361. A
que no adivinan quién habla aquí: “Abundan los patrones, y yo figuro entre
ellos, que ven con malos ojos muebles placenteros en los lugares de trabajo.
¿La sirvienta quiere descansar? Que se retire a su cuarto. Que en la cocina
todo sea de madera blanca y dura”.
Si usted
es de los que al rompe dijo o se dijo que Clara López Obregón, se equivoca, y
no por una única razón. Primero, porque lo que aquella egregia igualitaria
habría dicho, de puertas para adentro o en medio de un rapto de soberbia,
habría sido: “¿La sirvienta quiere descansar? Que se aguante hasta el domingo
-desde luego que si no tenemos invitados-“ o, en un día en que la bondad haga
de ella presa, “Que se aguante a que termine su jornada”. En segundo lugar
porque jamás se pueden esperar de un político, y menos aún de un(a)
empoderado(a) del buenismo, sinceridades por el estilo de “y yo figuro entre
ellos”, una frase que en cambio sí pronunciarían para adjudicarse una cualidad
colectiva que les sirva para corregir algún desperfecto en la pintura de sus
fachadas.
No, mis
muy estimados amigos: quien aquí habla no es ningún militante de ninguna buena
causa ni representante de nadie salvo de su muy personal persona. En otras
palabras, un individuo en toda regla que dice lo que dice y de ello responde.
Se llama Jacques Moran y a mí me lo presentó mi carnal Molloy, de quien algo
les habré contado.
362. Medioevo
Científico y Tecnológico:
“Este es
un mundo inexplicable que se ha levantado y funciona a cada momento y en cada
aspecto de la vida gracias a las aplicaciones tecnológicas del conocimiento
científico más avanzado, pero en el que cada vez más personas exhiben con
orgullo su recelo o su abierto desprecio a la ciencia. No se fían del consejo
de un médico o de la predicción de un meteorólogo, pero sí de las conjeturas de
una adivina sobre el porvenir escrito en las estrellas, o en las líneas de la
mano, o en las figuras de un mazo de naipes. Lamentamos con razón que el
deterioro de la enseñanza de las humanidades y las ciencias entorpece el
ejercicio de la racionalidad y el espíritu crítico, pero me temo que el
problema más grave no es la ignorancia, sino la predisposición humana a no
mirar las cosas tal como son si esa mirada contradice las creencias o incomoda
la pura poltronería de quien no está dispuesto a saber ni a cambiar.
La razón
es más frágil de lo que parece. La inteligencia no se extiende por igual en
todas direcciones. Vemos en nosotros mismos que podemos ser en unas cosas
lúcidos y juiciosos y en otras romos o desastrosamente impulsivos. Don Quijote
es un hombre sosegado y sensato hasta el momento en el que se le mencionan los
disparates de la caballería andante. Queremos pensar que la superstición y el
fanatismo religioso son propios de personas ignorantes, pero sabemos de científicos
que pasan sin esfuerzo del rigor experimental al rezo del rosario, y de
ingenieros formados en las mejores universidades alemanas que en septiembre de
2001 se inmolaron a sí mismos en el nombre de Dios pilotando dos aviones llenos
de pasajeros contra las Torres Gemelas. El conocimiento, a diferencia de la fe
[…], no puede ser ‘personalizado y cercano’: las constelaciones en el cielo
nocturno no tratan de ti; la Historia, estudiada en serio, no le da a nadie
alegrías patrióticas; cualquiera que prometa el paraíso, o el cumplimiento
inminente de necesidades y deseos, está mintiendo y es peligroso; el talento no
es gratuito ni instantáneo, ni depende de las ganas o de la voluntad, y ni
siquiera está garantizado por el esfuerzo; no basta desear algo para poder
alcanzarlo; no se puede tener todo, entre otras cosas porque, como indicó
Isaiah Berlin, dos fines igualmente deseables y justos pueden a veces ser
incompatibles entre sí.
[…] No
hay extremismo político ni ceguera ideológica ni pasión narcisista individual o
colectiva que estén dispuestos a aceptar los límites que la realidad, las leyes
naturales y el sentido común imponen a su delirio. Teóricos universitarios de
gran sofisticación y presunto progresismo aseguran que no existen hechos ni
datos objetivos, sino tan solo figuraciones variables, ‘constructos
culturales’, por usar la jerga depravada en la que trafican. […] El enemigo
último y verdadero de la ciencia son los poderes económicos, perfectamente
adiestrados en el saber científico y en el dominio de la tecnología, que
compran conciencias, financian campañas, corrompen a dirigentes políticos y
siembran la ignorancia para seguir multiplicando beneficios inmensos a costa de
volver inhabitable este mundo” (Antonio Muñoz Molina).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda
apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar
sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus
implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
363. Qué
curioso: que el hombre con que vive Leila Guerriero más que Leila Guerriero sea
quien, gracias a lo que Leila Guerriero escribe de él, se me haya metido muy
dentro del corazón. ¿Qué porcentaje de la humanidad siente y piensa como él y,
como él, vive de conformidad con lo que siente y piensa? Larga vida para este
hombre que, con un puñado de otros Quijotes que no se conocen entre sí,
intentan salvar el mundo y nos redimen al resto de nuestra inoperancia.
