1. Asegura André Gide que
“con los buenos sentimientos no se hace literatura”: que demuestren los que de
esta máxima se hacen eco, claro que si pueden, que el capítulo 43 de David Copperfield
y la novela toda no lo son.
2. Asegura André Gide que
“con los buenos sentimientos no se hace literatura”: que prueben los que de
esta máxima se hacen eco, claro que si pueden, que ‘A ver esa sonrisa’ no lo
es.
3. Cuando de por medio hay un
gran escritor tipo Dickens o Berlin, los buenos sentimientos, los malos
sentimientos, los sentimientos más vulgares -lo cursi de mal gusto (¿o me van a
decir que no conocen lo cursi bello?), lo ramplón, lo guachafo, lo guiso, lo
corny, lo cheesy-, los sentimientos más nobles y los más innobles devienen
literatura gracias a su genialidad.
4. Tres conceptos entrañables
que pervirtió la chusma ecolálica: qué es un héroe o de qué va el heroísmo; en
qué consiste el perdón; a qué “exactamente” se lo puede llamar histórico.
5. La literatura, que sirve
para tantas cosas maravillosas, resulta del todo ineficaz si de lo que se trata
es de impedir que el ególatra, el pagado de sí, el egotista inficionado por el
complejo de Dios reflexione sobre el sentido del ridículo y en consecuencia lo
evite: ¿ya vieron en YouTube el numerito de Francisco Umbral titulado ‘He
venido a hablar de mi libro’? Deplorable.
6. Las muertes recientes de
Antonio Caballero y de Javier Marías le arrebataron al mundo -a mi mundo- una
porción generosa de la siempre escasísima lucidez que, por serlo, es incapaz de
disipar las tinieblas, ellas sí ubicuas. De ustedes dos, maestros, me queda, a
más de sus artículos y libros, el ejemplo inestimable del que opina y debate
-Marías siempre y Caballero casi- sin traicionar su conciencia. Aunque me
alcanzo a imaginar qué habrían escrito acerca del apuñalamiento aleve y cobarde
de que fue víctima Salman Rushdie a manos del maldito yihadismo islámico, me
quedé sin saberlo. Lo que sí sé, en cambio, es que ninguno de los dos habría
pasado de agache ni en este ni en prácticamente ningún otro tema de esos tan
espinosos que ponen en riesgo la integridad y la vida del que se compromete y
denuncia o condena.
“…Aunque añadiré que lo
primero que uno debe hacer es intentar no ser un héroe muerto. Una cosa es huir
de tu responsabilidad social […] y otra cosa es ser suicida. Entiendo muy bien
a aquellos que callan tras llegar a cierto punto de peligro; y a aquellos que
huyen. No sólo los entiendo, sino que los aplaudo”, reflexionaba ayer en su
columna semanal una mujer brillante por quien profeso iguales admiración y
respeto -además de amor-, pero de quien me distancio del todo en esta ocasión.
Que callen y huyan, si les da la gana y los vencen el miedo y la desinformación
y la apatía, mi madre y mis hermanos, mis amigos y vecinos adictos a sus
disfrutes, el funcionario gris de entidad pública o de banco de
archimillonario, el deportista ignorante y la ignorante modelo pero jamás el
que motu proprio informa y opina. Los que a eso nos dedicamos por vocación, con
o sin paga, estamos en la obligación de ser igual de suicidas y temerarios que
los miserables hijos de Alá que no tienen miramientos a la hora de estallarse
en medio de una multitud de inermes a los que condenan al infierno de su
violencia en procura de un cielo más falso que su fe.
Tengo el pálpito de que los
que como tú opinan en el caso de Salman Rushdie, de Naguib Mahfuz y de Charlie
Hebdo tal vez crean que si no se incomoda a los terroristas de la religión y de
la política ellos no van a tener motivos para atacar pero se equivocan. Al
menos tanto y con igual estruendo que los bellacos que hoy justifican la
invasión rusa a Ucrania con el argumento falaz y ruin de que Europa provocó al
criminal de guerra que preside el Kremlin, o los que, con ingenuidad insultante
o auténtica mala fe producto de su afinidad ideológica, abogan por la
negociación y el apaciguamiento de las relaciones con las tiranías china, norcoreana,
venezolana, cubana, nicaragüense y hasta con la siria. Mis aplausos tienen
destinatarios concretos: Salman Rushdie, Fernando Vallejo, Marina Ovsiánnikova,
Noor Ammar Lamarty, John Carlin y demás suicidas temerarios de la pluma o el
micrófono. Claro que mejor lo explican, y a dúo, Nietzsche y Zweig:
“En lo que se refiere al
conocimiento, ‘la ceguera no es sólo error, sino cobardía’, y la indulgencia es
un crimen, pues aquel que tiene miedo o vergüenza de hacer daño, aquel que teme
oír los gritos de los desenmascarados o retrocede ante la fealdad del desnudo,
ése no ha de descubrir nunca el último secreto. Toda verdad que no alcance el
punto más extremo posible, toda veracidad que no sea absoluta, no constituye
nunca un valor absoluto. […] No hay verdades de gran estilo que surjan por
adulación; no hay grandes secretos que puedan ser descubiertos en una charla
llana y familiar; la naturaleza sólo se deja arrancar sus secretos más
preciosos a la fuerza, con violencia, con tenacidad; gracias a la brutalidad se
puede hacer la afirmación, en una moral de gran estilo, de ‘la majestad y la
atrocidad de las exigencias infinitas’. Todo lo que está oculto exige mano dura
e intransigente; sin firmeza no hay sinceridad ni ‘conciencia de espíritu’.
‘Donde desaparece mi sinceridad, quedo en las tinieblas, allí donde quiero
saber, quiero también ser sincero; es decir: duro, severo, intransigente, cruel
e inexorable’…”.
7. Si la pregunta infaltable
de entrevistador que no lee pero posa de muy culto y perspicaz fuera, en lugar
de “¿Qué libro se llevaría a una isla desierta si sólo pudiera escoger uno?”, “¿por
qué género literario se decantaría usted si se lo forzara a leer y
especializarse en ése y sólo en ése?”, me vería, como cualquiera que ame la literatura,
en serísimos aprietos para dar una respuesta. Tanto más cuanto que aquel en el
que estoy pensando no existe formalmente y por ende no está bautizado.
