401. Mamado
de que me corcharan nueve de cada diez veces, opté hace un tiempo por
responderles a los importunos que sin falta, antes de decir cualquier hondura o
babosada del libro que sea del autor que sea, preguntan. ¿Y a ti cómo te
pareció ‘Los que vigilan desde el tiempo’? (los del todo imbéciles); o ¿y a ti
cómo te pareció ‘Los que vigilan desde el tiempo’ de Lovecraft? (los un poco
menos imbéciles); o ¿y qué has leído de Lovecraft? (los imbéciles a secas); o
¿has oído hablar de Lovecraft? (los imbéciles compasivos). Ah, lo que les
respondo a los dos primeros pesados con te de tetero es siempre igual: Puede
que un prodigio, puede que una insustancialidad, puede que un bodrio. ¿Y a
usted? Mientras que al tercero: Puede que todo, puede que algo, puede que nada.
¿Por qué? Con el cuarto, lo reconozco, hago lo que mi gata con el ratón bebé
con que esta mañana volvió anticipadamente a casa de su excursión diaria:
divertirme con sevicia.
De los
cuatro me encanta la cara de patidifusos que ponen y que, en el caso del cuarto,
cuando resulta ser un tonto con atenuantes, se mezcla con el rubor de la
inquina del que descubre demasiado tarde que se lo estaban gozando.
402. Llegó
de España la semana pasada una amiga que vive allá desde hace dos años, y me
llamó para que nos tomáramos “unas polas, pero en la cantina de Lucio y
Marcela”. Como los borrachos no nos hacemos rogar, a veces ni estando en la
inmunda, pues le dije que listo, que a qué hora. Las primeras cuatro cervezas
transcurrieron agradables, entre recuerdos mutuos de tiempos que yo añoro más
que ella, para quien su presente en España lo es todo.
Ya se
podrán imaginar ustedes lo que es oírle sus deslumbramientos a un
tercermundista vergonzante y por tanto instalado en el primero, que regresa de
vacaciones a casa -es un decir- cargado de noticias imposibles para los que por
desidia -mi amiga habla de mediocridad- no empacamos la maleta. Que los
políticos y la política españoles y europeos no sé qué, que la sociedad y la
educación europeas y españolas no sé cuánto.
Borracho
perdido, mitad por las cantidades que libaba para no perder la cabeza, mitad
por el torrente de quien amenazaba con hacerme perder la cabeza, me paré para
ir por primera vez al baño, respiré hondo mientras meaba, pagué de regreso la
cuenta; esgrimiendo un compromiso inexistente, me despedí para siempre de mi
amiga y, antes de retirarme, le recomendé encarecidamente que leyera ‘Vayamos
por partes’ en El País de España. Nada de qué sorprenderse: en su vida había
oído el nombre -para mí entrañable- Rosa Montero. Tampoco el del periódico.
403. Jugada
maestra, la del ‘gobierno del cambio’… para pior y ‘potencia mundial de la
vida’… licenciosa. ¡Un millón de pesos -prácticamente el monto de mi mesada
pensional tras haberme partido el lomo durante más de dos décadas- para larvas
de delincuente y delincuentes en toda regla, dizque para disputárselos al
crimen organizado! ¿Plata para la salud, para la pobre gente de bien que aspira
a montar un negocio a fin de no depender del asistencialismo, para los
muchachos que de veras sueñan con estudiar en una universidad pública o privada
donde puedan seguir la carrera que sienten su vocación, para financiar el
deporte recreativo y el de alto rendimiento, para la ciencia y la investigación
científica? ¿Dialogar con los empresarios, con la oposición decente, con los
críticos de a pie que nada tienen que ver con ella y mucho menos con la otra?: ¡nanay
cucas! Platica, la que haga falta, para la ojalá cada día más nutrida ‘primera
línea’ y concesiones, las que hagan falta, para los (¿ex?) camaradas chusmeros.
¿Que
Uribe creó y prohijó a las ‘convivir’? Váyanle buscando entonces nombre a este
otro engendro con denominación de origen, porque ‘primera línea’ no dice nada.
Tampoco ‘milicia bolivariana’ pues, a más de poco original, la copia podría
suscitarles alguna molestia a los compadres chavistas. Les cuento si se me
ocurre algo… Claro: antes de que me ocurra algo.
404. No,
maestro Savater, no se burle usted mirando esta foto; no se burle porque de
imbécil no tiene usted un pelo. O búrlese, si quiere, pero reconociendo que se
da el lujo de mostrarse cínico frente a una realidad de la que se sabe a salvo
gracias a la muerte, que como a mí le respira en la nuca:
“Hace
décadas que los indígenas y los científicos del clima advierten de los impactos
del calentamiento global. La mayoría no escucha. En 2023, los fenómenos
extremos han afectado -y siguen afectando- a vastas zonas de la casa-planeta.
Ya no se puede negar, pero la mayoría sigue negándolo. Y una vez más, como en
la pandemia de covid-19, dan al horror el nombre de ‘nueva normalidad’. Ahora
la nueva normalidad serían inundaciones o sequías extremas, ciclones y olas de calor.
Pero la
nueva normalidad es la misma vieja alienación. Solo una especie muy deformada
por el capitalismo sería capaz de convivir con las escenas de agonía extrema de
la Amazonia, los manatíes tendidos en la playa boca arriba, y seguir durmiendo
por la noche ‘porque ahora es así’. Al convertir la naturaleza en mercancía,
condenamos a la mayoría de los no humanos. Y ahora están muriendo a cientos,
algunas especies a miles. Y solo con mucha desconexión se puede encontrar
normalidad mientras las hileras de muertos se multiplican en el lecho de lo que
un día fue un río…”.
¿Qué
diferencia, cabe preguntarse, el negacionismo de la crisis climática de un
imbécil a la par que cínico tipo Trump del cínico negacionismo del filósofo? A
todos los efectos prácticos, nada los diferencia salvo la tristeza de saber que
algunos de nuestros estudiantes y quizá un hijo leyeron, a instancias nuestras,
‘Ética para Amador’ o cualquier otro título sobre la materia firmado por
Savater.
405. Leo
en El País de España un artículo que Martín Caparrós tituló ‘La palabra
creación’ y, tras exclamar para mis adentros ¡…!, doy en recordar un número
indeterminado de ex colegas que opinaban, con la convicción de quien repite un
axioma, que jamás se debería hablar en clase de sexo, de política y muchísimo
menos de religión pues ese tipo de discusiones lo único que generaban era
discordias entre los “docentes” y el “alumnado”. En vista de mi mutismo
sonriente (muy pronto aprendí a darme por vencido de antemano), algunos me
preguntaban que yo qué pensaba. Lo que pensaba y pienso sobre el particular tal
vez lo recuerde un puñado de quienes coincidieron un día conmigo en el aula.
Una cosa
tengo clara (más clara incluso que el axioma del ‘docentado): si hoy -octubre
de 2023- tuviera la dicha de estar preparando mis clases de la semana o del mes
entrante, tendría elegidos autor y lectura.
406. Pero
venga, Martín, venga que le tengo que hacer un aporte y una pregunta sobre esta
columna suya, que desde ya es para mí otra mejor columna de 2023:
“…¿Cuánto
de lo que ‘sabemos’ con la misma certeza con que nuestros choznos sabían que el
Creador los había creado -o que se morían por un desequilibrio de sus cuatro
humores o que la Tierra era realmente plana- es tan endeble como aquello?
¿Cuánta más evidencia de la falsificación necesitamos para dudar de casi todo?
¿Qué otras ideas que nos parecen indudables deberíamos poner ya mismo en duda?
Nos toca
crear un mundo donde no haya creación: donde no haya discursos intocables,
donde no haya, por supuesto, hogueras o repudios para los que los tocan, donde
no haya avivados que se aprovechan de esos dogmas para juntar poder, lascivia y
sonrisitas. Nos toca, al fin y al cabo, mal que nos pese, armar un mundo donde
la palabra creación tenga un solo sentido.”
Qué
otras ideas que nos parecen indudables deberíamos poner ya mismo en duda. Pues
una que suscribe prácticamente todo el mundo: somos más los buenos. Estribillo
que, si uno se fija, engendra o al menos se relaciona muy de cerca con aquello
tan quebradizo de la humanidad perfectible.
Y lo del
último párrafo, ¿va del todo en serio? Si sí, ¿cómo se las arregla para que
tanta lucidez aún no le haya secado hasta la última gota de esperanza?
407. Medioevo
científico y tecnológico:
“…El
problema de buena parte de las discusiones hoy, sobre todo las discusiones
políticas, es que la gente, la mayoría de la gente, ya tiene una serie de
convicciones y verdades reveladas e inamovibles que es muy difícil, yo diría
que imposible, que otro pueda modificar o cuestionar, hacerlas pasar por el
cedazo de la crítica y la observación. Y no son solo los fanáticos de siempre,
no: también muchas personas que parecían o eran sensatas militan hoy en una
horda.
Victor
Klemperer, un brillante filólogo que documentó como nadie el surgimiento y el
ascenso del nazismo, explicaba que llega un punto en el que las ideas dejan de
serlo y se vuelven creencias y supersticiones, dogmas a los que las masas -y no
solo las masas- se aferran porque les importa más su validez abstracta y milagrosa
que sus verdaderos efectos en la vida en sociedad. Esa es la esencia del
totalitarismo, decía Klemperer: la enajenación y la credulidad.