364. Buena
falta le hace al periodismo colombiano una Eliane Brum que desenmascare, con la
independencia que otorga el no fungir de militante, el ecologismo de relumbrón
de Gustavo Petro. Quien, como Lula y Helder Barbalho, pontifica en el exterior
sobre la mala salud y el no futuro del planeta mientras que de puertas para
adentro se compra el favor de los taxistas y los motociclistas con subsidios al
combustible y exoneración de peajes, hace como sus antecesores la vista gorda
ante los asesinatos sistemáticos de ambientalistas y ecologistas auténticos,
ninguna medida de relevancia toma frente a la deforestación imparable de la
selva amazónica y el destrozo del Darién y sus alrededores, ni se baja del
avión presidencial que lo pasea de foro en foro, donde aspaventea y le grita al
mundo, el muy tartufo, que se nos acorta la estadía en el planeta sin que los
poderosos hagan nada para evitar la catástrofe. Que el homúnculo se crea que
cumple con su deber poco importa: importa, y mucho, que quienes de verdad
luchan para atajar lo inevitable -lo deseable- se dejen engañar como párvulos y
se sientan representados por estos tres farsantes y otros por el estilo.
365. En
cambio, entre los escritores de prestigio que escriben en la prensa colombiana
y en cierta prensa extranjera, sí hay los que, con la contundencia y la
claridad de un Antonio Muñoz Molina en ‘Pestilencia del crimen’, denuncian en
sus columnas y artículos precisamente eso, provenga de donde provenga el hedor.
Y no son William Ospina ni Santiago Gamboa ni Julio César Londoño, caso de que
en ellos esté pensando. Son, entre otros que seguramente se me escapan: Juan
Esteban Constaín, Eduardo Escobar, Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett,
Melba Escobar, Daniel Samper Ospina, Carlos Granés y Juan Gabriel Vásquez.
366. Leer
la Bogotá de hoy -la de Claudia López y sus antecesores de la izquierda, más
ineptos que ella que lo es tanto- a la luz de la teoría de las ventanas rotas
es comprobar que lo planteado en su momento por Wilson y Kelling jamás va a
perder vigencia. Ya no sabe uno si la ciudad que gobernaron Mockus y Peñalosa
en su primera alcaldía existió o si todo se trata de un amable pseudorrecuerdo
mío. Hay días en que, caminando por entre tanta basura, tentado me veo de parar
a tres o cuatro turistas-langosta que tan a gusto se ven por el centro para
preguntarles qué placer derivan de visitar un sitio con este grado de sordidez
auditiva, olfativa, táctil pero ante todo visual que, curiosamente, poco parece
incomodar a los videntes de que en ocasiones me acompaño.
367.
Razones para la misantropía:
“…La
sociedad siempre parece tener clarísima la actitud que deben mantener las
víctimas. Es decir, cuando te sucede algo muy malo, no sólo has de pechar con
ello, sino que además estás obligado a hacerlo con el decoro debido.
Representando tu papel, vaya. A quien padece un cáncer le dicen: ¡optimismo,
optimismo, pensamiento positivo, alegría constante que así es como se vence la
enfermedad! Con lo cual no solo no le permiten al enfermo experimentar sus
naturales e inevitables bajones, sus lágrimas y sus miedos, sino que además lo
culpabilizan de los posibles empeoramientos: es que no te esforzaste, no te
reíste lo suficiente.
A los
viudos (yo lo soy), les piden, les ordenan que lloren en el primer momento de
la viudez, en el tanatorio, en el cementerio, que es justo cuando, agotada por
la agonía cercana, no tienes ni lágrimas. ¡Pero llora, llora, tú llora, no te
preocupes, llora!, jalean. Ahora bien: un par de semanas después, que es cuando
estás empezando a encontrar el camino a tu duelo y tu llanto, todos vuelven a
saber divinamente lo que tienes que hacer: ¡No llores más! ¡Basta de tristeza!
¡Sal, vete al cine, anímate!
[…] En
fin, por eso hay personas que piden limosna en la calle hincados de rodillas.
Siempre he detestado ese exceso dramático, pero en realidad responden a lo que
cierta sociedad demanda de ellos: se representan de pobres.