Yo lo llamaría, de buenas a
primeras y apremiado por la impaciencia del que formuló la pregunta, “la opinión
de los grandes en periódicos y revistas”. Claro que sí: me refiero a los
artículos semanales o quincenales que religiosamente leo entre domingo y lunes
de Juan Esteban Constaín, don Juan Gossaín y Eduardo Escobar en El Tiempo; de
Héctor Abad Faciolince, Carlos Granés, Piedad Bonnett, Santiago Gamboa, William
Ospina y Julio César Londoño en El Espectador; de Javier Marías (ah pérdida
irreparable), Javier Cercas, Irene Vallejo, Manuel Rivas (¿pero por qué dejaste
de escribir, hermano?), Rosa Montero, Leila Guerriero, Elvira Lindo, María
Elvira Roca Barea, Adela Cortina, Eliane Brum, Gustavo Martín Garzo, José
Ovejero, Enrique Krauze, Eduardo Lago, Enrique Vila-Matas, Manuel Vilas, Javier
Sampedro, Martín Caparrós, Antonio Muñoz Molina, Fernando Savater, Manuel
Vicent, Juan José Millás, Álex Grijelmo, Juan Gabriel Vásquez, Mario Vargas
Llosa y Fernando Aramburu en El País de España; de Antonio Caballero (ah
pérdida irreparable), Enrique Santos Calderón y Daniel Samper Pizano en Los
Danieles; de John Carlin en La Vanguardia o en Clarín; de Juan Villoro en
Etcétera y de Arturo Pérez-Reverte en tantas partes. Ellos me permiten lo que
sus ficciones o libros especializados me vedan o dificultan muy mucho: tener
con sus autores un diálogo franco y periódico, tomar fiel y detallada nota de
sus coherencias e incoherencias ideológicas, de sus bondades y ruindades, del
valor de sus declaraciones y la cobardía de sus silencios, de lo que los
atormenta o fastidia o preocupa o conmueve y deja indiferentes o alegra o
entusiasma o hace exultar. De cada uno de ellos sé o creo saber (tal vez no más
lo intuya), gracias a las opiniones que vierten y a las que se guardan o
expresan con reticencias según sus intereses y cálculos, a sus análisis sesudos
y a sus juicios de valor, a sus obsesiones de largo aliento y a sus monomanías
transitorias, si estoy ante lo que para mí es un muy buen ser humano -los
imprescindibles-, ante un ser humano a secas tipo la mayoría -los “inocuos”-,
ante un malandrín -los prescindibles- o ante un canalla en toda regla -los
indeseables-. De ahí que pese a admirarlos a todos -el motivo por el que los
leo y los voy a seguir leyendo-, sólo me apetezca conocer a los del primer
grupo, que no llegan a diez. Y de entre ellos, a Rosita Montero en primerísimo
lugar.
8. La aspiración eterna de
gran parte de la humanidad: poder leer los pensamientos de los que, por las
razones que sean, nos interesan, importan u obsesionan. Conozco el abracadabra:
se llama “opinión de los grandes en revistas y periódicos”.
9. Me disculparán ustedes,
pero es tanta la desconfianza mezclada con desprecio que me producen casi todos
los políticos y muy particularmente los de las extremas, que hablando acá
conmigo mismo le pregunto a Gregorio -suspicaz y desconfiado este man como sólo
pueden serlo los ciegos respetables- si el apuñalamiento de Bolsonaro en 2018 y
el disparo fallido a Kirchner de 2022 no habrán sido ideados y orquestados con
toda diligencia por ellos mismos para hacerse con el poder o retenerlo a toda
costa. -Mire -me dice el muy cabrón-: si por estúpido erostratismo hay legiones
dispuestas a las mayores temeridades, por una presidencia y mil apariciones en
las primeras planas y en las portadas de mayor circulación, una estancia corta
en el hospital o un susto de relumbrón son inversiones ínfimas y más lucrativas
que todos los tráficos y las tratas juntos. Me lo quedo mirando y me digo que
con nadie estoy tan sintonizado como con él, pese a que demasiado a menudo lo
odio “con la mitad del odio que guardo para mí”.
10. “La imaginación no es un
estado: es la existencia humana en sí misma”: sólo quien lee religiosamente a
Juan José Millás en El País de España comprende el alcance de lo dicho por el poeta.
11. Asquea ver a la vernácula
policía de la moral de Occidente calculadamente histérica, haciendo como que se
rasga las vestiduras porque su homóloga, la policía de la moral del
totalitarismo iraní arrestó, torturó y asesinó a Mahsa Amini, ella sí una de
los millones de víctimas tangibles del más aborrecible de los machismos
practicado por hombres y mujeres que mutilan clítoris o permiten que se
mutilen, que rocían con tíner o gasolina y les prenden fuego a Lauras Angulo
colombianas o de cualquier otro país del continente que sea, que violan o
permiten que violen a Zoilaméricas Ortega Murillo nicaragüenses o nigerianas,
que esclavizan y explotan sexualmente a mujeres inermes (no todas lo son: ni
Rosario -alias Jezabel- Murillo ni las dos ternezas que recientemente
participaron en Medellín en el enceguecimiento a golpes de don Hernán
Castrillón lo son) en España o en Camboya o que estupran o se lucran del
estupro de hijas o parientes ni siquiera púberes con quienes se comercia legal
o clandestinamente. Y mientras todos estos horrores ocurren, mientras que Laura
Angulo contempla sus quemaduras en el espejo y las violentadas en grupo luchan
para sobreponerse al asco y al infortunio, nuestro feminismo universitario,
editorial, político, periodístico y mediático, es decir parte de nuestra propia
policía de la moral, pendiente de quién no duplica el género, echa chistes
verdes, exterioriza sus parafilias, confiesa sus transgresiones o lanza piropos
en la calle para caerle encima y hacerle perder el empleo y con él su buen
nombre. Todavía no -¿o sí?- para matarlo como la satrapía iraní a Mahsa, pero
ya pronto.
12. A mí no me pregunten si
he leído tal o cual cosa -no es de su incumbencia-. A mí pregúntenme qué ando
leyendo.
13. Entre las paradojas que
me asombran, ninguna como la de que la existencia de Jesús, el hijo carnal
improbable de un dios improbable se dé por sentada pese a no haber de ella otra
prueba que las fabricadas por los que dizque lo conocieron. Entre tanto, se duda
de la del ciego Homero no obstante haber dejado, para que las tocáramos y
olfateáramos y gustáramos y oyéramos y sintiéramos y leyéramos, entonces hoy y
siempre, su Ilíada y su Odisea imperecederas. ¿Quién sino el prejuicio es capaz
de semejante proeza?
14. El caso de un pobre amigo,
víctima reciente del pensamiento desiderativo. Resulta que conoció, hace cuestión
de meses, a la que hasta ayer nomás fue su esposa y hoy enemiga por haberlo
traicionado con un conocido, o sea por haberle hecho a él lo que cuando la
conoció le hizo con él a un conocido de ambos. “¿Y no te da miedo -le pregunté
yo cuando me contó que se casaba- que al cabo te pase también a ti?”. Tan bravo
se puso que me llamó ‘gato negro’ y ‘ave de mal agüero’. Zanjé el asunto con un
silencio prolongado que hasta hoy dura, pero recuerdo que pensé que mi pobre
amigo procedía como los millones que hoy descartan de plano que Putin y su
panda de psicópatas se atrevan a atacar con armas atómicas a Ucrania o a los
que consideran sus enemigos fuera de Ucrania. Les puse voz: “¿Y quién dice que
porque Truman y los gringos lo hicieron lo vayan a hacer Putin y los rusos?”. Gatos
negros y aves de mal agüero que somos John Carlin, Jacobo Deza y yo.
