo particular salvo la desvergüenza o el fanatismo, se
autoproclaman ‘influencers’ y lo peor es que sí llegan a serlo. Ya eso nos
sitúa de lleno en un tiempo aterrador, sin salida.
Y
también quienes nos gobiernan. Pero no hablo en general de la miseria de los
políticos, que también es una queja tan vieja como el mundo. No. Me refiero al
hecho inquietante y gravísimo de que adonde miremos hoy, en todas partes, el
panorama es como de comedia con mal libreto, una producción sin presupuesto ni
pudor. Basta ver lo que serán las elecciones en los Estados Unidos, para no
hablar de nosotros, y ahí está dicho todo: es increíble, devastador.
Sería
cómico si no fuera trágico: es la decadencia de la decadencia, a eso hemos
llegado” (Juan Esteban Constaín).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
556. Uno
de los regalos impagables de leer a columnistas de opinión brillantes y además
decentes, cuyas atalayas se levantan en el justo centro del observatorio desde
el que se otean las miserias y bondades de los hombres, es que justo cuando uno
está empantanado en un tremedal de palabras que no concurren para desahogarse y
aullar lo que se quiere (verbigracia, toda esta vergüenza de ser un cero a la
izquierda en la lucha contra los malditos), se materializa un Héctor Abad
Faciolince, una Piedad Bonnett, un Javier Cercas, un Arturo Pérez-Reverte, un
Martín Caparrós, una Rosa Montero, un Antonio Muñoz Molina o un John Carlin y
dice justo eso que veníamos rumiando:
“El
movimiento palestino Hamas, con su propia masacre de inocentes el 7 de octubre,
y el régimen de Netanyahu, con su respuesta feroz, se han asegurado de lo que
ambos quieren, que el ciclo de venganza extermine toda posibilidad de una
solución posible al conflicto más largo del mundo.
En el
sector de la población israelí que vota por Netanyahu, la memoria colectiva del
Holocausto nazi representa licencia para matar en defensa de la causa judía. La
masacre del 7 de octubre fue entendida por esa misma gente como un Holocausto
II, ergo la despiadada destrucción del lugar de donde procedió el mal.
La misma
lógica se aplica a los palestinos. El calvario de Gaza será recordado por los
años y los años como su propio holocausto, como su licencia para matar
israelíes. Los huérfanos de Gaza hoy y sus hijos verán el uniforme de los
soldados de Israel como los judíos europeos de los años treinta y cuarenta
veían los uniformes de los soldados de Hitler. Ojo por ojo, como dijo Gandhi, y
todos acaban ciegos.”
Cínicos
llaman, sin que mi mente consiga explicárselo, a los desesperanzados
recalcitrantes en relación con las grandes tragedias de la especie (injusticia,
guerra, pobreza, hambre, discriminación…), y todo porque aquellos seres de luz
se pliegan a lo tangible y les aguan su festival de la esperanza a los
fanáticos del “sí se puede” a sabiendas de que no. Sin que importen las buenas
intenciones y los deseos de los que genuinamente quisiéramos vivir en un mundo
en paz relativa, donde nadie se muera de hambre o enfermedad tratable o de
hambre y enfermedad tratable, donde quien lo quiera se pueda escolarizar y, el
que no, tenga otro tipo de oportunidades y etcétera, etcétera, etcétera, el
caso es que ahí van a seguir, hasta el final de los tiempos, los malditos de la
violencia y de la codicia, de la codicia y de la violencia, ultrapoderosos
poderosos o pobres diablos muy resueltos, decidiendo, igual que ha sucedido
desde que Lucy descendió del árbol, el destino de millardos que lo único que
tienen a favor lo desperdician: el prodigio de las mayorías. Porque sólo las
mayorías, ríos y ríos de gente inerme pero amenazadora y dispuesta a morir, si
toca, harían desistir y salir corriendo a Hamas de Gaza y a Netanyahu y los
sionistas de Israel; a Putin y su cohorte de asesinos de Rusia y la Ucrania
ocupada y a los sátrapas de Corea del Norte, Irán, Sudán, Yemen, Venezuela o
Nicaragua de los países que explotan y oprimen. Porque sólo unas mayorías
globales, concertadas y bien avenidas, podrían acogotar a los gobernantes del
mundo para que le pongan un tatequieto definitivo a la carencia mundial
organizándolo todo de tal modo que claro que haya ricos, pero no obscenas
fortunas individuales más pingües que las de un Estado próspero; y pobres sólo
si lo son de espíritu y de iniciativa, aunque no tan pobres como para que se
mueran de hambre.
Un único
favor les pido: avísenme cuando la cobardía y la indiferencia -nuestra
perdición bicéfala frente al malditismo transnacional- estén, como las maras
salvadoreñas hoy en las mazmorras de Bukele, domeñadas y a buen recaudo, pues
no me quiero morir sin saber cómo se siente ir vestido de verde esperanza.
557. En
el filme titulado ‘La zona de interés’ de Jonathan Glazer, qué duda cabe, cabe
toda la humanidad de hoy, la de hace miles de años -pongamos tres mil- y la de
dentro de miles -pongamos tres mil-, con sus dos minorías en las antípodas (los
Rudolf Höss que se aplican al ejercicio del mal y, en muy menor proporción como
en la película, las niñas-fantasma que se aplican al ejercicio del bien). El
resto, a efectos prácticos y en muy distintas situaciones y circunstancias, nos
llamamos Hedwig.
Adenda:
si usted es profesor de literatura, de arte, y está empecinado en que sus
estudiantes comprendan que la literatura, el arte, valen más por lo que callan
que por lo que dicen, no desperdicie su tiempo ni se lo quite a los muchachos
haciéndolos leer teoría. Vea con ellos este nacido clásico de Glazer y, a los
que no caigan, mándelos a estudiar odontología u otra cosa para la que les dé
el cacumen.
558.
Miremos este par de fotos yuxtapuestas: la de la derecha muestra a El Salvador
de hoy, rozagante de seguridad y pleno de un agradecimiento cuasi unánime hacia
quien obró un milagro bíblico de tan inverosímil. La de la izquierda, a una
Colombia con aspecto haitiano que acelera el paso en su recorrido del camino
contrario, con sus fuerzas del orden maniatadas o al menos muy menoscabadas y
amilanadas por cuenta de unas políticas presidenciales que, de labios para
fuera, aseguran que le apuestan a la paz mientras que sobre el terreno les
garantizan, con su solidaridad de cuerpo, a los que hacen la guerra impunidad y
nichos de mercado. Imbéciles los que, bien desde sus atalayas de pacifistas a
todo trance, bien desde sus atalayas de pacifistas de coyuntura, no lean como
es debido la gratitud presente de una mayoría abrumadora de salvadoreños con la
mano dura que los “rescató” del infierno diario que “suponían” las maras, y más
imbéciles si no encuentran justificado el deseo de los mexicanos, ecuatorianos
y colombianos a merced de los violentos -y de sus patrocinadores desde el
poder- de que en sus países gobierne mañana mismo, y no ya con mano dura sino
con puño de hierro, un resuelto por el estilo del milénial.
Pero
ojo, mucho ojo, amigos colombianos, ecuatorianos y mexicanos con el
deslumbramiento que les producen los resultados tan reales cuanto artificiosos
del actual gobierno salvadoreño: antes de seguir ensoñando, hagan el favor de
leer, en El País de España, el reportaje de Juan Diego Quesada titulado Dentro
del ‘Alcatraz’ de Bukele: “Es imposible escapar. Estos psicópatas van a pasar
la vida entera entre estas rejas”; y de imaginar, una vez leído y releído el
texto, a uno o a varios de sus familiares presos en ésa o en otra mazmorra del
régimen, adonde fueron a parar por los tatuajes que algún día se hicieron, o
por la ropa y el peinado “sospechosos” que lucían cuando les echaron mano. Pero
si en su familia no hay jóvenes, o los jóvenes que hay son a su juicio
muchachos de bien y muy formalitos, pues no den nada por sentado y entérense
antes de embarcarse con su voto en semejante aventura de que las dictaduras se
sabe cómo -léase contra quién- empiezan pero jamás se sabe cómo -léase contra
quién- terminan.
Y ya que
estamos. ojo, mucho ojo, adeptos de buena fe del esperpetrismo, indiferentes
crónicos -o sea idiotas- de la política, e incautos del “¡Qué va! Colombia es
una democracia imperfecta, pero una democracia a fin de cuentas”: cuidado con
seguirse creyendo el cuento de que este gobierno nada que arranca o de que ahí
va, a trancas y a mochas. Si el debilitamiento calculado de las fuerzas del
orden para que el crimen organizado engorde, la instrumentación de la DNI con
idénticos propósitos a los de Uribe en su momento, la implosión controlada para
atarle las manos a Ecopetrol y pauperizarlo para favorecer a los compadres
narcochavistas, las medidas sibilinas con miras al desmonte o la quiebra de los
sistemas pensional y de salud, las acusaciones de desinstitucionalización tras
las que pretende esconder sus propósitos a todas luces
desinstitucionalizadores, la venalidad y mediocridad rampantes de sus
ejecuciones y postergamientos o la incuria de la economía con vistas a joder a
los ricos y a los empresarios que no se le prosternan no es arrancar, ¿qué lo
es entonces?
559. Le
llueven del cielo los elogios a Pepe Mujica por su dizque valor de llamar a las
cosas por el nombre en relación con la desde siempre narcodictadura bananera
chavista, un descubrimiento al que este sagaz anciano llega con un retraso de
veintipico años, o de treinta y dos si se toma en consideración el intento de
golpe de Estado que encabezó el tirano epónimo en 1992. A Carlos Andrés Pérez y
a Rafael Caldera les deben los millones de venezolanos en el exilio, los presos
y torturados en las mazmorras del régimen y los que se mueren también de hambre
y de desesperanza en el país su perra suerte, pues el primero tendría que haber
fusilado sin miramientos ni dilaciones a los insurrectos para, de ese modo,
evitar que el segundo -quienquiera que fuese su sucesor en la presidencia-
incurriera en indultos o sobreseimientos.
Oigan…
¿y si el debilitamiento calculado del Esperpetro a nuestras fuerzas del orden,
con las infiltraciones de terroristas de izquierda de que algunos bien
informados y en modo alguno paranoicos se vienen haciendo eco, estuviera
inspirado en lo del golpista Chávez Frías o en lo del autogolpista Pedro
Castillo, salvo que mejor urdido y “ojalá” adelantado?: que el paranoide soy
yo, me gritan desde el centro y la izquierda del auditorio los que le apuestan
nombre y prestigio a la estabilidad de nuestra democracia imperfecta, pero
democracia a fin de cuentas. ¡Qué sagaces andan; al menos tanto como el abuelo
uruguayo!: paranoico, fatalista, paranoide, pesimista y, por contera,
malpensado.