En su
libro La sombra de Naipaul, Paul Theroux cita las bellísimas palabras que le
dijo una mujer de 97 años: ‘La pena es pura y es sagrada’. Qué sabio y qué
exacto. Los humanos no sabemos qué hacer con la pena; ni siquiera con la
propia, y desde luego somos catastróficos con la de los demás. Nos asusta el
dolor, lo rechazamos, nos ponemos moralistas, juzgadores, incluso linchadores.
Cuando habría que hacer justo lo contrario: ser empáticos de verdad y respetar
lo sagrado de la pena, es decir, el derecho que tiene cada cual a intentar
sobrellevar su sufrimiento como puede.”
Será por
todo esto que tan bien describes, Rosita entrañable, que tras experimentar las
cada una a su manera dolorosas muertes de mi padre, mi mejor amigo, mi hija, mi
pareja y mi hermana, me declaro alérgico a las puestas en escena en que los
comparsas que poco o nada tienen que ver con el muerto y sus deudos, aunque no en
pocas ocasiones también los deudos, convierten los velorios y los entierros, en
los que tasan el amor que a cada cual lo vinculó al difunto a partir de los
chorros de lágrimas acompañados de hipidos de moribundo o de la ausencia de una
cosa y la otra, sin que sepan o les importe si las lágrimas y los lamentos
responden al dolor genuino de la pérdida o a un remordimiento que empieza a
cavar hondo en una conciencia que acusa. Como yo soy de los segundos, bien
porque antes de aquello ya he llorado hasta la xeroftalmia o bien porque sé que
el dolor represado se va a desmadrar en la próxima borrachera, siempre salgo
mal librado en el pesaje y por tanto con fama de indolente. ¿No te parece que
es como para vomitar sobre aquella generosísima porción de la especie?
368.
Cómo así: entonces Uribe saca pecho y se arroga, entre otros también notables,
el éxito de las muertes de Jojoy y Reyes pero se desvincula, el muy granuja, de
los miles de asesinatos de inermes que el mismo ejército bajo su mando perpetró
entre 2003 y 2008? Qué asco de hijo de puta.
369. Se
pregunta Cecilia Orozco Tascón -quien va camino de convertirse en la Vicky
Dávila del petrismo- en su última columna: “Militares de las capuchas, ¿a quién
obedecen?”; y con su venia yo utilizo la pregunta para averiguar algo que en
absoluto la inquieta a ella pues, como yo, conoce de sobra la respuesta:
“Encapuchados de la ‘primera línea’, ¿a quién obedecen?”.
370. Que
Tola y Maruja eleven a Petro -con su deliciosa mamadera de gallo y sin ninguna
ingenuidad- a poeta en su última columna, vaya y venga. ¡Pero que Piedad
Bonnett se atreva a esta equiparación en la suya y sin la más mínima traza de
ironía en lo que dice, es como para renegar del gremio… y del oficio!: “A Petro,
como a don Quijote, lo impulsan grandes ideales y deseos de cambiar el mundo,
pero su discurso, muy elocuente -como el del sublime loco cervantino- no solo
cae tiro tras tiro en abstractas vaguedades, sino en ligerezas, confusiones e
ingenuidades”. ¿No es, maestro Savater, como para clamar la sordera ante el
tamaño del exabrupto?
O tal
vez sea que Piedad se esté haciendo eco -y yo no me dé por enterado- de un
apunte agudo que estuvo en boga y según el cual “en Colombia, el que no es
poeta es hijuepueta”. Y Petro, el más grande de todos. ¿La prueba? Esto que
lambeculos y desahuciados por la literatura llamaron en su día ‘verso’ pero que
a mí me sonó más bien a la alucinación ulterior de una ‘traba’ o, si prefieren,
de una ‘rascatraba’: “Expandir el virus de la vida por las estrellas del
universo”.
371.
Imposibilitado para juzgar por mí mismo, me veo en la disyuntiva estética y
ética de si creerle al Londoño de ‘Botero, ¿genio o inflación?’ su crítica acre
pero rebajada con una dosis alta de condescendencia, o al Constaín de ‘Los
libros y la vida’ sus elogios al artista antioqueño fallecido recientemente. Lo
único que sé sin ningún género de duda es que si Botero hubiera sido, antes que
pintor y escultor, un aguerrido de la izquierda de la ira, Londoño lo habría
emparamado de admiración.
372. Y
estando yo en medio de aquel dilema me agarra por el brazo Eduardo Escobar y me
zarandea con un artículo que tituló ‘Culebreros mayores’, un texto que, a
diferencia de los otros dos, rehúye las generalidades y se planta en tres o
cuatro singularidades muy bien descritas que me permitieron visualizar, a vuelo
de pájaro, algo de la obra de un colombiano universal de dos que en el mundo
han sido.
