971. “Nunca
será lo mismo no tener porque se ha perdido, que no tener porque no se ha
tenido. En un caso podemos desembocar en la nostalgia, en el otro, en el
resentimiento”: a la segunda proposición de este aforismo la salva, y con ella
al aforismo todo, el ‘podemos’ de posibilidad pues, si bien es cierto que la
bella que dejó de serlo y el millonario arruinado por la razón que sea y el don
juan venido a menos y el ex poderoso hoy ninguneado por los que lo ostentan lo
más probable es que se sientan nostálgicos de su pasado, también los tiene que
haber que lo lleven muy mal y en consecuencia lo que los domina no sea la
añoranza sino la mortificación rabiosa de lo perdido sin remedio. Conozco
asimismo a carentes congénitos de tantas cosas y sin embargo en absoluto
resentidos de su suerte… y claro, por descontado que también a los
verdedenvidia que jamás se superan a sí mismos por estar fisgando en la fortuna
del vecino.
972. “A
veces echa uno de menos aquellos meses en los que la casa la gobernábamos con
candiles de aceite y con velas. Y ya no volveremos a conocerlo. Estaba en
nuestra mano vivir así, pero metimos la electricidad en casa, y todo aquel
mundo a lo Francis Jammes retrocedió para siempre, a su rincón misantrópico,
donde acaso nos espera”: y no fue sino que el acaso oyera el conjuro del poeta
para que emitiera, personificado en el Gran Apagón de España y Portugal de
2025, su ¿primer? campanazo. Al que me temo que pueden seguir más y de un mayor
alcance, hasta uno planetario que justifique un proyecto que me traigo entre
manos y que salvo a mí a nadie más interesa.
973. ¡Todos
los lectores de todos los escritores más leídos y vendidos del pasado y del presente
juntos por uno solo: el genio de la guitarra y del ajedrez y de la lectura
inteligente y singularidad de singularidades y aparición fascinante y
misteriosa entre las más que nos recrea Trapiello en su Fractal (Salón de pasos
perdidos)!
974. ¿Que
por qué sigo leyendo a Savater, pese a la tabarra lacrimosa que da con la
muerte de su mujer y a la herida por que muy mal respira con lo de su despido
por parte de El País? Pues por su inteligencia para concretar lo que muchos
sentimos y pensamos pero no atinamos a decir o a escribir ni con la mitad de su
contundencia: “…Pero es que además la existencia de Dios es evidente, aunque no
sea la existencia de tipo biológico o mineral. Hay otros modos de existir. […]
El Papa, cualquier papa, es ya en sí mismo una prueba de la existencia de Dios,
como lo es el resto de la Iglesia, la cúpula de San Pedro, y también los
herejes, los blasfemos, los ateos… Todos son administradores del gran negocio
divino. ¿Para qué empeñarse en probar o negar la existencia de lo evidente?
Dios existe irrefutablemente, pero no como parte de la realidad externa y
material, sino como existen el amor, la felicidad, la esperanza o el miedo. Son
exigencias de la vida humana para ser considerada humana. Seguirán existiendo,
invulnerables a la decepción, mientras el último de nosotros corretee por la
faz de la Tierra…”: tal cual.
Yo así
lo concluí, admirado y estimado don Fernando, muy a mis veinte años y si me
apura antes, y me dije que entrar en discusiones teológicas con creyentes
militantes y con militantes no creyentes era tan estéril e innecesario como
intentar hacer reflexionar a un extremista de izquierdas o de derechas. Pero le
confieso algo: me divierte tanto putear a cualquier realidad imaginada con
mayúsculas -hablo de las monoteístas- como descomponer hasta ojalá hacerles
perder la cabeza a los mamertos y fachos que se me ponen a tiro. Llamémosla una
forma muy personal de aplacar mis propios rencores y desazones.
975. ¡De
malas los que se molestan -todavía no conozco al primero- de que me
enorgullezca de mi anonimato de lector y no se diga de escribidor que a nadie
en particular muestra lo que pergeña, ni va a una feria del libro, ni hace la
menor gestión para olerles el aura o darles la mano a quienes me hacen pasar
horas y más horas a este escritorio uncido!:
“Los
verdaderos lectores (inciso: no todo el que lee de vez en cuando una novela de
150 páginas que le dura un mes es un lector, lo mismo que quien se toma en
bodas o Navidades un par de copas no es un alcohólico) tenemos una relación
ambivalente con los escritores que amamos: por un lado, quisiéramos conocerlos
personalmente, convivir en cierto modo con ellos, impregnarnos de su compañía;
por otro, tememos justamente eso, tratarles demasiado de cerca, que el contraste
entre el artista admirado y el hombre o la mujer de carne y hueso sea derogatorio,
inaguantable.
A mí me
ha pasado demasiadas veces que el autor que tanto me gustaba, cuando lo he
tenido al lado, me ha resultado fatuo, atrabiliario, dogmático, en fin,
insoportable. Y lo peor es que ya nunca podré volver a leerle con inocencia
desprejuiciada, siempre el gilipollas cuya mano he estrechado se impondrá sobre
el doctor angélico cuyas páginas he leído. No volveré a poder disfrutar con él.
Me asusta la idea de que grandes maestros del pasado que tengo en la mayor
estima fuesen personas desagradables o repulsivas: que Quevedo fuese mal
compañero de copas, que Daniel Defoe fuese un robagallinas y Virginia Woolf una
pelmaza redicha. Prefiero que me ocurra lo contrario, como le pasó a George
Sand, que según contó por carta a Flaubert, había conocido en una travesía por
el Mediterráneo a un tipo estupendo, muy agradable y divertido, cuyo único
defecto era empeñarse en mostrarle lo que escribía, francamente malo. Era
Stendhal…”.
