“El que
no sabe repetir es un esteta. El que repite sin entusiasmo es un filisteo. Sólo
el que sabe repetir, con entusiasmo renovado constantemente, es un hombre.”
Soren
Kierkegaard
901. Nada
perfectible puede haber en una especie que toma al príncipe Mishkin, y a sus
correlatos de carne y hueso, por idiotas y no por lo que en realidad son.
902. De
cómo piensan los escritores de diez letras la lengua en la que escriben:
“Ocurrió mientras se habían ido a Trujillo a hacer algunas compras de última
hora. El pueblo se encuentra a unas quince verstas, por una carretera estrecha,
pero no del todo intransitable. Lo pone uno en verstas y no en kilómetros
porque el tiempo invernal así lo sugiere. Si estuviéramos en otoño y los
caminos aparecieran cubiertos de hojas muertas y amarillas y la brisa fuese
templada, podría hablarse de millas galesas. En agosto, bajo el sol abrasador y
los infinitos campos cosechados y secos, estaría justificado emplear las leguas
de Cervantes. Pero con este tiempo frío y desapacible, con la calleja llena de
charcos y los portillos de piedra cubiertos de aterciopelado musgo y rezumando
agua, parece más oportuno, creo, hablar en verstas, sobre todo por lo que a
continuación iba a suceder”. ¿Que no está lejos el día en que la inteligencia
artificial escriba literatura de 24 o siquiera de 18 quilates? Harían bien los
optimistas -los iletrados- que a aquello le apuesten si lo disponen todo con
total cuidado porque la espera puede prolongárseles más allá de la parusía, y
creo que me quedo corto.
Adenda:
si usted, impresionado como yo por la consciencia léxica del autor, resuelve
pasar adelante para enterarse de qué fue eso que “a continuación iba a
suceder”, pues se va a quedar de piedra ante la belleza suma de uno de los
pasajes en prosa más poéticos que me haya sido dado leer, releer y volver a
leer en la esperanza de que mi cerebro lo referencie sin problemas si lo llego
a necesitar para una charla que verse sobre la polifonía de lo inanimado.
903. Por
descontado que lo suscribo, maestro Millás, sólo que con una acotación por mi
parte que, espero, usted sabrá disculpar:
“…Sabemos
que, si un caniche rebobinara unos cuantos siglos, regresaría al lobo del que
procede. Si los seres humanos hiciéramos lo mismo, llegaríamos a Elon Musk o a
Donald Trump”, a Vladímir Putin o a Benjamín Netanyahu. “Me vienen a la memoria
entonces aquellos versos de Cernuda:
‘Lo que
el espíritu del hombre
Ganó
para el espíritu del hombre
A través
de los siglos
Es
patrimonio nuestro y es herencia
De los
hombres futuros.
Al
tolerar que nos lo nieguen
Y
secuestren, el hombre entonces baja,
¿y
cuánto?, en esa dura escala
Que
desde el animal llega hasta el hombre’.
Eso es
lo que hemos permitido al hacer multimillonario a este individuo y presidente
del llamado mundo libre a Donald Trump”; interlocutores válidos para tantos en
Occidente al bicho del Kremlin y al carnicero de Gaza: “que se nos nieguen
siglos de humanismo…”.
Y
gracias por la oportunidad, admirado y estimado Juanjo, porque ya me disponía a
desahogarme con uno de mis pensamientos desiderativos que, quiero creer, me
ayudan a suavizar el odio impotente que me suscitan estos cuatro y otros
malditos del vecindario: que alguien con poder flete un avión con rumbo a lo
más profundo e inhóspito del Amazonas y allí, desnudos e inermes, los abandone
al tiempo que se “monitoriza” en “tiempo real” su muerte, ojalá muy lenta y
dolorosa.
Adenda:
misericordia y caridad para quien las merece o, al menos, para quien no las
desmerece.
904. No
comprende uno a santo de qué tantísima alharaca con las posibilidades
teratológicas de la inteligencia artificial si se sabe que en lo que llamamos
mundo siempre ha habido los Putin y los Netanyahu, los Trump y los Musk.
Quienes llegado el momento serán los responsables de apagar las luces y
asegurar las puertas, cuando el inconducente y jodido antropoceno se avenga por
fin a expirar.
905. Le
confieso a usted que le tengo confianza y afecto, don Antonio, esto que
constituye uno de los escasos -por grandes- orgullos en mi vida: aparte del
cigarrillo y el trago, que me gustaban de veras -todavía un poco-, jamás me he
sumado a tendencias o modas güevonas y mayoritarias, tanto más güevonas cuanto
más mayoritarias. Ni izquierdas ni pedreas ni música protesta (únicamente una
noviecita mamerta que adoraba al Che y a Silvio), ni heroína ni cocaína ni
mariguana (únicamente una traba que no me gustó y pare de contar), ni plataformas
ni redes sociales ni WhatsApp (con decirle que jamás me he comprado un teléfono
inteligente porque desde que irrumpieron los celulares ando con el primer Nokia
que salió al mercado). De modo que ya puede irme nombrando -yo qué sé-
estandarte o precursor o abanderado de la revuelta a que invita en su artículo
del 25 de enero de 2025. Y reciba un saludo afectuoso y toda mi admiración de
lector, de momento de sus reflexiones semanales en El País, siempre
instructivas, en absoluto exentas de sindéresis y por tanto provechosas entre
las más.
906. Me
habla Pérez-Reverte de un “idiota redondo, compacto, sin poros” cuyo histórico
nombre no viene a cuento y, como la descripción del personaje se me antoja el
colmo de la concreción y de la gracia, resuelvo tomarla prestada para describir
a mi turno a los “idiotas redondos, compactos, sin poros” que -de momento- en
El Salvador, la Argentina, Colombia y los Estados Unidos hicieron de votontos
al creerles las trolas y elegir en consecuencia a Bukele, Miley, Petro y Trump,
quienes ya o pasado un tiempo les habrán hecho saber lo que en política supone
confiarse a los bellacos. Votonto: dícese del incauto que vota por auténticas
nasty shits en la esperanza de que lo rediman de su perra suerte. Nasty shits:
dícese de los malditos de la política que tienen su psicopatía por método de
gobierno y a los cuales se los puede agrupar bajo el término hijueputin.
Hijueputin: dícese asimismo del votante nasty shit que, a diferencia del
votonto incauto, sabe a ciencia cierta que por quien vota es por un como él
bellaco, sólo que con poder.
907. Lo
que procede: “…¿Entonces, qué? ¿Farsa o tragedia? ¿Esta segunda presidencia de
Trump será recordada como un circo, como una merienda de monos, como una
aberración cómica que se superó, a la que el país reaccionó volviendo cuatro
años después a la normalidad, que no impactó de manera duradera en la solidez
ni de las instituciones democráticas norteamericanas ni de las normas
internacionales? ¿O tenemos que tener miedo, mucho miedo? Yo me inclinaría por
tomar lo que Trump dice en serio. En la duda, me prepararía para la posibilidad
de un desenlace trágico. La historia del siglo XX, en particular, demuestra el
error de subestimar a populistas que actúan como payasos, que son unos locos, pero
acaban tomando el poder y sacudiendo no solo a sus propios países sino al mundo
entero”. Vamos a ver dónde van a esconder los insensatos -entre otros- del
periodismo y de la política su imborrable entusiasmo de hoy ante cada nueva
orden ejecutiva que se firma en la Casa Blanca cuando lo que de allí dimane
mañana sea posiblemente la perentoriedad de desalojar por la fuerza a Gaza,
invadir a Groenlandia, arrebatarles a los panameños el canal y a los
canadienses su país, repartirse con Putin a Ucrania o bañar en sangre al mundo
no ya contra él sino con él.
Adenda:
a mí que me culién, pero no por simple y desatentado.
908.
Pues qué le dijera yo, maestro Constaín. ¿Será que hacia finales de 2028 lo
sabremos con certitud?:
“…Es una
pieza magistral y profética: la descripción minuciosa de las miserias y
peligros, las promesas más siniestras de la Modernidad, la sociedad industrial
y de masas y el totalitarismo. Y hay allí una frase reveladora que Mutis
traducía con gracia sin igual aunque equívoca: ‘Felices los que fueron
gobernados por el caballo de Calígula’. Como se sabe (así lo cuenta Suetonio)
Calígula tenía un caballo al que adoraba, Incitatus, y lo quiso hacer cónsul.
Parece
que era una ironía del emperador: una burla a los senadores, a los que
consideraba abyectos y corruptos. Pero la frase de Céline, así formulada, es
casi una teoría política: la crítica más demoledora que uno pueda concebir
contra el mal gobierno y la locura del poder, sobre todo en una época como la
nuestra en la que esa se está volviendo la norma en tantas partes: caudillos
delirantes y pueriles, adolescentes, más bien, narcisistas, egomaníacos.
Celebrados
todos por sus caudas, sus capillas enajenadas que no admiten ni crítica ni
razón. Y va uno a ver y sí: al final sí habría sido mejor el caballo de
Calígula. O incluso su dueño” (o hasta de pronto mucho antes).
¿Pero
sabe que le quería hacer una infidencia a propósito de Céline y artistas malas
o pésimas personas y demás? Comprenderá usted que mi condición de ciego, que
precisa de manos voluntarias en los lugares desconocidos adonde va, me faculta
para tomarle la temperatura a la dichosa solidaridad humana o, mejor dicho,
para habérsela estado tomando desde que por primera vez me aventuré a salir
solo a la calle, hace cuarenta años. Le cuento, para no extenderme
innecesariamente, que los sitios donde no es infrecuente no dar con una mano
amiga que nos oriente o nos saque de un atolladero son precisamente esos en los
que cualquiera supondría que abunda la solidaridad: facultades de humanidades,
bibliotecas, librerías, salas de conciertos, teatros, ministerios de la
igualdad, paraninfos, auditorios…: recintos por donde se pavonean intelectuales
y artistas de mayor o menor cuantía, tantos tan ufanos de sus currículos y
publicaciones en defensa de los derechos humanos. Los sufro a duras penas y
siempre que me los topo pienso en la filantropía telescópica de que habla
Dickens en Casa desolada.
909.