373. La
fórmula es muy sencilla: no es sino que reemplacen español por colombiano y
española por colombiana y listo: “…La envidia es el dolor o enojo que produce
el bien ajeno, un vicio, según parece, genuinamente español. Aunque, bien
mirado, lo nuestro no es la envidia, que algunas veces puede provocar una sana
emulación, sino el resentimiento, una de sus facetas más tenebrosas, que
consiste en alegrarse del mal ajeno. Este país viene de una larga pobreza y de
un secular rencor en su lucha a muerte por una miserable sardina, que hoy se
traduce en el resentimiento y en el cabreo político. […] Así es el alma
española puesta a secar como un sucio calzón en un tendedero”.
Me temo,
Manolazo, que le van a llover las demandas por eso que ahora llaman -o a mí me
suena reciente- ‘denominación de origen’. Me cuenta si algo: en esta familia
los leguleyos se dan silvestres en tanto que no existe todo lo demás… todo lo
importante: veterinarios, políticos -por aquello de las influencias-, médicos,
empresarios -por aquello de los puestos-, científicos con alma y músicos
versátiles; ante todo, pianistas, guitarristas y percusionistas.
374. Yo,
que lejos estoy de ser un empleador y ya ni siquiera soy empleado suscribo
completa, estimado Thierry, esta columna suya que tituló ‘Empresarios,
avíspense’: a mí también me agobia lo que puede ocasionar el malquistamiento
sectario de Petro y del petrismo con el sector privado, universidades
incluidas. A propósito: ¿qué estarán pensando, y ojalá debatiendo, tantos
muchachos entusiastas y profesores afines o incondicionales de la izquierda que
hicieron campaña y votaron por Petro en las pasadas elecciones ante la
“andanada de ataques estúpidos, hipócritas y fariseos” que sufren sus
instituciones a manos del autodenominado ‘gobierno del cambio’? Triste pero
previsible sería saber que nada, al igual que todos esos empresarios y colegas de
Ways, que callan por cobardía y en la esperanza de que su silencio los torne
incorpóreos frente a la inquina de unos resentidos que -pregúntenselo a los
venezolanos- no se andan con maricadas.
375.
Medioevo Científico y Tecnológico:
“…Quizá
no sea más que el miedo atávico a lo desconocido que nos viene puesto de serie
desde la noche de los tiempos, cuando éramos ratas huyendo de las fauces de los
tiranosaurios.
Sea como
fuere, el caso es que nos estamos viendo arrastrados a una nueva trifulca sobre
el cliché de los sabios locos y los límites del conocimiento. Unos científicos
cultivan un riñón humano rudimentario en embriones de cerdo, lo que suscita el
temor de que algunas células humanas migren al cerebro del animal y generen un
monstruo quimérico. Otros investigadores crean un ratón que lleva en su cerebro
100.000 neuronas humanas, lo que casi convierte el temor anterior en una
fruslería. La inteligencia artificial inventa un Fary que habla en inglés y un
nuevo género de porno infantil en Almendralejo. Todo esto produce la impresión
de que la ciencia y la tecnología son un peligro gratuito, y suscita de
inmediato el tic favorito de amplias capas de la población, que es prohibirlo
todo. Sería un error garrafal.
Los
biólogos no están construyendo quimeras de cerdo y humano para manufacturar
monstruos, sino para generar órganos que algún día sirvan para trasplantes. Las
100.000 neuronas humanas insertadas en un ratón quieren servirnos para entender
el alzhéimer, y sabe Dios que lo necesitamos desesperadamente. El softman
(hombre blandengue) del Fary suena igual de ridículo en inglés que en el
español original. Y quienes utilizan la IA para desnudar a sus compañeras de
clase son larvas de delincuentes a las que solo una educación lúcida podrá
salvar de la cárcel cuando sean mayores de edad.
[…] Prohibirlo
todo no es una opción, porque causaría más daño del que se pretende evitar.