560.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…Al
nuevo modelo de negocio le conviene el ruido y está borrando de nuestro
vocabulario los conceptos de prudencia, reparo, compasión. Si se da el caso de
que a alguien se le descubre en un renuncio, en una metedura de pata, o aún
más, en un delito, cómo no sumarse a la gran fiesta de la crueldad, porque la
crueldad, de eso nos hemos olvidado, no se ejerce solo cuando se ataca a un
inocente, crueldad es también el ensañamiento innecesario con el culpable. Si
existe la justicia, por imperfecta que esta sea, es porque necesitamos un
mediador que nos evite la venganza personal o colectiva. Pero hoy, gracias al
gran Dios de las redes, asistimos a un juicio permanente, situados siempre en
los asientos del jurado y temiendo en secreto vernos algún día en el lugar del
reo. Olvidada queda aquella vieja progresía que detestaba a los que levantaban
los brazos delante de los juzgados, a esas personas tan carentes de emociones
en sus vidas que se cargaban de adrenalina yendo a escupir y a insultar a los
detenidos mucho antes de que se produjera el juicio. Aquellas ideas de
convivencia que promulgaban la atemperación de las emociones se han quedado
caducas y ahora no hay penas de cárcel que nos satisfagan, no hay insulto que
esté a la altura de nuestra ira ni metedura de pata a la que no queramos
hincarle el diente.
[…]
Ocurre que perdidos en un momento de autocomplacencia, seguiremos flotando en
la pequeña burbuja que nos aísla del mundo, hasta que de pronto explote y nos
quedemos flotando en el vacío” (Elvira Lindo).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la
realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
561. No
sé si me dan más lástima que risa los bienintencionados (a los militantes
solapados de la causa guerrerista contra Occidente del ‘sur global’ que, desde
Occidente, abogan por lo mismo si bien con otras intenciones no les presto
oreja) de tertulia televisiva que aducen que para que cese la invasión de Rusia
a Ucrania hay que sentarse a negociar con Putin, como si Putin no fuera Putin
sino Zelenski o Navalni. Diría uno que a los pobres les falta literatura de la
buena, y por carretilladas. Pero no es la literatura lo que cura la suma ¿ingenuidad?,
y una prueba fehaciente es ‘Al final’: un artículo publicado por William Ospina
en El Espectador en abril de 2016, y nuevamente en marzo de 2024.
En él su
autor plantea la necesidad de que, a fin de que la paz en Colombia sea real y
duradera, se ensaye una suerte de borrón y cuenta nueva, acompañados por un mea
culpa colectivo y por la concesión de un perdón auténtico y ‘multidireccional’
ojalá sin fisuras. Yo, con todo y el tamaño descomunal del sapo que nos
tendríamos que tragar, lo suscribo y sé que igualmente muchos otros ciudadanos
del común, y ni que decir tiene que también las víctimas, quienes suelen hacer
gala de un corazón tan grande a la hora de pasar la página que a uno lo abruman
y avergüenzan. ¿Pero y los malditos que hacen la guerra y se lucran de ella por
convicción y porque lo llevan, como el bicho del Kremlin o el carnicero de
Gaza, inscrito en las entrañas? A mí me basta ver el resentimiento y la mala
leche con que el Esperpetro, con su panda de neocorruptos, está maniobrando en
este país para no abrigar ilusiones de ninguna índole en paces hechizas, que es
lo que a la postre pactan los que negocian con el poder en mente como único y
“secreto” Fin.
Adenda:
leyendo esta otra columna suya, ‘El tiempo corre’, estuve, maestro William
Ospina, tentado de creer que usted iba por fin a arrojar lejos las anteojeras
que le han impedido leer con objetividad al sujeto presidente. Sin embargo,
cuando llegué a la oración “Petro, creo yo, no es un hombre corrupto”, con la
cual usted y muchos nostálgicos del esperpetrismo se engañan y engañan
deliberadamente, me sentí igual que frente a una madre que, en medio de su
dolor, quiere que los demás no vean los delitos palmarios de su hijo, de los
que culpa a otros que lejos están de ser sus compinches. Y mejor ni hablemos de
lo que a continuación se lee, todo tan cínico o melifluo que asquea. Gustavo
Petro Urrego no es sólo un corrupto de proporciones colombianas, sino un
redomado hipócrita que gobierna y va a seguir gobernando como delinquió en el
M19: al margen de la Ley -de las leyes hoy vigentes en el país- y sin ningún
respeto por quienes por él votaron de buena fe ni por la constitución que juró
acatar y honrar.
562. Yo,
que en el presente no tengo amigos de cinco letras y apenas unos pocos de dos o
a lo sumo de tres, no los pondría -tal vez tampoco a uno completo- de testigos
de nada llegado el caso de caer en desgracia con enemigos poderosos, que hasta
la fecha no creo que tenga pero que puedo llegar a tener. Se trata simple y
sencillamente de ahorrarme una previsible decepción getsemaniana. De ustedes,
mis dos amores, sí que lo espero todo… o casi.
563.
¿Que esta semana Londoño no se ocupa -no desbarra- de política y más bien pone
en marcha al sabio -hoy ataviado de poeta-? ¡Estupendo!:
“…Las
lenguas son anteriores a las gramáticas y son parcialmente lógicas porque la
comunicación es su norte. Pero la lengua también quiere conmover; por eso
entona canciones, asesta ironías, esgrime conjuros, arroja injurias, emprende
elipsis, acuña refranes, se adorna con tropos, legaliza caprichos y otorga
licencias, operaciones que desbordan la lógica y desafían la sintaxis ortodoxa.
Sumisos a las leyes de la concordancia escribimos ‘ojos verdes’, en plural,
pero decimos ‘ojos violeta’ en homenaje a la singularidad de los ojos de este color.
La
gramática nunca tendrá la precisión de la matemática porque los idiomas no son
sistemas arbitrarios para traducir a números la cantidad, el espacio y sus
relaciones. Los idiomas son la manera como cada pueblo siente la realidad,
cifra sus anhelos y conjura sus demonios. En las ásperas lenguas de los
nómadas, digamos, había muy pocos vocablos para designar la tierra; ninguno
para la ciudad. La tierra era esa materia vertiginosa que pasaba bajo los
cascos de sus caballos; la ciudad, un corral de piedra lleno de gente temerosa.
Tenían en cambio decenas de términos para la caza, el caballo, las armas, las
estrellas…”.
Ya les
participé a todos los del cenáculo y a Álex Grijelmo el primero, estimado y en
ocasiones admirado Julio César, esta otra gema de su inteligencia. Pero le
cuento que me entristeció no habérsela podido hacer llegar a casi nadie más que
la pudiera disfrutar genuinamente. Con don Juan Gossaín no di por mucho que lo
busqué, y por supuesto que tampoco con el gran profesor Bustillo. Claro que el
“casi” tiene más peso y validez que veinte nombres cualesquiera: la leyeron y
me piden sus coordenadas el doctor Humberto de la Calle Lombana, uno de esos
tibios del reformismo por los que usted jamás votaría o sólo en casos muy
puntuales, y doña Cayetana Álvarez de Toledo, cuya mera mención se me figura
que lo hace descomponer el gesto. Qué dice: ¿se las doy?
564. El
primer párrafo de ‘Teología e hipertensión’ prueba que, como todos los
concienciados del buenismo que medran en la mamertosfera, y no se diga sus
ideólogos y enjuagadores de cara -y éste sí que lo es-, su firmante es un
grandísimo hijo de la puta que lo parió -y que me perdone la señora, que poca
culpa tiene- y un resentido. ¿Atacar tú a Héctor, a Héctor Abad Faciolince tú,
quien para sobrevivir publicitas tus talleres literarios, y sin pagar, en tu
columneta de El Espectador? Claro: como te duele que te ataquen a Putin y de él
hacia abajo, y como sabes que jamás podrás izarte a la altura moral de quienes
en ese y en otros periódicos prueban cada que escriben y opinan que no son,
como tú y otros indeseables, presas de ningún sectarismo, pues si te toca te
les metes con la madre y sin que venga a cuento. Disculpa: ¿quién, aparte de un
tal Gregorio Ríos que a falta de algo mejor que hacer habla de ti en su puto
blog que sólo él lee, de tus talleristas incautos, y de diez o veinte gatos del
esperpetrismo o de la vallecaucanidad te conoce? Entérate, pimpollo de las
letras, de que la mera Basura de Héctor supera de lejos lo que de ti he leído y,
por fuerza, habré de seguir leyendo.
Adenda:
que por qué no dejo de leer “al Londoño este que tanto lo irrita, mijo”,
pregunta mi madre. ¿Dejar de leer a Londoño, Orfi? -le respondo-, e intento
sacarla de su pasmo leyéndole, despacio y a muy razonable volumen, a partir del
segundo párrafo. Pero creo que ella no nota, por imperceptible, mi
pensamiento-exclamación ¡mientes como un bellaco, pedazo de feligrés de la
mamertosfera! cuando lo que le leo es: “Yo, lo confieso, no soy ni siquiera
agnóstico. Ni siquiera buen hijo. Mi credo es la confusión […]. Recelo de las
religiones…”.
565.
Jamás pensé, admirado García Villegas; jamás pensé que un día me viera obligado
a usar, y mucho menos con alguien de mi entera estima como usted, una fórmula
de descortesía que a mí me disparó, en plena reunión de profesores, un colega
de la Sergio de quien no obstante tengo gratos recuerdos: Speak for yourself!
me dijo el muy granuja y yo lo repito ahora: Speak for yourself, bro!: “Soy
consciente de que, con los años, el lenguaje incluyente se va a imponer.
Quienes en algún momento nos opusimos hemos sido derrotados y lo seremos aún
más. Nuestra manera de hablar será anacrónica […], pero no tendremos la
intención de discriminar a nadie. Seremos un error, una imperfección irrelevante”.
A ver
por dónde comienzo, hermano. Mire: soy un convencido de que en este mundo lo
que impera es el mal gusto, y no se diga en el mundo hispano. Que, bien mirado,
ya no es, por todo y por todo lo demás aunque antes que nada por el espánglish,
otra cosa que una copia desvaída y muy ridícula del mundo anglo. Que, bien
mirado, no tiene puta la culpa de que acá le copiemos absolutamente todo: desde
el consumismo desaforado hasta la sintaxis y el léxico de su idioma tan
querido. Desde sus ridículas luchas identitarias hasta sus formas de decir tan
sumamente beatas y cursis. Desde la comodidad maravillosa de su ropa hasta sus
duplicaciones -his or her, women and men, female and male adults-. Todo
absolutamente todo se lo copiamos, lo cual no quiere decir ni que esté bien ni
que tenga que ser por fuerza exitosa la copia. Y ahí viene el caso del fucking
inclusive language, que a la persona en situación de discapacidad ocular que
soy le choca más que nada en este mundo, o sea el real.