A la
antipatía que en mí consiguieron despertar algunos profesores de literatura en
el pregrado y en el posgrado le debo, maestro Savater, esta atípica falta de
ganas de conocer a mis autores de cabecera. Y a los profesores Gloria Rincón,
Cristo Rafael Figueroa, Berta Hernández de Parra, Alfonso Cárdenas Páez, Luz
Mary Giraldo y Blanca Inés Gómez la certeza de que, además de buenos o
maravillosos escritores, un puñado de esas personas que tanto me enseñan con
sus libros y columnas de opinión son con seguridad seres humanos entrañables a
los que bien valdría la pena conocer. Sin embargo, la posibilidad de toparme
con un mal bicho siempre termina por disuadirme.
976. A
los dos amigos y una amiga, mejor dicho a los tres amigos que por separado me
han preguntado el porqué del título ‘Mi desmemoria hecha preguntas.
Divertimento para un apagón planetario’, al que tildaron de innecesariamente
largo y de pomposo -ellos, o de demasiado alarmista -ella-, un abrebocas:
“(Una
larga noche
El lunes
pasado a las 11:33 a.m. (las 4.33 a.m. en Colombia) se produjo un inesperado y
extenso apagón en España y Portugal. En pocos segundos se cortó casi todo el
flujo eléctrico. Miles de ciudades y municipios quedaron a oscuras y
paralizados. Ascensores, neveras, cemáforos, salas de cirugía y trenes dejaron
de funcionar. Regresaron los tiempos de la Edad Media, pero sin los recursos de
la Edad Media: fogones de carbón, velas y candelabros, calentadores de leña,
grandes chimeneas, cuartos de hielo, coches de caballos, caballos…
Dos o
tres días después, la emergencia fue conjurada […]. Ahora se ha venido a saber
que en las últimas décadas se registraron apagones de características parecidas
pero mucho más reducidas en diversas esquinas del planeta.
¿Se
trató acaso de una falla técnica, un error humano, un imponderable efecto
solar, una consecuencia ecológica de la inestabilidad de las energías
renovables, un ciberataque, una trampa del azar o, como afirman algunos, todo
lo anterior junto? ¿Están metidas en el percance Rusia e Israel, como desquite
ante las políticas españolas en pro de Ucrania y Palestina? Por ahora no hay una
explicación contundente, aunque abundan las teóricas paranoicas. La luz se rehizo.
Pero el triunfo del monstruo flota en el aire como una amenaza añadida a las
que acosan al siglo XXI: destrucción de la naturaleza, guerras atómicas y de
las otras, terrorismo, armamentismo, pestes, el imperio de la mentira sembrado
por las redes y hasta algún ocasional meteorito.
Mientras
pasa el susto, los ciudadanos precavidos agotan las existencias de
transistores, pilas, hornillos de carbón, barbacoas, cocinas de gas, linternas,
velas y fósforos. Hagan de cuenta una vereda colombiana cualquiera…”
Lo de
‘innecesariamente largo’ y ‘pomposo’, vaya y venga; Pero ¿’demasiado
alarmista’?: ¿les queda alguna duda de que no tienen ni puta idea del mundo en
el que viven? Yo que ustedes, mojachos, me aprovisionaría hoy mismo de lo que
los precavidos a que alude Daniel en su columna y, ya puestos, también de una
copia impresa de las más de seis mil preguntas de ‘Mi desmemoria… …’ que hasta
la fecha llevo publicadas. Aunque sólo sea para que jueguen al pinochazo cuando
se queden a oscuras.
977. Algunos
apuntes como al pasar sobre esta teoría de un buen amigo de papel, un pelín
mamerto:
“En el
desarrollo de la enfermedad del poder -que se parece mucho a la droga por la
potente adicción que crea y los trastornos que provoca- hay un momento en que
el gobernante comienza a oír voces. Son las del Diablito del Quédate. Suele
ocurrir cuando se acerca el final de su período. El Diablito del Quédate habla
al oído del poderoso y le murmura cosas de este calibre: Estás haciendo un
magnífico trabajo, quédate… Mereces terminarlo… No permitas que tus enemigos
vuelvan trizas lo que has construido… Solo tú puedes rematar lo que está en
pleno desarrollo… Eres indispensable… Quédate, hazlo por el bien de la patria…
El
Diablito es persistente y convincente, por lo cual más temprano que tarde el
poderoso se ve forzado a tomar una de las decisiones que aletean a su
alrededor. La primera fórmula, la del juego limpio, le aconseja respetar las
reglas que aceptó en su carrera hacia el mando. La fórmula dos, la del juego
doble, señala que retorciendo algunas cosas e incumpliendo otras es posible
quedarse con el ratón y el queso. La tercera fórmula, la del todo-vale, consiste
en asestar una patada a la mesa y acudir a cualquier mecanismo o recurso que le
permita al aprendiz de sátrapa ‘seguir prestando sus desvelados servicios al
país’, sin lealtad a juramentos, promesas ni palabras empeñadas…”.