Necesitamos un análisis inteligente que aparque en casa los calentones
emocionales” (Javier Sampedro).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- la
realidad descrita en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz al menos con el planeta-, si bien científica y tecnológica, que anda
apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar
sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus
implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
376. Lo
reconoce el educador que quise ser: antes que conseguir, primero, que se
aquerenciaran con la literatura para, luego, asistir ojalá a su enviciamiento
sin retorno, dediqué, si cabe, más empeño a, por un lado, vencer la apatía
política de los estudiantes que callaban cuando los alienados de la extrema
izquierda repetían, ahora en clase, los escupitajos ideológicos que oían en las
asambleas estudiantiles y, por otro, a intentar morigerar, mediante la lectura
y los debates que de ella se suscitaban, las pulsiones extemporáneas de
revolución de los anacrónicos. Como lo primero produjo magros resultados y lo
restante aun peores, aquí me tiene, estimado Martín, pensionado a los 49 años y
sin pisar un aula “real” hace lo menos cuatro, leyéndolo a usted y a los demás
del cenáculo, y en el fondo nostálgico de no poder compartir con todos esos
muchachos reflexiones como ésta, que de procesarlas como es debido los harían
tan sabios: “…Las sociedades, en general, no se hacen cargo de lo que hacen:
pocos ejemplos más burdos, más brutos que su relación con los políticos que
encumbran. Como si les llovieran, como si fueran conquistadores en sus caballos
de madera. Porque lo importante es poder echar culpas. Nosotros somos los
buenos, ellos los perversos. En épocas más cristianas, lo mismo decían los
curas del famoso Diablo: todo estaba bien, pero el Malo solía meter la cola y
arruinarlo. La gran diferencia es que estos Malos no estarían ahí si no los
eligiéramos. Su única razón somos nosotros -por presencia o ausencia, acción u
omisión. Así que los políticos, nuestros representantes, se convirtieron en una
raza -una ‘casta’- odiosa y odiada. […] Entonces los pensamos -por qué será-
como personas que usan el pretexto del bien común para conseguir su propio
bien, saciar sus apetitos de famas o dineros, encontrar la mejor forma de
engañarnos. El desprestigio les sirve: gracias a él nos distanciaron de la
política, se la quedaron ellos. Es un recurso cruel, muy eficaz, tan cerca del
suicidio: nos convencieron de que la política es eso -tedioso, retorcido, un
poco hediondo- que hacen los políticos. Y es tanto más. La política es, para
empezar, la única forma conocida de mejorar nuestras vidas, nuestras
relaciones, nuestro modo de estar en el mundo. Pero, para eso, tenemos que
creer que no es esas reyertas y querellas, barullos y chanchullos que ellos
montan en sus despachos y sus restaurantes. Que la política debería ser
reunirse y organizarse para conseguir cosas, desde una buena sanidad hasta la
posibilidad de gobernarnos entre todos o aumentar la frecuencia del tren, desde
una justicia justa y útil hasta la creación de un parque o el fin de los grandes
privilegios. Recordar que la política es mucho más que eso que hacen los
políticos, recuperarla, es la única esperanza de salvarnos. O de empezar, al
menos, a intentarlo” (tan sensato y cierto lo que usted dice, amigo Caparrós,
pero pienso en Uribe y Petro acá, en los Kirchner y Milei allá, y mejor paso a
otra cosa).
377.
Entre las hipocresías del género, dos de las que se me antoja hablar hoy. La de
las mujeres bellas o voluptuosas o bellas y voluptuosas que, conscientes de lo
que las dotaron azar y naturaleza, lo magnifican con el maquillaje y la ropa
indicados -mi abuelita tacharía una cosa y la otra de indecentes- para captarse
más miradas de envidia o deseo pero lo niegan y dicen que detestan que las
importunen los mirones de ambos sexos pues, según ellas, ¡nada como pasar
inadvertidas! Y la de los famosos semicultos, ignorantes supinos o cultos muy
cultos como el que a continuación se dirige, de rebote, a ustedes y al que yo,
admirándolo como lo admiro -tampoco con los que admiro y quiero me lo permito-,
no le habría pedido nunca una dedicatoria de libro o una foto: “El drama de
quienes no nos quieren es mucho más grave que el nuestro, pues tienen que
sentarse a escribir novelas mejores que las nuestras, y ahí se les jode todo.
Yo, por mi parte, estoy hasta los cojones de Gabriel García Márquez, de
lectores noveleros, de admiradores idiotas, de periodistas imbéciles, de amigos
improvisados, y ya me cansé de ser simpático y estoy aprendiendo muy bien el
noble arte de mandar a la gente a la mierda” (y le faltaban, ¡imagínense!,
catorce años para cubrirse de merecida gloria).
¿Que a
los ilustres famosos que se propusieron serlo y a los mujerones o pibones que
muy felices se sienten de su situación les incomodan los gajes de la fama o los
requiebros y requerimientos de los deslumbrados? Sencillo: que los unos emulen
a Pynchon y a Salinger y las otras imiten a doña Catalina de Erauso, y asunto
arreglado.
378.