15. Hoy (domingo, 2 de
octubre de 2022), cuando la humanidad pueda que esté a días o a lo sumo semanas
del tercer ataque con armas atómicas de la historia y de la subsiguiente
declaración de la Tercera Guerra Mundial, aterra, entre muchas otras
realidades, el obsceno panorama político que tenemos delante. Gobiernos de
extrema izquierda y de extrema derecha aquí y allá, y como cosa curiosa unos y
otros, no sé si todos pero sí la mayoría, incondicionales del psicópata y muy
pronto genocida ruso y de sus secundadores por acción u omisión. En mi calidad
de ciudadano de este país llamado Colombia, le exijo al presidente Gustavo
Petro Urrego la neutralidad militar y política de nuestra nación en el
cataclismo o, si se precisare tomar partido, que se tome por el eje que
constituyan Los Estados Unidos de América, la Europa antiputinista y los países
que tengan a bien acompañar a Occidente en semejante sinsalida bélica. Lamentablemente,
sé que me dirijo a un interlocutor ausente pues conozco de sobra las querencias
y compromisos de un gobierno por el que no voté y al que le anuncio desde ya mi
más férrea oposición si su resolución llegare a ser la previsible: el apoyo
material o aun simbólico a los asesinos de guerra del Kremlin y a sus cochinos
aliados.
16. Si las hembras de nuestra
especie comprendieran lo que sí saben y ponen por obra las hembras de los
bonobos (que para domeñar a los machos -al patriarcado- hay que forjar
coaliciones y no propiciar colisiones entre ellas), en mucho menos tiempo que
el que las feministas más iracundas llevan empeñadas en que se las haga
“visibles” en el lenguaje así en la vida diaria continúen bastante sometidas,
el orden imperante desde siempre se vería forzado a batirse en retirada. Ahora,
que tal posibilidad sea o no deseable es un asunto por completo distinto.
17. Lee uno las soflamas
políticas de William Ospina, Santiago Gamboa y Julio César Londoño -el orden en
que adulan al engendro- en El Espectador, tan desmesuradas y de mal gusto ellas
como los ¡ajúas! De Zapateiro cuando reivindican la honorabilidad del pueblo
sufrido y trabajador, y no puede menos que preguntarse si estos manes han
vivido alguna vez en Colombia; si cogen taxi, compran carne en la fama y
víveres en la tienda del barrio; si alguna vez han empleado a un albañil,
plomero, carpintero o electricista; si por suerte saben lo que es comprarle
algo a un buhonero de playa o de chaza urbana. Por lo visto ni una cosa ni la
otra pues de lo contrario sabrían que ocho de cada diez taxistas le cobran a
cada pasajero mínimo dos mil pesos de más los menos ladrones; que por ejemplo
durante la pandemia resultaba menos oneroso mercar en las grandes superficies
porque si la libra de carne costaba en el Éxito quince mil pesos don Chucho les
cobraba a las amas de casa diecisiete mil por 450 gramos; que nueve de cada
diez -y me quedo corto- “rusos” y sujetos por el estilo incumplen y roban a los
pobres clientes con mayores astucia y cinismo que los empleados por políticos y
contratistas en su desangre al erario; que a diario turistas y viandantes
desprevenidos se dan cuenta demasiado tarde de que lo que les devolvió el que
les vendió el collar o el cigarrillo está incompleto o no está porque les “metieron”
monedas o billetes falsos. Mis porcentajes son, estimados columnistas, un poco
distintos de los suyos tan alegres y optimistas: la honorabilidad, sustantivo
que no admite gradaciones, está repartida por igual en todos los estratos y
ámbitos de nuestra sociedad y de muchas otras. No creo que llegue a un 20% el
número de empresarios, políticos y ciudadanos de cualquier oficio que como
Arturo Calle o Mario Hernández, Humberto de la Calle Lombana, Antanas Mockus o
Sergio Fajardo, los dos taxistas de cada diez que no le quitan un peso a nadie,
el albañil y el plomero y el carpintero y el electricista que no se vuelan con
el anticipo y cumplen escrupulosamente con el trabajo para el que se los
contrató merezcan el honor de que se los llame honorables. Y ya que estamos, se
me antoja que la honorabilidad de quien goza del privilegio de opinar de
palabra o por escrito en los medios de comunicación respetables -y El
Espectador sí que lo es- reside o debiera residir en la objetividad de lo que
se afirma y de los números que se suministran o sugieren, al igual que en el
propósito de no transigir con nadie que no lo merezca y menos aún con esa
entidad tan deleznable como inconcreta llamada pueblo.
18. Un ejemplo magnífico de
cómo combatir el machismo estructural con buena literatura: “Miguel, el
exmarido de Sally, y Andrés venían cada día, pero a horas distintas. Solo
coincidieron una vez. Me sorprendió que automáticamente todos los miramientos
fueran para el exmarido. Se había vuelto a casar hacía mucho, pero aún se debía
tener en cuenta su orgullo. Andrés apenas llevaba unos minutos en la habitación
de Sally. Le serví un café con pan dulce. Justo cuando lo puse en la mesa,
entró Mirna.
-¡Que viene el señor! -dijo.
-¡Rápido, a tu cuarto! -dijo
Sally, y Andrés se fue corriendo a mi cuarto, llevándose el café con el pan
dulce. Apenas cerré la puerta, apareció Miguel.
-¡Café! ¡Necesito café!
-dijo, así que fui a mi cuarto, le quité el café y el pan dulce a Andrés y se
lo llevé a Miguel. Andrés se esfumó…”: ¿entienden ahora, mis muy queridas
primas, amigas, conocidas y ex alumnas por qué esta congénere suya es
insuperable?