“…Es imposible resumir aquí lo que dice Huizinga en ese libro, ojalá se
consiguiera todavía (de golpe sí, en alguna librería de viejo) para que muchos
lo puedan leer porque además es de una vigencia pasmosa aún hoy, acaso hoy más
que nunca. Pero hay un capítulo allí que se llama ‘Puerilismo’ en el que el
maestro disecciona uno de los rasgos más absurdos y peligrosos, según él, de su
tiempo: la inmadurez de la sociedad, su condición adolescente. Y aclara
Huizinga que no se refiere a una especie de infantilismo del mundo, no, sino a
algo muchísimo peor que no se puede definir sino así, como un regreso a la
adolescencia de la sociedad toda, con las características dolorosas y
miserables de esa época funesta de la vida, que además en la mayoría de los
casos no es un hecho cronológico sino espiritual, por eso hay quienes no dejan
de ser adolescentes jamás y eso nada tiene que ver con la edad. ¿Qué
caracteriza la adolescencia? Pues muchas cosas: la arrogancia, la solemnidad,
la inconsciencia, el dogmatismo, el fanatismo, creerse infalible, empeñarse
cada vez más en los errores y cultivarlos como si fueran una gran virtud, el
exhibicionismo, el narcisismo, la necedad, el egoísmo y la mezquindad con lo
bueno y la prodigalidad sin límites, a manos llenas, con lo malo, hasta causar
desastres por todas partes con la idea patética de estar haciendo el bien. Pero
sobre todo, dice Huizinga, la característica principal de la adolescencia es
esta: tomarse muy en serio lo que no lo es en absoluto y restarle toda seriedad
a lo que debería tenerla sin la menor vacilación. Por eso, añade, los gobiernos
se han vuelto un chiste y una farsa, un espectáculo grotesco para donde uno
mire, mientras cosas muy banales y festivas, que deberían tener solo ese
encanto, que no es poco, se han vuelto trascendentales. ¿Les suena? Ese libro
se publicó en 1935, cuando ya venía la tormenta. Pero leído ahora parece que
hablara de nosotros. Y sí: las sombras del mañana eran hoy”: un 5 sin
impugnaciones ni atenuantes para el lector -uno solo conozco- capaz de,
diseccionando la cita del maestro, dar en los 908 desahogos anteriores con
ejemplos suficientes que la ilustren y hagan digerible para los que, con el
agua al cuello, no se enteran de la riada que se nos vino encima.
910.
Hoy, cuando las fuerzas de los pronombres comienzan a realinearse
peligrosamente, conviene reflexionar en esta exégesis de Karl Ove Knausgard
pero no ya -o no sólo- para asumir sus palabras de modo retrospectivo, sino
como admonición y advertencia de horrores de nadie desconocidos, que amenazan
con materializarse, nuevamente, en proporciones de cataclismo:
“…En el
Tercer Reich, la conciencia no decía que matar está mal, decía: está mal no
matar, como escribe Hannah Arendt con mucho acierto. Se hizo posible mediante
un desplazamiento en el lenguaje, lo que se muestra en su forma más pura en Mi
lucha, donde no hay ningún ‘tú’, sólo un ‘yo’ y un ‘nosotros’, que posibilitan
el convertir el ‘ellos’ en ‘eso’. En ‘tú’ estaba la decencia. En ‘eso’ estaba
la maldad.
¿Pero
fue el ‘nosotros’ el que la ejercía?
Para
protegernos, empleamos el marcador de distancia más poderoso que conocemos, la
línea de demarcación que separa el ‘nosotros’ y el ‘ellos’. Los nazis se han
convertido en nuestro gran ‘ellos’. Fueron ‘ellos’ los que mediante su
demoniaca y horrenda maldad exterminaron a los judíos e hicieron arder el
mundo. Hitler, Goebbels, Görin y Himmler, Mengele, Stangl y Eichmann. El pueblo
alemán que ‘los’ siguió también es para nosotros ‘ellos’, casi tan monstruosos
en su carencia de rostro y humanidad febril de masas como sus líderes. La
distancia del ellos es enorme, lanzan esos eventos históricos cercanos,
conocidos por nuestros abuelos, a una especie de abismo medieval. Al mismo
tiempo sabemos, todos lo sabemos, aunque no todo el mundo lo reconozca, que
también nosotros, si hubiéramos formado parte de aquella época, habríamos
desfilado bajo la bandera del nazismo. En Alemania, en 1938 el nazismo gozaba
de consenso, era lo correcto, ¿y quién quiere o se atreve a hablar en contra de
lo correcto? La gran mayoría de nosotros opinamos lo que opina todo el mundo,
hacemos lo que todo el mundo opina y lo hacemos porque ese ‘nosotros’ y ese
‘todo el mundo’ son los que fijan tanto las normas como las reglas y la moral
de una sociedad. Ahora, cuando el nazismo se ha convertido en ‘ellos’, es fácil
distanciarse, pero no lo era cuando el nazismo era ‘nosotros’. Eso es lo
primero que tenemos que entender si queremos entender lo que ocurrió, cómo fue
posible…”.
Un
sencillo ejercicio didáctico consistente en preguntas sobre los hechos bélicos
más mediáticos del presente e hipotéticos del futuro le puede ayudar al que por
curiosidad lo efectúe a ubicarse a sí mismo dentro del crisol de pronombres que
nos propone el noruego en su explicación. ¿De qué lado estaba usted en febrero
de 2022 cuando lo de la invasión rusa de Ucrania y de qué lado está hoy, tres
años después de aquello? ¿Qué sintió su corazón y pensó su cabeza cuando se
enteró de las atrocidades perpetradas por Hamas en suelo israelí el 7 de
octubre de 2023, y qué ante la respuesta inmisericorde e indiscriminada del
Estado de Israel en Gaza, Cisjordania y el Líbano? ¿De parte de quién estaría
usted en una posible Tercera Guerra Mundial que enfrentara a, verbigracia, el
eje chino y ruso más sus aliados con el estadounidense y europeo más los suyos?
Ahora, en un orden de cosas menos cruento y catastrofista… ¿Qué diferencia le
parece que habría entre una posible invasión a Canadá, Panamá o Groenlandia
ordenada por Trump o la que los chinos pudieran adelantar en Taiwán si se las
compara con la de los ucranios a manos de los rusos? ¿Qué diferencias se le
antoja que subyacen entre la invasión y destrucción de Gaza a manos de
Netanyahu y sus hombres y la de Ucrania a manos de Putin y los suyos? ¿Qué
sensaciones le suscita, pongamos, la diáspora venezolana producto de la
narcodictadura chavista si se la compara con las deportaciones que a grandísima
escala prometen el criminal convicto Trump y su fascista plutocracia al mando?
¿En cuál o cuáles de estas situaciones concretas o factibles su ‘yo’ forma
parte del ‘nosotros’ y en cuál o cuáles se distancia para señalar con el dedo
al ‘ellos’ o al ‘eso’? En otras palabras: ¿cuál o cuáles de esas situaciones
merecen tener en medio a un ‘tú’ y cuáles definitivamente no?
Adenda: al
menos yo -no puedo sino hablar a título personal en esta ocasión-, maestro, me
doy por notificado y se lo agradezco de veras: “…Las personas decentes se
distanciaron de todo eso, pero no fueron muchas, algo que merece la pena tener
en cuenta, porque ¿quiénes seremos el día que se ponga a prueba nuestra
decencia? ¿Nos atreveremos a contradecir lo que opine todo el mundo, lo que
opinen nuestros amigos, vecinos y colegas, e insistir en que ellos son
indecentes y nosotros decentes? El poder del nosotros es grande, casi
irrompibles sus lazos, y todo lo que podemos hacer es esperar que nuestro
nosotros sea un buen nosotros. Porque si llega lo malvado, no llegará en forma
de ‘ellos’ como algo ajeno que podamos rechazar fácilmente, llegará en forma de
‘nosotros’. Llegará como lo correcto”. A falta de ningún Dios al que pedirle
nada, ¿de qué maniobras me valgo yo, Knausguítar, para que mi fatum me depare
decoro y dignidad, y no en escasa medida, llegado el momento y ante la peor de
las tesituras?
911.
¿Quiere usted saber cuánto ha cambiado el mundo que teníamos por civilizado
entre 2011, cuando Knausgard escribió esto, y febrero de 2025, cuando estamos
cerca de que se cumpla el primer mes de Trump el delincuente convicto y su
panda plutócrata de rufianes de la extrema derecha en la Casa Blanca? Oigan al
noruego y saquen conclusiones:
“Leer
los textos escritos en las décadas anteriores a la Segunda Guerra Mundial es
como leer textos legales de una sociedad antigua que ya no están en vigor. Las
ideas constituyen en sí un sistema comprensible y con sentido, pero ya no está
relacionado con la realidad práctica. Las ideas sobre lo que es el ser humano,
lo que es una sociedad, lo que es lo esencial ya no rigen para la sociedad en
la que vivimos. Ningún estudiante de instituto sacrificaría hoy la vida por su
país, ningún veinticincoañero le encontraría hoy valor a la muerte de dos
millones de seres humanos. El fenómeno es simplemente inconcebible, salvo como
una anormalidad. Considerar la democracia como la expresión de la decadencia y
el liberalismo como indigno tampoco son ideas que se suelen ya defender, y si
así fuera, sus defensores serían linchados en público. Lo antidemocrático es
tabú, entendido en su significado original, es decir, algo que la sociedad
considera que no puede tratar…”.
¿Qué
pensará hoy el gran Karl Ove si ve lo que yo el otro día en la DW: a un grupo
de estudiantes ucranios de secundaria, dispuestos a marchar al frente no bien
cumplan los dieciocho, para defender a su país de los fascistas que los invaden
y aplastan? ¿O cuando lee que ‘La ultraderecha europea celebra en Madrid la
vuelta a la Casa Blanca de su “compañero de armas” Donald Trump’; que ‘…Rusia
expande al mar Báltico su enfrentamiento con la OTAN’ con sus ‘Sabotajes y
escaramuzas’; que ‘Europa se rearma ante la amenaza rusa: la OTAN sigue siendo
la pieza clave’; o ‘El mundo en llamas: ¿Segunda Guerra Fría o Tercera Guerra
Mundial?’; que ‘El papa Francisco arremete contra las deportaciones masivas de
Trump en una carta a los obispos de EU’; que ‘La extrema derecha va ganando
terreno poco a poco en Europa: Alemania y Francia, en la mira’; que ‘Trump
sugiere presiones económicas o militares para lograr el control de Groenlandia
o el canal de Panamá’ y que ‘Trump insiste en comprar Gaza y convertir a Canadá
en el estado 51’? ¿Se obstinará contra toda evidencia presente en su convicción
de que “nuestro mundo tiene un reverso, el llamado Tercer Mundo, donde la
violencia estructural es tan despiadada y destructiva como lo fue en su tiempo
en Europa, y si se levantara contra nosotros no es seguro que lo bueno y lo
malo, lo moral y lo inmoral, lo verdadero y lo falso se mantuvieran tan
claramente diferenciados como lo están hoy”?
Adenda(s):
yo que usted, maestro -y perdóneme el atrevimiento-, me curaría en salud
desagraviando a esta parte del globo con una actualización de su análisis de
hace apenas quince años pero que paradójicamente suena a antediluviano; no sé…
en previsión de que por allá las cosas se pongan de verdad malucas y le toque
buscar, con su nutrida prole, cobijo en estos andurriales que, irónicamente,
podrían volver a constituir la salvación para millones y millones de orgullosos
ciudadanos del Primer Mundo que se vean obligados a huir del horror. ¿Que “leer
los textos escritos en las décadas anteriores a la Segunda Guerra Mundial es
como leer textos legales de una sociedad antigua que ya no están en vigor”?:
háganle caso más bien a Constaín y lean juiciosos ‘Entre las sombras del
mañana’, o a mí que les recomiendo ‘El mundo de ayer’ y mantenerse ojo avizor.