Ese fue
el caldo de cultivo de los horrores que las dictaduras de izquierda y de
derecha lograron imponer hace cien años: la adulteración o la abierta supresión
de la realidad; la adhesión irracional y ciega de sus seguidores a una serie de
principios que muy pronto se volvía un pretexto, una justificación obscena y
vergonzosa de los peores atropellos. Pero nada importaba ya, solo tener y
conservar el poder.
Y lo
increíble es que ese estado de descomposición social de hace un siglo va a
parecer casi un chiste con lo que ha venido pasando, desde hace un tiempo, con
las redes sociales y su poder y su influencia en todos los órdenes de la vida y
la cultura, en la definición misma de lo que es nuestra época. Porque allí, en
ese espacio, se acabó el consenso de la realidad, lo que más o menos se llamó
así durante siglos o milenios.
La
realidad es hoy una opinión caprichosa y arbitraria: lo que cada quien hace de
ella y acomoda a sus prejuicios y delirios, con el agravante, inédito en la
historia, de que una turba de orates iguales o peores está ahí lista, de
inmediato, para aplaudir y defender aun aquello que las evidencias objetan y
niegan. Es más: cuanto más absurda sea hoy una idea, más defensores a ultranza
puede llegar a tener.
No creo
que esa situación catastrófica tenga solución en el mediano plazo, para nada. Y
los espíritus totalitarios, a la izquierda y a la derecha, lo saben bien. A
ellos les conviene, esa es la fuente de su poder” (Juan Esteban Constaín).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la
realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una Segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda
apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar
sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus
implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
408. Ocioso
que soy, se me ocurrió el otro día hacer un experimento con mi pobre Tita.
La mandé
de vacaciones inconsultas, cual si de un muchachito estorboso se tratara,
primero a casa de unos familiares fanáticos del cristianismo, y luego adonde un
tío materno que, con su mujer y sus dos hijas, milita en la horda petrista.
Háganse cargo de mi desilusión: la gata volvió a mí enfurruñada y hostil, pero
igual de escéptica y descreída o aun más. Me pregunté entonces por qué, si una
buena definición del adjetivo racional es “invulnerable al fanatismo,
sectarismo o dogma del orden que sea”, su beneficiario es otro.
Descorazonado,
prendí el televisor para ver el noticiero. De dos noticias me acuerdo.
La
primera hablaba de un pastor haitiano de iglesia evangélica llamado Marcorel
Zidor que espoleó a su rebaño para que, armado de palos y machetes, arremetiera
en el nombre de Dios contra los pandilleros del sector que, ni cortos ni
perezosos, dispararon sus fusiles y metralletas contra los cuerpos de aquellas
almas crédulas. Preguntado del porqué había habido un número indeterminado de
muertos y heridos entre sus ovejas si constaba en video la promesa que él les
hizo de que ninguno iba a sufrir menoscabo puesto que Dios de su parte estaba,
don Marcorel respondió, con el dominio de un Putin, que aquel era el destino de
quien perdía la fe. Mientras que la segunda, de una protesta de estudiantes que
se forman para futuros educadores en una universidad pública de Bogotá y que,
en medio de una refriega con la policía, intentaron, por fortuna en vano,
transformar en antorchas humanas a dos agentes que cayeron en el campo minado
de su protesta.
Otro día
les cuento lo que me costó restaurar los afectos de mi gata.
409. “Es
cosa humana la fascinación por el mal”, me dijo Aramburu y yo pensé, para
acortar la vaina, en la izquierda de la ira que admira y aplaude a Putin y a
sus carniceros por berracos, porque solitos contra Occidente luchan para
desarraigar de Ucrania el nazismo que encarnan un tal Zelenski y todos los
fachos bajo su mando; en la izquierda de la ira que se duele de los palestinos
muertos y heridos y despojados hasta de lo más mínimo por el terrorismo de
Estado que practica Israel pero no de los palestinos muertos y heridos y
despojados hasta de lo más mínimo como consecuencia del terrorismo y las
carnicerías de Hamas en Israel y contra los israelíes inermes, que son para
ella lo que para Netanyahu y su gobierno de ultrafanáticos los civiles
palestinos que mueren, caen heridos y lo pierden todo bajo sus bombas: efectos
colaterales que no merecen ser siquiera cifras.
410. Releo,
a propósito de la carnicería terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023 en
suelo israelí y la respuesta criminal de la potencia ocupante en Gaza, algunos
de los artículos de prensa de Moisés Wasserman en El Tiempo que contienen en
sus títulos el sustantivo “verdad” (…‘¿De verdad, la verdad?’, ‘Verdades y
mentiras’, ‘Chernóbil y la verdad’, ‘¿Para qué la verdad?’, ‘La verdad ya no
está de moda’…) porque necesito cotejar urgentemente su contenido con el de su
columna titulada ‘La Carta Fundacional de Hamás’. Mi conclusión: el científico
mutiló deliberadamente, sirviéndose de la omisión (podría alegar que se le
agotó el espacio, ¿como a Petro en Twitter?), la otra cara de la verdad a fin
de que la moneda que es aquel conflicto figurara con su anverso y su reverso.
¿Que Wasserman
no es el único del cenáculo al que se le puede endilgar parcialidad en lo
(primero) que por escrito opinó tras la sinrazón del atentado y la reacción?
Cierto: la prueba es ‘Nada justifica el ataque’ de Felipe Zuleta Lleras en El
Espectador. La cuestión es que del científico, y no del periodista, es de quien
yo espero la máxima objetividad frente a cualquier tema sobre el que opine, en
virtud del apego que él y yo y muchos otros del cenáculo profesamos por el
auténtico pensamiento crítico, que no puede ser optativo bajo ningún concepto.
411. Es
tal la indigencia lingüística y sobre todo léxica de un altísimo, altisísimo,
altisisísimo porcentaje de hispanohablantes -de espangloparlantes- de este hoy
que dura décadas, que con un único sustantivo lo definen todo. Desde una
violación grupal hasta un velorio, pasando por una matanza, la reconciliación
de un par de famosos, una cena de gala en cualquier parte, el hallazgo de
pruebas científicas de algún fenómeno, un accidente de tráfico con o sin muertos,
los efectos de la crisis climática, un incendio en una discoteca, la
precipitación a tierra de un avión de carga, todo es un evento.
¿Mi
hermana se casa?: ¡lo invito al evento! ¡Mi hermano logró por fin vender la
casa!: ¿y cuándo ocurrió el evento? ¡Se quedó ciega mi abuela!: ¿en serio?,
¡qué terrible evento!
Absolutamente
todo menos lo que sí sería; por ejemplo, que la solución sabia y sensata de los
dos Estados se imponga en el conflicto palestinoisraelí al terrorismo bicéfalo
que practican Hamas y el ultrafanatismo sionista o, en nuestra no menos ríspida
realidad vernácula, que Petro y Uribe acordaran reconocer, con humildad y
honestidad ante el país al que manipulan y explotan desde hace tanto, que los
dos constituyen en gran medida la problemática y no la solucionática que
Colombia requiere.
412.
Medioevo científico y tecnológico:
“…Las
redes sociales, el paisaje de hoy, están en manos de innumerables cretinos,
cuando no malvados -unos pueden convertirse en otros con facilidad- que no
desean escuchar opiniones sino confirmación de sus amores y odios personales.
No quieren debate, ni pensamiento; no buscan convencer, sino acusar. Anhelan
sentirse parte de un grupo y enemigos de otro, en un mundo que ha sustituido
humanismo por humanitarismo y razón por sentimientos. Para qué voy a pensar, si
es más cómodo sentir. Tal es la ideología asquerosamente emocional de este
siglo: un estúpido simplismo de buenos y malos, necesitado de claras líneas
divisorias que hagan sentirse confortable a uno u otro lado, según cada cual. […]
Donde te exigen ser de los suyos, sean los que sean, o verte exterminado sin
dejar rastro. Ahorcado, si es posible, con tus propias palabras.
No se
dan cuenta, es lo terrible. No advierten, esos limitados e irresponsables
analfabetos, a dónde conducen tan turbios caminos. Como no han leído historia,
ni visto nada fuera de la pantalla del teléfono móvil -y ni siquiera en él-,
ignoran que todo ocurrió antes. Imposibilitados para mirar con lucidez el mundo
en que viven y escupen, son suicidas gozosos, incapaces de ver cómo acaba eso.
De advertir a qué áspero campo de batalla sentencian a sus hijos y nietos.
Pero, bueno. Es lo que hay, y lo que va a haber” (Arturo Pérez-Reverte).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el hecho
de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la
realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una Segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda
apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar
sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus
implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
413. Una
infidencia, y que me perdone el maestro.
Días
antes de morir me llamó telepáticamente mi buen amigo Javier Marías para que le
ayudara con algo que lo tenía mortificado. Necesitaba -me dijo- que por favor
me encargara de encontrar una prueba fehaciente de la “infantilización del
mundo”, pues su colección estaba huérfana de una para las diez mil. ¡y la
encontré! ¡La encontré, maestro!:
“…Inicio
e ingreso a los conciertos
Planea
llegar a la Biblioteca por lo menos media hora antes del concierto. Los
conciertos empiezan a la hora indicada en la boletería y en la divulgación. Ten
lista tu boleta o E-ticket para para ingresar de manera más ágil a la Sala.