Ella sabe que la lucha a
muerte que en Occidente libran las mujeres desde hace tanto no ha sido en vano
sino todo lo contrario, porque la única revolución con logros tangibles y
perdurables en la historia de la jodida humanidad es la que relegó al cuarto de
San Alejo a los machos que exigían, para casarse, un himen intacto; que
apaciguó los ánimos belicosos de muchos varones y los puso más bien a cambiar
pañales y a dar biberones y a asistir a las reuniones de padres en parvularios
y colegios; que, a fuerza de desobediencia inteligente, hizo retroceder al papá
y al hermano que le indicaban a la hija y a la hermana desde con quién salir y
casarse hasta qué estudiar y opinar y por quién votar en elecciones o por qué
no hacerlo; que, en fin, tiene hoy colmados los salones de clases, los
laboratorios científicos, los parlamentos, las redacciones de revistas y
periódicos, los estudios de radio y televisión, los bares, los hoteles, las
playas y las calles de niñas, muchachas, mujeres jóvenes y maduras y ancianas
que estudian e investigan y legislan y gobiernan y viajan y experimentan y
beben y fuman y se acuestan cuando y con quien les da la gana. Desconocer semejante
realidad innegable por el hecho de que siempre va a haber tareas pendientes e
incluso retrocesos (como el que hoy tiene contra las cuerdas en muchos estados
de los Estados Unidos al aborto y los anticonceptivos) es absurdo y
contraproducente pues beneficia nada menos que a los trogloditas que añoran el
Occidente ese sí patriarcal y machista de los bisabuelos y tatarabuelos y le da
la razón al tristemente célebre femifascismo, que malcarado y siempre con el
ceño fruncido quiere hacernos creer que poca o ninguna diferencia hay entre por
ejemplo las afganas a las que humilla y deshumaniza la peor versión de la
caverna islámica y las occidentales, envilecidas según sus voceras por un
patriarcado feroz y omnipresente con el que alucinan y trafican con éxito en
los medios. Donde ojalá se puedan volver a oír, cuando se atenúe al menos un
poco todo este estruendo de los fanatismos actuales, las voces de las que como
Lucia y Dorothy saben que nada como la comicidad y el cinismo para desafiar la
arbitrariedad de los malos y ridiculizar la necedad de las tontas con ínfulas:
“Bebe y baila, ríe y miente, ama toda la tumultuosa noche porque mañana tenemos
que morir”; “Me gusta tomarme un Martini. Dos como mucho. Después del tercero
estoy debajo de la mesa. Después del cuarto estoy debajo del anfitrión”; “Vamos,
que es una de esas mujeres que jamás es feliz a menos que se sienta
desgraciada. Disfruta sintiéndose desgraciada”: léase activista de la ‘cuarta
ola’.
Ah, y como de lo que se trata
es de que dejen de contaminarse con los reclamos siempre destemplados de las
ménades del “somos las esclavas sempiternas del machismo estructural”, ahí les
van, muchachas, un par de artículos de un par de amigos a cuál más inteligente
y ameno: ‘Ser un machote es muy cansino’ de Rosa Montero y ‘El futuro les
pertenece a ellas’ de John Carlin. Léanlos y no se dejen distraer que van muy
bien, pero eso sí, sin bajar nunca la guardia porque la godarria que encarnan
entre otros los representantes de los monoteísmos y sus diezmantes acecha y se
sabe mover.
19. Permíteme, Lucia adorada,
que te hable con la autoridad -la única que me asiste- que me confiere la
ceguera congénita: esto que me cuentas (“Me pasó una cosa rara esta semana. Con
el rabillo del ojo empecé a ver pequeños cuervos que pasaban volando como
flechas. Cuando me volvía ya no estaban. Y cuando cerraba los párpados veía
destellos fugaces, como motos surcando la autopista a toda velocidad. Pensé que
sufría alucinaciones o que tenía un tumor en el ojo, pero el médico me dijo que
eran máculas en la retina, que a mucha gente le ocurre…”) no es preocupante:
no-lo-es. Que se preocupen alarmen y horroricen los que ven en Putin y en Xi la
promesa de la justicia social que le espera al mundo cuando por fin caigan los
gringos con su imperio; en las payasadas taumatúrgicas de los pastores más
desvergonzados auténticos milagros dominicales; en el reguetón y la bachata el presente
de un arte llamado música; en La carretera y Ensayo sobre la ceguera novelas
inmortales o al menos aceptables; en Trump y en Bolsonaro a dos patriotas; en
los ultraortodoxos judíos y en el Israel que ocupa Palestina y que aplasta a
los palestinos a ciudadanos con derechos y a un Estado que vela por sus
intereses; en los profesionales jóvenes y muy jóvenes a la generación más
preparada de la historia; en los niños que dominan con pericia sus
‘smartphones’ a las criaturas más inteligentes y despiertas de cuantas han
pisado nunca el mundo; en la paz total de Petro y los petristas un sueño
realizable; en los campus públicos del destrozo y la pedrea y la consigna
trasnochada laboratorios de estudio y conocimiento; en la complejidad por
excelencia que es el suicidio un acto de cobardía o un acto de valentía y el
vacío por medio; en la sobreabundancia musical y fílmica y deportiva de las
plataformas tecnológicas la materialización de la felicidad que la pobre
desgraciada de mi abuela analógica se murió sin conocer; en la jerigonza
inclusiva un progreso hacia el igualitarismo; en la fidelidad de los cuerpos y
en el matrimonio religioso la estabilidad de una vida sin mayores sobresaltos;
en “nuestras pecas y nuestros peques” la inocencia y en “nuestras adultas y nuestros
adultos mayores” la sabiduría. A diferencia de todo este reguero de ciegos
saramaguianos, tú por lo menos cuentas con ese diagnóstico. Así es que mucho
ánimo, mi amor platónico.
20. ¿Pero y yo cómo hago para
decirles a don Hernán Castrillón y a todos los ciegos devenidos que no conozco
que nada está perdido, que no se van a morir sin volver a ver porque la cura
está inventada y tiene nombre? Se llama literatura y es en sí misma un prodigio
y un milagro, pero no de pastor taumaturgo de iglesia cristiana: “Veo ciervos,
en cambio, subiendo por las laderas del monte Sanitas y la cresta Dakota cuando
los primeros albores iluminan las rocas. Si hay nieve y hace mucho frío, las
cimas se arrebolan, el hielo convierte el alba en un vitral rosado, coral
fosforescente”; “Ahora las urracas pasan como relámpagos azules, verdes sobre
el fondo nevado. Tienen un graznido similar, mandón y estridente”. Ojalá llegue
el día en que venza toda esta abulia, todo este hastío que me tienen maniatado
y por fin me decida a escribir algo que ya cuenta con un título. ‘Del prodigio
de ver siendo ciego’ se va a llamar, si la suma dificultad de escoger y
clasificar cientos o tal vez miles de bellas -por bellas o siniestras- imágenes
tipo las dos anteriores no se termina imponiendo y postergando para nunca este
anhelo. Envidio a mis gatos y a Pérez-Reverte: una voluntad como la de ellos es
lo que le pediría al diablo en un pacto. Claro que tras haberle pedido, en
primerísimo lugar, dichas venéreas de muy diversas edades: “De entre catorce y
cuarenta y cuatro, Señor” le señalaría, aunque sólo para facilitarle la tarea.