912. Si,
como promete Trump -de Netanyahu y sus carniceros ya conocemos los alcances-,
están prontas a abrirse de par en par las puertas del infierno en principio
para los palestinos de Gaza y Cisjordania, pasados unos años y perpetrado el
Holocausto, serán los palestinos que sobrevivan al genocidio y los musulmanes
que no los traicionen quienes reconozcan a los judíos que se opongan con una
distinción análoga a la de Justo entre las Naciones.
913. Que
otros envidien, veneren y adulen a los multimillonarios de Silicon Valley o a
los famosos de cualquier parte y oficio (todos con el lastre insoportable de su
mortalidad a cuestas) mientras yo en secreto lo hago con anónimos concretos
(veinteañeros en pleno acueste con sus veinteañeras novias) y con personajes
con nombres y apellidos:
“…Todo
esto, como el lector ha visto de principio a fin, carecía de fundamentos tanto
como los sueños de la filosofía: Yorick, sin duda, como dijera Shakespeare de
su antepasado,-‘era un hombre de gracia infinita’, pero había algo en su
temperamento que le impedía gastar bromas pesadas como ésta o como muchas otras
que se le atribuían asimismo inmerecidamente;-pero precisamente era esta la
gran desgracia de su vida: sin cesar se le imputaban cosas que él, por
naturaleza (y a menos que el aprecio me ciegue), habría sido incapaz de decir o
hacer. Lo único que le reprocho-(o, mejor dicho, lo único que alternativamente
le reprocho y me gusta de él) era aquella singularidad de su carácter por la
que nunca se tomaba la molestia de desmentir, delante de todo el mundo,
historias como la que acabo de contar: aunque ello estuviera en su poder. Cada
vez que era objeto de este tipo de malos tratos, se comportaba exactamente
igual que con el asunto de su escuálido caballo:-podría haber dado una
explicación para salvaguardar su honor, pero su espíritu se encontraba por
encima de ello; y por otra parte, era incapaz, en presencia de personas que
hubieran inventado, propagado o creído mezquinos e injuriosos rumores
relacionados con él,-de rebajarse a contar su propia versión;-y así, confiaba
en que el tiempo y la verdad lo harían por él.”
Ya
querría yo, llegado el momento -cada que se presente el momento-, conducirme
con esta mezcla inaudita de seguridad en mí mismo, amor propio, serenidad,
ponderación y fatalidad que hasta la fecha, si mal no recuerdo, no le he visto
a nadie de carne y hueso justamente por eso: por la carne y por el hueso.
914. Ni
a Tristram Shandy o a su demiurgo ni a mí se nos escapa, como sí a una inmensa
mayoría de los intelectuales-literatos que en el mundo son y han sido, la
certeza de que la filosofía también fluye incluso entre personas que jamás
pisaron una escuela pero que de haberla pisado… Ahí están, para corroborarlo,
el cabo Trim con su facundia tan sencilla como persuasiva, y mi amigo Harold Soyuz,
con su para mí inmortal Usted podrá ser, vecino, profesor y no sé que más cosas
pero eso a mí no me importa porque nadies es más que nadies: “Por esta mezcla
os amo;-y es esa deliciosa mezcla que hay en vuestro interior lo que os hace
ser, queridas criaturas, lo que sois;-y quien os odie por ello,-lo único que
puedo decir al respecto es-que o bien tiene una calabaza por cabeza-o una
asperiega por corazón;-y cuando lo disequen, así se descubrirá”.
915. ¿Un
deseo? Que ya mismo se pongan en contacto los generales Óscar Naranjo Trujillo
y Rosso José Serrano Cadena con los capitanes Pantaleón Pantoja, Toby Shandy y
Diego Alatriste y Tenorio, para que les ayuden a fraguar un golpe de Estado
impecable que salve a Colombia del peor gobierno que haya conocido su historia,
tan pródiga en gobiernos pésimos.
Adenda:
el secreto mejor guardado de la campaña electoral de 2022 a la presidencia de
la República fue parte del lema de quienes por desgracia terminaron ganando las
votaciones: a la frase ‘gobierno del cambio’ le suprimieron, deliberada y
taimadamente porque cómo más, los puntos suspensivos y el complemento ‘de
hampones y sinvergüenzas’. Que muchos sí previmos y contra lo que previnimos,
infructuosamente según cabía esperar, a indecisos y entusiastas por igual.
916. Ya
se me figura lo que pensaría este hombre de avanzada si supiera en lo que anda
el supuesto mundo civilizado tres siglos después:
“-Hasta
qué punto mi padre creía realmente en el demonio es algo que se verá en esta
misma obra, más adelante, cuando hable de sus convicciones e ideas religiosas.
[…] -El prejuicio de la educación, solía decir, es el demonio,-y las pilas de
prejuicios que mamamos junto con la leche de nuestras madres-son el demonio y
su cortejo entero.-Nos hallamos embrujados por ellos, hermano Toby, en todas
nuestras elucubraciones e investigaciones; y si uno fuera lo bastante idiota
como para someterse mansa y dócilmente a todas sus imposiciones,-¿en qué
quedaría el libro que escribiese? En nada,-añadía arrojando la pluma lejos de sí
con gran violencia;-en nada más que un fárrago del cotilleo de las nodrizas y
los disparates de las viejas (de ambos sexos) de todo el reino.”
Déjeme
que lo ponga al corriente de apenas parte de las habas que se cuecen hoy,
estimado y admirado Squire: nuestras nodrizas y viejas presentes, mejor
conocidas como ‘woke’, ya no responden a los dos sexos biológicos sino a una
combinación tan arbitraria y estrafalaria como los discursos -por llamarlos de
alguna forma- que emanan de los caletres exánimes de sus teóricos, teóricas y
teóriques; los disparates y los fárragos son hoy la norma en prácticamente
todas partes y lenguas, empezando por las facultades de humanidades de las
universidades más respetables y los órganos legislativos de los países más
poderosos; de ellas anda enseñoreada desde hace décadas -tal vez desde siempre-
la extrema izquierda mientras que de ellos vuelve a tomar posesión, y con la
amenaza de volver a desatar sobre el mundo demonios que andaban confinados, la
más extrema de las derechas; como le digo, la educación, que nunca ha
conseguido desprenderse de la política ni lo conseguirá jamás, sigue siendo y
no en escasa medida prejuiciosa y por tanto cercenadora, y de ahí que si
hablamos de “progreso” debamos hacerlo en términos casi exclusivamente
tecnológicos y científicos, aunque asegurándonos de que aquel sustantivo quede
apresado y bien apresado entre unas comillas que pongan de manifiesto los
peligros de la antinomia que acarrea.
Adenda:
no es sino que les instalen internet en la casa a los Shandy y que le pongan un
‘smartphone’ con datos a cada nodriza y vieja de que habla Tristram para que
contemplen los dos palmos que en trescientos años ha adelantado esta especie
que, dentro de trescientos, a saber si no los habrá desandado, y con creces.
917.
Lástima que aquesta muchacha… ¿Jennifer Hermoso es que se llama?, quien como
una mayoría abrumadora de los de su oficio piensa con lo que corre y salta,
haya sido del todo incapaz de entender que su situación anecdótica con el tal
Rubiales, que tiene de violador lo que ella de violada y cuyo caletre da para
lo que da el de ella, fue utilizada sibilinamente por las feminastis y demás
buitres del izquierdismo cancelador sin que les importara un comino que con la
performance que se idearon se arruinaran en principio dos vidas. ¡Pero si
aquello con una palabrota o a lo sumo con una bofetada habría quedado zanjado!
Si a mí me fuera dable entrevistarme con Hermoso durante media hora, de seguro
que haría hasta lo imposible por hacerla entrar en razón y, antes de retirarme,
la conminaría a que cotejara las desmesuras en que los malintencionados la
hicieron incurrir con realidades de verdad atroces, de las que debe de andar
ayuna la futbo¿lista?:
“…El
jueves de la semana pasada fue el Día Mundial de Tolerancia Cero contra la
Mutilación Genital Femenina. Esta práctica es habitual en al menos treinta
países, aunque no está exigida explícitamente en ninguna religión. A día de hoy
se realizan cada año tres millones de mutilaciones a niñas en el mundo, sobre
todo en el África Subsahariana, Indonesia, Kurdistán irakí, etc… En Europa,
como resultado de la inmigración, viven más de medio millón de víctimas de esa
brutal agresión, practicada especialmente en niñas y adolescentes, y ciento
ochenta mil criaturas están amenazadas de padecerla.
No hay
ninguna razón higiénica o teológica para esa barbarie, solo el odio psicótico y
supersticioso al placer femenino. Por supuesto, que se trate de una tradición
cultural no es excusa para respetarla: las prácticas vergonzosas e inhumanas no
dejan de serlo por venir practicándose desde hace siglos. A la MGF, a mi juicio
la peor manifestación de barbarie que hoy existe en nuestro no siempre cómodo
planeta, se unen una larga serie de discriminaciones contra las mujeres
enraizadas sobre todo en los países musulmanes (sí, lo siento, el islam es una
mitología peor que la cristiana y ojalá no seamos nunca en nuestros países
invadidos por tan dañina patraña): los talibanes-que no siempre se llaman
así-prohíben a las niñas estudiar, ejercer casi cualquier oficio, ir lo
destapadas que quieran por el mundo, moverse sin la protección de un varón por
la sociedad, etc. A veces cuando nos visita algún sátrapa arábigo debemos
aceptar que no quiera dar la mano a una de nuestras representantes democráticas,
como si le repugnase el contacto con una carne humana tan respetable como la
suya y mil veces más digna de caricias. En fin, ya saben de lo que hablo. […]
Entre
los enemigos de las mujeres están todos los que hemos venido mencionando, a los
que no pediré que Dios confunda porque bastante se confunden ellos solos en
nombre de Dios y su profeta, pero también los que en nuestros países más
afortunados patentan agresiones sexuales y violaciones de pacotilla para dar la
impresión de que el aciago destino de las hembras humanas es vivir en guerra
permanente con todos los machos que las rodean” y para, congraciándose con
ellas, intentar llevárselas a la cama o sacarles el voto en las próximas
elecciones.
Cuando
ya me iba, volví sobre mis pasos y le propuse a Jennifer que, junto con Savater
y otros amigos -de los dos sexos- del heteropatriarcado más conspicuo de
Occidente, hiciéramos causa común a favor de las esclavas de las versiones más
ruines del islam y de las propias, pues también las tenemos y no en cantidades
exiguas. Y le regalé, ahora sí despidiéndome, un ejemplar que llevaba encima de
Solo en el mundo.
Adenda:
¿impura una mujer que amamos o que nos trastorna, por tener la regla? ¡Pero si
aquello es lo más maravilloso con que nos pueden obsequiar a sus amantes y
trastornados!
918.