Si al
momento de llegar a la Sala el concierto ya ha iniciado, el personal indicará
el momento adecuado para ingresar de acuerdo con las recomendaciones dadas por
los artistas que están en escena…
Comidas
y bebidas
Te
agradecemos te abstengas de consumir comidas y bebidas, o fumar dentro de la
sala y durante el concierto, con el fin de garantizar un ambiente adecuado
tanto para el público como para los artistas.
Equipos
electrónicos
Un
ambiente silencioso es propicio para disfrutar la música. Apaga tus equipos
electrónicos, alarmas de reloj y teléfono celular por completo antes de
ingresar a la sala de conciertos. Mantener este último en modo de vibración o
en modo de avión no impide que genere ruidos que puedan incomodar a los
artistas y a las demás personas que asisten al concierto…”.
Así es
como les hablan ¿los organizadores de una visita guiada a un grupo de personas
con problemas de aprendizaje?, ¿los promotores de un certamen cultural a un combo
de “reinsertados” de las guerrillas que asisten a su primer encuentro con la
civilización?, ¿los enfermeros de un ancianato que hoy llevan de paseo a los
viejitos para que se distraigan con un poco de cultura? ¡No, señores!: Así les
habla La Red Cultural del Banco de la República, aquí en Colombia, a los cultos
muy cultos y a los semicultos asiduos de sus conciertos y recitales
maravillosos de música clásica.
Dos
cosas propongo a manera de reforma o de revolución educativa. Que se le
restituya al sentido común el lugar de privilegio que nunca debió
arrebatársele. y que se reserve el maldito tuteo para la novia si se es varón
heterosexual, para el novio si se es mujer heterosexual, para el novio y la
novia si se es bisexual con suerte y para el círculo más íntimo del que de esa
melifluidad disfrute.
Adenda:
como no sé cómo se llaman las parejas de los ‘no binarios’ y ni siquiera
comprendo qué es ser ‘no binario’, me disculpo con los ‘no binarios’ por no
incluir¿los?, ¿las?, ¿les? En la lista de aquí arribita.
414. ¡No
jodás, Lelo, no jodás! Qué te dijites, ¿que a mí me ibas a meter semejante
cuentazo?: “…Creo que nosotros los curas hemos estado siempre tan en contra del
aborto porque muy pronto, si aplicamos una corneta o un estetoscopio al vientre
de la mujer embarazada, podemos oír el corazón del bebé. Más que de un humano
hecho y derecho, defendemos el tabú de no matar un corazón, de no pararlo a la
fuerza”.
Volvete
serio y admití que vos y todos los que profesan una religión -monoteísta o no-
que tenga a la vida por valor supremo, ante el aborto, que yo practicaría
gratis y sin desvelo si fuera médico, no pueden por menos de declararse en
contra. Lástima, eso sí y en aras de la coherencia ética, que ni tu iglesia ni
ninguna otra hagan nada distinto a oponerse para descargar la conciencia.
¿Que a
la muchachita o a la mujer que está allá sentada la violó un combo de
malparidos?, ¡que se resigne y le pida a Dios paz para su alma y su corazón!
¿Que la señora que hace un par de años desistió de la idea de abortar a los
mellizos o gemelos que esperaba gracias a la orientación espiritual del capellán
de su parroquia la está pasando muy mal porque perdió el trabajo y el marido la
abandonó?, ¡que le pida a Dios que Él jamás abandona a sus hijos!
Y ojo
que no estoy hablando de vos ni de Córdoba, tampoco de un cura la berraquera
que me presentó Mario Mendoza hace unos años, pues sé que a los tres los mueve
un genuino amor por el sacerdocio y por la caridad con los que sufren. Pero
entiéndame hermano que tres golondrinas no hacen verano, y menos en medio de
los rigores de este fenómeno del niño.
415. Entre
los propósitos inútiles en la vida, pocos más inútiles que el de intentar
reflexionar con una fanática de la fidelidad a que según tantas de ellas -y
algún que otro él- obliga el amor venéreo. Con decirles que resulta menos
dispendioso-siendo del todo imposible- hacerles ver a un ultraortodoxo sionista
o a un yihadista de Hamas la equidistancia y la correlación flagrantes que
existen en el pecado que supone matar a niños y civiles palestinos, y a niños y
civiles judíos.
Sin
embargo, si usted es presa sincera de dicha convicción con aspecto más bien de
fundamentalismo religioso, bien estaría que le echara una leída atenta al
capítulo de Salvo mi corazón, todo está bien que figura bajo la letra Ñ, en
donde se van a topar con una conversación sustanciosa entre dos curas que,
antes que curas, son hombres sensatos.
Ah, y
mucho cuidado con hacer alarde de supuestas convicciones férreas en un terreno
tan deleznable como el sexual, porque a las pulsiones les encantan las
apuestas.
416. ¿Que
qué es un dilema, una disyuntiva, preguntan ustedes? Que lo responda el Gordo
Córdoba: “…-Es que con los honores no hay nada que hacer. Uno queda mal si los
recibe, y queda mucho peor si no los recibe. Y yo prefiero parecer bobo que
arrogante”.
Como en achaques
de honores yo no sé nada, les diré que para mí un dilema, una disyuntiva; mi
gran dilema, mi gran disyuntiva es ceder a la tentación diaria de matarme con
el cianuro de potasio que -allí no más- impertérrito me aguarda, o darle un
compás de espera a la perra vida para ver si en materia de amores está todo
escrito.
417. Los
israelíes que perdieron seres queridos en la carnicería terrorista del 7 de
octubre de 2023 en Israel y los familiares de los más de doscientos
secuestrados aquel día fatídico también por Hamas; los gazatíes y palestinos y
extranjeros en suelo gazatí y palestino que soportan la subsiguiente e
inmisericorde respuesta del terrorismo de Estado israelí que bombardea sin
tregua a la Franja y la asedia condenándola al hambre y a la desesperación de
todo tipo; los ucranios víctimas de la Rusia de Putin y muy pronto también del
abandono del Occidente que cuenta; los haitianos y venezolanos y nicaragüenses
y cubanos y afganos y sudaneses y yemeníes y sirios y bielorrusos y demás
desesperados del mundo, desde luego que suscribirían, Gordo, esta temeridad
suya: “El único pecado mortal que podemos cometer, el único, es la
infelicidad”.
¿Que
caricaturizo sus palabras? Probablemente y, si llegare a ser así -que lo
determine, pongamos, John Carlin-, le ofrezco mis disculpas. Lo que sucede
hermano es que, aquí entre nos, yo nunca he sabido conciliar, o sólo en
momentos muy puntuales, mis motivos para la “felicidad” con las razones que a
esa misma hora otros tienen para la desdicha. Y no hace falta que me diga que
se trata de una soberana tontería que no alivia el dolor ajeno y en cambio me
priva a mí del disfrute, porque lo sé y lo reconozco. Ojalá a las farmacéuticas
se les ocurra algún día una píldora que estimule la segregación de egoísmo sano
y, ya entradas en gastos, otra para la disminución de su contrario.
418. Pensamiento
mágico y desiderativo -lo de los forjadores de la nueva criatura burocrática es
mero cálculo político- es haber sido votante de Petro y de su panda de
improvisadores caraduras y creer con la fe del carbonero que con el Ministerio
de la Igualdad y la Equidad van, por fin, a desaparecer o al menos a reducirse
la desigualdad y la inequidad, que cualquier gobierno provisto de seriedad y
buenas intenciones -vaya usted y encuéntrelo- podría aminorar con las políticas
indicadas y la necesaria eficacia en la gestión de los recursos públicos. Sin
embargo, como la idea es ser “propositivos, propositivas y propositives” puesto
que si a la ‘Colombia Humana’ (… con Putin y Hamas) le va bien nos va bien a
todos, les sugiero a Francia y a su jefe el nombre de alguien más que idóneo
para un futuro viceministerio de la discapacidad (que, según cabía esperar,
tendrá que conformarse, por ahora, con las boronas del banquete burocrático).
La mala
noticia es, estimados empoderados, que mi postulado jamás duplica o triplica el
género ya que se educó en tiempos muy anteriores a esa extravagancia; la buena,
como lo prueba esta divagación suya, que someto a la consideración de los por
desgracia ministra y presidente, es que estamos en presencia de alguien que
gusta e incluso ambiciona la discapacidad:
“Sí, al
no poderse estar de pie ni sentado con comodidad, uno se refugia en una de las
posiciones horizontales como el niño en el regazo de su madre. Uno las explora
como nunca lo había hecho anteriormente y encuentra en ellas delicias
insospechadas. Llegan a ser infinitas, en resumen. Y si pese a todo uno termina
por cansarse de ellas a la larga, basta con ponerse en pie durante algunos
instantes, incluso simplemente con incorporarse en el asiento. Estas son las
ventajas de una parálisis local e indolora. Y no me sorprendería mucho que las
grandes parálisis clásicas contuvieran satisfacciones análogas y quizá más
arrebatadoras. ¡Hallarse por fin realmente en la imposibilidad de moverse! ¡Ahí
es nada! Se me derrite de gusto el espíritu sólo con pensarlo. ¡Y además una
afasia completa! ¡Y quizá una sordera total! ¡Y a lo mejor una parálisis de la
retina! ¿Y probablemente pérdida de la memoria! ¡Y sólo con el mínimo de
cerebro intacto necesario para estallar de júbilo!...”