21. Más fácil se acaba la
humanidad producto de un intercambio de atenciones entre las potencias atómicas
que la guerra contra las drogas y a favor de los narcotraficantes por
iniciativa de los Estados Unidos de Biden o del que sea. Que prueben entonces
Petro, Borich, López Obrador y demás gobiernos de izquierdas del continente de qué
esta hecha su tan cacareada rebeldía y regulen “unilateralmente” la producción
y la comercialización no sólo de la mariguana sino también de la cocaína. La
coyuntura está que ni pintada para por fin legalizar el consumo de esas y otras
drogas, produzcámoslas nosotros o los afganos: ¿acaso quién respeta y le teme
hoy al por desgracia decadente imperio del norte? Desde luego que no los chinos
ni los rusos, tampoco los saudíes, los sirios o los turcos, los serbios y ni
siquiera los húngaros del risible Orbán. Y ojo que no ironizo ni mamo gallo: si
no aprovechamos la tan afamada aunque todavía pendiente de demostración
indocilidad de los que siempre supieron qué hacer con el poder cuando fungían
de oposición a lo largo y ancho de Latinoamérica, y la blandenguería de los
demócratas que aún no resuelven el dilema de si darle prelación a la lucha
contra el xiputinismo fuera o al trumpxiputinismo dentro, la vacilación nos va
a pesar lo que nos quede de vida colectiva porque en lo que nos rasquemos un
ojo, Donald o uno de los suyos, un vástago de Uribe u otro Titeriván van a
estar de vuelta con más de lo mismo, salvo que reforzado.
22. Le juro, admiradísimo
Manuel Vicent, que no bien leí esta reflexión suya, atinada y premonitoria
(“Aquí ya no hay cabras que tiren al monte. Ahora todos somos ovejas pasivas y
no hay ninguna que se atreva a salirse del rebaño. Parece que la sociedad civil
se ha quedado exangüe, sin pulso. Existe la creencia de que hagas lo que hagas
no va a servir de nada, de modo que lo mejor es quedarse en casa. Al menos los
cerdos chillan cuando presienten que los van a sacrificar. Las ovejas, no.
Muchas veces en la carretera uno se cruza con un camión lleno de corderos
hacinados que se dirigen al matadero. Esta imagen podría ser el paradigma del tiempo
en que vivimos…”), me sentí impelido a recabar apoyos entre mi familia más
inmediata con objeto de plantarnos ante la embajada rusa en Bogotá y protestar,
como cinco golondrinas que no hacen verano, por las tropelías que perpetra su
país. Sin embargo, tengo que confesarle avergonzado que estaban tan embebidos
mi nieto en sus videojuegos, mi hermana en sus redes sociales, mi hermano en
sus rezos y mi madre en sus telenovelas y reálitis que desistí. Y
paradójicamente yo, que no sólo me manifestaría en la mismísima Moscú sino que
me ofrecería a aplastar con las manos que esto escriben al bicho del Kremlin
-con guantes, eso sí, para no ir a untarme de sus efluvios nauceabundos-, me
encuentro condenado por la bendita ceguera, como bien lo puede ver usted, a
pasarme la vida entre libros e ideas, entre la bronca y la impotencia del que
quisiera pero no puede proceder en persona en contra de los canallas y los
miserables.
23. Dos ideas condenadas al
fracaso desde su concepción, y ambas por la misma razón: el desconocimiento de
la naturaleza humana, carencia que se suple con dosis altísimas de pensamiento
desiderativo. Por un lado, esta quimera demagógica bautizada por Petro y el
petrismo con el oxímoron “paz total”. ¿Paz total en una sociedad adoctrinada
por la extrema izquierda -hoy en el poder- y por la extrema derecha -que llora
su pérdida- e intimidada por incontables bandas de asesinos que se identifican
con una, otra o ninguna? ¿Con el narcotráfico y la corrupción más saludables
que nunca? ¿Con semejantes niveles de impunidad y de injusticia en todos los
ámbitos? ¿Con las calles de pueblos y ciudades sumidas en el caos y la
inseguridad derivados de la incapacidad y la desidia de los que por mirar por
sus intereses no legislan ni gobiernan o lo hacen con chambonería: la impronta
nacional? ¿Con esta “ciudadanía” que en lo sustancial es la copia exacta de la
clase dirigente? Por otro, el anhelo machista del feminismo que pretende acabar
por decreto con la prostitución en el mundo entero. Y digo machista porque las
dirigentes de la ‘cuarta ola’ se conducen con las prostitutas que
voluntariamente ejercen aquel noble oficio como en un pasado remoto se
conducían con sus esposas y hermanas e hijas nuestros bisabuelos y
tatarabuelos: desoyéndolas y ninguneándolas porque sólo ellos sabían lo que a
ellas les convenía y les correspondía. Y por desoír y ningunear a las
prostitutas es por lo que el buenismo es incapaz de diferenciarlas a ellas de
las víctimas de la explotación sexual del tipo que sea, delito que hay que combatir
y castigar sin tregua y sin contemplaciones. Lo que las prostitutas y sus
clientes necesitan es, mis muy estimadas virtuosas, legislación clara y
garantista y no la persecución y la clandestinidad que engendran carteles.
24. ¿Quieren ustedes saber
qué es un “columnista-militante”? Lean, entonces, ‘Diez semanas de cambio’ de
Julio César Londoño y ‘Anunciar no es gobernar’ de Mauricio Botero Caicedo.
“Sindéresis, muchachos -dan ganas de decirles al tiempo que se les rasca la cabeza-,
sindéresis que esto apenas arranca. Ni cambios tangibles ni meros anuncios. A
lo sumo y de momento, atisbos y corazonadas. Todo está por verse y por saberse.
(Nota: si tras leer en El Espectador aquel par de artículos no les queda del
todo clara la categoría, busquen allí mismo las columnas que Londoño y Botero
publicaron en octubre de 2018, o sea cuando la presidencia de Duque apenas
despuntaba. Verán cómo al que hoy ve el presente y el futuro con entusiasmo y
optimismo, todo le parecía entonces trágico y tenebroso y viceversa.)
25. Ah, pero en aras de la
“paridad de género” (otra frase-engendro salida de las entrañas del empoderamiento
buenista), déjenme que relacione un caso más de columnista-militante pero esta
vez por omisión, seguido de apenas una mención muy elocuente de alguien que sí
cultiva la ecuanimidad que debería honrar todo aquel que opina en los medios.