Estamos
del todo jodidos en Colombia con un incendiario en jefe -yo sólo llamo
presidente al que preside- afectado por múltiples adicciones amén de la de la
teoría: a las drogas y el alcohol, a su voz estomagante y su palabrería
infundiosa, a su tristemente célebre persona, a su brillantez de cartón piedra,
a su ¿pasado? de chusmero y criminal… Francamente no creo, a menos que uno se
llame Donald Trump, que las ganas de perpetuarse en el poder de un zorro viejo
de la política por el estilo del Esperpetro procedan de la convicción de que lo
está haciendo de maravilla pues loco no es y mucho menos tonto: cínico y
caradura claro que sí, a más de sagaz y astuto y taimado entre los más
taimados. Si yo fuera un venezolano de los millones empobrecidos y sitiados y
forzados a abandonar el país por la narcodictadura chavista de los Chávez, los
Maduro y los Cabello, de seguro que me sentiría muy indignado y defraudado con
la lenidad del columnista para con esa tiranía, que inexplicablemente sale de
su pluma mejor librada que la de Ortega y su pécora Murillo. Si usted llama,
estimado Daniel, ‘aprendiz de sátrapa’ a los que ubica en la tercera y última
categoría, o sea a la Rosario y a su tocayo, ¿qué terminan siendo, entonces,
las ternezas venezolanas apoltronadas en el poder desde usted sabe cuándo?,
¿demócratas desorientados, acaso?, ¿contestatarios con un punto de vista
distinto de en qué consiste la democracia? Perdóneme, hermano, pero aquí sí
desbarra y de qué manera.
978. Me
duele la muerte de Mario Vargas Llosa tanto como me dolió la de Javier Marías y
como me van a doler, de estar yo vivo y consciente, las de Fernando Savater y
Arturo Pérez Reverte y Andrés Trapiello y Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina
y Héctor Abad Faciolince y Piedad Bonnett y Melba Escobar y Rosa Montero y…
Mentiría si les digo que me afectarían del mismo modo las de los mamertos que
leo, por muy buenos ficcionadores que sean. Tampoco las de los tibios que
buscan no incomodar ni enemistarse con nadie.
Adenda(s):
y ya entrados en gastos… Me aburren infinitamente la “interlocución” de un
fanático del cristianismo -no confundir, de por Dios, con el catolicismo- y la
de un militante furibundo de la izquierda llámese como se llame: Luis García
Montero o Julio César Londoño o Santiago Gamboa o Laura Restrepo o… como quiera
que la madre que los parió haya resuelto bautizarlos. ¿O ustedes se piensan que
de sus estrecheces dogmáticas pudo salir esta ecuanimidad?:
“A todos
nos puede pasar. Al fin y al cabo, los seres humanos solemos ser un enredo de
antipatías, prejuicios y rencores. A veces sucede que aquellos escritores que
amábamos, pero con quienes, por las piruetas del tiempo y los avatares de la
historia, dejamos de estar de acuerdo en asuntos políticos, de repente nos
parece que ya no piensan ni escriben bien. Es injusto y, no obstante, ocurre.
Doy algunos ejemplos en español:
Pablo
Neruda le escribe una oda a Stalin; Manuel Machado hace un panegírico de
Franco; Borges le recibe a Pinochet una medalla; Vargas Llosa apoya a la hija
de Fujimori o a Javier Miley. En los cuatro casos que he citado, tanto Neruda
como Machado, tanto Borges como Vargas Llosa, cometieron un error. El orden en
que los he puesto es cronológico, pero, bien mirado, están también en orden de
desacierto, de mayor a menor: una oda a Stalin es un crimen; un elogio a
Franco, una vileza; es más grave darle la mano a Pinochet que echarle una mano
de lejos a Miley.
Y sin
embargo, si uno no es un fanático, las odas elementales de Neruda (a oficios,
al vino o al pan) no dejan de ser bellas, pese a Stalin; los poemas pictóricos
de Manuel Machado están a la altura de los de su hermano Antonio, el bueno;
Borges no dejará nunca de ser el escritor portentoso que fue, quizá el más
grande de toda América hasta el día de hoy, así haya saludado a Pinochet. Y no
por un traspiés que uno no comparte, Vargas Llosa se vuelve, como afirman
tantos tontos, un reaccionario insufrible y un escritor de segunda categoría”:
bobos de solemnidad los que sí.
979. ¿Que
dónde está la fotografía del presente más crudo, preguntan algunos ciegos
físicos e infinidad de ciegos intelectivos, que pasan por sobre las obviedades
como yo de largo cuando en la calle me cruzo con una beldad púber o adolescente
que marcha sola íngrima y sin que vaya hablando por celular -por miedo a que se
lo roben-?:
“Recapitulemos.
Rusia es
una potencia imperialista desatada en una campaña cargada de violencia ciega y
sabotajes contra democracias para reconstruir una esfera de influencia.
China es
una superpotencia autoritaria que reprime sin contemplaciones la libertad de
opinión, incumple la justicia internacional cuando le conviene, busca
relativizar los conceptos de democracia y derechos humanos. No protagoniza
invasiones y sabotajes como Rusia, pero no es un agente neutral e inmaculado en
el devenir de la vida de otros países. […]
Estados
Unidos es una superpotencia entregada a una lógica de uso descarnado de su
poder y tiene visos de convertirse en una fuerza desestabilizadora de las
democracias, incluso de sus antiguos aliados.
Los
grandes conglomerados tecnoimperiales buscan arrollar regulaciones que protegen
a la ciudadanía para maximizar sus beneficios, siendo a menudo conductores -y a
veces descarados promotores- de narrativas que agitan, radicalizan, engañan.
Grupos
ultranacionalistas, a menudo inquietantemente tibios y ambiguos ante pasados y
presentes autoritarios, galopan en muchas democracias con agendas retrógradas.