Venga y le digo una cosa, Lelo: ese porcentaje, ese 24% del total de sacerdotes
católicos que si mal no le capté son los maricas ordenados de la iglesia, a mí
me parece que se queda demasiado corto. ¿No será más bien que ustedes, quiero
decir los homosexuales, son el 76% y el resto los heterosexuales? Ahora: que si
de números se trata, tocaría saber con toda exactitud cuántos maricas y
pederastas y bisexuales con vocación entran en el sacerdocio impelidos por el
horror de sus realidades pulsionales y con la esperanza de salvarse a sí mismos
salvando a otros y cuántos, ya no sólo maricas o pederastas o bisexuales sino
heterosexuales pederastas o heterosexuales a secas se matriculan relamiéndose
por anticipado los bigotes de saber lo que los espera: púberes y adolescentes
de colegios religiosos masculinos, Lolitas púberes y provocativas adolescentes
de colegios religiosos femeninos, grupos juveniles, niños que se preparan para
la primera comunión y la confirmación, maridos y esposas en busca de consuelo,
especímenes de ambos sexos que tienen la sotana -como yo las jardineras- por
fetiche y en fin: la lista es larga y muchas las especificidades. Revise sus
datos y conversamos.
379. Medioevo
Científico y Tecnológico:
“Hace
unos años, por ejemplo, los medios destinaban un discreto rincón a los
horóscopos, donde los profetas de bolsillo (a veces un redactor sin oficio o un
amigo desempleado del jefe de redacción) auguraban el futuro en términos vagos
e inocuos. Ahora algunos reservan grandes espacios a estos pasatiempos y
brindan a los astrólogos un tratamiento digno de físicos nucleares o filósofos
griegos.
Las
conjeturas planetarias de los pitonisos ocupan enormes titulares e invaden ya
terrenos de la política y la economía.
[…] Las
solemnes obviedades de los astrólogos serían solo un chiste sino constituyeran
ingrediente cotidiano de una gran humareda que favorece el misterio, consolida
el oscurantismo, debilita los resortes del sentido racional y margina el
pensamiento crítico, único recurso que nos impide comulgar con llantas de
tractor. Añadan a esa tiniebla las mentiras que circulan por internet, las
creencias seudocientíficas, los intereses comerciales, las falsedades de las
religiones y la antropología engañosa, y atisbarán el nivel de ignorancia que
nos rodea.
(Confieso
que desconfío de ciertos ritos religiosos tribales que parecen más destinados
al turismo que a la exaltación de los ancestros y que resultan tan ineficaces
como recetar contra el covid la devoción por la Virgen de Chiquinquirá).
El
cúmulo de desinformación, embustes e intereses depositados en la mentira
conspira contra el futuro inmediato y lejano del planeta. El reciente desborde
de los elementos naturales (incendios arrasadores, inundaciones que dejan miles
de muertos […], sunamis, huracanes, cosechas agostadas o aguadas, caravanas
hambrientas, súbitas gotas frías) demuestra que acertaban los científicos al
anunciar desde hace años el apocalipsis de la naturaleza.
Y como
el número de los imbéciles es infinito, en vez de rectificar su carrera hacia
el abismo, muchos líderes políticos optan por atacar la ciencia…” (Daniel
Samper Pizano).
Salta
pues a la vista que vivimos tiempos de gran confusión y caos -los
contradictores vocacionales dirán que todos lo han sido-, empeorados por el
hecho de que en cada persona conectada desde sus dispositivos a la red hay un
potencial propalador de infundios y desinformación, y de ahí el creciente
bullicio y la imparable pugnacidad que nadie sabe cómo gestionar. Ese
desconocimiento sin solución a la vista, así como -entre muchas otras- las
realidades descritas en la cita, son lo que me lleva a afirmar aquí que
discurrimos por una Segunda Edad Media -con el perdón del prístino Medioevo,
tan en paz al menos con el planeta- si bien científica y tecnológica, que anda
apenas por sus albores. Al rigor de los historiadores corresponde determinar
sus orígenes y estudiar a fondo, transcurrido el tiempo que haya menester, sus
implicaciones y pormenores. Que ya aterran.
380.
Entre las hipocresías del género, una que me revuelve el estómago: la del
dualismo de nuevo cuño Sur Global (víctima) Norte Global (victimario). Como si
por estos lares que hasta ayer nomás llamábamos Tercer Mundo anduviéramos desde
siempre en taparrabos y no supiéramos qué son los combustibles fósiles, el
plástico, el mercurio y demás venenos con que se extrae el oro; los carros y
los aviones, la ropa hiperbarata, los celulares y los computadores, las motos
acuáticas y las motocicletas, el internet y las redes sociales. ¿Que existe la
proporcionalidad en el destrozo del planeta? Como en todo crimen transnacional.