Estimada y admirada Piedad: a usted que es una persona ponderada y ecuánime,
hasta donde se me alcanza alérgica a victimismos de género, le quiero responder
algo en relación con su columna titulada ‘Violencia machista y poder’, cuyos
puntos de vista juzgo acertados salvo por la ausencia de una aclaración que
considero indispensable. A manera de anécdota, le cuento que oigo a diario un
par de programas radiales sobre fútbol en los que la mayoría de los panelistas
son hombres. Que en uno de ellos, el periodista que conduce la charla trata a
la por lo general única mujer que participa con total respeto e igualdad de
condiciones en el uso de la palabra -una actitud que curiosamente permea a los
demás integrantes de la mesa-, en tanto que el otro -los otros salvo uno- se
conduce -se conducen- con su compañera -se trata de la misma mujer- con un
paternalismo y un desdén insoportables: ella no se da por aludida o lo pasa por
alto. Pero yo no porque, en mi condición de ciego de toda una vida, conozco muy
bien ese tipo de discriminación que también y tan bien ejercen muchas mujeres
en contra de otros a los que consideran inferiores: le podría citar ya mismo y
de memoria los nombres de profesoras y profesores, jefas y jefes, colegas o
simples circunstantes de los dos sexos que me menospreciaron sutil o
abiertamente en principio por mi ceguera, así como los de personas maravillosas
de los dos sexos que me acogieron con afecto y aun amor en sus clases, en sus
despachos y aun en sus vidas. ¿Pero sabe una cosa? Yo, como muchas mujeres,
además de haber sido víctima de la discriminación que tanto nos duele he sido
victimario, y aquello no sólo me duele sino que mucho me avergüenza: que sea la
oportunidad de pedirles perdón a todas las personas -compañeros de clase, estudiantes,
familiares, amigos o simples circunstantes- que se hayan sentido afectadas en
su amor propio de resultas de un comentario estúpido o hiriente por mi parte, o
de una actitud desobligante o grosera que jamás debió ocurrir. Entono mi más
sentido mea culpa al unísono con un propósito de enmienda indeclinable: el
único antídoto eficaz que conozco contra los peores efectos de la
autocomplacencia.
919. “Se
debería considerar, si no rara, sí desaconsejable la tendencia de muchas
personas a ser fieles a las ilusiones, ideas u obsesiones que tenían al final
de la adolescencia y comienzos de la edad adulta. En esos años, el ardor y el
entusiasmo son intensos, en contraste con el conocimiento y la experiencia
posteriores, sin los cuales no hay sabiduría posible. La vida le va mostrando a
uno las contradicciones de sus idearios, con frecuencia a las malas. Sin
embargo, abunda la gente que a los 60, 70 o más años todavía sostiene las ideas
que defendía a los 20, a pesar de la caída de los Muros de Berlín, de la demostración
de crímenes de Fidel Castro, de las consecuencias nefastas del uribismo
radical, de los catastróficos consejos de ministros televisados y demás
cataclismos que les hayan caído encima. Una ley un poco exótica es que la
mayoría de la gente nunca cambia, a pesar de las drásticas alteraciones del
mundo. Me temo que esto habla mal de la inteligencia de las muchedumbres”:
¡pero de cuáles muchedumbres habla usted, hermano, que tiene entre sus colegas
de oficio a un Santiago Gamboa, a una Cecilia Orozco Tascón y a un Julio César
Londoño, cuyas dotes en el ejercicio del periodismo de opinión corren parejas
con sus sectarismos políticos! Ahora: ¿pesa lo mismo la inteligencia de un tipo
ecuánime y ponderado como usted que la del tallerista Londoño o la del escribidor
Gamboa? ¿O la de María Jimena Duzán, dueña de una sensatez y una reflexividad
muy escasas en el oficio, que la de la ultraesperpetrista Orozco Tascón? Lo
ofendería si le respondo.
Adenda:
para que se hagan cargo de los tres caminos políticos por los que pueden optar
sendas personas que se dedican a la escritura si bien con suertes disímiles,
comparen el contenido y los argumentos de ‘El desgobierno, en vivo y en
directo’, del escritor Juan Gabriel Vásquez, con los de ‘Los deportados y el
consejo de ministros’, de Londoño, y con el mutismo deliberado de Gamboa.
920. Si
lo sabré yo: “Las noches de insomnio son páramos donde los minutos se vuelven
hostiles. Intentas domesticar la mente, respiras hondo. Tratas de alejar los
pensamientos inquietantes, el desasosiego al acecho. El viento susurra en vano
su nana, los perros ladran a la luna. Transcurre una lenta procesión de horas,
la tristeza se adensa: si no duermes, mañana estarás abatida. Tu cerebro
ordena: serénate. Pero cuanto más te esfuerzas en atrapar el sueño, más lejos
escapa”: tal cual. ¿Has acaso probado, Irenita entrañable, con melatonina? Te
cuento que a mí mucho que me ha ayudado. Y cuando las cosas como que amenazan
con volver a descarrilarse, a mano tengo el bendito alprazolam que, administrado
con sabiduría -a razón de una vez por semana y sólo si se precisa-, evita el
desmadre. Me cuentas si te obró mi muy personal -lo será de miles- milagro que
debo a la ciencia.
921. Si
entre Colombia y los Estados Unidos no mediara un abismo de las proporciones de
un agujero negro, sería como para parangonar a los dos enanos desquiciados y
resentidos que hoy los gobiernan. Los dos, tan hábiles en marrullas cuanto
enemigos de las democracias que los llevaron al poder; los dos, protectores de
sus lameculos y enemigos a muerte de sus contradictores; los dos, propaladores
de infamias y bulos a granel; los dos, ejemplos dicientes de la imparable y
generalizada depauperación -en las dos acepciones del término- intelectual de
nuestras sociedades; los dos, respetados hasta la idolatría por sus caudas
extremistas, a las que con lujo de detalles representan con sus malas artes y
prontuarios delictivos. Los dos, en fin, malandrines indeseables que se ve
obligado a sufrir por partida doble alguien que, como yo, decretaría ya mismo
sus muertes si gozara de la dicha de poder hacerlo.
922.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“A veces
los pueblos eligen esa peculiar forma de suicidio que es la ignorancia. He
asistido perpleja las pasadas semanas a una auténtica orgía de mentecatez en
los medios de comunicación, que pasearon a troche y moche a un patético
exfutbolista con cerebro de ameba que anda repitiendo la monserga de que la
Tierra es plana y de que nos tienen engañados. No entiendo la razón de que
semejante memez analfabeta pueda ser considerada digna de ocupar ni medio
segundo del interés de la audiencia; lo siguiente será hacer tertuliano a
alguien que sostenga que dos más dos son doce o, aún mejor, que la muerte no
existe, que los cementerios no son más que un decorado y que los supuestos
fallecidos en realidad han sido secuestrados por científicos malvados para
utilizarlos en horrorosos experimentos (no me digáis que este relato paranoico
no es una historia perfecta para los menteplanistas). No, amigos, no. Los disparates
no son interesantes, ni resultan una pizca de divertidos, ni se pueden sacar a
pasear sin consecuencias por la normalidad pública. […]
Cuando,
en mi primera adolescencia, me enteré de que, a lo largo de su historia, la
humanidad había olvidado cosas esenciales que sabía, me quedé horrorizada. A
mis 12 o 13 años no me cabía en la cabeza que el conocimiento pudiera
deteriorarse de tal modo. ¡Pero si por lo visto los egipcios sabían anestesiar,
y luego los humanos sufrieron y sufrieron atrozmente durante milenios hasta que
volvió a inventarse la anestesia en 1846! (Lo leí en un libro de divulgación
para niños). Hoy sigo obsesionada por esa caída en los abismos intelectuales.
Pensar que en el siglo VI antes de Cristo Anaximandro y Pitágoras ya dijeron que
la Tierra era redonda, que en el siglo III antes de Cristo Eratóstenes incluso
midió la esfera empíricamente, y que ese conocimiento se perdió en los años
oscuros de la Edad Media. Influyó el dogmatismo religioso, hasta el punto de
que incluso San Isidoro de Sevilla, el mayor sabio del siglo VII, optó por una
fórmula de compromiso con la fe y, aunque conocía bien a los científicos
griegos, dictaminó que la Tierra era plana dentro de un cielo esférico.
Yo
pensaba que esta catástrofe intelectual se podía explicar por las guerras, las
pestes, las oleadas de bárbaros, la estrategia bélica de la tierra quemada y,
sobre todo, por la precariedad del soporte en que se recogía el conocimiento y
la dificultad de su difusión. Y que en nuestros tiempos, hiperconectados,
informados y documentados, esto sería imposible. Pero ya ven. La zopenca idea
de la Tierra plana resurgió a mediados del siglo XIX como un dogma de pequeñas
comunidades ultrarreligiosas norteamericanas, y ahí permaneció como un virus en
letargo hasta que ha hecho una impensable eclosión en lo que llevamos del siglo
XXI. Y no es solo el terraplanismo, claro está; son todo tipo de frikadas
mentales conspiroparanoicas, desde que te meten chips con las vacunas a que la
nieve es falsa y un complot del Gobierno. Así que da igual lo que se sepa:
podemos volver a hundirnos en las tinieblas, porque, como digo, a veces los
pueblos eligen suicidarse. Supongo que es el miedo a este mundo tan cambiante,
tan amenazador y tan incomprensible lo que les hace comportarse así. Y esta
revolución tecnológica tan acelerada que se sienten incapaces de seguir: por
eso para ellos los mayores malvados son siempre los científicos. Todo esto no
tiene ninguna gracia y es peligroso. Basta ya de dar un lugar de normalidad a
los delirantes. El lado oscuro de la fuerza es la ignorancia” (Rosa Montero).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
923.
Para cuando los presentimientos de otra sabia como pocos quedan estén con
creces justificados por los hechos, que no se inculpe en primer grado a los
urdidores y perpetradores, sino a los corazones mezquinos -sus caudas- y a los
idiotas útiles que les dieron su voto o con su abstención los auparon: “En
plena pandemia, mi padre me preguntó: ‘¿Tenés miedo?’. Le respondí: ‘No tengo
miedo de morirme. Tengo miedo del mundo que va a venir después’. Ese mundo ya
está aquí. Y lo que siento no es miedo sino algo mucho peor”.
924.
¿Pero es que acaso piensa la columnista y ultrafeminasty Elvira Lindo que todos
sus lectores adolecemos de pésima memoria, como para que, haciendo gala de un
cinismo trumpiano, intente ahora desmarcarse de su militancia en lo más ramplón
de la iglesia woke?:
“…En ese
país, Estados Unidos, donde nos advertía Scott Fitzgerald que no existían las
segundas oportunidades, la cultura se ha dejado siempre definir por la herencia
puritana. No son “ somos “los woke, como afirma ahora la derecha, quienes han”
hemos “inventado la censura, es algo que viene de lejos, de siempre, que
imprime el carácter colectivo desde el fanatismo religioso que construyó país.