¿Derrotados
por este buenismo de cartón piedra e inauténticamente anglicado? ¡Pero cómo se
le ocurre semejante disparate a un tipo tan capaz! Ahora: confunde usted lo
“anacrónico” con lo “clásico”, que es lo que seríamos si su vaticinio llegare a
materializarse, que ojalá no. ¿Y sabe por qué no? Por la sencilla razón de que
cuando la distopía triunfe, con su triunfo se interrumpe para siempre lo que
hoy llamamos literatura hispanoamericana. Imagínese no más a un Javier Marías o
a un Roberto Bolaño de la época triplicando el género en sus novelas o dándole
a la perífrasis para hablar de un cojo o de una puta (un saludo incluyente para
mis carnales los cojos y las putas): “Cuando el hombre con movilidad
restringida se le acercó a la mujer en situación de explotación sexual para preguntarle
cuánto cobraba por un culeo, todos, todas y todes les que lo y la estaban
mirando se miraron a su vez y…”: ¿cuándo le pone el pobre desgraciado el punto
final a su engendro?
Ah, y ya
que hablamos de engendros: no se le olvide, Mauro, que ahora tenemos de nuestro
lado a los Miley y a los Abascal para seguirles haciendo contrapeso a los
errores e imperfecciones irrelevantes que constituyen los las y les
inclusivistes no de corazón, sino verborreicos en su gran mayoría. Se lo digo
yo, que, posdoctorado en discriminaciones, algo me habré movido en esos
tremedales.
566.
Toda una lástima que el centro tibio, reformista y tecnócrata no dé golpes de
Estado “limpios” y “quirúrgicos” pues, en nombre del pragmatismo y en aras del
bienestar de las mayorías, yo le pediría, le suplicaría, que se lo dé al
Esperpetro ya mismo y ponga en su lugar a uno de los suyos. La idea de
semejante acto sólo en apariencia desinstitucionalizador es impedir que su
mandato tan nocivo y malintencionado haga todo el daño que va a hacer hasta, en
el mejor de los casos, el 2026. Porque en política, que tiene que ver con la
vida pero que no es la vida propiamente dicha, no debería permitirse que
maniobre la fatalidad que rige cada existencia humana, sino oponérsele a como
dé lugar una vez leída debidamente. Las catástrofes colectivas que se habrían
abortado si algo como con lo que aquí fantaseo se hubiera hecho a tiempo,
verbigracia y para no ir muy lejos, en la Nicaragua y en la Venezuela de los
que sabemos.
567.
“Biden opina que Netanyahu ‘perjudica a Israel’ al no evitar más muertes de
civiles en Gaza”, reza un titular de El Mundo de hoy, domingo 10 de marzo de
2024. Pésimo opinador el viejito, pues el primer perjudicado de la cadena
trófica es él, con su apoyo irrestricto a los carniceros judíos -los
connacionales de los carniceros yihadistas de todas partes se lo van a hacer
pagar en las elecciones, junto con los que se duelen sinceramente de la matanza
que no cesa y el asedio infame, para no hablar de los antisemitas devenidos y los
de abolengo-. ¿Que el Israel que no quiere cambiar el curso de las cosas sale
perjudicado? Eso por descontado, aunque no más ni de modo tan directo como los
más de cien secuestrados que siguen tal vez en Gaza y en manos de los
terroristas de la contraparte, sus deudos y allegados y, seguramente hasta el
final de los tiempos, los judíos que residen y habrán de nacer en pueblos,
ciudades y países donde aquel odio milenario, atizado hoy por el pogromo del 7
de octubre y la subsiguiente venganza, campea saludable. Paradójica o
coherentemente, los únicos que nada pierden y mucho ganan con la sangría son
los terroristas de las dos pandillas en el poder, tan sincronizadas ellas.
Adenda:
Y cómo les va pareciendo aquel otro viejito, el carcamal del Vaticano, haciéndole
nuevamente llamados de súplica a Zelenski, ¡hágame el favor!, dizque para que
tenga espíritu conciliador y se siente a negociar la paz con Rusia.
¿Irrespetuoso o no, el bellaco este? Lo oigo y no puedo por menos de pensar en
el padre o en la madre que no quiere disimular la preferencia por uno de sus
dos hijos, y no precisamente por el que bien se porta y saca buenas notas en el
colegio, al que se la tiene montada el envidioso y prospecto de hijueputa que
tiene por hermano. Pues bien, el Francisco papá o la Francisca mamá, cada que
el malquerido es víctima de una tropelía fraterna, hace como que no se entera o
incluso lo acusa de quejumbroso y de detestar al agresor, quien cada que se
sale con la suya más canalla se vuelve y más amplía su margen de acción. Eso lo
sabe Bergoglio, que de güevón no tiene sino la voz (y digan ustedes si también
la cara).
568. Los
bobos letrados (no se sorprendan: existen, claro que existen, muy bobos y muy
letrados; ¿su epítome?: una docenta de ingrata recordación -casi todos los
demás le celebraban los apuntitos- cuyo nombre, a diferencia de los tan
queridos y respetados de las profesoras Gloria Rincón, Luz Mary Giraldo y
Blanca Inés Gómez, se me traspapeló) son los únicos, quiero creer, que dan por
sentado que los títulos que ellos atesoran y los que repudian deben por fuerza
hacer parte de la enciclopedia de cada lector con que de literatura
“conversan”. Los demás sabemos que coincidir con un interlocutor en uno o en a
lo sumo unos cuantos títulos, que ambos conozcamos a fondo, es ya un regalo de
Fortuna.
El
preámbulo casi que me exime de aclarar que ningún archilector, y ni siquiera un
Nobel indiscutido de Literatura, debería sonrojarse al admitir que jamás leyó
tal o cual clásico y menos aún equis o ye libro de los recientemente en boga.
Sin embargo, sí que existe el riesgo latente de creerse el cuento o, aun peor,
de hacer pasar por novedoso y revolucionario algo -las voces narrativas, la
ruptura con la linealidad, la manera en que se construyen los personajes…- cuando
no se ha leído una piedra angular del arte en cuestión tipo el Tristram Shandy
de Sterne. En el Capítulo catorce pueden encontrar el testimonio de cómo
concebían el autor y su narrador el quehacer de ficcionar, y en la novela
entera la prueba irrefutable de que la revolución de múltiples momentos y
protagonistas que experimentó la narrativa en el siglo XX nació en diciembre de
1759, pero fue concebida en 1605.
569. Que
Cervantes y Sterne (lo cual equivale a decir don Quijote y Tristram Shandy: las
piedras angulares de la historia de la novela escrita en sus lenguas, en todas
las lenguas) se tomen a sí mismos tan a la ligera y sin ninguna gravedad siendo
quienes son, me torna en aun más ridículo y lastimero al escritor -vivo o
muerto- pagado de sí e impúdico a la hora de mostrarse como tal. ¿Que me
concedieron el Nobel o me lo negaron mereciéndolo, me leen millones y millones
de personas de muy diversos orígeness y gozo de singular prestigio entre los
más laureados de esta vaina? Sin duda un gran logro al que, empero, le queda
por sortear la prueba definitiva en las artes: el juicio del tiempo; que, por
otra parte, falla siempre a espaldas del autor. Se llame compositor, pintor o
escultor, director de cine o poeta: el artista que hoy se sienta -al margen de
cuánta razón lo asista- uno de los imperecederos del oficio, habrá de contar
con una piedra en el zapato que no atormentó a Beethoven, Leonardo, Milton y ni
siquiera a Buñuel o a García Márquez: la precaria salud del planeta. que
amenaza con arramblar, auxiliada por la demencia megalómana de algunos que
acarician sus arsenales nucleares como el avaro los caudales de su caja fuerte,
con el nido de la perra, el concepto de posteridad y lo que yazca en medio.
570. Leo
con asombro a Sterne y, a medida que lo leo y me dejo zarandear de acá para
allá y de allá para acá por su narrador y autor implícito, más me convenzo de
una insensatez: para darle al césar lo que es del césar, tocaría revisar la
crítica y la teoría literaria de valía que se haya escrito, pongamos, entre
1922 y 2024, con objeto de reescribir toda la que no haya fijado su punto de
partida en y tenido por brújula la Vida y opiniones del caballero Tristram
Shandy, de donde como que brota cada técnica y ardid narrativos que suelen
atribuirse a, entre otros, un Joyce, un Cortázar, un Knausgard o ponga usted al
que quiera. Ellos, hayan o no leído a Sterne, “simplemente” perfeccionaron cada
genialidad no del arte del qué se cuenta, sino del cómo se cuenta lo que se
cuenta.
Ahora
comprendo, maestro Javier Marías, el porqué de su reverencia y deslumbramiento
con esta obra fundacional a la que hoy me asomo gracias a su traducción
insuperable.
571. De
acuerdo. Los temores que ocasiona la inteligencia artificial generadora, contra
la que andan previniendo al mundo sus forjadores, es decir los depositarios de
las inmensas riquezas que ya produce pese a lo reciente de su aparición, son
cosa nueva: “…Tal cosa, cuando suceda, es de esperar que pondrá fin a todo
género de escritos cualesquiera;-la falta de todo género de escritos pondrá fin
a todo género de lectura;-y eso, con el tiempo, al igual que la guerra engendra
la pobreza y la pobreza la paz,-debe lógicamente poner fin a todo género de
conocimientos,-y entonces-tendremos que volver a empezar una vez más; o, en
otras palabras, volveremos a estar donde empezamos”.
Tengo el
pálpito de que Sterne y Shandy coincidirían conmigo en que, de entre los sabios
que en el mundo han sido, ninguno como Salomón. Y lástima que a Savater se le
agote el tiempo entre nosotros y tal vez no pueda completar su saga sobre la
ética con una última entrega (‘Ética del cinismo’ la podría titular) inspirada
en estos benefactores de la humanidad que, según prenden la mecha de su
flamante artefacto, acuden ante los medios para advertirnos contra lo que se
nos viene encima. No sé: quizás el zar Vladímir Vladímirovich I, imbuido de la
magnanimidad de estos poderosos de la tecnología, se diga que un gesto así lo
engrandecería del todo y nos avise a los tullidos, los bebés y los ciegos de
Occidente que tenemos un par de horas para guarecernos en Rusia del temporal
atómico que va a hacer llover sobre sus enemigos.
572.
Díganme ustedes qué falta le hace un grado universitario de filósofo a este
sabio de la ciencia:
“Somos
adictos al conflicto tribal, algo que es inofensivo y entretenido si lo
trasladamos a los deportes de equipo, pero que resulta letal cuando se traduce
en luchas étnicas, religiosas e idiológicas.” […] “La mayoría de nuestros
líderes religiosos, políticos y empresariales creen en explicaciones
sobrenaturales de la existencia humana. Aunque en privado las pongan en duda,
poco les interesa oponerse a líderes religiosos y agitar innecesariamente al
pueblo, quienes les otorgan poder y privilegios. Los científicos que podrían
contribuir a una visión del mundo más realista son especialmente
decepcionantes. Son esencialmente yeomen, enanos intelectuales que se contentan
con quedarse dentro de las estrechas especialidades para las cuales estudiaron
y que les dan dinero.” […] “En resumidas cuentas, la selección individual
favorece aquello que llamamos pecado y la selección grupal favorece la virtud.