El
cambio climático avanza causando estragos. El despegue de la inteligencia
artificial promete grandes progresos, pero también fortísimas turbulencias, sea
en los mercados laborales o en la manipulación de las mentes…”.
Sabrá
usted, maestro Rizzi, que perdemos infamemente el tiempo refregándoles en la
cara estas verdades fácticas a los millones de idiotas útiles de cualquier
extremismo, igual que ¿lo perdería? el que por compasión pretenda explicarles a
los carentes congénitos de olfato y gusto, o de ambas manos, a los del sentido
del oído o de la vista a qué huele y sabe una manzana de agua, qué se siente
cuando se acaricia preferiblemente mientras duerme a un animal que amamos, el
amplio espectro de sensaciones que se experimentan durante una gran sinfonía y
un concierto maravilloso para solista y orquesta o el todo y las partes de una
pintura que nos subyuga. Ah, ¿no le había dicho que tengo pensado hacer, ojalá
muy pronto, una exposición con los cuadros que, entre otros, Manuel Vicent,
Karl Ove Knausgard, Walter Benjamin y Antonio Muñoz Molina han conseguido que
vea gracias a sus precisas y preciosas descripciones? Le aviso para que vaya.
980. Entre
las distopías factibles, la de haberme casado o siquiera relacionado
amorosamente durante más de dos meses -por fortuna no- con una
pseudointelectual o intelectual de once letras cuya mayor aspiración venérea
hubiera sido una constante conversación interesante y erudita, por lo común
acartonada y las más de las veces cilícica: “Cuando yo era niña, casi todas las
casas tenían en el frente un banco de mármol o de granito. Al caer la tarde,
los vecinos se sentaban allí y conversaban con los de enfrente y con los de al
lado. La costumbre del banquito nunca me gustó. No me interesan los chismes, me
deprimen las conversaciones banales, y tengo un prejuicio feo: veo en esos
ritos los reflejos de existencias rumiantes que, más que vidas plenas, son un
puñado de hábitos que se repiten sin pensar…”. Pobre del que esto crea pues,
para comenzar, vidas plenas no hay y la prueba más contundente de esta verdad innegable
son nuestras existencias rumiantes cruzadas ineluctablemente por un puñado de
hábitos que se repiten se piense o no en ellos, en medio de la escritura de una
novela o de la elaboración de un cuadro o de la elucubración de una teoría, de
las faenas en el hogar o de las responsabilidades propias de una oficina o del
cuidado de los niños y de los ancianos en una guardería y en un asilo. Desde
muy pequeño y estando aún muy lejos de convertirme en lector, disfrutaba enormemente
la compañía de los adultos, familiares o simples vecinos que, en torno a un
tinto, unas onces o a palo seco, se encontraban de repente o se reunían para
chismorrear y perder el tiempo desollando vivos a los conocidos, siempre con la
espontaneidad y la naturalidad que suelen serles tan esquivas a los cultos y a
los semicultos, empezando por las voces impostadas que tantos de ellos adoptan
en sus diálogos y disertaciones, y supongo que también en la intimidad más
íntima de sus hogares. No me digan que no es como para morirse del tedio… y de
la risa. Ah, y entre las cuasi desapariciones que para mí constituyen
nostalgias, ninguna como la de poderme sentar a hablar paja con un alguien del
que no me separe su puto teléfono celular con los consabidos mensajes y
llamadas y recordatorios sonoros, que me hacen maldecir la mera ocurrencia de
habernos citado. Y con tanta más vehemencia si la idea partió del estúpido
romántico del cara a cara que no logro dejar de ser.
981. ¿Que
“Petro habla de manera especialmente confusa, desordenada y anárquica, y ni
siquiera cuando lee discursos ya escritos parece ser capaz de ilación o
claridad o coherencia”?: los efectos hoy palpables de su drogadicción y
alcoholismo. Que, paradójicamente, supo mantener a raya hasta antes de su
nefasta elección a la alcaldía de Bogotá y también después de que de ella salió
a proseguir su sempiterna campaña a la presidencia. Inverosímil que alguien que
le apuesta toda su vida profesional a un único objetivo, contra él se ensañe
una vez conseguido.
982. Tendremos
nuestras discrepancias políticas, querida Elvira, por lo demás ninguna
inzanjable, pero en esto yo soy su calco: “Suelo ser refractaria a lo abstracto
y mi mente, en cambio, se abre generosamente cuando lo emocional interviene.
Nunca se me dieron mejor las matemáticas que cuando el profesor me mostró
simpatía, nunca leí o escribí con más pasión que cuando la profesora apreciaba
mi esfuerzo. Necesito relacionar la teoría con la vida, encontrar una razón
sentimental, si se quiere, y si no lo logro, me desvinculo”: tal cual. ¿Bach?
¿La física de partículas? ¿Ulises?... Qué va: ¡CHRISTOPH WILLIBALD GLUCK y la
prodigiosa DW con su VISIÓN FUTURO y el siempre entrañable STEFAN ZWEIG y…!
983. Como
en esto mi vida sí que ha cambiado entre cuando fui niño y feliz y ansioso
enfermizo por conocerlo todo y a todos y hoy, cuando lo único que me motiva
verdaderamente son los animales y el sexo de que ando prácticamente ayuno, me
pregunto si ante la carestía en imparable ascenso desde la pandemia lo aquí
descrito por el maestro vuelve a cobrar vigencia o si, por el contrario, la
inundación a manos de los chinos de los mercados con sus baratijas de estrenar
y botar sigue siendo la norma… también en el tercer mundo: “A ver, uno está
donde están sus zapatos. Otra cosa es que sus zapatos le parezcan los de otros.