Ambos, progresistas y reaccionarios, han” hemos “echado mano siempre de la
misma penitencia: convertir a los pecadores en invisibles para que sufran el
peor castigo social que un ser humano puede padecer. Algo peor que responder de
tus delitos ante un juez es experimentar el rechazo social. […]
Los
ciudadanos americanos comprenden sus reglas, se han educado con ellas, forman
parte de su cultura. Son capaces de borrar al primer actor de una serie o
desterrar de la gloria a un cómico haciendo como que jamás existió, como lo fue
en otra época repudiar a una actriz por adúltera. La exclusión pública responde
a un juicio popular, a una especie de lapidación hoy en día virtual ante la que
las empresas reaccionan clavando el estoque definitivo. Lo terrible es que la
cultura imperial es tan avasalladora que estamos calcando sus leyes. […] Nadie
merece el aislamiento social. Y todos los que han” hemos “tirado una piedra quedarán”
quedaremos “como hipócritas…”.
Cuánto
me gustaría entrevistar al Luis Rubiales lapidado por Lindo en “’Sará perché ti
amo’, Jenny Hermoso” para saber qué opinión le merece la reflexión anterior en
boca de alguien que a él no le respetó ni la presunción de inocencia, ni el
debido proceso. Supongo que asco, y tanto más asco si el pobre supiera que,
hasta la fecha (20 de febrero de 2025), la columnista no ha condenado de
ninguna manera las barbaridades (violaciones, descuartizamientos, secuestros…)
perpetradas por Hamas en suelo israelí el 7 de octubre de 2023. “Las miserias
aborrecibles de las militancias”, concluiría al cabo el simple aquel si lo suyo
fuera pensar.
Adenda:
si Luis Rubiales no fuera Luis Rubiales sino Woody Allen, es decir un artista
al que mucho admira la columnista, su derecho a la presunción de inocencia y al
debido proceso habrían corrido una suerte muy distinta en el artículo en
cuestión.
925. Por
qué no lo habría de decir: envidio a los abortos y no se diga a las vidas que
no fueron, pues ni sobre ellos y mucho menos sobre ellas pesan las diez mil
-por decir cualquier cantidad- infamias a gran escala que los sapiens hemos
perpetrado con total impunidad. De entre todas, las que más me avergüenzan y me
hacen desear la muerte son las que nos convierten en verdugos de los animales y
la naturaleza, y de ahí que pastoree mis insomnios fantaseando, a más de con
recuerdos de amores que atesoro como con otros que no pudieron ser, con el
punto final del antropoceno, que la evolución bien se habría podido ahorrar.
926.
¿Qué se le agrega a la completitud?: “Cuando la raza humana desaparezca de la
Tierra, se oirá por todo el mundo, desiertos, selvas, montes y valles, a todos
los animales del planeta gritando cada uno en su lengua: ¡albricias!. Pájaros
de todas clases, jilgueros, mirlos, golondrinas y también cuervos y otras aves
de rapiña podrán hacer sus nidos y poner los huevos en la Capilla Sixtina. El
Despacho Oval de la Casa Blanca, el trono del palacio de Buckingham o el sillón
de oro del Kremlin estarán ocupados por sucesivas dinastías de chimpancés y
visto desde el universo, nadie será capaz de distinguir la diferencia en este
cambio de régimen. Durante su reinado irá creciendo la hiedra hasta la rodilla
en el asfalto de todas las ciudades, en la Quinta Avenida, en los Campos
Elíseos, y luego ascenderá por las paredes hasta lo alto de los rascacielos y
toda la cultura de nuestra civilización, el Louvre, el Museo del Prado, la
Galería de los Uffizi desaparecerá bajo las ruinas. La aventura de la humanidad
habrá sido solo el chisporroteo de una cerilla que prendió un enigmático
creador frotándola en su trasero. Tarde o temprano esto sucederá y ya no tendrá
sentido haber esculpido el David de Miguel Ángel, haber escrito el Quijote, ni
haber pintado La Gioconda. Todo habrá sido un juego vano de unos seres que se
creyeron dioses. Pero tal vez, cuando la humanidad desaparezca, la belleza
quedará a salvo en suspensión en el aire y los vencejos la llevarán en el pico
gritando…”. Que, bien mirado, no estaría mal ser uno de los encargados de
apagar las luces y asegurar las puertas cuando el inconducente y jodido
antropoceno se avenga por fin a expirar.
927. Ah,
¿Que quieren ustedes conocer de buena fuente los estragos que los esmarfones,
el WhatsApp, las redes sociales y demás entretenciones opiáceas les han
acarreado en principio a los niños y a los adolescentes? Pues muy sencillo pese
a lo complicado. Lea completas -complicado- la primera y segunda partes de El
idiota y, una vez surtido aquello y repuesto de la honda impresión que le
infligió Dostoievski con esas más de doscientas páginas, dedíquese a observar
-sencillo- a los Kolias de su familia y del entorno para que caiga al cabo y
sin remedio en la certidumbre de que entre ellos y el personaje de papel la
única coincidencia que cabe establecer es la edad.
928.
Como si me estuviera viendo, maestro: “Observar con detenimiento a esos tipos
que en los conciertos se adelantan unos segundos a todos los demás en aplaudir,
no tanto movidos por el entusiasmo como para dejarle claro al auditorio que
ellos conocían a la perfección la pieza y que tal silencio era el final y no pausa
entre movimientos. Estudiarlos bien, mirar a esas mujeres y esos hombres a la
cara. Son los mismos que en el colegio estaban todo el día con el brazo
levantado, las mismas que le llevaban el breviario a la monja, los mismos que
en la mili le hacían la pelota al sargento, los mismos que en un momento
determinado irían a la policía a delatarte, ellos, tan melómanos, tan
sensibles”.
Permítame
que vaya de atrás hacia delante: lo de sensible y melómano, que por descontado,
no me inhibe de denunciarlo a usted o a cualquiera que tenga que estar
encerrado a fin de que no cause daño. Si me hubiera tocado prestar el servicio
militar que no presté gracias a la ceguera, y el sargento de que me habla me
hubiera salido maltratadorcito el muy hijueputa, es bastante probable que me
hubiera hecho moler a palos antes que agacharle la cabeza, a él ni a nadie -¿o
sí?: lástima que con la perra vida nunca se sepa-. De haber sido señorita de
colegio de monjas, no lo dude ni un solo segundo que les habría cargado el
breviario y los libros a las que se lo merecieran, y claro: en las clases que
más me gustaban, siempre fui de los que se partían por hacerse visibles para
poder participar y ojalá llevarse las felicitaciones del profe. Desde hace ya
algún tiempo, asisto a los conciertos con las obras estudiadas, entre otras
cosas para no ser uno de los que aplauden a rabiar entre movimientos sino uno
de los que usted censura y reprueba: en Colombia suelen tildarnos de sapos o de
lambones, los unos por cochina envidia y los otros… por la razón que sea. Pero
mire lo curioso: si usted viniera a Bogotá, pongamos a la feria del libro,
estoy prácticamente seguro de que no iría a oírlo pese a admirarlo como lo
admiro. Y si fuera, bajo ningún concepto a usted me acercaría para decirle nada
o con la excusa de un autógrafo, pues tales melifluidades me ocasionan un
repelús que no me explico. Subrayo lo de curioso porque al profesor que fui
siempre lo subyugaron los sapos y los lambones, que jamás tomé por tales sino
por simples entusiastas del aprendizaje o de lo particular que a algunos les
resultaba tener enfrente a un profesor ciego.
Adenda:
para que se ría un poco o hasta mucho de este servidor, lo invito a que lea,
maestro Trapiello, mi desahogo 317. Tal vez experimente el júbilo que yo cuando
alguien que muy mal me cae hace el ridículo en cualquier parte, y no se diga en
mi presencia.
929. “Es
increíble la manera cómo nos las hemos ingeniado todos para que a los
terroristas de Eta y de Hb en vez de llamarles lo que son, a saber,
estalinistas y bolcheviques, se les llame fascistas. De este modo el
estalinismo y el comunismo de corte leninista quedan una vez más a salvo.
Incluso cuando se les llama ‘los violentos’ se percibe un matiz cariñoso o
cuando menos doméstico, como al decir de un niño que es revoltoso, cuando sería
más exacto empezar a hablar de ‘los siniestros’”: tres décadas mal contadas han
pasado desde cuando usted escribiera esto y por acá seguimos llamando a las
gonorreas -un saludo para mi maestro Fernando Vallejo- del Epl, de las Farc y
del Eln insurgentes, guerrilleros y alzados en armas: Dígame si no es como para
morirse de desconsuelo y desesperanza. O de atrabilis si a quien se oye o en
quien se piensa es en el calavera del M19 al que, en 2022, más de once millones
de colombianos entronizaron con su voto en la presidencia, que harto
desprestigiada ya andaba.
930. Yo,
que a fuer de mi ceguera formo supuestamente parte de las luchas que libra el
movimiento ‘woke’, el cual integran mayoritariamente mamertos recalcitrantes de
la academia, la política y círculos de pseudointelectuales, cultores y
explotadores por excelencia de la filantropía telescópica, me declaro
abiertamente contrario al oportunismo de tales bichos cuanto partidario de los
derechos que asisten a las lesbianas, los gays, los bisexuales, los
transexuales…; los negros, los cobrizos, los amarillos, los mestizos…; los
sordomudos, los paralíticos, los ciegos y todos los discapacitados a los que la
bazofia humana que tienen por presidente los argentinos pretende volver a calificar
de “imbéciles” y de “idiotas”. Y mucha atención, minorías del mundo y
compañeros todos de tribulaciones congénitas o devenidas: si no nos unimos ya
mismo y dejamos de lado las insustancialidades por las que lucha cada
grupúsculo, los Bukele, Miley, Trump, Putin, Abascal, Weidel, Netanyahu, Kickl,
Le Pen, Orbán y demás mierdecillas de la extrema derecha mundial nos lo van a
hacer pasar mal pero muy mal. ¿Que los europeos tienen un faltante de, mal
contados, trescientos mil soldados para hacerle frente al trumputinismo que se
les vino encima? Pues imposible que entre todos nosotros no juntemos y aun
superemos con creces esa cantidad: seré muy ciego pero pónganme delante a la
vaca naranja o al bicho del Kremlin y denme con qué que yo, dichoso, se los acuesto.
Ahí les dejo entonces, muchachos, la propuesta para que le echen cabeza… aunque
no mucha porque se arriesgan a que se la tumben de un tiro o de un machetazo si
no despabilan rápido.
931. Les
recomiendo a mis compatriotas que no pierdan de vista esto que se pregunta y en
lo que reflexiona Juan Gabriel Vásquez, trátese de las elecciones
presidenciales de 2026 o de 2030, de 2038 o de 2046, de 2062 o de 2074, de 2090
o de 2106 puesto que el diagnóstico va a ser siempre el mismo: “¿Es que no hay
candidatos que sean al mismo tiempo capaces de gobernar y de no mentir? Yo creo
que sí los hay. Otra cosa es que seamos capaces de verlos. Somos demasiado
sectarios, o estamos cegados por una ética de guerra que nos impide ver con
claridad”.