Ah, pero
por otro lado, que no se pierda de vista que la basura tangible que dizque el
Sur Global no produce la compensa, y con creces, con la bazofia política que
explota la marca: Petro y el petrismo, Cabello y Maduro, Evo y el MAS, López
Obrador, Ortega y Murillo, la esclerótica dictadura cubana, la Kirchner y el
peronismo, Lula y el PT y de ahí hacia arriba hasta llegar a los de veras
importantes por peligrosos: Xi y su dictadura neoliberalsocialista, Kim
Jong-un, la caverna islámica de donde sea, Putin y Lukashenko… Es decir, la
última y más malcarada versión del Eje del Mal. Lástima que la geografía no
tenga el poder ilusorio del lenguaje porque si no, con la velocidad y la
eficacia con que gracias a él acaba de desaparecer el Tercer Mundo, podríamos
traer de Oriente lo valioso y decente que tiene -Japón, Corea del Sur, Taiwán,
Hong Kong…- y barrer hacia allá toda la inmundicia de Occidente y hasta el
último de sus electores.
381. Me
preguntó un estudiante -espécimen en vías de extinción-, a propósito de un
cuento que leíamos en clase, qué significaba la expresión “ser un caradura”.
Aproveché que la soflama presidencial del martes, 3 de octubre de 2023 en la
plaza de Bolívar estaba por empezar y prendí el televisor del aula, al tiempo
que le daba a la muchachada las indicaciones de lo que debía hacer mientras
durara el trance. Concluido aquello, apagué el aparato y le pregunté al
preguntador si ahora sí le quedaba claro. Como su duda y el mutismo de los
demás persistían, les pregunté qué padres y madres colombianos que por culpa de
la violencia hubieran perdido a uno o a varios hijos se estarían sintiendo en
esos momentos indignados tras escuchar al presidente. Por fin, una indecisa
pidió la palabra para decir que no sólo las madres y los padres sino los
familiares y los amigos de las víctimas de las guerrillas. Pensé dejarlo ahí
pero sentí que era mi responsabilidad ampliarles un poco el panorama
diciéndoles que así como el homúnculo jamás mencionó los horrores que él y demás
(¿ex?) terroristas perpetraron en nombre de su lucha infame, tampoco hizo la
menor alusión a los de sus correligionarios en tantas partes y momentos:
franquismo y nazismo hasta en la sopa y completa obliteración del estalinismo y
el castrismo, verbigracia. De tarea, los puse a contar las veces en que el
(¿ex?) chusmero pronunció la palabra ‘verdat’ en esta última versión de su
discurso del odio. Y me desperté, con una certidumbre desasosegadora
enseñoreándose de todo: si Colombia vuelve a experimentar -tal vez ya mismo
esté ocurriendo- un nuevo paroxismo de la guerra cainita que a trechos pierde
reciedumbre -sólo eso-, gran parte de la culpa habrá que endilgársela a este
individuo de verbo irresponsable al lado del cual Uribe, el incendiario propiciador
de los ‘falsos positivos’, parece hoy el más sensato y pacífico de los
políticos. Y por supuesto que también a los jaleadores y votantes de uno -de
los unos- y de otro -de los otros-.
382. ¿Te
parece si te cito y, a renglón seguido, te parafraseo?: “Pero dentro de mi
cabeza hay siempre una voz que dice ‘¡Sáquenme de aquí!’, y otra que dice lo
contrario: ‘Quiero que esto dure para siempre’. […] ¿Dejar de pensar? ¿Existe
un horror más grande que ese? Porque hay que estar loco para obtener lo que se
desea. Porque lo que más se desea -en mi caso, cesar- es lo que más nos
espanta”.
Dentro
de mi cabeza hay siempre una voz que dice “¡Sáquenme de aquí!”, y esa misma,
que apremia: “¿Pero es que acaso esto va a durar para siempre?”. […] ¿Dejar de
pensar? ¿Existe un prodigio más grande que ese cuando es la muerte la que lo
propicia y un horror peor cuando lo que ocasiona el caos del deterioro es un
ictus hemorrágico, o una desgracia por el estilo? Y hay que estar loco o ser
demasiado cobarde para no hacer lo que se desea. Y lo que más se desea -en mi
caso, cesar- es, de entre mis fijaciones, la que con mayor virulencia me apremia.
383. A
que no adivinan a quién, hablando de la Ucrania invadida y asolada por los que
ya sabemos, se le disparó del albañal que tiene por boca esta miseria del
corazón: “Ese país está plagado de minas y ya no se puede ni pisar. Se le
reventaron las cosechas. Una corrupción rampante hace que esté tambaleando ya
Zelenski, que fue el héroe que promovieron los Estados Unidos”.
Si usted
es de los que al rompe dijo o se dijo que William Ospina, o Santiago Gamboa, o
Julio César Londoño, o Wilson Sáenz, pues piensa que una mezquindad de tal
magnitud sólo cabe en un corazón masculino, se equivoca porque quien así siente
es una mujer. ¿No adivinan quién? Les doy una pista: no es ninguna de las
fulanas que comparten lecho y crímenes con los tiranos (y sus remedos) del Sur
Global; tampoco ninguna votante incondicional de Trump, Bolsonaro o Bukele.