Como
ven, se trata de un ser de luz capaz de hallarle provecho y disfrute a
situaciones que a otros amargan de facto o angustian con la mera posibilidad de
padecerlas. Comprenderán entonces, señorías, que me reserve su identidad tan
valiosa pero que a cambio consigne aquí mi número de contacto, caso de que haya
logrado despertar el interés de su desgobierno: 3 16 5 18 90 24.
419. No
bien oigo a un interlocutor o a alguien en la tele o en la radio repetir el
sonsonete ese de que todo tiempo pasado fue mejor, me pongo en guardia y por lo
común acabo despidiéndome de la persona o apagando el aparato antes de lo
presupuestado. Lo que nadie sabe es que hay un asunto al que la frasecita tan
socorrida le calza de maravilla y por el que me desgastaría debatiendo hasta
desgañitarme, con quien tocara y en donde fuera.
Se trata
de la abismal superioridad erótica de prácticamente cualquier mujer anterior a
-¿cómo llamarla?- la “era del empoderamiento feminoextremista y neurótico”
-propongo-, en la que a esto estamos -¿o estamos ya?: me perdonan pero ando
desactualizado- de que toda relación sexual se pacte primero, con todos sus
pormenores, ante notario público so pena de que el hombre -jamás la mujer- dé
con sus huesos en la cárcel por violador y abusivo pues, en medio del fragor de
la refriega, le mordió a la fulana las dos tetas en lugar de sólo la izquierda,
que fue lo acordado.
¿Un titular
por el estilo de ‘De cómo Peggy Guggenheim violó a Samuel Beckett’ o una
declaración del tipo “bebe y baila, ríe y miente, ama toda la tumultuosa noche
porque mañana tenemos que morir” en los tiempos del ‘sólo sí es sí’? Ya se me
figura lo que se habrían reído de sus congéneras tan lastimosas mis amigas la
coleccionista de arte y la cuentista: A que coincides con nosotros tres, Lucia
entrañable.
420. Leo
en El Espectador este titular: “El 60 % de los niños de 10 años en Colombia no
entiende un texto simple”. Tampoco sus hermanas y hermanos mayores, sus mamis y
papis y tías y tíos y primas y primos adultas y adultos, sus profesoras y
profesores de la edad que sean. Sobre la ministra Vergara Figueroa y todas y
todos sus antecesoras y antecesores en el cargo salvo los notables Gina Parody
y Alejandro Gaviria -a quien Petro el genio… de la improvisación no dejó ni
calentar la silla- no me pronuncio hasta tanto pasen por uno de mis cursos de
Comprensión y Análisis de Textos. Pero a bote pronto calculo en más o menos el
mismo porcentaje el número de analfabetos funcionales entre quienes han estado
al frente de esa cartera. O miren, si creen que exagero, la situación
calamitosa de la educación en el país, y en todos los ámbitos y niveles.
421. Los
escritores y demás artistas de renombre del presente se enfrentan, no ya a la
duda de todo artista del tiempo que fuera sobre si el reconocimiento de que
gozaban en vida iba a coronar o no la codiciada posteridad, sino a si eso que
llamamos posteridad va a seguir existiendo en tiempos de crisis climática, de
dementes en el poder con arsenales atómicos a su disposición y poblaciones
desinformadas y por ellos fanatizadas y listas para inmolar e inmolarse a la
primera indicación del líder. De modo que si crear -belleza, fealdad- siempre
fue loable por todo lo que de incierto involucra el oficio, para la vocación de
artista hoy sólo encuentro un término, que mucho me temo que no alcanza a
impartir justicia: heroicidad.
422. Tan
sumamente sencillo, Daniel, tan sumamente sencillo y, paradójicamente, por
completo impracticable para las naturalezas sectarias, informadas -los asiduos
de la prensa de opinión de cada país tendrán sus nombres- o desinformadas
-escoja usted de entre millardos-: “No hay que confundir el pueblo de Israel
con el gobierno de Israel, ni el pueblo palestino con el gobierno palestino”: “Sabiduría
popular”.
Este
artículo suyo -abarcador y objetivo-, que recomiendo a cierraojos, exhibe a mi
juicio un único lunar que aquí señalo, pues la amistad de papel que a usted me
une me lo exige: “El efecto de la guerra actual en Gaza es profundamente
distinto al de otras que ya pasaron, e incluso a la de Ucrania, coetánea,
¿Donde no hay una opresión asfixiante de una de las partes?”, afirma usted,
desde luego que sin los signos de interrogación.
Qué
cagada con Zelenski y los pobres ucranios de bien: que por cuenta de la guerra
que se desató entre el terrorismo de Hamas y el terrorismo del Estado de Israel
con los civiles en medio, la invasión y la destrucción de su país ahora les
parezca, aun a muchos bienintencionados e informados como usted, una tragedia
menos apremiante. Las palmas que deben de estar batiendo el carnicero del
Kremlin y sus asesinos con el timonazo que a su favor pegó el azar.
Caprichosos
como las audiencias, aun los medios más rigurosos -la DW y de ahí hacia abajo-
se olvidaron de Ucrania y los ucranios y ahora hay emisiones en que ni la más
mínima mención se hace de ellos.
423. ¿Les
parece a ustedes que si me sirvo de esta brillantez de Churchill (“Tus
adversarios se sientan en esa bancada de enfrente; tus enemigos se sentarán
aquí, a tu lado”) para enviarles un clamor a los israelíes y judíos pacíficos
del mundo y a los palestinos y musulmanes pacíficos del mundo, unos y otros me
copian? ¿O de qué estrategia nos valemos para que los familiares de los más de
doscientos secuestrados por los terroristas de Hamas y los miles que hoy
duermen al raso en la Gaza bombardeada y asolada por el terrorismo de Estado
israelí comprendan que sus verdaderos enemigos son, respectivamente, los que
les dicen que invaden Gaza y la bombardean para traer de regreso, sanos y
salvos, a sus seres queridos y los que prometen que luchan contra Israel para
aniquilar al invasor y alzarse victoriosos en nombre de Alá? Ni a Netanyahu y
sus generales los trasnocha demasiado el inminente finiquito de la degollina
que comenzó el 7 de octubre, ni a Hamas el empeoramiento de los ya de por sí
indecibles padecimientos de sus compatriotas que aquello terminaría por desatar.
Moraleja:
únicamente la unión imposible de las víctimas de uno y otro lado de los muros de
odio y concreto que los separan podría enderezar el rumbo y allanar el camino hacia
la paz.
424.
Pero esperen, que mejor lo explica otro malpensante:
“…La
democracia siempre tiene que considerarse una posible salida, así que mirémosla
primero. Cuando el régimen democrático tiene al menos un rastro de verdad,
permite la alternación en el poder de las distintas opciones. ¿Existen
posibilidades de que en Israel gobierne un partido que no defienda al Estado
como judío, es decir, confesional de un modo u otro? Ninguna: 0 %. ¿Y tiene
chance una democracia pacífica en los territorios dominados por Hamás o
Hezbolá, para no hablar de Siria, Jordania, el Líbano, Irán o Irak? Ninguna: 0
%. Según esto, el régimen transaccional por excelencia, la democracia, no sirve
allá. […]
Pasemos
a la solución de los dos Estados […]. Algunos la miramos con mucho
escepticismo. ¿Dos Estados que coexistan y no estén en guerra permanente? He
ahí el dilema. Algo así no se ve venir por ninguna parte. La idea, popular
entre los extremistas de Israel, de que la tierra palestina les fue prometida
por Dios y está a la espera de nuevos asentamientos judíos o la idea contraria
de que todos los judíos deben ser arrojados al mar, vuelven imposible cualquier
acuerdo.
En el
Medio Oriente existe una alianza de facto entre los extremistas de los dos
lados. Tan así es que la inteligencia israelí, que sabía de los planes de
ataque de Hamás, no hizo nada antes de que los lanzaran. Los extremistas
necesitan muertos, muchos muertos, para justificar la continuación de su
política de aniquilación del contrario, suicida o no. Sobra decir que dichas
aniquilaciones son imposibles en la práctica, de suerte que el conflicto va a
perdurar muchas décadas, con más o menos intensidad. Apenas el lado débil se
logre fortalecer, ¡pum! Eso sí, dada la mayor potencia de fuego de Israel,
habrá más muertos palestinos y, claro, más imágenes de muertos palestinos,
cortesía de todos los extremistas de la zona. Otros preferimos que no cuenten
con nosotros en ninguno de los bandos.”
Por mi
parte y gracias a usted, hermano, asunto clausurado. Y le cuento que otro tanto
tocaría hacer con temas que a ningún destino conducen sino al desgaste. Con un
ejemplo basta: la pacificación de la Colombia petrouribista. O londoñista -por
Julio césar Londoño y Fernando Londoño Hoyos, dos gotas de agua, sólo que de
albañales sectarios contiguos-.
425. Qué
cuentos de asuntos clausurados ni qué tetas de monja -y que me perdonen las
monjas con vocación, que claro que existen: es un decir, hermanitas-.
Cuando
uno se rodea de toda una polifonía de voces a cuál más inteligente y de una que
otra que denigra de su inteligencia cuando vocifera sus dogmas, no cabe la
posibilidad de decir y ni siquiera pensar que un asunto está clausurado. ¿Clausurado
sin oír a Cercas, que hoy anda en inmejorable compañía?:
“Una
tragedia es una pelea en la que los dos que se pelean llevan razón. Padres e
hijos, por ejemplo […]. Unos y otros tienen razón, pero sus razones son
opuestas, y su pelea, trágica e inevitable (quizá incluso necesaria). Estos
conflictos éticos son, no obstante, harto infrecuentes en política; ahí,
abusamos de la palabra tragedia: en la mayoría de las llamadas tragedias
políticas, una de las partes tiene razón (aunque ambas tengan razones). Lo que
más se asemeja ahora mismo a una tragedia política de verdad es la disputa
entre palestinos e israelíes. Por eso es tan difícil resolverla.