Yo salí al mundo con los zapatos de mi hermano mayor porque a él se le habían
quedado pequeños. Les habían hecho mil intervenciones quirúrgicas e iban donde
ellos querían más que donde quería yo. Me recuerdo caminando mientras miro
aquellos zapatones que parecían que acababan de llegar de la guerra y me doy
lástima. O sea, que lo de sentirse en los zapatos de otro es, con mucha
frecuencia, literal. De la literalidad al sentido figurado no hay más que dos
pasos porque los seres humanos estamos hechos para la figuración. En un abrir y
cerrar de ojos, convertimos el mundo real en un teatro calderoniano. En ese
gran teatro, donde todos somos actores, a mí me tocó salir a escena con un
calzado ajeno. Años más tarde, cuando reuní las condiciones para adquirir unos
zapatos propios, unos zapatos a estrenar, ninguno me caía bien porque, dado que
la horma hace al pie como el hábito hace al monje, mis pies ya no eran los
míos, sino los de mi hermano. Me compré unos mocasines maravillosos, que, según
el vendedor, me quedaban ‘como un guante’, aunque lo cierto es que le quedaban
como un guante a los pies de mi hermano, que ya se murió, pobre, de ahí que
tenga yo los pies tan fríos, tan yertos y tan pálidos”. ¿Puede usted creerme,
gran Juanjo, que salvadas algunas diferencias mi hermana ya muerta y mi hermano
aún vivo encarnan el desamparo de Zahra y Ali, los protagonistas de ‘Los niños
del cielo’? ¿Y que si usted se daba lástima con los zapatones que se vio
obligado a heredar de su hermano yo, por culpa de otros que heredé no recuerdo
de quién, pasé la que tal vez ha sido y será la mayor vergüenza de mi vida toda?:
desahogo 527.
984. A
mí me producen una lástima indecible los iletrados de la realidad más cruda del
primer mundo que en el tercero se la figuran como los ríos de leche y miel en
los que ni ellos ni su descendencia podrán nunca abrevar:
“Un
hombre, uno más que no tiene dónde caerse muerto. Esta expresión, la de caerse
muerto, se pronuncia muy a la ligera, pero nos estremeceríamos si reparáramos
en su literalidad. Significa que, llegado el momento, uno ha de buscarse la
vida (valga la paradoja) para expirar en un rincón un poco íntimo. No hay
moritorios públicos, digamos, a ningún Ayuntamiento se le ha ocurrido que los
sin techo (y las sin techo, puto genérico con discapacidad), cuyo número crece
como la espuma en las sociedades desarrolladas, además de un lugar donde hacer
sus necesidades (tampoco hay baños públicos), necesitan morir, a veces con
urgencia. ‘Y a ver dónde me echo a palmar’, se preguntarán algunos y (algunas)
sin interrumpir el tráfico, que es sagrado.
Un
desastre de organización, en fin, por parte de quienes nos gobiernan, que
contrasta con la sensatez del pobre de la foto, que se ha echado a dormir (o a
morir) justo debajo del escaparate donde se exhibe un magnífico lecho
desocupado. No sabemos quién sueña a quién, si el indigente al lecho o el lecho
al indigente…”.
Claro
que vaya y venga que los pobres de solemnidad de la Colombia de todos los
tiempos -que no han hecho más que aumentar en la Colombia del Esperpetro- se
figuren lo que se figuran de los Estados Unidos y el Canadá, de Europa y la
España de Pedro Sánchez, nombre y hombre tristemente célebres que no les dicen
nada. ¿Pero y los que alardean de viajar impenitentemente por aquí y por allá,
sólo para fotografiarse comiendo lo que comen estén aquí o allá y sin ver nada
que se halle fuera del perímetro de sus narices? Y pensar que con leer a Millás
y a algunos otros se ahorrarían el dinero que malgastan de forma tan miserable,
y al planeta sus trashumancias bípedas.
985. ¡Las
palabras que andaba buscando, a priori en vano!: “Para encontrar las cosas, lo
mismo que para encontrar a las personas, hay que dejar de buscarlas. De ahí que
las llaves perdidas aparezcan al poco de que hayamos hecho un duplicado. De ahí
también que el adolescente no vuelva a casa el sábado por la noche hasta que
sus padres, rendidos, se duermen en el sofá. El hijo pródigo regresa cuando le
dábamos por muerto. […] El mundo se te entrega cuando renuncias a él. La vida
se te ofrece cuando no te interesa. […] Dejemos, pues, de buscar las llaves, de
buscar las gafas, de buscar el amor, de buscar a los difuntos en los rostros de
aquellos o aquellas con los que nos cruzamos en la calle. Y sentémonos a
esperar a que den con nosotros, que ya es hora”. Cuando yo resuelva renunciar
definitivamente al mundo y a la vida gracias al cianuro de potasio que a tres
metros de donde esto escribo aguarda impertérrito, ¿de qué putas me va a servir
que el muy cabrón, la muy cabrona se me entreguen y ofrezcan, si ya no voy a
estar para mofarme de ella, de él? ¡Pero si yo lo único que quiero es… es… es
pichar como pichaba en mis veinte, en mis treinta e incluso durante parte de los
cuarenta, con o sin amor por medio! ¿Resulta entonces demasiado pedir que la
suerte venérea no se me acabe tan pronto y como consecuencia, le endilgo yo, de
la puta tecnología que me desarraigó del aula antes de tiempo? ¿Que me engañe
diciéndome que no deseo de mente y cuerpo volver a ver a A. M. C., a A. A. C.,
a L. M. V., a P. A. P. L. juntas y por separado? ¡Eso no, eso nunca! Pero
gracias de todas maneras por el consejo, maestro.