Adenda:
si a la última proposición de la cita se le suprime la coma y se cambia la
conjunción ‘o’ por ‘y’, el dictamen es perfecto.
932.
Siempre que, deslenguado y lenguaraz o lenguaraz y deslenguado digo y sostengo,
frente a cristianos de por acá que no vacilarían un solo segundo en votar si
pudieran por Trump y Netanyahu y a izquierdópatas que se autodenominan
defensores de los derechos humanos al tiempo que reverencian a Xi y a Putin,
que maravilloso sería que alguien del círculo más próximo de esos y de todos
los tiranos les descerrajara un tiro certero en plena cabeza para de ese modo
evitarles a millones sufrimientos sin nombre, unas y otras ternezas condenan
con acritud mi falta de humanidad y amor por el prójimo. Barrunto que entre el
punto de partida que comporta su de momento recriminación y que se decidan a
pasar adelante y proceder en mi contra como yo mismo invoco, o con la
sofisticación en la crueldad de sus referentes en el caudillismo, no es que
medie una gran distancia. Más bien todo lo contrario.
933.
Figúrense: si un enano, emponzoñado de rencor hacia el grueso de la especie y
blandiendo una barbera resulta peligroso, qué serán dos, amangualados y bien
avenidos:
“…Cada
día queda más claro que Vlad el Terrible es el alma gemela de Donald el Loco.
[…]
Son almas
gemelas, dos líderes de temperamento dictatorial que comparten una mezcla
peligrosísima de resentimiento y complejo de inferioridad. Hablamos (piensen en
Hitler) de un perfil psicológico clásico. Antes de ascender al trono, Donald se
sintió menospreciado por la élite social e intelectual de Nueva York, donde
nació y se crió. Quería ser valorado por ellos, y por gente infinitamente más
inteligente y refinada que él, como Barack Obama, pero no había manera. Obama,
de hecho, se reía de él. En público.
Putin
sabe, en el fondo, que Rusia es un país que está muy por debajo de sus grandes
pretensiones. Que perdió la guerra fría y luego la tercera parte de sus
tierras, las que estaban bajo el control de aquel experimento fallido, la Unión
Soviética. Que en los 36 años desde entonces Rusia no ha llegado ni remotamente
a la altura de países cada día más prósperos como Estonia, Polonia o Letonia,
como sería Ucrania si la dejaran en paz. Que Rusia no produce nada aparte de
materia prima y, si no fuera por su arsenal nuclear, sería un país de vulgares
oligarcas y políticos corruptos con media población hundida en la pobreza, al
mejor estilo bananero, salvo que hace frío.
Pero
Donald es tan ignorante, tan infantil y tan estúpido que no lo ve. No solo se
deja manipular por Putin, no solo se cree el postureo machote del ruso, aspira
a ser como él y a convertir su país en un paraíso de oligarcas (Musk, Bezos,
Zuckerberg, etcétera) en el que la fuerza es la ley. O sea, en un Estado mafia.
Zelenski, que sueña como todos los ucranianos” de bien (un puñado habrá que por
cálculo o genuina majadería añoren el pasado) “con vivir en un país como
Estonia, Polonia o Letonia -países independientes y democráticos-, es un
estorbo, al que hay que pisotear como” a “una hormiga. En eso están el Rey
Donald y el Zar Putin, y eso lograrán si no llega -si no es demasiado tarde- la
caballería europea al rescate.”
Ante la
imposibilidad de saber nada en absoluto de lo que se avecina, me conformaría
con conocer el número exacto y las identidades de los votantes de Trump y de
los demócratas renuentes a votar por Kamala Harris que no se perdonan su
mentecatez del año pasado para, a falta de hígados para reírme de su suerte,
que es la de todos, verterles un poquitito de sal en la herida. A ellos y a
todo el que en lo sucesivo se vaya desplomando producto de la depresión o el
desespero.
Adenda(s):
el acoso de que fui víctima de forma sistemática en la escuela primaria donde
estudié me enseñó -o eso quiero creer- que a los matones, llámense Ramírez o
Daza o Putin o Trump, se les hace frente plantándoles cara y vendiendo cara la
piel, o ridiculizándolos mediante la ironía y la agudeza: mejor todo junto. Al
Viejo Continente le va a tocar, si no quiere sucumbir a manos del miedo y la
intimidación con que pretenden sojuzgarlo los matones, recuperar -pero para
honrarla sin los claroscuros del pasado- esta convicción de Ernest Renan, y con
ella su hoy por hoy desdibujada grandeza: “El porvenir es de Europa y sólo de
ella. Conquistaremos el mundo y le aplicaremos nuestra religión, que es el
derecho, la libertad, el respeto al género humano”. Que así sea -qué va a ser-.
934. Que
por favor me corrijan los que saben: hasta donde se me alcanza -y se me alcanza
muy poco-, el caso de un tirano de una extrema concreta del espectro ante el
que humillen la cerviz no sólo sus caudas sino las de quienes deberían ser sus
enemigos acérrimos fue, hasta la irrupción del Hijueputin en el escenario, un
caso inédito y hasta impensable en la historia de la política: un prodigio de
equilibrismo e imantación que nos deja boquiabiertos aun a sus odiadores. ¿Qué
tienen en común Cabello y Orbán, la Wagenknecht y la Weidel, el Esperpetro y
Abascal, Lula y Le Pen, Murillo y Trump, Díaz-Canel y Musk? A más de ser todos
unos bichos la mar de nocivos, su rendida admiración por el macho alfa del
Kremlin y su satrapía.
935.
Pasados unos años a partir del desenlace -enero de 2025- se sabrá o sabrán
otros de qué lado estuvo cada uno de los que contaban y cada uno de los que, no
contando individualmente, contaremos a la postre para bien o para mal:
“…Como
es sabido, Elon Musk ha divulgado un vídeo hecho por inteligencia artificial
que muestra una hipotética reconstrucción de la franja de Gaza tras la guerra
devastadora que la ha reducido a escombros y provocado decenas de miles de
muertos, muchos de ellos enterrados aún bajo esas montañas colosales e informes
de hormigón reventado, vigas y hierros retorcidos.
Lo de
menos es la idea que él y Trump tienen de lo que ha de ser una ciudad. De
hecho, si le dieran a uno a escoger entre esas primeras-líneas-de-playa
imaginadas por ellos y las ruinas sobre las que quieren construirlas, me
quedaría con las ruinas. Al menos sabemos que no hay una sola ruina que no
encierre una verdad profunda, y eso que tratan de exportar como un paraíso
saudí se parece más al infierno que otra cosa. Cualquier aduar en el desierto,
bajo el limpio techo de las estrellas y con un cuenco de dátiles al lado, es
más hospitalario que esas urbanizaciones horteras.
En tres
ocasiones diferentes del vídeo se ve una lluvia de billetes de banco que caen
del cielo. Supongo que han tratado de establecer una analogía con el maná que
Yaveh iba lloviendo cada mañana sobre el pueblo elegido.
Duran
esos planos apenas segundos; se dirían dirigidos a la capa subliminal de la
memoria, donde la propaganda, como el óxido, hace más daño.
En la
primera de las tomas los billetes caen sobre el propio Musk que está bailando
solo y con los codos en alto, haciendo el gilipollas. Baila para unas parejas
de jóvenes sentados frente a él en un chiringuito. También aplauden (también
son gilipollas).
En la
segunda son tres niños (del pueblo elegido, o sea, blancos) los que tratan de
apresar los billetes que revolotean a su alrededor como mariposas. Esta es
especialmente triste, como siempre que vemos explotar a la infancia. Todo lo
contrario de lo que Natalia Ginzburg decía en Las pequeñas virtudes: ‘En
relación con la educación de los hijos, pienso que se les debe enseñar, no las
pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la
indiferencia respecto al dinero; no la prudencia, sino el valor y el desprecio
del peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la
diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito,
sino el deseo de ser y de saber’. Lo que se muestra en ese vídeo es pequeño y
mezquino, y nos resultaría difícil descubrir en ninguno de los promotores de
ese engendro generosidad, valor o abnegación, ebrios como están de éxito y de
codicia.
Y en la
tercera de las tomas, en fin, vuelve a verse a Musk. Camina muy serio y
marcial, como un general al frente de sus legiones: a su espalda caen del cielo
más billetes que nunca. Los que antes miraban sentados cómo bailaba, se han
puesto en pie y le siguen aplaudiendo.
Se
supone que esos billetes que Musk hace caer sobre sí son lo que él mismo
verterá sobre esa tierra, pero teniendo en cuenta que por el tamaño y el dibujo
no parecen billetes de dólares, sino recortes de papel, se diría que allí se representa
el célebre timo de la estampita: quien no recoja alguno de esos billetes caídos
del cielo (hay para todos), parece decírsenos, es idiota. Y para cuando se dé
cuenta de que es idiota, ya será tarde.
Sobre
ser una reconstrucción distópica de Gaza, es deseable que sea también inviable,
si queda sobre la faz de la tierra un adarme de decencia. […]
Una y
otra escena le han recordado a uno los bautizos de mi infancia. En ellos el
padrino arrojaba unos puñados de perras chicas y gordas y confites a los chiquillos
presentes, que nos arrojábamos sobre ellos, procediendo a la rebatiña. En medio
de la algazara, había, sin embargo, un primo nuestro que se quedaba siempre un
poco al margen, de pie. No quería intervenir en aquella feroz disputa. Serio,
distante, indiferente. Años después me confesó: ‘Si era de justicia, ¿por qué
no nos lo daban sin más?; y si no, ¿para qué humillarse y quitárselo a otro?’.
No
sabemos en qué terminará aquello ni esto. Pero es deseable que alguien se quede
al margen, de pie, con dignidad, recordando, como decía la Ginzburg, que hay
cosas aún más importantes que el dinero. Alguien que recuerde a los horteras y
a los corruptos y corruptores aquello memorable: ‘Somos pobres, sí, pero de
lujo’.”
Para
salvar el adarme de decencia que pervive sobre la faz de la tierra y que
desaparecerá junto con el antropoceno y su océano de indecencia -crueldad,
indiferencia y cobardía-, se precisará del ejército minoritario que integran el
primo de Andrés y los como él: Quijotes más, o menos, comprometidos con la
causa perdida de la salvación de una especie que, hechas las sumas y las
restas, ninguna en absoluto merece.
936.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…La
impresión de acabamiento y desamparo no ha hecho más que crecer desde 1956, año
de esa entrevista, y la sensación de la escritora danesa la compartimos hoy
gentes de toda índole, acaso con mayor razón. Las épocas, las naciones, las
civilizaciones se fatigan y menoscaban como los cuerpos. Son al fin y al cabo
organismos vivos.