No soy
experto en el tema (ni en éste ni en ninguno): sólo lo sigo por la prensa; y
apenas he visitado una vez Israel y los territorios ocupados: Tel Aviv,
Jerusalén, Ramala. Pero basta haber puesto un pie allí para entender lo
evidente: que los gobiernos de Israel, además de incumplir las resoluciones de
la ONU sobre el conflicto, tratan de manera abyecta a los palestinos, la inmensa
mayoría de los cuales sobrevive en condiciones miserables, sin atisbo de
esperanza; y, a la vez, basta también un mínimo de decencia y de conocimiento
de la historia para aceptar que los judíos merecen un pedazo de tierra donde
vivir de forma digna y segura. En otras palabras: los terroristas de Hamás no
tienen razón, pero sí la tienen los ciudadanos palestinos; y a la inversa: el
Gobierno de Israel no tiene razón, pero sí la tienen los israelíes. Nada de
equidistancias, sin embargo; incluso en el mal hay gradaciones (y quien no
entiende esto no entiende nada): como ha escrito el novelista israelí David
Grossman, crítico acerbo de su Gobierno, ‘la ocupación constituye un crimen,
pero maniatar a centenares de civiles, niños y padres, ancianos y enfermos, y
pasar de uno a otro para dispararles a sangre fría es un crimen más atroz’.
Dicho esto, ¿qué más se puede añadir? Yo, nada. Pero desde que la guerra
estalló no paro de recordar unas palabras de Amos Oz, también novelista israelí
y tan crítico como Grossman con los dirigentes de su país; la cita es de 2004 y
es larga, pero léanla con atención, por favor, porque Oz se dirige a usted y a
mí: ‘Hay muchas personas que se han convertido en exclamaciones andantes, en
Israel y Palestina, pero también en Madrid. Es muy fácil ser un eslogan. Yo no
pretendo lanzar una reprimenda a los malos, como una institutriz victoriana.
Nuestros intelectuales y los intelectuales occidentales tienen tradiciones
distintas. (…) Vivimos en planetas diferentes, porque para ellos lo más
importante es decidir quiénes son los buenos y quiénes los malos; firman un
manifiesto, expresan su condena, su indignación, su protesta, y luego se van a
la cama sabiendo que están en el bando de los ángeles. (…) Para mí, lo
importante no es saber quiénes son los ángeles. No pregunto quién ha tenido la
culpa, pregunto qué puedo hacer ahora. Para mí es más fácil dialogar con
palestinos pragmáticos que con dogmáticos propalestinos en Madrid. Por fortuna,
tengo que negociar la paz con los palestinos, no con los amigos españoles de
los palestinos’. Luego Oz, que acababa de promover el Tratado de Ginebra,
escrito por palestinos e israelíes y apoyado por el 40% de sus poblaciones,
auguraba la paz: ‘No sé cuándo llegará, pero puedo prometer, en nombre de israelíes
y palestinos, que, si Europa tardó más de 1.000 años en acabar con las guerras
y crear la UE, nosotros lo haremos más deprisa y derramaremos menos sangre que
Europa. Tengan un poco de paciencia y no tengan una actitud de condena,
indignación, paternalismo. No nos digan que somos terribles. Traten de ayudar.
Den a las dos partes toda la empatía que puedan’.
No
convertirnos en eslóganes ambulantes, no ceder al placer miserable de la buena
conciencia, no incurrir en el paternalismo, no dar lecciones, intentar
comprender, no juzgar, no condenar. Eso pedía Oz. No creo que le estemos
haciendo ni puñetero caso.”
Y bien.
Queda uno abrumado con tantas verdades distintas (o con tantos matices de la
verdad) sobre esta sinsalida historicopolítica y geográfica que lo mejor que
procede es pararse a pensar…, o sea seguir pensando. Pero por mucho que lo
pienso y le doy vueltas, no alcanzo a vislumbrar siquiera el más tenue rayo de
esperanza que me permita acompañar a Oz en su optimismo, y créanme que me
duele. Prometo al menos no estorbar.
426. Se
pregunta Juan Gabriel Vásquez en uno de sus lúcidos artículos en El País de
España, a propósito del Mefistófeles del cartel de Medellín que logró hacer
escuela desincentivando la escuela e historia pervirtiendo la historia, “cuánto
tiempo se necesita para que la imagen de un asesino deje de ser ofensiva, o
para que la vayamos blanqueando, neutralizando, convirtiendo en algo más
tolerable dentro de nuestra insufrible cultura de la banalidad de la violencia,
el entretenimiento constante y la insensibilidad socialmente aceptada, todo lo
que constituye nuestra forma preferida de explorar el mundo”, y lo único (no
por escaso sino por poderoso e insuperable) que a mí se me ocurre es remitirlo
a una lección que aprendí de Jacinda Ardern en 2019: jamás se deben pronunciar los
nombres de los malditos.
Ya sé
hermano que es demasiado tarde para haberlo hecho como debía hacerse, pero si
usted tras este artículo, y yo, y muchos más y ojalá cada vez más ciudadanos de
bien obliteramos de nuestras conversaciones y escritos ese y otros nombres
repudiables, no para que caigan en el olvido, mas sí para negarles cualquier
identidad, tal vez logremos, pasados muchos años, que los jóvenes de entonces los
repudien asimismo y a ellos se refieran mediante los epítetos infamantes que
nos tocaría idear.
427. Entre
las demasiadas bobadas que repiten los tontos, diplomados o no, la de que se
puede enseñar a escribir dentro de un salón de clases: “…Pensándolo bien, la
tercera guerra mundial debió de comenzar cuando se apagaron los fulgores de las
bombas atómicas que cerraron la segunda; que fue la prolongación de la primera,
que alargó las decimonónicas que afrontaron los imperios del Occidente
cristiano, las carnicerías napoleónicas, y la masacre religiosa de los tiempos
de Montaigne que extendió la cruzada contra los cátaros, que fue el culmen de
una serie de guerras remontables hasta Troya, o hasta los hicsos. La historia
humana es la historia de la guerra. Por una misteriosa fatalidad”.
A ver, qué
dijeron: ¿Que ésta es la hipótesis brillante de un profesor de colegio que
estudió ciencias sociales en la universidad, donde además le prestaba toda la
atención de que era capaz al profesor de Taller de Lengua, un curso que duró
dos escasos semestres? ¿De verdad no se imaginan los años de lectura
inteligente y rigurosa, del pulimiento -gracias a la lectura inteligente y
rigurosa- de la capacidad imaginativa que origina la hipótesis? Lo siento por
los que no.
428. Sirvámonos
de este apunte de un buen amigo para hacerle un diagnóstico al Esperpetro
sucesor del Titeriván que, comparado con él, semeja todo un estadista:
“El
secreto mejor guardado de la política colombiana es que gobernar es difícil. No
basta con buenas ideas, ni siquiera con ideas geniales: se necesita
conocimiento real y concreto, no intuiciones ni mucho menos intenciones; se
necesita una inmensa capacidad de trabajo, talento para ejecutar, disciplina y
orden mental, clarividencia para separar lo esencial de lo accesorio, y ayuda,
mucha ayuda”.
Veamos.
¿Cuáles son las buenas ideas de este genio que dizque se preparó durante toda
la vida para presidente? Les cedo la palabra a quienes lo admiran genuinamente
porque a mí lo que del deslenguado me ha llegado desde que en vano juró su
cargo son clichés de politicastro en campaña, afrentas a los que no transigen
con sus veleidades diarias, e insustancialidades de todo tipo pontificadas en
tono ex cáthedra. ¿Conocimiento real y concreto? El que tuvo -que lo tuvo- se
agotó en sus años de congresista, y prescindió de él -o de los asesores que lo
hacían parecer informado y solvente- cuando lo hicieron alcalde de la pobre
Bogotá y de ahí en más. ¿Capacidad de trabajo? La misma que muestra el peor
alumno del peor colegio público o privado de donde ustedes quieran, con la
diferencia de que existe la posibilidad, por remota que sea, de que al
adolescente vago lo expulsen o al menos de que pierda el año en razón de sus
ausencias. ¿Talento para ejecutar? Si alguno tuvo -seguro que sí-, lo ejerció
en el M19 porque ni en la alcaldía de Bogotá ni durante el nefasto año y medio
que lleva en la Casa de Nariño. ¿Disciplina y orden mental? Los mismos de mi
tío el loquito, que por falta de medicación ya ni se baña y alucina día y
noche. ¿Clarividencia para separar lo esencial de lo accesorio? No para
separar, mas sí para hacer que desaparezca lo esencial tras lo accesorio, que
es de lo que en últimas se ocupa la prensa que aún le es favorable. ¿Y la ayuda
qué? No sé si así se deba llamar a la indignidad que supone el que su gabinete
y demás subalternos le guarden la espalda a este megalómano irresponsable e
irrespetuoso con sus electores y los que lo padecemos, o a que ciertos
periodistas con fama inmerecida de imparciales y objetivos colaboren
decididamente con la mojiganga presidencial mediante sus silencios y omisiones.