Resulta que tras diez semanas -más si nos remontamos a la clandestina visita
del hermano de Petro a La Picota con su cúmulo de inexactitudes y mentiras-,
tras varios incumplimientos del ahora presidente que con justicia le están
granjeando fama de impuntual y poco serio, tras las compras suntuarias y para
rematar con sobrecostos de televisores, plumones y sábanas entre otras
extravagancias dignas de arribistas ávidos de poder mas no de paladines de la
austeridad y la transparencia en el uso de los dineros del erario, no pocos
lectores de Cecilia Orozco Tascón en El Espectador andamos echando en falta sus
concienzudas investigaciones sobre estos y otros asuntos relativos al nuevo
gobierno y preguntándonos si ella, a diferencia por ejemplo de su colega Ana
Bejarano Ricaurte, aún no se ha enterado de que el Titeriván y su cohorte de
ineptos -un saludo para Fernando Ruiz y José Manuel Restrepo, funcionarios
respetables de aquella borrachera de cuatro años- ya no están al mando. Supone
uno que lo que procede es esperar a ver si esta mujer tan valiente como
prestigiosa periodista recala pronto en la objetividad de los mejores de su
oficio, y si el presidente y la vicepresidenta recuerdan el sabio aunque
machista proverbio que prescribe que la mujer del césar no sólo debe ser
honesta: también parecerlo. (Nota: repitan, en procura de mayor claridad si
cabe, el ejercicio de retrotracción del numeral 24. Se toparán con raseros muy
distintos.)
26. Siento gran debilidad por
los seres humanos -una inmensísima minoría- que no disfrazan sus culpas ni se
las endilgan a otros. Por un borracho amigo mío llamado Carlos que el otro día
me dijo, cuando nos fumábamos un cigarrillo de entre cervezas a la puerta de la
cantina de Lucio y Marcela (benditas sean tú y tu cantina, mujer), “No,
Gregorio. Mi esposa me dejó por borracho. ¿Quién en su sano juicio quiere vivir
con un alcohólico?”. Por Iván René Valenciano, a quien hace unos años le oí
decirles a los niños que estuvieran viéndolo y oyéndolo en una entrevista
televisada que por favor a él no lo tomaran por modelo de nada, que su
comportamiento como futbolista había dejado mucho que desear y que si por
entonces afrontaba serios problemas económicos se debía a que entre él y su
padre habían malgastado el dinero que había ganado. Por una veintena de
estudiantes que en el transcurso de veintidós años de docencia reconocieron con
total gallardía que si perdían el curso o reprobaban la asignatura se debía
enteramente a su falta de compromiso y esfuerzo. Por otro borracho anónimo que
en otra cantina legendaria nos confesó abatido y desesperado a una contertulia
de ocasión y a mí que estuvo muy bien que su pareja lo hubiera abandonado y
demandado por estupro porque él sí había manoseado y besado en medio de una
borrachera a la hija pequeña de ella. Por los escasísimos políticos y
servidores públicos que -jamás en Colombia ni en el Tercer Mundo y sólo a veces
en países con vestigios de decencia- no esperan a que el escándalo o la
acusación los fuerce a dimitir, pues dimiten ante los medios y asumiendo la
responsabilidad que les cabe. Por los pobres o los muy pobres que reconocen que
de no haber tenido tantos hijos y de no haber derrochado sus magros jornales en
trago y otros vicios sus familias -¿cuántos de ellos no tienen dos y hasta tres
“hogares”?- no habrían aguantado hambre o al menos tanta. Por los ricos o los
muy ricos que reconocen que tienen de sobra para tributarle más al erario pero
que a la postre se salvan de hacerlo porque los como ellos aunque peores que
ellos, que buscan más gabelas y exenciones, son infinitamente más sinvergüenzas.
Y por ti, siempre por ti y antes que nada por ti: “La única razón por la que he
vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta
a la pena al pesar al remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una
rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de
dolor me desgarrará el corazón y cegará mis ojos de vergüenza rompiendo tazas y
botellas derribando frascos rompiendo las ventanas tropezando sangrienta sobre
azúcar derramado y vidrios rotos aterrorizada entre arcadas hasta que con un
estremecimiento y sollozo final consiga volver a cerrar la pesada puerta. Y
recoja los pedazos una vez más. […] Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi
vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos
que han garantizado que ahora esté completamente sola”.
27. Siento gran debilidad por
el fumador o el ex fumador con cáncer que jamás se aprovecharía de su
enfermedad para, alegando ignorancia con total hipocresía, demandar a una
tabacalera y morir asfixiado pero rico. Por la puta vocacional que admite su
promiscuidad y no la barniza con victimismos de ninguna especie, y por la
prostituta de profesión que -en ciudades o pueblos con más, o menos,
oportunidades laborales- les gritan a las buenistas que se tapan los oídos para
no oírlas que lo suyo es una elección adulta y consciente. Por el promiscuo
homosexual, bisexual o heterosexual con sida u otra venérea que sabe y admite
que su estado de salud se derivó de su propio descuido y no de la maldad ajena.
Por el que hiere o mata a uno o a varios borracho con su carro y paga con
cárcel y dinero su delito. Por el escritor o escribidor ciego y la pintora
negra y el compositor trans y la escultora sorda y la mujer cultora del arte
que sea que saben que corren tiempos de compensaciones ridículas y
discriminadoras de otros quizá con más talento y méritos que sin embargo no
reciben los premios que debieran recibir si lo que se premiara fuera siempre
eso, talento y méritos. A unos los conozco, a otros no pero sé que existen. Lo berraco
es dar con ellos.
28. Salvo porque si no lo
aseas hiede, por lo imprescindible del papel higiénico y las toallas
higiénicas, porque si no le pasas la seda dental y le cepillas a fondo los dientes
se te queda mueco, por la impotencia masculina de cualquier tipo, por el
prurito acuagénico, por las dermatitis, por las discapacidades, por el
estreñimiento crónico y los reflujos y los gases que circulan pero no salen,
por los más de doscientos tipos de cáncer y los miles de enfermedades que lo
aquejan, salvo por esas insignificancias, yo estoy completamente de acuerdo con
los entusiastas que ven en el cuerpo humano una máquina perfecta con la que nos
obsequiaron los dioses.
29. Señor presidente Gustavo
Petro y señora ministra Carolina Corcho: los ciudadanos que no tenemos medicina
prepagada y dependemos de lo que quieran hacer con nosotros las entidades
promotoras de salud -que propongo llamar más bien entidades inhibidoras de salud-,
les vamos a quedar muy reconocidos si, en lugar de perder el tiempo en
adanismos e hipérboles utópicas del tipo “paz total”, las meten por fin en
cintura sirviéndose del siempre aconsejable sentido común. Propongo, como
primera medida, que se termine con la vagabundería esa de las autorizaciones
que todo lo dilatan y torpedean, y que se las castigue pecuniariamente cada que
haya un incumplimiento de su parte. ¿Que no le hicieron al viejito el examen o
la operación que tenía programados?, ¡tome su multa! ¿Que no le entregaron
completos los medicamentos al cieguito catedrático de la Javeriana?, ¡tome su
multa! ¿Que no le adelantaron a la muchacha el aborto a que por ley tiene
derecho o no le administraron a X enfermo terminal la eutanasia que la
Constitución le garantiza?, ¡tome su multa! Recuerden que lo ideal -¡medicina
preventiva para todos, todas y todes!- es enemigo de lo posible que es, según
Aristóteles o Maquiavelo o Bismarck o Churchill, en lo que consiste el arte de
la política.