986. ¿Cuánto
más tiempo se van a tardar la ciencia y la historia en nominar esta era que
infesta y sepulta al planeta bajo millardos y más millardos de gigatoneladas de
inmundicia y desperdicios como Edad del Plástico, la ropa desechable y la
Chatarra Tecnológica?
987. Del
mismo modo y en la misma medida en que los terroristas yihadistas de Hamas son
los responsables primarios de la reacción infame e inmisericorde del terrorismo
israelí, que aprovechó la degollina del 7 de octubre de 2023 para hacer con los
gazatíes y los cisjordanos lo que de otra forma no se hubiera atrevido a hacer,
de los crímenes antisemitas que se perpetren en cualquier parte del globo a
partir de esa fecha van a ser culpables en primer grado Netanyahu y los
terroristas sionistas que lo secundan en la limpieza étnica o el genocidio o el
holocausto que se sienten legitimados para adelantar, lo cual será a su vez
aprovechado por el antisemitismo de viejo y de nuevo cuño para desfogar su odio
ciego en contra de cualquiera que sea o al que se sindique de judío. Toda una
lástima que una mayoría apabullante de los palestinos y de los judíos de bien
no comprendan que el enemigo más peligroso que tienen no reside en la casa de
enfrente sino en la propia.
Adenda:
otra ironía de la realidad, que jamás anda escasa de ellas: el parecido fonético
de los vocablos -y lo mucho que se asemejan en su radicalismo y vesania- yihadismo
y sionismo.
988. Cafiche
ya que no profesor; un Junta o un Pantita en su burdel a falta de aulas con
mojachas que las alegren: de verdad que me lo voy a pensar muy en serio.
989. Todo
judío de bien dentro de Israel y en la diáspora debería estar hoy fungiendo de Yair
Golan para denunciar cara al mundo lo que el mundo ya sabe pero se empeña en
fingir que no, y sólo con un propósito: que la historia no los retrate y los
equipare con sus verdugos alemanes del Holocausto. Los que guarden silencio
frente a los crímenes que perpetran Netanyahu y sus carniceros tendrán bien
merecida la condena que de su cobardía o indiferencia haga la posteridad.
990. Escribió
Caparrós un muy merecido panegírico sobre el hombre coherente que fue el
presidente del Uruguay entre 2010 y 2015, que tituló ‘Guerrillero, rehén,
presidente, filósofo: la vida inmensa de Pepe Mujica’. Ojalá alguien de la
estatura de Martín escriba, y no tras su muerte sino en vida de estotro
“canalla de las buenas causas”, una diatriba titulada ‘Drogadicto-dipsómano,
megalómano, subpresidente incendiario, vanílocuo: la vida farsante de alias el
Esperpetro’.
Adenda:
me descentra toda esa rabia innecesaria que en cambio destila usted, hermano,
sobre la memoria del campechano Bergoglio en ‘El cuento del Buen Papa’ si, al
fin y al cabo, el discurso y las maneras del pontífice argentino tanto se
parecían a los de Mujica. Contra el que, no es difícil imaginarlo, un odiador
de las guerrillas latinoamericanas arremetería en su columna de opinión con
idéntica parcialidad a la que usted emplea para juzgar a Pachito. Quien, dicho
sea de paso, me cae tan bien como el Pepe.
991. Me
preguntó un alumno de los que no se enteran y por eso lo de alumno, que qué
significaba ‘erostratismo’, sustantivo que aparecía no una sino tres veces en
el artículo que debían leer con vistas a un debate para la clase siguiente. Por
toda respuesta le dije que buscara en las noticias del 28 de abril de 2023 y
posteriores un ejemplo inmejorable para el significado de aquel término, así
como para la joyita que lo inspiró. ¿Que habitamos la ‘era del aprendizaje
autónomo’, machacan no pocos forofos de la fe en el género degenerado?
992. Un
marrano comiendo ponqué: cualquier pastora o pastor otrora pobres de solemnidad
que, a fuerza de timar necesitados de alucinaciones religiosas, van hogaño
vestidos de Louise Vuitton y con oro hasta en los dientes, los muy chabacanos.
Explíqueles usted, Londoño, el porqué de la supremacía de la católica sobre
cualquier iglesia del globo y no se diga la evangélica o protestante o
cristiana tan chillona y estridente: “Uno puede cuestionar el dogma, dudar de
la rectitud de la Iglesia y hasta de la bondad de Dios, pero sus rituales son
fascinantes. La semiótica del blanco, del morado, del rojo y del negro, los
anillos de piedras rutilantes, tan grandes como los pecados que expían, los
cordones de oro, los crucifijos bizantinos que rematan báculos sarmentosos de
plata, símbolos esotéricos bordados en fajas y estolas, un boato fashion, una
gravedad sacra, cantos gregorianos y fugas de Bach, milenios de sangre,
misterio y poder, la arquitectura cifrada de las catedrales, las gárgolas al
borde del cielo, las enormes cúpulas apoyadas sobre sí mismas -como la fe-, los
sahumerios y las plegarias ascendiendo por las cascadas de luz de los vitrales,
la casi tangible presencia de la divinidad”: me temo que se quedaron en las
mismas, hermano.
993. ¿Qué
es la vida humana, la de todos salvo la de los incapacitados para fingir y
simular, lo sepan o no? Es El astillero de Juan Carlos Onetti.