Como es sabido,
el hito que indica el paso de la Edad Media a la Edad Moderna es el año del
descubrimiento de América, y el de la Revolución francesa, el de la entrada en
la Edad Contemporánea. Falta aún por saber qué nombre se le dará a la nueva era
(que obligaría a darle otro a la Edad Contemporánea, una vez que ha dejado de
ser contemporánea), y ya hay varias propuestas. En su día, cuando el ataque a
las Torres Gemelas, algunos dijeron: entramos en una nueva época. Aquella
conmoción, tan espectacular como puntual, obligó no obstante a buscar otros
acontecimientos de impronta más honda en un mayor número de personas, y
señalaron internet o la Inteligencia Artificial. Un renacer, otro renacimiento,
han dicho.
Y sin
embargo puede que la nueva era no sea sino la involución a una muy vieja, como
si la Historia fuese cíclica, en efecto, tal y como la concibió Spengler, esa
loca espiral que gradúa el estrato pero no la orientación.
¿Qué
podremos decir? Cada día que pasa la incredulidad va en aumento. Nada de la
barbarie actual estaba prevista (como tampoco la irrupción en nuestra vida de
los teléfonos inteligentes). El mundo asiste con la respiración contenida al
galope tendido de Donald Trump y de Vladimir Putin, desbocados por la codicia y
el pillaje, Atila y Taras Bulba juntos. […]
Pero si
Trump detesta de Europa todo cuanto más puede detestar el alma enferma de un
nuevo rico como él (los 3.000 años que van de Homero a Proust, de Atenas a
París, de Montesquieu a Churchill, con sus lentas decantaciones), Putin aún la
odia más por temer que el pueblo ruso, secularmente esclavizado, emule a Europa
y deje un día de temer ser libre, por primera vez al fin en toda su historia.
[…]
Si
entramos en una nueva era, puede que se parezca a la que sumió a Europa durante
nueve siglos en un Medievo gélido, feroz, oscuro. Los jóvenes no se sacudirán
el pasado, como decía Isak Dinesen; será de nuevo su pesadilla y el final de
esta guerra, el comienzo de otras aún más amargas y devastadoras” (Andrés
Trapiello).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
937.
“¡Qué matoneo más miserable, cobarde y prepotente el que aplicaron el
presidente y el vicepresidente (funesto sacamicas) de Estados Unidos al
valiente Volodomir Zelenski, su rehén en la Casa Blanca!”: ¿cierto que sí,
maestro Samper Pizano? Y de momento, tan calladitos muchos de los que podrían y
tendrían que alzar la voz (jamás Colombia, con su Esperpetro tan irrisorio):
desde luego que no la calderilla de la dirigencia mundial, sino las democracias
de peso que aún se mantienen en pie no obstante las embestidas de las dos
extremas, hoy unidas, ¿por primera vez en la historia de la política?, en torno
a su líder y héroe Vladímir Putin, alias el Hijueputin. Se estarán diciendo los
muy cándidos y cobardes que si pasan de agache, los matones (a los que más de
setenta millones de entre imbéciles y bellacos entronizaron -nunca mejor dicho-
en el poder con sus votos) los van a dejar incólumes y que, incluso, van a
poder hacer negocios con ellos. O sea, lo de siempre: la historia que “se
repite”, sólo que con nuevos atavíos.
938. Por
descontado que a la Colombia fanática y desinformada, a más de hipócrita (una
mayoría de mis compatriotas se reivindican del centro del espectro político,
por el que jamás votan), no la va a gobernar, nunca, un político de la estatura
que ya insinúan (¿seguirá creciendo o, por el contrario…?) las actuaciones y
los pronunciamientos de Nubia Carolina Córdoba al frente del departamento del
Chocó. Muy posiblemente una Laura Sarabia o una Vicky Dávila sí, por tratarse
de personas surgidas de lo más mefítico de las sentinas petrista y uribista,
pero no nadie, hombre o mujer, que huela a decencia y preparación para el
cargo.
939.
“Vivir sin sueños e ilusiones es una miseria; vivir sólo de sueños e ilusiones
conduce a la tragedia”: ¿me promete, Carlitos, que de la mitad de lo que me
apresto a confesarle nadie más se va a enterar? Mire: tengo cincuenta años y
apenas dos ilusiones… por ilusas. Ni primera ni segunda: poder pichar -a la
mierda la pudibundez-, desde luego que antes de suicidarme, con tres mojachas
-andarán dos por los veinte y una por los tempranos treinta- de las que mi oído
se prenda tanto más y sin remedio cada vez que me las topo en la tele, y con
las de carne y hueso que Fortuna disponga procurarme -pero es que se ha portado
tan mal y mezquina la muy puta últimamente que…-. Por otra parte, y en mi
calidad de ciego congénito y total, poder conocer mediante el tacto y el olfato
jaguares, panteras, guepardos, leopardos, tigres, leones y cuantos animales
albergue el zoológico o la reserva natural a la que tengan a bien invitarme a
fin de que pueda materializarla. Lo único que en este caso se necesita es
alguien por el estilo de un empleado del zoológico Matecaña que hace ya unos
cuantos años, viéndome recorrerlo en inmejorable compañía pero a todas luces
inconforme con las restricciones que me imponían las circunstancias de mi yo,
me preguntó si tenía idea de cómo eran los hipopótamos y si me gustaría
“acariciarlos”. ¿Se imagina, hermano, un mundo en el que semejantes seres de
luz no fueran la excepción -uno entre diez mil y me excedo- sino una suerte de
norma? Y a ver si se levanta un par de amiguitas pa’que salgamos un día de
estos, o si me ayuda a divulgar lo del zoológico y salta por fin la liebre.
Adenda:
con el respeto y la admiración que le profeso a Granés, le digo que la cagó del
todo al pretender comparar literariamente al coronel Aureliano Buendía con
-¡háganme el favor!- el borrachín en jefe, bribón probado y valedor de sus
camaradas terroristas de toda denominación, alias el Esperpetro, Papá Petrufo o
Petufo. Ese ensayo suyo, como los periodistas que ladinamente deslizan la
falsedad de que las corruptelas de su desgobierno son orquestadas por otros y a
sus espaldas, lo único que consigue es lavarle la cara al venal aquel y desviar
la atención hacia lo nimio y lo anecdótico. Aquí lo que procede, mi estimado
amigo, no es darle pábulo al charlatán elevándolo a alturas fictivas de vértigo,
sino hacer lo que Wasserman en ‘Racionalidad y racionalización’, o Thierry Ways
-y algunos más- en tantas de sus columnas: someterlo al juicio de los hechos.
940.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…Pero a
finales de los años ochenta del siglo pasado, con el desplome de los regímenes
socialistas de la Europa oriental, pareció como si el modelo liberal y
democrático se hubiera impuesto como el único posible y el único viable.
Hoy ya
sabemos que era esa una ilusión falsa y necia: la reedición, más bien, además
en el tono más pretencioso y arrogante que quepa imaginarse, de una idea que
muchas veces ha persuadido a los hombres y los ha hecho quedar en ridículo: la
idea del fin de la historia, la creencia de haber llegado a la plenitud de los
tiempos como si ciertos valores y caprichos de una época en particular fueran
la solución definitiva de los grandes conflictos de la humanidad.
Muchos
se rieron en su momento, y con razón, del dogma democrático y liberal y su
aspiración definitiva; muchos señalaron que debajo del cráter humeante de la
Guerra Fría lo que venía era una erupción mucho peor con conflictos de todo
tipo, demográficos, económicos, culturales, religiosos, que nadie había querido
ver en su verdadera dimensión por estar pensando solo en la disputa ideológica
entre el comunismo y el llamado ‘mundo libre’.
Lo que
era imprevisible entonces, eso sí, salvo en el caso excepcional de unas cuantas
voces agoreras y proféticas, fue el impacto político que iban a tener en el
mundo entero las nuevas tecnologías de la comunicación y la información
derivadas de la gran revolución que estaba ocurriendo en el mundo de los
computadores y otros dispositivos que hasta entonces la gente solo usaba para
trabajar, más o menos, y sobre todo para jugar el Príncipe de Persia.
Lo dijo
Michel Serres, el gran sabio francés: revoluciones de verdad en la historia
solo ha habido tres: la escritura, la imprenta e internet, y en el caso de esta
última los efectos políticos han sido devastadores, porque lo que se pensaba
que iba a contribuir como nada al fortalecimiento de la cultura abierta y
democrática y el pensamiento libre, y hasta cierto punto sí, también ha sido el
instrumento más eficaz para fortalecer el autoritarismo.
El
problema no son los medios sino los fines, por supuesto, el problema no es
internet sino el ser humano y su irrefrenable vocación autodestructiva y
despótica. Aterra empezar a aceptarlo, pero lo que le faltó al totalitarismo
del siglo XX para triunfar del todo fue un recurso de masificación de sus
delirios y bajezas, su propaganda y sus mentiras, tan eficaz como hoy son las
llamadas ‘redes sociales’.
Al ser
humano le fascina la tentación totalitaria, lo enloquece, y los perversos
caudillos que la encarnan no son la causa sino la consecuencia, el síntoma de
un mal mayor que es colectivo y social y que refleja las pulsiones más oscuras
de una especie que siempre que puede salta al vacío y lo hace feliz, orgullosa,
convencida de que allí está su salvación. ¿No han visto ustedes quiénes
gobiernan esto? Es la nave de los locos, el cuadro del Bosco.
Pero
tranquilos: ya el presidente republicano de los Estados Unidos está al servicio
de Vladimir Putin. Qué puede salir mal” (Juan Esteban Constaín).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz (por comparación) al menos con el planeta- si bien científica y
tecnológica, que anda por sus albores. Al rigor de los historiadores
corresponde determinar sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo
que haya menester, sus implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
941. Definición
de ‘cifras oficiales de un gobierno leídas por un tarado ideológico’: dícese de
lo que rebate sin matices o suscribe a cierra ojos un Julio César Londoño o una
Vicky Dávila según por quién hayan votado para presidente. Definición de
‘tarado ideológico’: dícese del facho de izquierdas o de la mamerta de derechas
que, imposibilitados para disparar con ambas manos por carecer de una así como
del ojito del costado de que son mancos, disparan siempre sobre el mismo y
previsible muerto.
942.
Leyendo la biografía de Bruno Schulz, me cuenta la Wikipedia que “en el año
1910 supera el examen de bachillerato y es calificado con un sobresaliente. Su
diploma de bachiller lleva la anotación: ‘Capacitado para los estudios
universitarios’”. En este presente nuestro que ya dura décadas, tal tipo de
aclaraciones no se precisan ni para matricularse en una universidad, ni para
graduarse de un pregrado, ni para cursar una especialización, maestría o
doctorado, programas de los que el estudiante podrá salir airoso sin mayores
contratiempos y con lo mínimo requerido; esto es, haber entregado cumplida o
presurosamente los trabajos que figuraban en el ‘syllabus’, ejercicios que el
encargado de la asignatura devolverá con altas o altísimas calificaciones en un
noventa y nueve por ciento de los casos, aunque curiosamente sin ninguna
justificación docente que sustente el despilfarro. Ojalá llegue el día -primero
se nos adelanta la parusía- en que una escuela dirigida al fin por educadores
vocacionales e idóneos plantee una nueva definición para la frase “analfabeto
funcional”: Decíase del ignorante supino que, pese a no saber siquiera lo
mínimo requerido hoy para recibirse de bachiller y gracias a que pagaba sumas
ingentes para hacerse con tal o cual título universitario, exhibía en su
currículo, plagado de faltas ortográficas y de anacolutos, entre uno y cien
diplomas en esto y lo otro.