30. ¿Dónde está, me pregunto,
les pregunto, el Nietzsche de nuestros días que le grite al mundo la inminencia
del cataclismo? Total, así lo hubiera, ¿quién lo escucharía?: “Mas esa es la
eterna tragedia del espíritu: que su ámbito claro y superior de contemplación
no se transmita al aire escaso y viciado de su época, que el presente jamás
capte ni perciba que un signo se alza sobre él en el cielo del espíritu y que
se oye el aleteo de la profecía”.
31. Si la prudencia hace
verdaderos sabios, la imprudencia hace verdaderos zafios. Entre los más
nocivos, las masas -ilustradas, diplomadas o iletradas- que entronizan en el
poder la demagogia de los populistas. La sabiduría electoral de los prudentes
por lo general siempre se queda corta; la zafiedad de los imprudentes, en
cambio, resulta tan abrumadora que consigue desgraciar a millones y arruinar o
envilecer a países enteros. ¿Será que pronto habremos de sumar a la siempre
incompleta lista que hoy integran Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Brasil,
Cuba, Estados Unidos, Turquía, Hungría, Polonia, Rusia y China los nombres de
Colombia, Italia e incluso Suecia?
32. Si usted vive por ejemplo
en Colombia y como yo está preocupado de que la componenda entre la
pospandemia, la inflación mundial, la guerra de Putin, la codicia de los
codiciosos y la impericia demagógica de Petro en la lidia con la economía lo
empobrezca del todo, oído que le tengo un par de salvavidas. Usted puede, si
dispone de ahorritos, montar una pañalería, ojalá en barrios de los estratos 1
o 2; es decir, en barriadas marginales o populares, que es donde la fertilidad
campa saludable pese a las penurias. O puede, si para arrancar dispone de un
local modesto, veinte sillas Rimax y una Biblia, montar una iglesia cristiana.
Para lo primero sólo requiere, a más de lo antedicho, la suerte que todo lo
decide. Para lo segundo, a más de lo antedicho y de la suerte que todo lo
decide, dosis altísimas de tremendismo, truculencia y mucho arte para mandar el
sable y esquilar -que es esquilmar- ovejas sin compasión. Sopéselo y me cuenta.
33. Qué frágiles y expuestos
se encuentran los escritores muertos. A unos -piensen por ejemplo en los
hermanos Grimm-, los melindrosos con poder les mutilan con total impunidad,
dizque para adecentarla, la obra que nos legaron a todos. A otros, editores
inescrupulosos y familiares ingenuos o codiciosos les empuercan la suya con publicaciones
que ellos jamás habrían autorizado. Lo sabe el lector atento del gran Roberto
Bolaño que, asqueado, concluye tras cerrar 2666 que una mano incapaz y
mercenaria profanó y estropeó sin remedio lo que debió permanecer inconcluso
para siempre; lo sabe el lector competente que ama a la insuperable Lucia
Berlin de ‘Manual para mujeres de la limpieza’ pero repudia el avatar que por
ella firma para que otros se llenen los bolsillos en ‘Una noche en el paraíso’.
¿Qué les parece si los que nos sabemos timados en uno u otro caso y en
cualquiera por el estilo hacemos causa común en contra de los saqueadores?
34. Pobre Lucia mía.
¿Endilgarte a ti estos bellacos semejante adefesio titulado ‘Andado, Un romance
gótico’? ¿Pero acaso me creen pendejo tus hijos y tu editorial? En los dos
relatos precedentes, que asemejan simples borradores, al menos está tu
impronta. ¿Pero en este bodrio? Nada en absoluto que te anuncie y mucho menos
te contenga: ni el lenguaje arcaizante y desangelado, ni la historia desnortada
y sosa. ¿Tú, mi inalcanzable Adele de ‘Buenos y malos’, transmutada en esta
insignificancia anacrónica llamada Laura, que tú no pariste o que pariste
demasiado joven y bisoña? ¿Ante qué instancia judicial los demando por estafa?
¿Qué puedo hacer para que se mantengan indemnes tu nombre y tu gloria literaria
tan inmensos?
35. Y justo cuando me
disponía a descolgar el teléfono analógico para llamar a mi abogado inexistente
a fin de que procediera, ¡zas!: de entre esas páginas “tuyas” publicadas
póstumamente que me habían decepcionado con los dos primeros cuentos, herido de
muerte con el tercero y esperanzado fugazmente con el cuarto emergió,
saludable, vigorosa, inconfundible, la mejor Lucia Berlin que conozco, es decir
la insuperable. Mejor dicho, esta que sabe que nada como la literatura para
denunciar las iniquidades de los dioses y los hombres -jamás de las mujeres- y
para hacer airadas reivindicaciones sociales: “A mí me daba pavor quedar con
esa secretaria, pasar tres horas con ella. Su secretaria de Santiago llevaba el
pelo en una redecilla, en casa tenía a su madre ciega y un hijo retrasado que
cada noche la esperaban hasta que volvía, en dos autobuses, de pie
probablemente, al salir del trabajo a las seis y media. […] En Lima los
suburbios eran tan inmundos y desolados como en Santiago. Kilómetros y
kilómetros de chabolas hechas con cartones y bidones metálicos, tejados de
latas aplastadas. Sin embargo, en Chile están los Andes y el cielo azul e
instintivamente levantas la mirada, por encima de la fetidez y la miseria. En
Perú las nubes se ciernen bajas, lúgubres y húmedas. La llovizna se mezcla con
las míseras fogatas. Un trayecto largo y gris hasta el centro.
Una cosa que aún me gusta en
Estados Unidos son las ventanas. Que nadie corre las cortinas. Pasear por los
barrios. Dentro la gente está comiendo, viendo la televisión. Un gato en el
respaldo de un sillón. En Sudamérica hay muros altos rematados con vidrios
rotos. Tapias viejas que se caen a pedazos con portezuelas desvencijadas. En la
puerta de Cairo 22 había un tirador de macramé raído y lleno de nudos para
llamar al timbre. Abrió una anciana quechua con pinta de bruja. Llevaba las
piernas envueltas en andrajos empapados de orina para los sabañones…”.
36. Maticemos: hay escritores
que, siendo unos canallas auténticos en la vida real, se emplean a fondo para
que sus libros les laven la mugre y sus devotos más ingenuos los eleven a la
categoría de faros éticos. Hay escritores que, siendo unos canallas auténticos
en la vida real, no se esfuerzan en absoluto para que sus libros disfracen o
desmientan las miserias de sus humanas naturalezas. Y hay escritores que, pese
a que son buenos seres humanos en la vida real, pasan o pueden pasar por
canallas auténticos ante los lectores más ingenuos, que no en pocos casos son
asimismo los más peligrosos. ¿Adivinan ahora en qué categoría se inscriben la
vida y la obra de la autora de ‘Itinerario’, cuento formidable donde los haya?