Al fin y al cabo, harto ocupados están -y van a seguir- con su obsesión por Uribe
y todo lo que a él huela.
429. Rebauticemos.
¡Nada de Tierra Santa! ¡Tierra Nefanda!: ”…Muchos israelíes, empezando por el
primer ministro Netanyahu, no dan más valor a las vidas de los palestinos que a
las de los insectos; muchos palestinos, empezando por los terroristas de Hamas,
deshumanizan a los israelíes, y a todos los judíos del mundo, de la misma
manera. Aplastan a sus víctimas no con planchas, pero sí con bombas y misiles.
En cuanto a la locura religiosa, resulta que los más fervientes devotos de Dios
son, en ambos bandos, los más crueles, los más seguros de que tienen licencia
divina para matar”. Y nada de amén:¡hi-men, hi-men, Hi-men!
430. ¿Que
por qué aborrezco el feminismo de megáfono y pandereta de las empoderadas? Con
leer “’Sará perché ti amo’, Jenny Hermoso” en relación con ‘La terrible y
odiosa venganza’ en El País de España pueda que les baste. Claro que mucho
cuidado con ir a leerlos al margen de las circunstancias y los pormenores tan
radicalmente opuestos de las coyunturas que los inspiraron.
Ahora:
que si lo que quieren es ahondar un poco más en el asombro de lo aborrecible
militante, cotejen aquel par de desmesuras con un artículo titulado ‘Alahu
Akbar: Dios es Grande’ y firmado por un hombre al que la autora de los dos primeros
títulos no dudaría en tachar de machista o aun misógino.
Y pensar
que de mezquindades por el estilo de las de la opinante está ahíto el mundo… real,
que contiene al editorial.
431. Y
lo aborrezco, además, porque de las performances que monta y de los numeritos
que arma son protagonistas la futbolista a la que un pobre diablo desaprensivo
le dio un pico o la actriz a la que su jefe el director le pidió un acueste a
cambio de un mejor papel en la serie o en la película X, pero inexplicablemente
no las israelíes profanadas de todas las maneras posibles por las ternezas de
Hamas, correligionarios de los verdugos de esta otra mujer de cuya existencia
múltiple las activistas occidentales tampoco se ocupan:
“-…Y
pensar que estuve a punto de… Tú eres mi milagro. Las píldoras, todos los
medios por los que traté de resistirme… No sabía que serías tan hermoso, que
colmarías mi corazón… […] Cuando mamá se enteró de que su padre le había
encontrado esposo, se tragó un puñado de ‘píldoras mágicas’. -Las llamaban así
porque dejaban inútil a la mujer, pues ¿quién querría seguir casado con una
mujer que no pudiera tener hijos? ‘Al cabo de unos meses, a lo sumo un año,
estaré libre y podré volver a estudiar’, pensaba. Era un plan perfecto, o eso
creía. Precipitaron la boda, como si fuera una perdida, como si estuviera
embarazada y tuviera que casarme antes de que se me notara. Parte del castigo
fue no permitirme ver ni una foto de mi futuro esposo. Pero la criada vino a decirme
a escondidas que había visto al novio. ‘Es feo, tiene la nariz grande’, dijo, y
escupió en el suelo. Yo estaba tan asustada que tuve que ir al baño diez veces
por lo menos. Mi padre y mis hermanos, el Alto Consejo, sentados frente a la
puerta de mi habitación, se pusieron muy nerviosos, pues veían en la debilidad
de mi estómago la prueba de mi culpa. No podían imaginar cómo me sentía, esperando
en aquella habitación al desconocido que ahora era mi marido y que, cuando
entrara, me desnudaría sin más y me haría cosas sucias y repugnantes. Era una
habitación horrible, en la que sólo había una cama enorme, con un pañuelo sobre
la almohada, blanco y bien planchado. Ignoraba para qué servía aquel pañuelo.
Me paseaba por la habitación con mi vestido de novia, preguntándome qué cara
tendría mi verdugo. Porque así lo veía: ellos me habían juzgado y él, el
desconocido, armado con el contrato de matrimonio firmado por mi padre,
ejecutaría la sentencia. Cuando me toque, pensaba, porque estaba segura de que
eso haría, de nada me servirá gritar; era suya, su esposa a los ojos de Dios.
Tenía sólo catorce años, pero sabía lo que el hombre ha de hacer a su esposa.
Mi prima Jadiya, que siempre fue muy charlatana y después de su noche de bodas
se quedó más muda que una pared, me contó a solas que su marido había perdido
la paciencia, así que le había perforado el himen con los dedos y la había
hecho sangrar. Era deber del hombre comprobar que su esposa era virgen. […]
-Esa revelación era como una mano que me oprimía la garganta -prosiguió-.
Aquellas horas me parecieron eternas. Me ardía el estómago, tenía los dedos
helados y mis manos luchaban una contra otra. En una de mis visitas al baño,
que hice recogiéndome el vestido de boda y corriendo como una idiota, vi que mi
padre se metía una pistola entre el bolsillo. ‘En cualquier caso, tiene que
haber sangre’, le dijo a tu abuela, que me lo contó después casi riendo,
aliviada y aturdida, y como con una ridícula satisfacción. ‘Si no hubieras sido
virgen, Dios nos libre, tu padre estaba decidido a quitarte la vida’, me dijo.
‘Tu padre, el novio misterioso, tenía veintitrés años. A ojos de una muchacha
de catorce era un viejo. Cuando por fin entró en la habitación, me desmayé. Al
recobrar el conocimiento, se había marchado. A mi lado vi a tu abuelo, que
sonreía y, detrás de él, a tu abuela, que apretaba contra el pecho el pañuelo manchado
de sangre y lloraba de felicidad. Estuve varios días enferma. Las estúpidas
píldoras no hicieron efecto. Había tomado demasiadas y las vomité. Nueve meses
después, te tuve a ti.”
Ahí
tienen, muchachas bisoñas de la horda fanática que presiden una tal Yolanda
Díaz y una tal Irene Montero, ahí tienen apenas uno de incontables testimonios
de verdadera esclavitud sexual ejercida en este caso en el nombre de Dios por
misóginos auténticos y no fabricados tipo el tal Rubiales, que a ustedes les
vendieron como la encarnación del ejemplo de hombre que odia a las mujeres. Ahora:
si como espero las descripciones precisas y descarnadas -si bien jamás tan
descarnadas como las imágenes reales que habrán visto en internet- de la
columna aquella de Pérez-Reverte y las palabras de la madre de Solimán sobre
los pormenores de su matrimonio sacrificial logran que ustedes se cuestionen el
sentido de su militancia en la horda, las invito a que renieguen de ella y se
vengan a trabajar con Lisbeth Salander y conmigo, no por las Jennys Hermoso y
muchísimo menos por las Mias Farrow (¡vade retro, vade retro!), mas sí por cada
Jadiya oriental y Urania Cabrales occidental que hayan sido dañadas o que
puedan resultar dañadas por hijoputas aviesos, algunos de cuyos nombres figuran
en este blog. Piénsenlo y, cuando estén dispuestas a recomponer, me llaman: 3
16 5 18 90 24.
432. Las
delicias que el periodista que no soy pero que en cualquier momento podría ser
habría hecho de una entrevista con usted, maestro, si antes de convenir el
encuentro yo hubiera conocido el contenido de su prosa apátrida 69 (¡”se me
derrite el espíritu de gusto sólo con pensarlo”!). Y múltiples preguntas, que
querrían y podrían ser la primera, se me atropellan en el magín:
“Plantea
usted la dualidad ‘triunfadores-millonarios’ ‘fracasados-pobretones’. ¿Y la
nada en medio?”; o “¿en qué lugar de esta como tipología que se establece en el
texto ubica usted al Julio Ramón Ribeyro escritor?”; o “plantea usted a
comienzos de este texto el problema: por el alejamiento insalvable que existe
entre exitosos y fracasados o entre millonarios y pobretones es por lo que
fracasados y pobretones no pueden aprender de sus contrarios con miras a superar
su situación. ¿Lo escribió con una solución factible en mente que no pergeñó?”;
o “habla usted de ‘reyezuelos’ en relación con los exitosos y los millonarios.
¿Existen también los reyezuelos en la literatura y las otras artes?, ¿qué los
caracteriza?”; o “¿por qué deja usted fuera de la dualidad
‘exitosos-fracasados’ a la literatura y las otras artes, y cómo funcionaría la
cosa si se las analizara a partir de aquello?”.
Qué
suerte: descubro que, pregunte lo que pregunte, esta charla, que habría podido
ser y no fue salvo en la ficción, indefectiblemente habría ido a parar en un
tema que me apasiona desde siempre, trátese de libros o de la jodida vida real:
no el fracaso a secas, sino el fracaso ojalá sin atenuantes de los Larsen, los
Davanzati, los Ábalos y hasta el tardío de un Gregorio Magno Pontífice Camargo.
Aunque ninguno, lo juro, igual de rotundo al de un pariente lejano por fortuna ya
muerto al que mi hermana y yo llamábamos, cagándonos de la risa -de una risa no
exenta de compasión, eso sí-, Pedro Demalas. Que en paz descanse el pobre José
Luis.