Adenda:
que sepa asimismo la posteridad que, empresas a fin de cuentas, las
universidades públicas y privadas de gran parte de Occidente dieron en copiar
las promociones de los hipermercados y empezaron a ofrecer, “por presios muy
modicos”, dos y hasta tres títulos de pregrado y posgrado que “el halumno podra
curzar en el mismo tiempo que le llebaria curzar a penas uno”.
943.
“Una cosa es ser banal, estúpido e idiota por dentro, y otra muy distinta es
plasmarlo por escrito”: el espacio que se recuperaría en todas las bibliotecas
del mundo (desde la más pequeña y humilde de un pueblo que ni siquiera figura
en el mapa hasta la Gabriel García Márquez o la del Trinity College) si,
encendido siempre el vergonzómetro, el que escribe supiera de antemano el lugar
que merecen sus títulos. ¿O por qué creen ustedes que yo resolví no cumplir con
el depósito legal que me exige la ley y dejé que a La astilla en la carne y a
‘Speculum mundi y otros relatos’ los devorara anticipadamente el olvido y el
polvo virtual de la editorial fantasma en que los publiqué?
944. Ni
progre ni reaccionario, ni facho de izquierdas ni mamerto de derechas, ni woke
ni libertario: racional hasta la médula… o sea, reformista.
945.
“Los autócratas de nuestros tiempos entienden la importancia de ser percibidos
como demócratas. Al menos al principio. Pero muy pronto sacan a relucir su
disposición a realizar las más extravagantes contorsiones para proyectar una
imagen de legitimidad democrática, al mismo tiempo que utilizan su poder para
socavar el Estado de derecho. No declaran abiertamente su intención de acabar
con la democracia, sino que la erosionan sigilosamente, día a día, semana a
semana, desmantelando aquello que fingen proteger. Se trata de dar un golpe de
Estado, pero en cámara lenta. Dar un golpe de Estado es tomar el poder
ilegalmente, por medios violentos o anticonstitucionales. El golpe clásico es
un terremoto político, con dramáticas escenas de tanques por las calles o
aviones bombardeando el palacio presidencial. El autogolpe, en cambio, es una
variante en la que el líder democráticamente electo usa su posición para
desmantelar el orden constitucional y perpetuarse en el poder” con el
espaldarazo no sólo de sus incondicionales, los sectarios esperpetristas o
bukelistas o mileístas o trumpistas de turno, sino con el de millones de
irreflexivos que, incapacitados para leer en el carácter autoritario del
candidato y en ocasiones también en sus antecedentes penales y políticos, le
sirven de idiotas útiles con su voto y su negación de lo evidente y manifiesto:
verbigracia, la catadura -la cara dura- extremista y arbitraria de dos sujetos
con prontuario que, como en el caso del estadounidense y el colombiano,
deberían haber estado presos y por consiguiente imposibilitados no ya para
gobernar, sino para votar inclusive. Dos años antes de que los gringos se
enteren de la suerte que corrió su democracia a manos de los setenta y tres
millones que votaron por la previsible tiranía plutócrata en componenda con los
millones que se abstuvieron, los colombianos sabremos qué fue de la nuestra tan
imperfecta y, sin embargo, tan merecedora de que se la defienda con uñas y
dientes. O con la vida si se precisara.
946. “La
amenaza está clara. En el Este enfrentamos al imperialismo armado y violento de
Putin. En el Oeste, el imperialismo extractivista de Trump. Más allá, no hay
que sobrevalorar el deseo de estabilidad del sistema económico mundial que
muestra China: en lo político, busca aniquilar la universalidad de los derechos
humanos y se emplea activamente para apoyar a dictaduras opresoras e incluso
agresoras. Por mucho que hable suave, es un dragón, no un panda”: pero lo
triste va a ser que los rigores y padecimientos de una eventual consolidación
geográfica e ideológica rusochina no los van a sufrir en carne propia los hideputas
que, viviendo hoy en Occidente y amparados por las garantías de sus
democracias, contra ellas disparan al tiempo que le atusan los bigotes a la
fiera bicéfala y la aguijonean para que las mine y menoscabe, sino generaciones
-a saber cuántas- que nada habrán tenido que ver con la mala leche y la miopía
temeraria de los desleales.
947. Y
de ahí, Hetícor, que yo no contraponga -sino que yuxtaponga- esto de acá con
eso de allá, y por ende que tampoco a las Wagenknecht con las Weidel, a los
Iglesias con los Abascal, a los Mélenchon con las Le Pen… (todos tan sumamente
bien avenidos en su admiración servil hacia el bicho del Kremlin -aunque esa es
harina de otro costal-):
“…Abro
una hoja al azar: ‘Reductio ad absurdum, toda exageración será corregida por la
exageración contraria’.
Borges
está hablando de las escuelas literarias francesas que se destrozan una tras
otra. Y sin embargo, pienso, hace también una profecía del péndulo entre el
corrupto e inepto peronismo y el absurdo y patético Miley. Las ridículas
exageraciones del lenguaje incluyente (los, las, les, L@s, lxs), las memeces de
la policía lingüística que pretendía imponer a toda costa una forma obligatoria
de hablar y escribir, enfrentadas ahora a prohibiciones y órdenes
simétricamente opuestas. Los bienintencionados querían incluir a los
marginados, pero en realidad excluían a todos los que no quisieran hablar como
ellos. El buenismo de disfrazar cualquier condición física con eufemismos,
conseguía ofender más con el disfraz biempensante que con la palabra precisa:
no le digas ‘ciego’ a Borges, dile ‘invidente’; no le digas ‘sordo’ a Goya,
dile ‘discapacitado auditivo’; no digas ‘viejo’, di ‘adulto mayor’, y así
sucesivamente por el precipicio de la bobada.
Estos
melindres de la corrección política se intentan corregir ahora con las burradas
del insulto brutal. Si antes la corrección era obligatoria, ahora se pretende,
con simétrica exageración, que esté prohibida, o incluso que el insulto sea lo
obligatorio. Miley, primero, prohibió el lenguaje incluyente, lo que es tan
tonto como hacerlo obligatorio. Y luego resucitó términos como ‘idiota’,
‘imbécil’ y ‘débil mental profundo’, sintiéndose muy gracioso y vanguardista
por emplear términos de la psiquiatría del siglo XIX. Los populistas y el
libertario tratando de imponer formas de hablar y de escribir antagónicas. Unos
y otros siguen viviendo en la anacrónica escuela de la gramática normativa. Los
unos prescriben la hipocresía y los otros la grosería”: la incorregibilidad de
todo punto incorregible de las insustancialidades que se mueren creyendo a pies
juntillas que fueron sapiens.
948.
¿Que no existen los cabrones congénitos sino los circunstanciales, alegan unos
cuantos amigos y conocidos, algunos en defensa propia? ¿Y entonces el par de
protagonistas varones de ‘El significado’ y ‘Todo como antes’, de Kjell
Askildsen; el de ‘Una aventura amorosa’, de Lucia Berlin; el de ‘Fiebre’, de
Raymond Carver; el Isak de Bendición de la tierra; el Osip Stepanich Dimov de
‘La cigarra’ y el retorcido irresuelto de ‘El vengador’, de Chéjov; el ‘Ernesto
de Tal’ y el Andrade incorpóreo de ‘Singular ocurrencia’, de Machado de Assis;
el señorón de ‘El caso de F. A.’, de Rubem Fonseca; el capitán Harte de Patrick
O’Brian; el Javier Miranda de La verdad sobre el caso Savolta o el Rogochin de
El idiota -a Mishkin no me lo vayan a involucrar en esto- dónde putas fue que
contrajeron su sino? Y que conste que en la lista no figuran los calzonazos
cuyas pécoras no tienen, al menos abiertamente, el adulterio por distracción: intenté
hacer acopio de los cornudos y apocados más representativos de la literatura
que conozco.
949. Si
de repente apareciera frente a mí sentado el mismísimo autor de ‘El modelo
millonario’ y demiurgo del a la larga afortunado Hugo Erskine y de su amigo el
pintor Alan Trevor, lo pondría en antecedentes de las pingües ruindades y
zafiedades de nuestro presente para a continuación preguntarle si esta idea,
que entresaqué de su cuento, aún procede: “De no ser también persona adinerada,
de nada le sirve a uno ser una persona encantadora. Lo novelesco y lo romántico
son privilegio de los ricos y no profesión de los desocupados. El pobre ha de
ser realista y prosaico. Es preferible contar con una renta saneada a poseer
todos los atractivos de este mundo”. Pero hagamos a un lado fantasmagorías y
ensoñaciones y adaptémosla al mundo que nos tocó en suerte: “De no ser también
persona encantadora, de nada le sirve a un Forbes ser un archimillonario. Lo
novelesco y lo romántico ya no son privilegio de los ricos y sólo en ocasiones
muy felices y puntuales profesión de los desocupados. El prosaísmo y la alergia
al realismo se reparten hoy por igual entre ricos muy ricos y pobres
paupérrimos. Es preferible contar con cierto encanto personal a ser el dueño de
una fortuna obscena que no conoce ángel”.
Adenda:
miren ahora ustedes en derredor y díganme si la primera parte de esta otra idea
del artista en cuestión, de Wilde, tiene hogaño algún asidero: “Los hombres
elegantes y las mujeres bonitas manejan el mundo o, por lo menos, debieran
manejarlo”. Yo qué les digo.
950. Me
susurra Trapiello como al pasar y a propósito de nada en particular: “Hay
amistades que al romperse quedan en el corazón como cascotes de una porcelana”,
y yo no puedo por menos de asentir con nostalgia: mis otrora amigas M. B., A.
F., G. B., J. P. y tantos otros nombres de mujeres maravillosas con las que
trabé amistad que no me vienen completos a la memoria; mis otrora amigos C. H.
R. V., C. A., A. A., E. K., J. A. M., O. E. y cinco o seis ¿ex? carnales más
con los que me encantaría, al igual que con sus contrapartes femeninas,
reencontrarme para pasar juntos una -ojalá muchas- velada que me dilucide el
porqué del alejamiento y si en su caso, como en el mío, el afecto aún persiste.
¡Háganle, mojachas y muchachos todos!: los haya o no mencionado acá, agarren el
teléfono y échenme una llamada para tener la dicha de volver a oírlos: 3 19 7
13 97 98.
Adenda: ¿a qué le atribuye usted, maestro, que haya en cambio amistades que cuando se disipan, no obstante haber sido significativas en su momento, ningún sabor de boca dejan… ninguno en absoluto?