Esto desemboca en el conflicto de conciencia interno que nos aflige a todos
-exceptuando a los psicópatas, que afortunadamente sólo conforman un 1,4% de la
población-. Los frutos de los dos vectores opuestos de la selección natural
están inculcados en nuestras emociones y nuestro raciocinio, y no podemos
eliminarlos…” […]: “Todos los seres humanos normales somos a la vez nobles e innobles,
a veces simultáneamente, a menudo en estrecha alternancia. La inestabilidad de
nuestras emociones es un atributo que deberíamos querer conservar. Es la
esencia de la personalidad humana y la fuente de nuestra creatividad.” […] “En
una democracia todos tenemos la libertad de pensar lo que queramos; así pues,
¿por qué considerar que opiniones como el creacionismo son un virulento
pseudoparásito cultural? Porque representan el triunfo de la fe religiosa ciega
por encima de hechos cuidadosamente contrastados. No es un concepto de la
realidad basado en la evidencia y el criterio lógico. Es, más bien, parte del
coste de admisión a una tribu religiosa. La fe es la prueba del sometimiento de
una persona a un Dios particular, y de hecho, no a la deidad directamente, sino
a otros humanos que aseguran ser sus representantes. A la sociedad le ha salido
caro agachar la cabeza. (…) La negación explícita de la evolución dentro del
marco de una ‘ciencia de la creación’ es una falsedad rotunda, el equivalente
adulto a taparse las orejas con las manos, y un déficit para cualquier sociedad
que decida someterse de esa forma a una fe fundamentalista.”
Pero
díganme ahora, por amor a Dios, cómo concilio tantísima sabiduría
cientificofilosófica con esta tremenda inviabilidad que, por otra parte, planea
del todo a la deriva: “Los seres humanos no somos malvados por naturaleza.
Somos lo suficientemente inteligentes, generosos, benevolentes y emprendedores
como para convertir la Tierra en un paraíso, tanto para nosotros como para la
biosfera que nos dio a luz. No es descabellado que a finales de este siglo
logremos ese objetivo, o que por lo menos estemos bien encaminados. Lo que
hasta ahora ha demorado el proceso es que el Homo sapiens es una especie
inherentemente disfuncional”.
Maestro
Wilson: no prolonguemos la cuestión innecesariamente y explíqueme, para empezar
y terminar, cómo resuelve usted lo irresoluble: la inherencia de la
disfuncionalidad. Si estamos ante un cabo suelto del que usted no se percató
(también cabe la posibilidad de que se trate de una flaqueza de mi
entendimiento), pues permítame que le diga que esta desatención por su parte
constituye (lo va a constituir para mí hasta que se disponga otra cosa) para el
lector de todo su ensayo una confusión análoga a la que experimentaría mi madre
si esta noche me acuesto ciego de toda una vida pero mañana me levanto vidente
de ojos matadores, y no exagero.
573. Dos
símbolos poderosos de mi muy personal y nutrido matriarcado: “…Nombrar a la
cantidad de feministas que ha regalado ese país al mundo, desde tantas aristas
de la vida, resulta imposible. Uno de esos íconos, Simone de Beauvoir, publicó
el 5 de abril de 1971 el Manifiesto de las 343 y confesó: ‘Un millón de mujeres
abortan cada año en Francia. Yo declaro ser una de ellas. Declaro haber
abortado’. Tres años después, con la ley promovida por la ministra de salud
Simone Veil, Francia despenalizó el aborto hasta la semana doce de gestación”.
A un par
de cosas aspiro en vano: bien a que se me acepte con plenas garantías en un
programa de veterinaria con miras a aprender a esterilizar, aliviar del todo o
a facilitarles la muerte a los animales callejeros y a los con casa aunque en
estado de abandono -mi lastre más pesado-, bien a estudiar medicina en iguales
condiciones y con fines muy semejantes: aliviar de una forma o de la otra a mis
carnales los indigentes de cualquier parte, esterilizar hasta el último de
ellos y practicar entre ellas abortos a tutiplén. ¿Que si he intentado
materializar una o la otra idea? Por desgracia no, y la culpa la tiene este que
soy hoy, tan diferente en lo tocante a arrestos y resolución del que fui ayer.
Ah, pero
volviendo a mi matriarcado: el lector atento y acucioso de este blog podría, no
digo que ya mismo mas sí tras una revisión somera de lo ya leído, confeccionar
una lista de los nombres propios femeninos que reverencio, al punto de
considerar a sus dueñas mis amores platónicos, y de ahí hasta llegar a los de
mujeres a quienes me liga la literatura pero de quienes me distancia la
política. Sin embargo, aun en la lista más completa no figurarían -por la razón
más obvia que cabe imaginar- los de tantas otras mujeres a las que valoro y por
las que siento un gran afecto: casi todas las periodistas de la DW y un puñado
muy generoso de las periodistas que trabajan en otros medios de los que soy
asiduo; ciertas políticas y activistas políticas -no de megáfono, pito y pandereta-
y científicas y profesionales de muchos campos y…, por supuesto y en
primerísimo lugar, las por completo anónimas que, más de hecho que de palabra,
arriman el hombro para ayudar en la misión imposible de desenvilecer el puto
mundo.
574. Con
el cuento este de las democracias liberales versus las democracias iliberales
(que equivale a, qué les digo… qué les digo: a impotencia eréctil o a frigidez
lúbrica), me preguntaba esta semana para qué por ejemplo Televisión Española
desplazó hasta Rusia a un equipo informativo a fin de cubrir in situ la a todas
luces pantomima electoral del tirano, y me respondía que para dar cuenta de lo
consabido ninguna falta hacía incurrir en gastos innecesarios y derroche de
energía contraplanetaria. Al revés: hacerlo equivalía -pensé-, ya que desde la
Moscú del sátrapa no se puede llamar a las cosas por sus nombres, a legitimar
la mojiganga. De modo que apagué el televisor rezongando que no se debe ser más
papista que el papa y que desde donde deberían estar informando (si consiguieron
que la dictadura les autorizara el ingreso…) era desde el Yemen, Sudán,
Afganistán, e invertí mejor mi ocio vespertino leyendo a alguien que
interpretara la impotencia de mi bronca:
“Este
fin de semana se están celebrando elecciones presidenciales en Rusia. OK. Tal
vez celebrando no sea el verbo más indicado. Imitando iría mejor. O parodiando.
En cualquier caso, puesto que se trata de una broma, ya que todo el mundo sabe
que Putin tomó la precaución de regar el terreno electoral con sangre para asegurarse
de una victoria brutal, surge una pregunta: ¿para qué sirven las elecciones
rusas? Lo obvio sería decir que se trata de un épico ejercicio de hipocresía,
condición bien definida una vez como ‘el homenaje que el vicio rinde a la
virtud’. Algo de eso hay. Alguna conciencia debe de tener Putin de lo basura
que es como ser humano y la basura moral que es su mafia de Estado. Las
elecciones serían un intento de maquillar la irremediable fealdad del sistema
que preside.
Pero el
tema es más complejo. Putin es más complejo. […]
Limitándonos
solo a sus cualidades más obvias, Putin es… aquí va: un tipo envidioso,
resentido, avaricioso, acomplejado, paranoico, psicópata, arrogante, inseguro y
mediocre. […] …un ser que vive cautivo de un cuento que él mismo se ha
inventado. Quizá la mejor prueba de su patología es que es la única persona en
el mundo convencida de que su poder es democráticamente legítimo. […] Nadie se
engaña, nadie en el mundo (ni sus perritos fieles de la televisión rusa, ni sus
trols a sueldo), nadie salvo el propio Putin. […] …ni sus admirados Pedro el
Grande o Iósif Stalin, ni Al Capone, ni su amiguito norcoreano Kim Jong Un, ni
ningún otro imperialista, gángster o dictador importante e indisimuladamente
criminal como él se han rebajado a la indignidad de pedir al pueblo el visto
bueno a través del voto. Con la excepción de Hitler, claro. Pero, una vez
conquistado el poder, él también dejó de jorobar. […] Bien. Ahí está la
cuestión. Es que necesita pruebas, sobre el papel objetivas, de que su delirio
de grandeza es verdad. Quiere creer que no solo es temido, sino amado; que no
es un mediocre, sino un campeón; que cuenta con el cariño y la confianza y el
apoyo de la enorme mayoría del glorioso pueblo ruso; En su imaginario, los
números electorales le avalan. […] Navalni fue el rival que Putin más odió
porque era el que día tras día se reía de él, el que le enfrentaba con el mundo
de fantasía que se había creado. Delataba lo loco que estaba. Por eso lo mató.”
¿Y si a
RTVE se le hubiera ocurrido la osadía formidable de camuflar en su equipo al
gran John Carlin? ¿Le habría caminado él a la vaina a sabiendas del berenjenal
en que se metía? ¿Se habría zampado la dictadura semejante caballo de Troya?
Desconozco lo uno y lo otro, pero exulto sólo con imaginarme lo que habría
salido de semejante temeridad y gesta opinativa.
575.
“Nunca hice nada que no deseara hacer”, leo que escribió David Hume en alguna
parte y simple y sencillamente no se lo creo. Ni a él ni a nadie. O bueno: tal
vez a un recién nacido que no vivió lo indispensable para aprender a mentir. En
cambio, créanme a mí si les digo que, aun cuando he hecho mucho de lo que he
deseado, otro tanto me moriré sin hacerlo, ya por escrúpulos de conciencia, ya
por imposibilidades de muy diversas índoles, ya por el miedo al castigo que de
la transgresión se desprenda.
576.
¿Qué se le agrega a la completitud?: “…Como escribió Gabriel García Márquez en
sus memorias: ‘La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda’. Casi
sin querer, la fantasía empieza a rellenar los huecos excavados por los
remordimientos y el olvido: por eso nuestro relato vital puede ser
completamente imaginario, pero nunca totalmente verdadero”.
Ahora:
téngase en cuenta que si a la maravillosa imperfección del acto de recordar de
que habla Irenita le sumamos la simulación de quien, casi siempre por
conveniencia -en ocasiones por necesidad y muy raramente por altruismo- se hace
el desmemoriado, la complejidad de leer al de enfrente se potencia lo
indecible. (Claro que por ahí andan prometiendo echar por tierra, a base de
inteligencia artificial -la natural no nos dio para hacerlo-, la única
fortificación de la que todos, desde el indigente más carente hasta el pobre
diablo ultrapoderoso de Elon Musk, somos dueños: los raudales de nuestro
encéfalo.)