433. Nada
de que todos somos iguales. Iguales, lo que se dice iguales, son los
terroristas de Hamas y los comandados por el terrorista de Estado Benjamín
Netanyahu. Los civiles de uno y otro lado que no siendo hasta la fecha (12 de
noviembre de 2023) víctimas tangibles del odio del enemigo, claman en las
redes, en las calles, en las sinagogas y en las mezquitas el aniquilamiento de
hasta el último palestino e israelí que todavía respire. Los entrometidos
-antes que nada de Occidente- que avivan, con su ridículo odio prestado en
contra de los unos o los otros, el fuego de ese y de otros conflictos. Y los
indiferentes de la nacionalidad que sea que ni se enteran de que existe un país
llamado Israel que ocupa y asfixia a otro llamado Palestina.
Muy por
encima de todos ellos, de todos nosotros salvo de una inmensa minoría de
Quijotes desperdigada por el mundo entero, se alzan, en representación de las
naturalezas superiores, Maoz Inon, Neta Heiman y Noi Katzman, tres “víctimas
israelíes que no quieren venganza” y que, descontentas con semejante gesto
magnánimo, se prometen seguir trabajando por la paz y el establecimiento de un
Estado palestino.
Nota al
margen: comprendo -si bien discrepo- el alcance de ‘Los justos’, el bello poema
de Borges que les atribuye la salvación del mundo -la redención de la especie- a
una serie de corazones apacibles que, por contera, desempeñan oficios nobles o
se entregan a fértiles ocios. Mis ‘justos’ son -lo repito y lo voy a repetir
siempre que venga al caso- todos los Quijotes anónimos o no que, no de palabra
sino de facto, con o sin escuderos, luchan por hacer del perro mundo un sitio
mejor o, al menos, menos inhóspito.
434. Quién
lo hubiera dicho; que cuatrocientos años después de publicado el Quijote, a los
protagonistas de la ecpirosis bibliófoba del Capítulo VI los vendrían a
reemplazar, y con lujo de detalles, los llamados a defender los libros y las
ideas.
Por si
no lo sabían, en nuestro presente medieval no son ya la sobrina, el ama, el cura
y el barbero los que expurgan y destierran libros sino grupúsculos de
profesores y alumnos universitarios de aquí y de allá que se sacaron del
sombrero un nuevo derecho universal tan ridículo como ellos y sus discursos: el
derecho a no sentirse ofendidos, ofendidas y ofendides. Y en la vesania los
acompañan supuestos intelectuales empoderados prestos a ‘cancelar’ y a hostigar
todo y a todo el que discrepe o se burle de las memeces que hacen pasar por
teorías académicas y sólidas posturas humanitaristas.
Compara
uno a la iglesia que preside Bergoglio con mucho de lo que hoy se cuece en tantos
campus y facultades, antes que nada de humanidades y afines, y forzoso es
admitir que no es en ella donde hoy maniobra Torquemada.
435. ¿Qué
se le agrega a la completitud?: “Los hombres no se pueden considerar en haces,
etiquetados por su raza o religión. Las personas existen de una en una,
peculiarmente. Lo otro es la masa”: a ver quién que no lo sepa y lo honre lo
aprende para que lo ejercite.
436. ¿Cómo
no entender, cuando se sopesan todas estas realidades tan promisorias, a los
recién casados o arrejuntados que arden en deseos de convertirse en padres y en
madres, o en ‘papitos’ y en ‘mamitas’, según impone el edulcoramiento que hoy
todo lo domina?:
“…Nada
más peligroso, pues, que ser niño.
Porque
el niño es carne de cañón y víctima inducida de malos consumos. Pero no acaban
ahí los riesgos a los que está expuesto, ya que en la jauría que lo acecha
están los artefactos electrónicos: teléfonos celulares, computadores, juegos,
pornografía virtual… El resultado son camadas de menores ensimismados, bovinos,
ajenos a su alrededor, pegados a las redes, propensos a los problemas mentales
y el pesimismo (el deseo suicida infantil se duplicó entre 2008 y 2019 en
Estados Unidos) y cada vez más inútiles en el desarrollo de ‘recursos propios
para tolerar la vida cotidiana’, según el psicólogo español Francisco Villar.
Entre
tanto, los gigantes tecnológicos afinan productos que ‘atraen, involucran y
atrapan’ a los niños, según una demanda contra Meta (dueña de Facebook,
WhatsApp e Instagram) presentada por 41 fiscales de Estados Unidos que luchan
por lograr artefactos menos adictivos. La solución creciente pasa por limitar
rigurosamente el uso de estos aparatos en los chinos, prohibir los celulares
antes de los 16 años y capacitar a los padres para que aprendan a educar a sus
hijos en el mundo informático. Que imiten a Steve Jobs, el genio cibernético y
comercial que tenía vedadas las pantallas y las redes a sus críos.
Si el
esclavizado menor logra sobrevivir a la violencia, nutrirse en forma adecuada y
moderar el uso de aparatos electrónicos, aún lo esperan el cambio climático
(que, según un respetado científico inglés, ‘plantea un riesgo existencial a la
salud infantil’), los pederastas, los jíbaros, la inseguridad, el matoneo y la
puta vida…
Sí, nada
más peligroso que ser niño.”
De
verdad que leo esto y me repudio por haberme hecho la vasectomía, si mal no
recuerdo, a los veinte años; por haberles dado la lata diría que a todos mis
estudiantes -del Colombo Americano, la Pedagógica, la Sergio Arboleda, La Salle
y la Javeriana- con lo inconveniente que a la sazón me parecía encartarse con
hijos y encartarlos a ellos con la perra vida de que habla Daniel. Y, aquí
entre nos, por haberles costeado la esterilización a cuatro o cinco entre
muchachas y muchachos pragmáticos y realistas que resolvieron acudir en mi
ayuda.
Ahí
verán, estimados child-free guys, si nos reencontramos para celebrar su
sensatez. Me encantaría saber cómo les han ido las cosas desde entonces.
Espero, y supongo, que mejor que a los que sueñan con que pronto el planeta
albergue a diez, a quince, a veinte millardos de bocas que alimentar y,
coherentes, se ponen manos a la obra. Llámenme para que cuadremos: 3 16 5 18 90
24.
437. Maticemos:
no desobedece, sino que se insubordina, todo aquel que, voluntariamente, o sea
motu proprio, expresa su deseo de pertenecer a una institución tipo la Iglesia
católica, la policía o el ejército y, una vez dentro, se declara en
desobediencia frente a asuntos que de sobra conocía cuando se enroló: el
atuendo y la presentación personal, los horarios, las jerarquías bien
entendidas… (Hablo de jerarquías bien entendidas porque si un sacerdote de
parroquia, un policía o un militar reciben de un superior una orden que atenta
contra su conciencia y los códigos morales o de honor que, cada cual a su
manera, se comprometieron a honrar, la desobediencia -y ojalá la denuncia- no
es optativa sino obligatoria). Por el contrario, el derecho a desobedecer le
asiste a quien, en contra de su voluntad, o sea forzosamente, es reclutado por
la policía o el ejército de su país sin que importe que el reclutamiento
proceda de mandatos gubernamentales e incluso constitucionales, y también a la
persona que por ejemplo se matricula en una universidad confesional -todo un
contrasentido- porque es allí donde se imparte la carrera de su preferencia mas
no porque practique la religión que el campus ampara: la autoriza, nada menos,
el universo.
Escribo
esto a propósito de un artículo firmado por Piedad Bonnett en el que elogia
copiosamente la insumisión de un muchacho colombiano que, no obstante estar
prestando motu proprio, o sea voluntariamente, el servicio militar en la
policía, se niega en redondo a cortarse el pelo dizque porque los preceptos de
su fe religiosa o irreligiosa se lo permiten. ¿Que sus superiores lo obligan a
rezar no sé qué ‘oración del policía’?, ¡que se jodan y que respeten el
laicismo que nuestra Constitución consagra! Pero sea serio y córtese el puto
pelo, hermano, que por pervertir el bello sustantivo desobediencia es por lo
que estamos como estamos: para empezar, sumidos hasta las cejas en la anarquía sin
precedentes de un mal llamado presidente de la República, un homúnculo soberbio
y arrogante que se siente facultado para incumplir sistemática y
consuetudinariamente las responsabilidades inherentes a su cargo; en la de un
fiscal general de la nación insignificante como el que más y también picado del
complejo de Dios, que usa el cargo para proteger a sus cuates, perseguir a la
prensa que no le es propicia y hacer proselitismo político con miras a su
segura candidatura presidencial; y en la multitudinaria de las tribunas que,
cínicas y acomodaticias, aplauden a uno y abuchean al otro.
Pero si
todo lo anterior tan grave le parece poca cosa, remítase entonces en internet
al caso -uno de muchos- de una profesora de un colegio público de Bogotá al que
una ñera con uniforme la noqueó, a mediados de julio de 2023, de un golpe en la
cara y todo porque le ordenó que apagara el celular o se saliera de clase. O
busque las cifras oficiales de denuncias por maltratos físicos y de otras
índoles instauradas, en Colombia y en todas partes, por padres de familia y
abuelos de menores de edad.
No se
imagina, muchacho, lo que me habría gustado invitarlo a una de las muy pocas
clases en las que un par o a lo sumo un grupúsculo de insubordinados
pretendieron, siempre en vano, hacerse con el control de la situación. Les debo
a mi carácter y a los ejemplos de algunos buenos profesores y maestros frente a
los saboteadores mi manejo solvente de la autoridad, que nada tiene que ver con
el autoritarismo, dentro del aula. Ah, y a una columna extraordinaria de Mario
Vargas Llosa en El País de España que tituló ‘Prohibido prohibir’.