994. ¿Que
los que ambicionan fama y reconocimiento artísticos no me creen cuando afirmo
que no me inquieta en absoluto saber de antemano que lo que he escrito está
destinado al olvido más rotundo desde su mismísima concepción? Problema suyo.
¿O que si por ejemplo Karl Ove Knausgard estuviera firmando libros tras una
charla, allí nomás en el Centro Cultural y de Convenciones de Cajicá, habría
ido a oírlo mas no intentado abrirme paso hasta él para decirle cuánto lo
admiro? Problema suyo. De él y mía, en cambio, esta convicción que explica mis
reticencias: “Esa mezcla de lo más elevado, como puede ser la literatura, y lo
más bajo y ruin es típica del ambiente de escritores, y no es tan extraño: en
pocos lugares las personas arriesgan tanto de ellas mismas para recibir tan
poco a cambio”. Como quien dice: para mantenerse en lo elevado de este arte,
bien como lector bien como lector-escritor, se debe prescindir de todo lo que
implique zalemas y besamanos y genuflexiones y zalamerías, prodíguense o
recíbanse con más, o menos, sinceridad. Y de ahí que tanto admire yo la figura
del autor ermitaño.
995. Que
se queda corto en achaques de dignidad si se lo compara con este en que usted
me hace reflexionar, hermano: “…Así era. Había vendido mi alma doblemente, no
era peor que eso, estaba ya en la cumbre. Si uno mostraba su deseo de estar en
la cumbre y bañarse en su brillo, entonces no se estaba en la cumbre, porque
sólo se estaba en la cumbre si la integridad seguía intacta y uno decía que no.
No a los periódicos, no a la televisión, no a fiestas y eventos. Sólo se estaba
en la cumbre diciendo que no a la misma cumbre, porque, de hecho, había
personas a las que no les importaba, que completamente al margen de todo
festejo se encontraban en soledad en un lejano valle escribiendo su prosa
insistente, enojada e intransigente, por ejemplo, y que preferiblemente ni
siquiera la enviaban a ninguna editorial, sino que la enterraban en algún lugar
del bosque y empezaban a escribir la siguiente obra”. Figúrese usted los
portentos narrativos de rebeldes anónimos que se habrán abortado antes siquiera
de trasvasarse al papel o quemado o rasgado, y todo porque a sus autores les
disgustaba o aun horrorizaba verse de repente aupados a la fama y en el centro
mismo del debate: ¿cómo los llamamos? ¿Le parece bien escritores nonatos? El
caso es que los siguientes en orden descendente desde la cumbre serían los que
publican en blogs y en editoriales tan fantasmas como ellos y sin que hagan el
más mínimo esfuerzo por contactarse con editores o escritores de prestigio que
les echen una mano, y los ermitaños tipo Dickinson y Pynchon y Salinger, y los
grandes muy grandes como usted o Vargas Llosa o García Márquez que tienen mucho
que decir y no se hacen rogar demasiado para decirlo, y en el fondo del
insondable barril de la dignidad los escribidoresflordeundía pagados de sí y de
la academia, que los infla a fuerza de crítica y teorías enrevesadas. Me cuenta
si le surgen reparos para esta tipología o si cree que se me quedó alguien por
fuera.
996. Me
pidieron que definiera la cabeza del Esperpetro, y el discurso que de ella
emana, en sólo tres palabras: cajón de sastre.
997. Hoy,
30 de mayo de 2025, con dos guerras mediáticas en curso a cuál más cruenta y
despiadada, con un mundo que se tambalea y teme las amenazas que encarnan los psicópatas
(Trump, Putin, Netanyahu, Xi y la bazofia política de que cada cual se sirve a
su antojo) que se lo disputan para subyugarlo y quedárselo o repartírselo, son
la Ucrania de Zelenski en primerísimo lugar, la Unión Europea y un puñado de
países garantes de las libertades individuales los llamados, tras armarse y
proseguir armando a los ucranios convenientemente, a honrar este discurso del valiente
y bondadoso Toby Shandy:
“-…¡Oh,
hermano! Para un soldado,-recibir laureles es una cosa,-y otra muy distinta
sembrar cipreses. […]
-Para un
soldado, hermano Shandy, una cosa es arriesgar la propia vida,-ser el primero
en caer sobre la trinchera enemiga, donde sabe que lo van a hacer pedazos;-una
cosa es, por espíritu patriótico o por sed de gloria, atravesar la brecha en
primer lugar,-mantenerse en primera línea y avanzar valerosamente al son de trompetas
y tambores y entre un flamear de banderas:-una cosa es, digo, hermano Shandy,
hacer esto;-y otra muy distinta reflexionar sobre los horrores de la
guerra,-contemplar la desolación de naciones enteras y considerar las
intolerables penas y fatigas que el propio soldado, instrumento de toda esta
destrucción, se ve obligado (por seis peniques diarios el día que consigue
cobrarlos) a padecer. […]
-Porque,
¿qué es la guerra? ¿Qué es, Yorick, cuando, como la nuestra, se lleva a cabo en
defensa de unos principios de libertad y honor?-¿Qué es sino la unión de gentes
pacíficas e inofensivas que empuñan la espada con el solo propósito de mantener
a raya a los ambiciosos y turbulentos?”