577. Y
como la salud -ojalá fuera no más eso- en la Colombia del Esperpetro se despeña
en caída libre por designio de su mala leche y su resentimiento de chusmero, y
como no hay citas con el psiquiatra ni medicamentos si no lo ve a uno el
psiquiatra y ni siquiera conocidos o allegados o amigos como yo sin psiquiatra
y sin medicamentos para charlar un poco y desahogarnos juntos puteándolo al
alimón, me contento con comunicarme telepáticamente con Juanjo. Quien, por no
vivir en Petrolandia, tiene al menos con qué paliar sus chiripiorcas con los
ansiolíticos que a él le alcanzarían para pegarse un atracón que se las calme
para siempre pero que, tristemente, no me puede compartir porque el nuestro no
es un diálogo de ida y vuelta. Que le aprovechen, maestro. Le aviso si resuelvo
desarraigarme.
578.
Dice uno ‘columna de opinión’ o ‘artículo de prensa’, e incluso los que saben
de qué se les habla ponen cara de “¿ah, eso?: ¡un escrito que nace para morir a
las 24 horas exactas de publicado!”. Y yo los compadezco.
Compadezco
insensatamente a los millardos que se van a morir sin jamás haber leído a
ninguno de mis columnistas de cabecera, y a otros igual de maravillosos que no
leo simple y sencillamente porque el tiempo no alcanza o porque no sé que
existen. Y compadezco, con razón en este caso, a los felices asiduos de la
buena prensa de opinión que meten en el mismo saco a quienes opinan
perecederamente y a quienes, como Constaín y Escobar, Faciolince y Bonnett y
Gamboa y Ospina y Londoño, Carlin y Pérez-Reverte, Aramburu y Cercas y Vallejo
y Montero y Guerriero y Lindo y Sampedro y Caparrós y Muñoz Molina y Savater y
Vicent y Vásquez y… o el gran Millás, lanzan -más, o menos- a menudo una perla
titulada, por decir algo, ‘Una idea salvadora’, y se quedan observando a ver
cuántos de sus lectores se la meten a hurtadillas en el bolsillo y se marchan
jubilosos.
Adenda:
si la vejez es ir perdiendo familiares y amigos por el camino hasta tal vez
quedarse de último en la fila, pues lo cierto es que yo ya me planto en esa fila.
¿O les parece de poca monta no poderme reunir más en torno a sus columnas, y
por razones que van desde la muerte al retiro voluntario o forzado (bien por
motivos personales, bien por la censura de prensa de la propia empresa), con
don Juan Gossaín, Roberto Merino, Javier Marías, Antonio Caballero, Mario
Vargas Llosa y Eduardo Escobar; con Manuel Rivas, Carlos Granés y Fernando
Savater? Curioso que me duela más la ausencia de un carnal de papel que la de
un amigo de dos o a lo sumo tres letras. Debe de ser por la asiduidad de los
encuentros y la constancia de los afectos.
579. La
fórmula es muy sencilla: no es sino que reemplacen diputados por congresistas,
ibérico por colombiano, Parlamento por Congreso, España por Colombia y listo:
“Al
final de cada sesión de control al Gobierno en la que algunos diputados de uno
y otro bando sacan lo peor que llevan dentro, como sucede en las letrinas,
debería haber un ujier encargado de tirar de la cadena. El espectador echa de
menos que suene una cisterna que se lleve hacia la alcantarilla este detritus
cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria. Se
hace necesario un nuevo cargo, el de pocero mayor del Congreso, equipado con
botas pantaneras y con un mono de hule para manejarse con soltura en semejante
cloaca. Muchos piensan que se trata solo de un teatro, que el Parlamento está
para eso, pero esta gente a la que hemos votado parece ignorar el juego
peligroso que se lleva entre manos. Su odio viene de lejos y no parece de
ficción, el lobo es real, y de hecho ya está a punto de bajar a la calle. El
enfrentamiento civil comienza con una labor muy bien programada de desprestigio
de las instituciones democráticas. No es preciso asaltar el Congreso a caballo
o con metralletas; lo puedes tomar convirtiéndolo primero en un circo y después
degradarlo con gritos, amenazas, risas y reyertas de taberna y no parar hasta
que el ciudadano decente llegue a la convicción de que esta institución ya no
representa la soberanía nacional, de modo que mejor sería cerrarla. Ya se sabe.
No todos los políticos son iguales. En el Congreso, los diputados trabajan en
sus despachos y participan en las comisiones, no todo son insultos. Vale.
Supongo que algunos padres de la patria al volver a casa después de la sesión
del Congreso se avergonzarán ante sus hijos por el espectáculo obsceno que
acaban de dar por televisión en horario infantil. La democracia es una
maquinaria ciega que trabaja día y noche sacando la basura humana a la
superficie. Visto cómo en España funcionan esas las bombas de achique manejadas
por los distintos medios habrá que aceptar que no todo está perdido.”
Venerado
maestro Vicent: no creo que usted disponga de tiempo que perder para
emponzoñarse aún más asomándose a mojigangas políticas ajenas y lo felicito si
así es. Pero yo, que veo por necesidad algunos noticieros de su país, le cuento
que envidio la categoría de sus politicastros que, comparados con los de
Chibchombia, con los de Circombia, semejan encarnaciones de lo sensato y
mesurado en política. ¿Comparar al mendaz Pedro Sánchez con el toxicómano
mediocre y malintencionado que funge aquí de presidente; a su gobierno
oportunista aunque gobierno a fin de cuentas, con la anarquía mamerta y cínica
que entronizó el chusmero?: un despropósito. Y mejor no lo invito a que oiga
ninguna “deliberación” de nuestros congresistas porque entonces es posible que
contemple la idea de una retractación.
580.
Reza el colofón de un artículo del venerable Manuel Vicent: “Cada historia
particular está formada con un millón de nudos a merced del azar. Por muy
vulgar y anodina que sea esa historia, cada nudo constituye una gran
encrucijada. Olvidas el paraguas, vuelves al bar a recuperarlo y allí te
encuentras con una mujer que va a torcer tu destino”. Yo, maestro, no hago sino
ir a un bar aquí, a uno allá, al de acullá, siempre con la idea fija de
estrellarme con otra mujer que me vuelva a torcer el destino, pero nada. Debe
de ser porque no cargo paraguas.
581. Si
usted es uno de los millardos que todavía no se hacen cargo, por estupidez
monda y lironda o por cínicos egoísmo y avaricia -estúpido a fin de cuentas- de
la amenaza climática con su ebullición mundial (¡Mija, prenda el ventilador que
nos estamos asando!-, intente pensar que el sabio que prescribió eso de que “si
le das un pescado a un hombre comerá un día; si le enseñas a pescar comerá toda
la vida”, tuvo de su parte la razón durante milenios pero ya no. Será tal la
alteración de lo que parecía inalterable que hoy, entre pescadores de toda una
vida y aun de estirpe, no serían pocos los que tiendan la escudilla para que
les sirvan un pescado dado que con todos los demás arramblaron la contaminación
de lagos, ríos y mares, en componenda con las dentelladas del clima y los
arrastreros de estos chinos tan queridos. (Cuando pienso que a mí no me va a
tocar ni la más mínima degustación de la felicidad que le va a suponer al mundo
el imperio del gigante asiático, cuando por fin caigan los Estados Unidos a
manos de los votantes de Trump, me maldigo por mi mala suerte.)
582.
Comprendo que, teniendo los números de su parte, ésta sea la foto que domina el
panorama: “La muerte es la compañera discreta de la vida, alguien que te sigue
calladamente a las espaldas pero que cada vez se acerca más, como en ese juego
del escondite inglés, que cuando vuelves la cabeza ves a la muerte ahí, muy
quieta, muy inocente, pero un minuto después, al mirar de nuevo, ha avanzado
dos metros, y en una de esas, mientras estás distraído contando, la maldita
muerte habrá llegado junto a ti sobre sus silenciosos pies de fieltro y te
estará agarrando del cogote”. Pregunta el ciego que soy: ¿pero es que no se ve
en absoluto la de los que somos sus perseguidores, a diario burlados por la muy
lisa?
583. “El
cristianismo es la suma de monoteísmo hebreo, idealismo platónico e
imperialismo romano” dice Gibbon. A mí en cambio se me antoja una versión más
del más corriente pensamiento teleológico.
584. Les
aseguro que si Kakuro hubiera sabido del rumbo desquiciado que iban a tomar las
cosas -que ya venían mal, muy mal- desde que su demiurga le insufló vida
literaria, él, sensato y sabio como es, habría rehusado existir o por lo menos
aceptar que ella lo hubiera relacionado con Paloma. ¿Ganarse de gratis, un
hombre tan generoso y respetable como él, la fama de pederasta y pervertido; y,
en un país que como el suyo es más serio que el promedio, hasta un canazo y sin
que importen su riqueza y su prestigio? De todas formas, que se conduzca con
cuidado porque las cazavioladores auténticos o fabricados andan más al acecho
que los servicios de inteligencia de Novichok Putin.
585. Me
pregunta Lolita cuánto me parezco a Renée en estos aspectos: “Siempre está la
vía de la facilidad, aunque me repugne seguirla. No tengo hijos, no veo la
televisión y no creo en Dios, todas estas sendas que recorren los hombres para
que la vida les sea más fácil. Los hijos ayudan a diferir la dolorosa tarea de
hacerse frente a uno mismo, y los nietos toman después el relevo. La televisión
distrae de la extenuante necesidad de construir proyectos a partir de la nada
de nuestras existencias frívolas; al embaucar a los ojos, libera al espíritu de
la gran obra del sentido. Dios, por último, aplaca nuestros temores de
mamíferos y la perspectiva intolerable de que nuestros placeres un buen día se
terminan. Por ello, sin porvenir ni descendencia, sin píxeles para embrutecer
la cósmica conciencia del absurdo, en la certeza del final y la anticipación
del vacío, creo poder decir que no he elegido la vía de la facilidad”.
A ver,
delicia que no prescribe: ya no tengo hijos puesto que la única que tuve se
murió; sí veo una televisión que se emplea a fondo para no dejarse opacar por
la literatura en lo de las paletadas de dolor y a veces de dicha, de
conocimiento y de distracción provechosa que me arroja a la cara y, respecto de
lo último qué te digo…, que me parece a mí que ni siquiera merece la pena
hablar del asunto. Te cuento únicamente que, cuando la ciencia terminó de
abrirme los ojos, las últimas briznas de lo que podríamos llamar duda religiosa
se las llevó el viento.
Recibe
de este tu enamorado un beso tan pasional como clandestino, y saluda de mi
parte a Renée, Kakuro y Muriel.
586.