37. Nací ciego y pobre, en un
pueblo bello aunque tan atrasado por religioso que las monjas del hospital en
que mi mamá dio a luz se enemistaron con ella porque exigió que la operaran
para no tener más hijos. Pasado un tiempo, mi papá, que en esencia era un
lector competente y bien informado a más de un buen hombre, le empezó a decir a
mi mamá que él no veía la necesidad de que ella me mandara al colegio o al
menos no de lunes a viernes y menos aún si hacía frío, o sea siempre. El caso
fue que en una casa en la que el hombre poseía el conocimiento y la mujer la
sabiduría, fue lo segundo lo que primó felizmente:
--¿Y usted es que está loco?
Si alguno necesita estudiar y esforzarse para que mañana pueda valerse por sí
mismo, ese es Totico.
Pues bien, traigo esto a
cuento por esto otro que leí en El País de España el 30 de octubre pasado, y
quiero que ustedes lo relacionen con lo que les acabo de contar: “Pero, ¿quién
se ocupa de los niños?, ¿quién habla por ellos?, ¿quién levanta la mano para
decir que eso de que los aprobados se regalan es bajuno y falso de toda
falsedad, como decía Cervantes? Porque es ahí donde la desigualdad clava sus
colmillos con más saña. Esos niños o esas niñas que van a la escuela sin haber
desayunado no escriben columnas, no aparecen sus testimonios en las radios, no
cuentan aún con las palabras necesarias para desafiar a quien profiere una
sucia mentira sobre ellos. Se esfuerzan, claro que se esfuerzan los niños, pero
a veces el esfuerzo no basta, no basta si no se tienen materiales necesarios,
si los docentes han de sustituir las carencias, la precariedad o la desatención,
si la escuela ha sido esquilmada, si han disminuido los maestros y suben las
ratios, si se pasa frío en casa, si los profesores de apoyo no llegan, si en la
familia no se lee para ayudar a la comprensión del mundo. Los que tanto hablan
del aprobado regalado intentan desacreditar la enseñanza pública y envuelven su
perversa intención en discursos morales. Se esfuerzan los niños, mucho, pero su
realidad no les respalda. Y es a los que carecen de voz a quienes debemos
prestarles la nuestra”.
Estimada columnista, mi madre
y yo levantamos la mano. Pero la levantamos para sumar nuestro discurso moral
cargado de intenciones perversas a los de los que lamentan que un noventa y
cinco por ciento de los profesores del sector público de Colombia y España
regalen en efecto aprobados a tutiplén movidos unas veces por una genuina
compasión como la suya y otras -las más- por aquello de la ley del menor
esfuerzo. La levantamos para decir que si a la educación pública de aquí y allá
las carcome el descrédito y la falta de ascendiente sobre los ciudadanos se
debe precisamente y en gran medida a la precariedad de la enseñanza que sus
profesores imparten y a la suma lenidad que reina en sus escuelas y colegios.
La levantamos para decir que usted y muchos confunden el sufrimiento de la
pobreza con un supuesto mérito que consiste en hacer el esfuerzo de ir a clase
sin desayunar y sin los útiles necesarios para aprender, malentendido
bienintencionado que sin embargo lo único que logra es perpetuar este estado de
cosas que tanto perjudica a los más necesitados de exigencia y amplitud de
miras. Y la levantamos para decirles a todos esos niños pobres o pobres y
ciegos o pobres y ciegos y negros que, por serlo, hay que esforzarse dos y
hasta tres veces más que los niños pudientes y ricos porque sólo va a ser
mediante el conocimiento construido a partir del esfuerzo genuino y el
sacrificio personal como ellos pueden llegar a igualarlos y aun a rebasarlos.
Nota: cuando el 80 por ciento de los niños pobres que hoy van a la escuela por
ir pero pasan las asignaturas y los cursos “gracias a” su situación lastimosa y
a la mediocridad de los que los compadecen en lugar de educarlos como es debido
y miren qué fue del 20 por ciento de sus compañeros que con esfuerzo y
constancia vencieron las mismas y aun peores condiciones adversas, van a
repudiar los cantos de sirena que los distrajeron de lo que correspondía:
estudiar, estudiar y estudiar para que mañana a ellos no les toque mandar a sus
hijos a la escuela sin desayunar y sin los útiles que les van a facilitar el
aprendizaje.
38. Si hoy (31 de octubre de
2022) alguien me presentara al profesor Alejandro Gaviria Uribe, actual
ministro de Educación del gobierno presidido por Gustavo Petro, le preguntaría,
claro que después de expresarle mi admiración y respeto. ¿Cómo se puede hablar
desde su cartera ministerial de un vuelco a la educación cuando se tiene por
compañero de gabinete a un plagiario no confeso pero sí probado y reincidente
para mayor vergüenza? ¿Qué estudiante bien enterado -por fortuna no los hay- se
va a tragar el cuento de que con el impresentable Guillermo Reyes en el
ministerio que sea a la educación le esperan mejores tiempos? ¿Quién que no
sean los jurados que avalan tesis plagiadas y las universidades que impunemente
gradúan plagiarios puede creer que un presidente que mantiene en el cargo a un
usurpador de ideas ajenas no obstante las pruebas en su contra tiene la
autoridad moral para emprender reformas educativas de la índole que sea? Ah, y
que no salgan ahora con el cinismo manido ese de que a Reyes no lo ha condenado
la justicia pues el plagio, a diferencia de prácticamente todos los demás
delitos, no necesita de un juez que lo sopese y lo castigue sino de un lector
despabilado que lo ponga en evidencia y de paso también la incompetencia de los
que por incapacidad o descuido o por ambos permitieron que se perpetrara.
39. ¡Ninguneo para los
insensatos bobalicones que, posando de ecologistas y ambientalistas ante las
cámaras -siempre las cámaras-, entran por primera y única vez durante sus vidas
en un museo y bañan en sopa de tomates o en cualquier otra porquería la obra
que sea! ¡Gratitud y apoyo -infinita gratitud y apoyo- a los ecologistas y
ambientalistas sensatos y quijotescos que, arrostrando peligros sin nombre y
enfrentando inermes a la peor escoria del extractivismo transnacional y
malditos afines, batallan anónimamente para que especies enteras no se extingan
sin remedio y para que la desertificación imparable a que se aboca el planeta
se ralentice al menos un poco!
40. Si a usted, como es apenas natural, se le resiste el embrollo de la Santísima Trinidad, le revelo un truco literario para que lo comprenda. Lea al menos el primer volumen de Tu Rostro mañana que ahí va a encontrar la resolución del misterio: Juan Deza, el Padre; Jacobo Deza, el Hijo; Peter Wheeler, el Espíritu Santo. Y ¿Javier Marías?: el demiurgo de aquellas tres criaturas y, por tanto, la única ‘entidad verdadera” de cuatro posibles.
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