Allá los
mezquinos de extrema derecha y de extrema izquierda de Occidente que exoneran
de responsabilidad a los soldados israelíes o rusos que, obedeciendo las
órdenes de los asesinos que los gobiernan y comandan, bombardean, sitian y
matan a destajo, con o sin mala conciencia, a civiles inermes: a bebés, niños,
discapacitados, mujeres y ancianos. Y a los europeos y aliados que acaso tengan
que librar una guerra futurible en contra del presente eje del mal, mi
conminación a que se rijan por la ética de que son portadoras las palabras del tío
de Tristram y el ejemplo ético de que dan fe los soldados que repelen en el
campo de batalla la invasión ideada y ordenada por el bicho del Kremlin.
998. Para
mis amigos mamagallistas de La Luciérnaga que hoy dirige Gabriel de las Casas y
para mis amigos mamagallistas de la mejor versión de Sábados Felices que es la
de Humberto El Gato Rodríguez, vayan estas palabras de un precursor de su noble
y salutífero oficio:
“-…Bien:
en lo que respecta al humor, poco tengo que decir en su cargo;-tan poquísimo en
verdad que (a menos que se considere motivo suficiente para su acusación el ser
el causante de que yo me pase diecinueve de las veinticuatro horas del día montado
sobre un largo bastón haciendo el indio), por el contrario, tengo mucho,-mucho
que agradecerle: me has hecho recorrer alegremente la senda de la vida a pesar
de llevar sobre mi espalda todas las cargas (a excepción de las preocupaciones)
que ésta comporta; en ningún momento de mi existencia, que yo recuerde, me has
abandonado, y tampoco has teñido jamás los objetos que se me cruzaban en el
camino ni de sable ni de un verde enfermizo; cuando estuve en peligro, doraste
mis horizontes con esperanza, y cuando la muerte en persona llamó a mi
puerta,-le rogaste que volviera en otra ocasión; y lo hiciste en un tono de tan
alegre y despreocupada indiferencia que ella llegó a dudar de su misión:
-‘Aquí
debe de haber algún error’, dijo…”.
Noble
porque lo ennoblecen un tal Cervantes y un tal Sterne -entre decenas de
inmortales que podría citar-, y salutífero porque a sus beneficiarios, muchos
de ellos como yo emponzoñados por el odio que nos suscitan los malditos con
poder y las mezquindades colectivas de la especie, la vida se nos torna, desde
luego que gracias a ustedes, más llevadera o más feliz según el caso.
999. “Hace
más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”: doce palabras que se las
arreglan para explicar óptimamente el hecho de que lo que cunda no sea el buen
ejemplo sino el malo; que la desvergüenza y la grosería en la política sean de
lejos más mediáticas y exitosas que la circunspección y las buenas maneras; el
auge descomunal de las redes concebidas para ser sociales pero al cabo
devenidas en fecales; el retorno de el fascismo disfrazado de nacionalpopulismo
de izquierda y de derecha; el lenguaje barriobajero, mafioso y futbolero que al
menos en español se habla hoy prácticamente en todos los ámbitos; el sueño de
tantos jóvenes de convertirse, en detrimento de la formación exigente y
rigurosa, en ‘influencers’ que cosechen likes y millones ojalá en un abrir y
cerrar de ojos; los coqueteos de muchos de esos muchachos desinformados -ojalá
fueran sólo ellos los temerarios- con lo más peligroso y repulsivo de la
política actual y, para no prolongar las quejas ad infinitum, que tantos padres
y madres y docentes hayan renunciado, en aras de un facilismo y un paternalismo
desmedidos, a la ardua si bien gratificante labor de educar como Dios manda.
1000.
Pero y ¡qué se le agrega a la completitud ¿más consumada?!:
“-Bendito
sea el lazo que une nuestros corazones al unísono o algo así […]. Me gustaría
saber qué es ese lazo… El lazo que nos une en este momento es la fricción
mental de uno contra otro. Y, aparte de eso, poco lazo hay entre nosotros. En
cuanto nos separamos decimos cosas horrorosas de los demás, como todos los
puñeteros intelectuales del mundo. En realidad toda la puñetera gente, si vamos
al caso, porque todo el mundo hace igual. O, si no, nos separamos y ocultamos
todo el desprecio que sentimos los unos por los otros diciendo piropos de mentira.
Es algo curioso que la vida intelectual parezca tener las raíces hundidas en el
desprecio, un desprecio inefable e inconmensurable. ¡Siempre ha sido así!
¡Mirad a Sócrates, en Platón, y toda la banda que le rodeaba! Puro desprecio,
una tremenda alegría en destrozar a quien sea… ¡A Protágoras o a quien quiera
que le tocara el turno! ¡Y Alcibiades y todos los demás cerdos de discípulos
echándose de cabeza a la pelea! Tengo que decir que le hace a uno preferir a
Buda, sentado tranquilamente bajo un árbol, o a Jesús contándoles a sus
discípulos pequeños cuentos de catequesis, pacíficamente, sin fuegos
artificiales de intelectual. No, hay algo radicalmente equivocado en la vida
intelectual. Está basada en el desprecio y la envidia, la envidia y el
desprecio. Conoceréis el árbol por sus frutos.”
Que,
amén del desprecio y la envidia, de la envidia y el desprecio, a la vida
intelectual -y a la que en absoluto lo es- la define en idéntica medida el
servilismo más ramplón o, si prefieren, la ramplonería más servil de los
capaces de lustrarles los zapatos con la lengua a los artistas que veneran y
con igual devoción a la que profesa un cristiano por su pastor o un católico por
el papa. Afortunadamente, a los chabacanos de una cosa y de la otra los redime
la decencia de los que leen o asisten a conciertos y recitales o visitan museos
o rezan y oran sin estridencias admirativas de ninguna índole.