Anoche, mientras escuchaba las palabras doloridas de Vinícius de Moraes en el
noticiero y lloraba a la par con él, también de impotencia y de indignación
mezcladas con odio -en él el odio no se reflejaba por ninguna parte-, pensaba
que si tuviera sus coordenadas lo contactaría para decirle que jamás a los
ruines y malditos se les debe dar el gusto de flaquear ante su bellaquería:
jamás. Le referiría, mientras a la distancia le acaricio la cabeza y le
estrecho la mano, dos o tres anécdotas personales que le sirvan de ejemplo a la
hora de encararlos, y le recomendaría la literatura como antídoto y arma letal
en contra de la basura humana. (Lo de ir al gimnasio y hacer fisiculturismo
para romperles el alma a dos o tres a modo de escarmiento y advertencia
colectivos él ya lo tiene y, por tanto, está en mora de aprovecharlo.)
Adenda:
se equivocan los bienintencionados que le apuestan a la imposibilidad de
desarraigar del mundo la discriminación de todo tipo, pues tendrían que
exterminar a la especie. Lo que procede hacer, señores, es en principio dos
cosas. Por un lado, castigar con dureza a la bazofia que, al amparo de la masa,
daña al que desprecia y, de paso, también a la parte de la masa que no
participa en el linchamiento pero que lo permite con su cobardía y su
indiferencia. Por otro, educar con sabiduría y pragmatismo a los niños de toda
condición y origen para que comprendan que si bien el sentirse superiores a
unos e inferiores a otros forma parte del devenir humano, sus manifestaciones
la discriminación y la tolerancia de la discriminación son en cambio miserias
contra las que hay que batallar sin tregua. Que comprendan que si ellos sienten
o llegan a sentir en algún momento una suerte de fastidio instintivo y
colectivo por alguien -los enanos, los judíos, los palestinos o los down-, se
lo cuestionen, intenten razonarlo consigo mismos o con alguien que sospechen
que los puede ayudar a decodificar y ojalá a desactivar la fobia y, si los
resultados de todo aquello son muy pobres, se esfuercen a diario y por todos
los medios para mantener a raya aquel secreto. Que, bien mirado, estupendo si
los avergüenza consigo mismos, aunque jamás al punto de la autoflagelación.
587. Son
tantas y tan diversas las sensaciones que me recorren oyendo el relato que la
criatura de Victor Frankenstein le hace a su creador en el segundo volumen de
la novela, que, en vista de que no puedo fusionarlas en un único desahogo,
comienzo por la -llamémosla- técnica o teórica.
Con
respecto a las raciones diarias de español que me meto en el encéfalo, me
ocurre un fenómeno tan atípico y singular que con lo único que se me da
compararlo es con una persona que desayuna y almuerza como el más dadivoso
amante de la buena mesa (aunque con alimentos que pese a su exquisitez no dañan
la salud del sibarita), pero que a partir del mediodía y hasta que se va a la cama
se atraganta con cuanta fritura de ínfima calidad y menjurjes embotellados se
le ponen por delante. Más o menos así tengo a diario la cabeza cuando, a eso de
la una de la tarde, suspendo la lectura y me entrego a la televisión y a la
radio hasta las casi nueve de la noche: en una suerte de bipolaridad que pasa
de la satisfacción y el agradecimiento al asco y la angustia. De la
satisfacción y el agradecimiento que me suscitan, por ejemplo, Javier Marías y
Silvia Alemani con sus traducciones al mejor español cervantino de la novela de
Sterne y la de Shelley, al asco y la angustia de tener que soportar, y todo por
culpa de mi adicción malsana a saber qué ocurre en el perro mundo, el
espánglish de, por ejemplo, los reporteros de France 24 y el idéntico o aun peor
de los reporteros del noticiero internacional de Yamid Amat.
Raro no
sería que mi ciclotimia se deba a semejante mezcla salvificotóxica, o que los
ataques de pánico que de mí hacen presa sobrevengan, nueve de cada diez veces,
por la tarde o de noche y esté donde esté: también en la cantina de Lucio y
Marcela, donde lo que se oye es el español sicarial que nos legó Escobar, sólo
que minado de los mismos anglicismos en los que incurren los magistrados en sus
cortes, los científicos en sus laboratorios, los políticos en el Congreso, los
profesores de español y de cualquier cosa en sus clases y todos en todas partes
y a toda hora.
588.
¿Conocen esta idea brillante y prometedora los espíritus emprendedores, la cual
no sé si sea “del todo” original pero lo parece: “…mi vieja idea de un banco de
servicios. Muchas veces tenemos que trasladarnos de un extremo a otro de París
o a otro país para cumplir una tarea simple o hacer una gestión anodina, al
mismo tiempo que otra persona tiene que hacer el viaje inverso con un propósito
análogo. Ver la forma de ponernos en contacto para intercambiar nuestras
acciones. Yo hago esto por ti aquí y tú eso por mí allá. Esto requiere
naturalmente, en muchos casos, cierto grado de despersonalización, que la
costumbre admitirá, como por ejemplo que yo reemplace a tal señor en mi barrio
en una cena y él a mí en una boda en su barrio. Así la gente se movería menos,
lo que es una gran ventaja, pues, como decía Flaubert, ‘moverse es deletéreo’”?
Se murió Ribeyro sin saber que hoy se cuenta con la tecnología que haría del
todo viable su idea, mas no con la disposición empresarial y social para
echarla a andar.
Así
pues, Pascal, Wilson, Flaubert, Kant, Dickinson, Thunberg y sus muchachos,
Ribeyro y todos los que asistimos fatigados a la compulsión viajera de nuestros
contemporáneos, que queman queroseno (los unos para aspaventar en una cumbre
climática celebrada en las antípodas del país que representan, aquéllos para
asistir al dolorosísimo por inesperado fallecimiento de la abuela centenaria en
Europa o los Estados Unidos, éstos para saber qué se siente tomar café
colombiano en un Juan Valdez del Japón o comerse una paella a la valenciana en
Ciudad de México, y los otros para autografiar diez ejemplares de su última
novela en la feria del libro de la Cochinchina) cual si la Tierra no sufriera
un calentamiento sino una glaciación global, tendremos que esperar, mientras
nos abanicamos con ambas manos, a que un imprevisto tipo la Tercera -y última-
Guerra Mundial irrumpa en el escenario y dé por fin al traste con las ideas
saludables, sus autores y los que las torpedean.
589. En
tiempos de irrisorios personalismos y exaltaciones desmesuradas del sujeto y lo
subjetivo, nada como el bálsamo de las lucideces que no se permiten
concesiones:
“En la
cadena biológica, o más concretamente en el curso de la humanidad, somos un
resplandor, ni siquiera eso, un sobresalto, menos aún, una piedra que se hunde
en un pozo, todavía algo más insignificante, un reflejo, un soplo, una
arenilla, nada que salga del número o la indiferencia. Desde esta perspectiva
el individuo no cuenta, sino la especie, único agente activo de la historia.
Esta deberá escribirse alguna vez sin citar un solo nombre, así sea de
emperador, artista o inventor, pues cada uno de ellos es el producto de los que
lo antecedieron y el germen de quienes lo sucederán. La noción de individuo es
una noción moderna, que pertenece a la cultura occidental y se exacerbó después
del Renacimiento. Las grandes obras de la creación humana, sean libros sagrados,
poemas épicos, catedrales o ciudades, son anónimas. Lo importante no es que
Leonardo haya producido la Gioconda sino que la especie haya producido a
Leonardo.”
Si la
ciencia abandonara ya mismo maricaditas por el estilo de la IA, o la exploración
del espacio con vistas a dar con una finca de recreo para los Forbes y, más
bien, se aplicara sin desvelo a investigar hasta que de sus laboratorios emerja
una vacuna contra los delirios de grandezas que aquejan a un porcentaje nada
despreciable del bicho tragicómico, muchos de ellos en posiciones de poder
desde las que se hace tanto daño, el futuro de una nueva humanidad con las
ambiciones de las hormigas sí que sería cosa de ver y de estudiar. Una vez
inmunizado hasta el último anciano y recién nacido del último rincón del mundo
con la Ribeyro, podremos decirles adiós a lacras tales como la guerra, las
invasiones neoimperialistas y las aspiraciones de los invasores a erigirse en
superpotencias, la acumulación avara de las riquezas, la indiferencia para con
los parias y los carentes de todas partes y etcétera, etcétera, etcétera. ¿Que
el compuesto -iba a decir pócima- da al traste con la idea de progreso que
tenemos hoy?: no otro es el propósito.
590. Y
cuando ese propósito haya cristalizado, un único gobernante precisará el
planeta. Se lo presento: “La sabiduría de ese viejo líder campesino cusqueño
que, al ser interrogado por ávidos aventureros sobre dónde puede estar el
Paititi o, en otras palabras, El Dorado, responde: ‘Sólo encontrarás el Paititi
cuando logres arrancar de tus ojos el resplandor de la codicia’”. La obra de
este Gandhi resucitado va a constituir un gran acierto -tal vez el más
impresionante de que dé cuenta la historia- cuando consiga reducir a dos
millardos el número de Homo collectivus que abollen la Tierra.
591. ¿Ir
al psicólogo el huérfano reciente de una hermana, de una mujer a la que se
adoró, de una hija, de un amigo de cinco letras?:
“Mi
padre observaba con dolor el cambio perceptible que acusaban mi conducta y mis
costumbres, y se esforzaba por explicarme que ceder al dolor desconsolado era
una locura.
-¿Acaso
crees, Victor, que yo no sufro? Ningún padre ha amado tanto a un hijo como yo
amaba a tu hermano -se le llenaron los ojos de lágrimas mientras me hablaba-.
Pero ¿no tenemos el deber de evitar una mayor infelicidad a los que han
sobrevivido impidiendo que sean testigos de nuestro incontrolable sufrimiento?
Ese es tu deber, y también para contigo mismo. Abandonarse al dolor nos impide
restablecernos y ser capaces de disfrutar, e incluso de cumplir con nuestras
obligaciones diarias, sin lo cual ningún hombre puede vivir en sociedad.”
Imagínense
el derroche de tiempo, plata y energía: seis meses en terapia para, en el mejor
de los casos, comprender la lección de este hombre sabio y, en el peor, salir
por última vez de aquel consultorio igual de desesperado pero más insolvente
que el primer día. Envidio a los premiados con un cerebro ecuánime y una
bioquímica generosa como los de mi madre, que no les permiten que se derrumben
y arrastren en la caída a quienes quieren y los quieren. Tan afortunados serán
que no precisan de psicólogo ni de literatura para aprender esto que a mí me
acaba de enseñar el papá de Frankenstein: lo cuesta arriba va a ser ponerlo por
obra. Pero se lo aseguro, señor mío, que por lo que a mí se refiere estas
palabras suyas no han caído en terreno baldío.
592.