438. ¿Mi
mayor desgracia? Esperen, esperen que no es, ni con mucho, la ceguera.
Mi mayor
desgracia es esto que a falta de un mejor nombre llamo visceralidad. Como quien
dice, la incapacidad de poner por obra la recomendación de un personaje de
Victor Hugo a un interlocutor al que conmina a permitir que la fatalidad actúe.
La incapacidad de sentir como el Anaxágoras que responde “sabía que había
engendrado a un mortal” cuando lo informan de la muerte de su hijo. La
incapacidad de asumir con imperturbabilidad lo que no obstante sé que puede
ocurrir: desde que mi madre se enferme gravemente y muera hasta que me ocurra a
mí y la deje sola, pasando por dolores o problemas “más pedestres” o “menos
importantes”: la muerte de mis gatos o la desaparición, por un error en un
comando, de archivos a los que les he dedicado sudor y lágrimas. En suma, mi
maldita propensión a vivir agobiado por cuestiones que a Cicerón seguramente le
parecerían minucias y fruslerías. Allá él.
439. Cuento
chino, y más que chino chimbo, el del apóstata William Ospina en su última
columna de El Espectador: que dizque no votó por Petro para presidente porque
la promesa de Rodolfo Hernández de acabar con la corrupción lo sedujo más. Trola
que, de tratarse de una ingenuidad por su parte, sola se bastaría para probar
que la suma inteligencia literaria no previene y menos cura la suma estupidez
política. ¡Pero si para nadie es un secreto que la apostasía de Ospina tenía
precio: el Ministerio de Educación en un posible gobierno del santandereano! Lo
que desemboca en otra conclusión: cuando las ambiciones personales están por
medio, no hay militancia que valga. Es más: si Hernández fuera hoy el
presidente y Ospina su ministro (una desgracia semejante a la que hoy padecemos
los que votamos en blanco en la segunda vuelta), ya lo tendríamos disfrazado de
uribista furibundo a la manera de un Carlos Alonso Lucio o un Everth Bustamante
pues ¿no tenemos todos, todas y todes, acaso, la oportunidad de enmendar los
tumbos y desvaríos de nuestras convicciones políticas?
Buen
poeta y mejor prosista, aunque pésimo Homo alalus mendax este ex cófrade de
Londoño y Gamboa en la izquierda de la ira.
440. Cuando
un escritor es -o debiera ser- universal como el grande que nos proporciona la
alegoría siguiente, en sus reflexiones abarca, aun en las supuestamente
perecederas de un periódico o revista, no ya a Herveo y el Tolima, a Palmira y
el Valle del Cauca, a Bogotá y Cundinamarca y ni siquiera a Colombia y la
América Latina sino también a San Sebastián y Guipúzcoa, al País Vasco y
España, a Europa y hasta el último rincón del mundo en el que un lector
despabilado sepa qué hacer con lo que se le ofrenda:
“En mi
manada de lobos, mantenemos la tradición antigua del comportamiento gregario.
No conocemos una opción diferente del conformismo natural. Para practicarlo
necesitamos un líder. Si no, ¿cómo va a ejercer uno de subordinado? Dicho líder
o macho alfa ostenta el cargo en colaboración estrecha con una hembra destacada
entre las de su clase. Ambos equivalen a lo que en el plano humano vendrían a
ser un presidente y una vicepresidenta. El jefe dice: Jamás caminaremos en esta
dirección. Y todos a un tiempo apartamos la mirada del rumbo vedado por el
jefe. El cual, otro día, tras un intercambio de susurros con la hembra
directora, ordena que vayamos hacia donde antes no debíamos ir. Nosotros damos
media vuelta y allá vamos, felices de obedecer.
A los
profanos en materia lobuna, les aclararé que el jefe es ese ejemplar alto y de
buena planta, ¿lo ven?, que está subido a la roca. Suele expresarse con
aullidos vigorosos, es siempre el primero en probar bocado y exhibe a todas
horas (rabo levantado, orejas tiesas) un porte dominante. Los demás, de acuerdo
con nuestra posición jerárquica, mostramos distintos grados de sumisión. Los
hay que permanecen por oficio junto al jefe listos para defenderlo, si hace
falta, a dentelladas. Y los que, a cambio de su benevolencia, se tienden a sus
pies y le presentan la yugular como diciendo: Mátame si quieres, pero si
toleras mi presencia y me proteges te seguiré adondequiera que vayas y te
serviré a ciegas, mandes lo que mandes. Están por último los que, no bien el
jefe ha terminado de aullar, le lamen el hocico. A estos los veréis subir a lo
alto de la colina o arrimarse a la linde del bosque, donde se entregarán a la
sonora tarea de elogiar los principios y justificar las decisiones aulladas por
el macho alfa. En mi manada, a estos lamedores de hocico se les recompensa de
costumbre con los trozos más sabrosos de nuestras presas.”
Una mala
y una buena noticia, seguidas por un par de observaciones. La mala es que las
hordas extremoizquierdosas hoy en el poder en Colombia, Brasil, México, España
y ya se verá si nuevamente en la Argentina, van a tener que postergar el
gustazo de ironizar, valiéndose de esta joya, sobre la situación política de
sus países hasta cuando la extrema derecha de un Miley o de un Abascal las
torne a la oposición. La buena es que los “profanos en materia lobuna”, es
decir los ciudadanos respetables que ocupan el centro del espectro político, ya
mismo pueden servirse de ella para que, asignándoles nombres propios al macho
alfa, a la hembra destacada y a cada una de las categorías en el servilismo que
propone el texto, pongan en evidencia a los fachos o a los mamertos que
detentan el poder en sus países. Se aclara que para la extrema derecha no hubo
mala noticia por la sencilla razón de que entre sus incondicionales no existe
nadie capaz de ironizar o siquiera alguien que haya oído el verbo. A los chinos
y a los rusos capaces de eso y de mucho más se les recomienda, so pena de ser
envenenados, encarcelados y torturados o desaparecidos, que se abstengan.
Adenda:
me escriben un par de lectoras -a la par que amigas: Tola y Maruja, dicen que
se llaman- colombianas quejándose de que miran con intensidad hacia la cúspide
de la roca pero no ven a ningún lobo alto o bien plantado: “A un lobo sí, pero
‘ojibrotado’ y con pinta de resaca”. A los tres, en cambio, nos llegan nítidos
sus aullidos de líder desorientado.
441. Las
razones por las que dejé de ver fútbol -justo ese milagro obran los mejores
relatores (Carlos Alberto Morales, Javier Fernández Franco, Gustavo el Tato
Sanínt…; de los pensionados y muertos memorables no hablo porque no acabo) con
su arte: concederle durante noventa minutos el don de la vista al ciego de
nacimiento y no se diga al devenido- no tienen que ver con ésta, que sin
embargo logra que se afiance mi renuncia:
“…La
idea del VAR, como de todos los avances tecnológicos de nuestros tiempos, es en
el fondo un intento del ser humano de controlar su destino, de imponer la
perfección en un mundo implacablemente imperfecto. De ser Dios. Y no hay
manera. Es más, el daño que está haciendo el VAR al fútbol es como un castigo
divino. Recuerda al caso de Prometeo, el que desafió a los dioses y fue
encadenado a una roca a la que llegaba un águila a comerle el hígado, solo para
que volviera a crecer el día siguiente y se repitiera el horror eternamente.
El VAR
se está comiendo el hígado del fútbol. No solo porque es imposible que
funcione, ya que el fútbol es como la vida y no es perfectible, sino porque nos
está matando el espectáculo y si no hay espectáculo no hay fútbol. La
injusticia ya era inherente al fútbol antes del VAR. Lo imperdonable del VAR es
que nos está arruinando aquello que nos ofrece el fútbol que es único, glorioso
y especial: el momento cuando se marca un gol, el detonante de emociones más
intenso que ofrece la vida, sin excluir el orgasmo que, ya saben, no siempre va
acompañado de la pasión, o del amor.
Ya no.
Con el VAR ya no. Nuestro equipo marca un gol y el grito se queda a medias, un
coitus interruptus. Aunque sea un golazo, un disparo desde fuera del área sin
posibilidad de fuera de juego, la duda nos atraganta…”.
Creo que
todo comenzó en 2002 cuando en Colombia pasamos de un único campeón por año a
dos. Luego, con el restablecimiento de la Copa Colombia, a esos dos torneos
semestrales tan insípidos se les vino a sumar una competición más que nada
salvo cantidad le agregaba al asunto. Así, atrás quedaban los tiempos en que
uno se consumía de ansiedad entre domingo y domingo o entre miércoles y
domingo, rogándole a lo que fuera -Dios, San Barberón, San Bonner Mosquera o
San Funes- que el tiempo corriera para que Millos volviera a jugar. Pero, como
prácticamente todo en este presente que glorifica la sobreabundancia, de la
bendita escasez caímos en el maldito exceso, que en mí mata las ganas.
¿Viajar?, ¡pero si los aeropuertos y playas y desiertos en expansión y glaciares en retracción están hasta las tetas de turistas ‘selfivideicos’! ¿Oír un partido de la selección de Lucho Díaz y James Rodríguez que “batalla” por un cupo en el mundial de 2026?, ¡pero si entre los 48 que pronto serán 70 y luego 100 cabe toda Suramérica, Bolivia incluida! ¿Culiar?, ¡Qué dicha pa mi salchicha, que ya ni recuerda a qué sabe eso tan güeno!