Tengo aquí y ante mí dos espejos, dentro de sendas novelas, en los que puedo
asomarme al siempre espinoso asunto de la verosimilitud y la inverosimilitud en
literatura, cuestión que me apasiona desde que un día ya lejano que no preciso
se lo oí mencionar a alguien que tampoco. Y me desdevano los sesos intentando
determinar quién, entre Mary Shelley y Muriel Barberi, sale mejor librada en la
aventura riesgosísima de que sus lectores den por solvente la forma en que una
hace de un salvaje sin ningún lenguaje escrito y casi sin ninguno oral un
intelectual de alto vuelo a la par que un excelso conocedor del alma humana,
mientras que la otra convierte a una niña apenas, a una púber no más, en
alguien capaz de unas disquisiciones tan hondas y brillantes que no le falto en
absoluto a la verdad si afirmo que a la Paloma de la reflexión que me apresto a
transcribir -elegida al azar de entre muchas posibles- cualquier grado de
posdoctora le viene pequeño, y que está lista para sentarse a manteles y de tú
a tú con Paul Auster, John Banville y, si me apuran, hasta para disputarles el
Nobel a ellos o a cualquiera:
“…Entonces,
de repente, me he dicho: quizá, dentro de unos años, Théo tenga ganas de quemar
coches. Porque es un gesto de rabia y de frustración, y quizá la rabia y la
frustración más grandes no sean el paro, ni la pobreza ni la ausencia de
futuro; quizá sea el sentimiento de no tener cultura porque se está dividido
entre varias culturas, entre símbolos incompatibles. ¿Cómo existir si uno no
sabe dónde está? ¿Si tiene que asumir a la vez una cultura de pescadores
tailandeses y otra de grandes burgueses parisinos? ¿De hijos de inmigrantes y
de miembros de una gran nación conservadora? Entonces uno quema coches porque
cuando no se tiene cultura, uno deja de ser un animal civilizado y pasa a ser
un animal salvaje. Y un animal salvaje quema, mata y pilla. Sé que no es muy
profundo, pero después de esto al menos sí se me ha ocurrido una idea profunda,
cuando me he preguntado: ¿Y yo? ¿Cuál es mi problema cultural? ¿De qué manera
estoy yo dividida entre distintas creencias incompatibles? ¿Qué me hace ser un
animal salvaje? Entonces, he tenido una iluminación: me he acordado de los
cuidados conjuradores que prodiga mamá a las plantas, las manías fóbicas de
Colombe, la angustia de papá porque la abuelita está en una residencia y todo
un montón más de hechos como éstos. Mamá cree que se puede conjurar el destino
a golpe de regadera; Colombe, que se puede alejar la angustia lavándose las
manos; y papá, que es un mal hijo que recibirá su castigo por haber abandonado
a su madre: a fin de cuentas, tienen creencias mágicas, creencias de hombres
primitivos, pero, al contrario que los pescadores tailandeses, no pueden
asumirlas porque son franceses cultos, ricos y cartesianos. Y quizá yo sea la
mayor víctima de esta contradicción porque, por una razón desconocida, soy
hipersensible a todo lo disonante, como si tuviera una especie de oído absoluto
para las notas desafinadas, para las contradicciones. Esta contradicción y
todas las demás… Y, por consiguiente, no me reconozco en ninguna creencia, en
ninguna de esas culturas familiares incoherentes.”
Hablando
de oídos absolutos y de genialidad, digo no más que si lo de Paloma fuera
música sinfónica y no literatura, mis reticencias de lector frente a lo
inverosímil, o a lo no “satisfactoriamente verosímil”, no serían las que son en
este caso. Que, comparado con el del clásico decimonónico, corre con la
desventaja de que el discurso que pretende venderme como auténtico no brota,
como sí el del monstruo, de un cerebro maduro. ¿Que la niña lee desde que
aprendió a hablar? Mil felicitaciones. Pero a mí leer “lo que escribe” me
produce la misma sensación incómoda que me produciría verla sentada,
pintarrajeada y a medio vestir, tras la barra de una mancebía que regenta, con
un cigarrillo en una mano y un trago en la otra.
Adenda:
me adelanto a los chillidos del femibuenismo inconforme con el machismo
supuesto de lo antedicho y les hago una concesión razonable. Si Paloma no fuera
Paloma sino Palomo, exactamente la misma incomodidad sentiría ante su cerebro
púber madurado a golpes de designio literario. Que se lo figuren los las y les
inconformes vestido de traje y corbata, presidiendo entre gallos la junta
directiva del mandamás de los bancos de nuestro Occidente no ya en decadencia,
sino en caída libre.
593.
¿Que una imagen vale más que mil palabras? No siempre, no infaliblemente, mas
sí en ocasiones y con creces. La de Biden con un helado en la mano mientras
improvisa, con una voz que clama el descanso eterno, una respuesta ante los
periodistas que le preguntaban sobre un posible alto el fuego en la Gaza
sitiada y arrasada por Israel (una de las grandes catástrofes de nuestro
tiempo), compendia sin tacha la situación tragicómica de un mundo que se debate
entre las peores crueldades que sólo el hombre es capaz de producir, y las
superficialidades más insultantes a que se entregan los que tendrían que
gobernar con seriedad para resolver o siquiera paliar los peores efectos de las
crisis que su inoperancia y desvergüenza provocan.
594. Por
aquí sí va la cosa, estimado William, por aquí sí:
“…Que no
nos sigan vendiendo más odio, ni los políticos oportunistas, ni las derechas
paramilitares, ni las izquierdas guerrilleras, a las que no les bastó con hacer
guerra durante 50 años sino que quieren otro medio siglo de reclamos y de
venganzas. Aquí no nos van a salvar ni las cárceles ni los tribunales, sino el
trabajo, las ideas, el conocimiento y la cultura.
El odio
no puede seguir teniendo el micrófono. Ya nos ha hecho demasiado daño. Toda esa
vieja politiquería corrupta llena de viejos apellidos y de viejas mañas ya no
convence a nadie, pero tampoco nos convencen los populistas prepotentes que
fingen venir a cambiar todo y terminan atrapados en los mismos vicios, en las
mismas corruptelas, en la fiesta de los cargos públicos, en el derroche y el
festín del viejo Estado formalista e irresponsable.
Ya es
hora, no de otros políticos sino de otra política. Esa vieja fórmula del poder
altisonante, pretencioso, que se parece tanto a lo que dice odiar, tiene que
abrirle paso a otra cosa. ¿Y qué les hace pensar que si la vieja constitución
que ellos mismos firmaron no se ha aplicado en 30 años, una nueva sí se va a
aplicar? Un verdadero nuevo país sería el que sea capaz de aplicar la
constitución que tiene, no el que se invente una distinta, que podría ser aún
más incoherente…”.
Escúcheme,
Ospina: estoy mamado de votar en blanco en las segundas vueltas de las
elecciones presidenciales y ni qué decir tiene que de las elecciones
presidenciales. No recuerdo cuándo fue la última vez que me torturé con un
pseudodebate entre candidatos, y mucho menos la última vez que sentí entusiasmo
o siquiera cierta tranquilidad de que Equis y no Ye hubiera ganado. Y como le
noto las ganas de vencer lo que se me antojan reticencias personales y anunciar
su candidatura, lo animo a que lo haga llegado el momento propicio, que no
acierto a señalar. Lo que en cambio sí le puedo garantizar es que, de seguirse
conduciendo en su columna y en la campaña con la objetividad y el buen criterio
del artículo de que cité lo citado, mi voto de centro, si para entonces sigo
hollando este valle de lágrimas, se emitirá por usted y los tecnócratas
-segunda condición sine qua non- que resuelvan acompañarlo.
Hay sin
embargo un asunto que me sigue taladrando la conciencia de lo eufónico: la
untuosidad obsequiosa y demagoga de su discurso político en relación con la
inasibilidad amorfa que ustedes los populistas llaman pueblo. ¿Que “toda esa
vieja politiquería llena de viejos apellidos y de viejas mañas ya no convence a
nadie, pero tampoco nos convencen los populistas prepotentes que fingen venir a
cambiar todo”? Pues va a ser de entre los unos y los otros de donde salga el
nombre de la próxima insustancialidad en jefe; del suyo y mi voto, que den
cuenta las cifras del ‘no se pudo’.
595. De
mi amor por el fracaso, por los fracasados sin atenuantes, que hable ‘Cuatro
personificaciones del fracaso humano’, que yo me ocupo, someramente, de esta
nueva pata que le nace al cojo. Se llama Harry Kane y de seguro es la envidia,
una de las envidias, de los millones de futbolistas frustrados, de los a medio
hacer y de los aún en formación y con posibilidades que respiran en el mundo.
¿Razones?: “Codiciado en su día por el Madrid, el Barcelona, el Manchester City
y demás grandes, máximo goleador histórico de la selección inglesa, máximo
goleador de la Premier en el siglo XXI, máximo goleador del Mundial 2018,
máximo goleador esta temporada en la Bundesliga”, para no hablar de los
millones que factura. Pero a este man, al igual que le sucedía a un ciego
legendario entre los ciegos y entre ciertas videntes por su belleza física y
por una impotencia sexual insobornable -eran todavía tiempos a. V.-, su buena
estrella se solaza haciéndole morisquetas desde las tribunas que cantan o
sufren sus goles, pero que todavía no lo ven cubrirse de siquiera un poco de la
gloria que emparama a un tal Messi. No sé: tal vez un día pergeñe algo
respetable sobre Kane y otros winnerperdedores -o si prefieren loserganadores-
igual de legendarios que el ciego aquel, o al menos famosos. Ellos encarnan,
sin excepciones posibles, la esencia de lo que somos y han sido las más o menos
ciento ochenta mil generaciones de Homo whatever que se han paseado por la que
llamamos Tierra.
596.
Entre las demasiadas bobadas que repiten los tontos, meros aficionados o
profesionales de la vaina -relatores, comentaristas y hasta futbolistas-,
ninguna como la de las lumbreras que gradúan al entrenador y a su cuerpo técnico
de figuras decorativas, porque “los que juegan son los jugadores”. Y como
Contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano, de nada valdría
enrostrarles la proeza de Xabi Alonso al frente del Bayer Leverkusen ni otras
por el estilo. Con decirles que resulta harto más sencillo intentar razonar con
el agitador en jefe de Casa Nari, o con cualquiera de sus mamporreros.
597.
¿Qué se le agrega a la completitud?: “No me apunto a los que dicen que la
religión ha sido la principal causa de los grandes males de la humanidad,
porque pienso que sin ella hubiéramos encontrado otros pretextos para hacer lo
mismo. De hecho, las dos grandes ideologías que causaron tanto horror en el
siglo XX negaban la existencia de Dios y el confort de la vida después de la
muerte. Pero he aquí el punto. Lo que tienen en común la celestial religión y
la terrenal ideología es el hábito mental de la fe. Ahí radica el daño. Ahí
está Satanás. La fe en todas sus manifestaciones ha sido la causa de los
pecados más atroces contra la humanidad. Desaparece la fe y se abre el camino a
la redención. Aquí en la Tierra, digo”.
La
ciencia que así merece ser llamada debería idear la forma de saber, del mismo
modo que sabe el porcentaje de psicópatas que resuellan entre nosotros, cuántos
de cada cien seres humanos nacen vacunados, porque me temo que se nace vacunado
como se nace psicópata, contra -ahora lo sé- el lastre por excelencia de la
especie: el pensamiento teleológico. Que contiene, por si no lo sabían, al
mágico y al desiderativo.
Por lo
que de mí y mis congéneres me han contado mis congéneres de sí mismos y de
otros con que se relacionan, los que escriben lo que leo y etcétera, etcétera,
etcétera, calculo aquel porcentaje en el mismo 1,4 de los aligerados por
Fortuna del peso de la conciencia moral, pero no me sorprendería en absoluto
si, adelantados los estudios de rigor, la cifra fuera inferior. Baste con decir
que ni uno solo de mis familiares maternos y paternos, que contados suman
cientos, es o ha sido un, llamémoslo, escéptico objetivo de la religión y la
política juntas. Aquí -allá, acullá, en todas partes-, el que no es católico es
cristiano o testigo de Jehová, y el que no es uribista pues es petrista, junto
con todas las combinaciones posibles. Cristianos uribistas, católicos
petristas, católicos devenidos cristianos, petristas devenidos uribistas y
hasta tengo un tío paterno, cristiano él, que es un fervoroso demócrata en los
Estados Unidos pero un uribista acérrimo en Colombia. Ah, y otro, materno éste,
tan ateo declarado y combativo como fanático esperpetrista, castrochavista,
murillorteguista y xiputinista el pobre.
Pero si
de quienes hablo es de los amigos de dos, de tres, de cuatro o de cinco letras
que tengo y he tenido, o de los muchos estudiantes con que me relacioné
personalmente a lo largo de más de dos décadas, la verdad es que las cuentas
son parecidas. Baste con decir que quienes de ellos no se han distanciado de mí
por mi ateísmo lo han hecho por mi antiuribismo o mi antiesperpetrismo, cuando
no porque pienso y sostengo que, forzado a escoger el mal menor, prefiero los
católicos a los cristianos y los uribistas a los petristas, si bien no por las
mismas razones que explican que prefiera, de entre mis columnistas-escritores
de cabecera, a, para sólo citar algunos ejemplos, Rosa Montero y Antonio Muñoz
Molina y John Carlin y Arturo Pérez-Reverte antes que a Elvira Lindo y Julio
César Londoño y William Ospina y Santiago Gamboa, pruebas incontestables de que
contra las taras congénitas del pensamiento teleológico hasta la diosa
literatura lucha en vano.
598.
Mamado de tantas cosas de la Bogotá en la que me pudro cuando no hay conciertos
de la Filarmónica, de la Sinfónica, de la Nueva Filarmonía, reviso mis apuntes
taquigráficos sobre Las ciudades invisibles de Calvino para ver a cuál me mudo
de una buena vez:
¿A
Diomira, Isadora, Dorotea, Zaira, Anastasia, Tamara, Zora, Despina, Zirma,
Isaura, Maurilia: “ciudades yuxtapuestas o superpuestas”? ¿A Fedora: “ciudad
real / imposibilidad de la ciudad ideal”? ¿A Zoe: “sus formas monolíticas la
hacen indescifrable”? ¿A Zenobia: “ciudad de la primigénesis de la concepción
de la felicidad, mezclada con la incertidumbre de que tal cosa sea posible”? ¿A
Eufemia: “ciudad en que se truecan así mercaderías como historias, que remozan
la memoria de los hombres”? ¿A Zobeida: “ciudad que se funda en un sueño
colectivo del deseo y de la fuga”? ¿A Ipazia: “ciudad de signos engañosos, de
mujeres que dominan sus cabalgaduras y de música que reside en los
cementerios”? ¿A Armilla: “ciudad erigida sobre lo inasible del agua y ayuna de
hombres”? ¿A Cloe: “su lubricidad no precisa de palabras para seducir”? ¿A
Valdrada: “ciudad especular escindida en dos, gemelas, pero cuya relación, pese
a ser simbiótica, no está mediada por el amor”? ¿A Olivia: “su discurso no
logra describirla, y no porque la mentira esté en las palabras, sino porque de
su belleza de relumbrón dan cuenta las cosas y sus gentes”? ¿A Sofronia:
“hierro, mármol, expectación, suspenso”? ¿A Eutropia: “ciudad tripartita donde
todo cambio es posible pero estático”? ¿A Zemrude: “ciudad del suelo, el
infrasuelo y su antagonista”? ¿A Aglaura: “dos versiones irreconciliables de la
ciudad que se dice y de la que se ve”? ¿A Ottavia: “ciudad-telaraña que pende
de dos montañas que la sostienen”? ¿A Ersilia: “sus hilos, que se entrelazan,
les impiden el paso a sus habitantes, que habrán de refundarla hasta el fin de
los tiempos”? ¿A Baucis: “ciudad montada en zancos que a su turno sostienen a
los aéreos habitantes, quienes se inclinan para poder otear la tierra”? ¿A
Leandra: “dos tipos de dioses son sus custodios y se disputan su pequeñez: los
penates -nómades- y los lares -sedentarios-“? ¿A Melania: “ciudad en que los
habitantes-actores mueren para que otros sean quienes representen el monótono e
inacabable libreto”? ¿A Esmeraldina: “ciudad de mil caminos líquidos y sólidos
que serpentean”? ¿A Fílides: “ciudad que, visitada de paso, deslumbra, pero que
se decolora si en ella se sienta plaza”? ¿A Pirra: “su particular polvo
amarillo va a morir indefectiblemente en el pozo del centro de la plaza”? ¿A
Adelma: “Ciudad-Comala. Soñada o visitada, el soñador y el viajero hasta ella
se llegan para morir entre los suyos”? ¿A Eudossia: “ciudad-mancha, amorfa, que
se refleja en su mapa-alfombra, donde los habitantes deben leer no sólo sus
coordenadas de ella, sino las de sus personales destinos”? ¿A Moriana: “ciudad
moderna de un anverso de alabastro y un reverso de costal y hollín”? ¿A
Clarice: “la Roma o Alejandría que, a fuerza de reconstrucciones, ve trastocado
el orden de su primer esplendor”? ¿A Eusapia: “ciudad de vivos que habitan la
superficie, y ciudad necrópolis que domina el subsuelo en el que, después de
morir, los vivos prosiguen sus faenas desde la muerte”? ¿A Bersabea: “ciudad
física apresada entre dos réplicas: una celeste y una infernal, que sus
habitantes querrían borrar por escatológica”? ¿A Leonia: “ciudad que se renueva
a diario a fuerza de desechar lo que ayer se estrenó para seguir estrenando
hoy, y hacerlo hasta que las cloacas de esta gran ciudad que es el mundo que
usted y yo envenenamos, revienten de detritos que la ahoguen primero para por
último sepultarla”? ¿A Irene: “una ciudad para atisbar de lejos pues, estando
en el altiplano desde el que se columbra, su silueta imanta miradas”? ¿A Argia:
“ciudad poblada de polvo en vez de aire y de posibles de cuyas características
no se puede dar cuenta”? ¿A Tecla: “su construcción permanente y vertical como
que aspira a tocar los cielos”? ¿A Trude: “ciudad infinita y global, donde lo
único que cambia es el nombre del aeropuerto”? ¿A Olinda: “ciudad que va de lo
diminuto a lo inconmensurable a fuerza del surgimiento de nuevos barrios que se
hacen sitio sin pedir permiso”? ¿A Laudomia: “ciudad trinidad: la de los no
nacidos, la de los vivos y la de los muertos, adonde los vivos van a buscar
respuestas para sus incertezas”? ¿A Perinzia: “ciudad-Rinconada donde los
monstruos (jorobados, enanos, mujeres barbudas, lisiados, seres de tres
cabezas…) cohabitan su dolor causado bien por los astrónomos y sus errados
cálculos, bien por los dioses y sus designios”? ¿A Procopia: “ciudad
periférica, infestada de advenedizos que usurpan el poco aire que va quedando”?
¿A Raissa: “ciudad infeliz que contiene a una feliz, pero sin que se dé por
aludida”? ¿A Andria: “sus habitantes, tan seguros de sí mismos cuanto
prudentes, aseveran que cada cambio que se efectúa en la ciudad repercute en el
mapa que rige el diseño del cielo”? ¿A Cecilia: “ciudad laberinto global de los
no lugares en que todos, desde un pastor de ovejas hogaño indigentes hasta
Marco Polo, se pueden perder irremediablemente”? ¿A Marozia: “ciudad del
abracadabra, de los oráculos, del ratón y la golondrina en la que el roedor
abruma al ave”? ¿A Pentesilea: “ciudad periferia de sí misma, sin centro o toda
ella centro de sí misma, carente de afuera”? ¿A Teodora: “ciudad en que se
libra una denodada lucha para exterminar la fauna (cóndores, pulgas, ratas) de
sus vecindarios y conservar su recuerdo en la biblioteca, de donde emerge una
nueva fauna (esfinges, grifos, quimeras, dragones, hircocervos, arpías, hidras,
unicornios, basiliscos) que aguardó pacientemente su turno”? ¿A Berenice:
“ciudad-lasaña en que bajo una justa subyace una injusta, concebida por las
mezquindades de quienes se sienten muy justos”?
Abandono
el escritorio, busco a mi Tita y, mientras acaricio su cuerpo dormido, me
debato entre mi amor por lo eufónico y mi amor por lo venéreo, que me mantienen
vivo. Moriana (Mo-ria-na)… Cloe… Cloe… Moriana (Mo-ria-na), y me decanto por
las ubicuas y libérrimas feromonas de Cloe. Que sería perfecta si se llamara
Moriana: ¡Mo-ria-na!
599. Leo
que La verdadera patria del hombre es la infancia, y pienso en cómo habrá sido
la patria de Rilke, erigida sobre el odio de su madre que lo travistió de niña
y sobre el designio de su padre, quien para contrarrestar aquello lo obligó a
hacer la escuela militar. Y me digo que, al igual que cualquier generalización,
que todas las generalizaciones, las dos que afirman irreflexivamente que hasta
ayer nomás, tanto en Oriente como en Occidente, los bebés varones eran lo único
deseado y que en el corazón de una madre no hay lugar para las mezquindades,
mienten si no se las matiza o aclara con eficacia.
600. Con el asalto a la embajada de México en Quito, algo impensable en tiempos anteriores a Bolsonaro y Trump, a Netanyahu y Putin, digámosle adiós al derecho internacional y dispongámonos a ver cómo, de sendos empellones, los bárbaros de las dos extremas que se juegan la suerte del mundo en un garito lo hacen recular, y sin ningún esfuerzo, a edades tan antediluvianas como ellos.
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