¿Que Clara López Obregón? Como diría Javier Fernández Franco, ¡qué palazo!
Para no
alargar la cuestión innecesariamente, les cuento que de Jacinda Ardern, quien
en materia de ética y moral se halla a una distancia sideral de la citada,
aprendí el poder -simbólico en este caso- que entraña sepultar bajo toneladas
de anonimato las identidades de los malditos. Pronuncien ustedes, si les place,
su nombre infame.
384. Les
propongo a mis colegas y a todos sus estudiantes que dejemos de pensar en
reformas educativas inocuas en el mejor de los casos y en el peor perjudiciales,
y hagamos algo tan sencillo como eficaz. Escuchemos, cada quien con sus alumnos
y ojalá en la intimidad del aula, cada nueva alocución presidencial de Petro y
contrarrestemos su ensalada de mentiras completas, verdades a medias, sesgos de
confirmación, subjetividades, inexactitudes de todo tipo, silencios cómplices,
acusaciones temerarias y, antes que nada, desvaríos seudocientíficos leyendo a
continuación reflexiones argumentadas de fuentes de probada autoridad, como
ésta que les traigo a manera de ejemplo:
“…Después
del origen, que es especulativo, vinieron miles de millones de años de
mantenimiento de la vida en la Tierra, con el Sol como fuente de energía. Se
desarrollaron algas y plantas con maravillosas antenas que captan la energía de
la luz y la transfieren a enlaces químicoxs. Surgieron otros seres vivos, no
capaces de captar directamente la energía solar, pero que lo hacían
indirectamente comiéndose las plantas, y los unos a los otros.
Gran
parte de esa energía solar se guardó en inmensos bosques enterrados en el
subsuelo y que con el tiempo se transformaron en fósiles: carbón, petróleo y
gas. Los humanos, que surgimos muy recientemente en la larga cadena evolutiva,
sobrevivimos unos 300.000 años, duramente, obteniendo energía de la caza, la
pesca y la colección de frutas y raíces. Los últimos años aprendimos a usar la
energía contenida en la madera y en algunos de esos fósiles, y mucho más
recientemente esa energía le permitió a la especie desarrollarse de una manera
que no tiene precedentes en la historia de la Tierra.
Es muy
claro que esta humanidad, tan creativa, solo podrá continuar existiendo si
logra diseñar una forma inteligente de aprovechar la energía que llega del Sol,
la que está acumulada acá y la que pueda producir por medios sofisticados que
se invente. Usar energía no es un crimen, es la condición sine qua non para vivir”
(llegados a este punto, hagan que los muchachos reparen en el mensaje digamos
velado pero con destinatario corpóreo -aunque carente de orejas- con que el
científico concluye su reflexión): “Si queremos ser ‘potencia mundial de la
vida’, tenemos que ser también ‘potencia mundial de la energía’. Vida sin
energía es una contradicción en los términos.”
Si a mis
cuarenta y nueve años de edad yo aprendí lo que aprendí de este mero artículo
-toda una cátedra magistral para legos vergonzantes en ciencia, como quien
habla-, ¿se imaginan ustedes lo que pueden aprender sobre éste y otros asuntos
nuestros estudiantes, aparte de muchas enseñanzas impagables que de un
ejercicio de contraste como el que propongo se desprenden: el esfuerzo que conllevan
debatir y argumentar frente a la simple especulación, el pensamiento crítico y
científico frente al mágico, el fatalismo o el optimismo a ultranza del
desinformado frente a las propuestas de solución viables y fundadas de los
expertos y sigan ustedes?
Definitivamente,
hay que ser muy ingenuo o muy fanático militante para creer que del cerebro
sectario y tórrido de un gobernante cuyos ministros y bancada en el Congreso,
que en lo fundamental se le asemejan bastante, puede surgir nada objetivo y de
valía, y menos la reforma educativa que Colombia necesita. Empezando por la
puntualidad en el cumplimiento de los deberes de que se trate, el apego a la
realidad y el respeto por las formas que imponen su cargo y la diplomacia,
valores que para él no son otra cosa que zalamerías de señoritos.
385. ¿Qué
se le agrega a la completitud?: “Tal vez los seres humanos somos un solo animal
multicolor que un día tiembla de miedo de ser nada y otro se entrega a hinchar
el orgullo”.
¿Cree
usted, hermano, que además de los argentinos existan sociedades en las que los
dos complejos se alternen y se disputen el cetro, sin solución de continuidad?
Por personas no le pregunto porque muy bien me conozco.
386. Dice
Shakespeare que “aquello que llamamos rosa olería igual de dulce si tuviera
otro nombre”, y yo, que soy un esclavo de lo que me suena eufónico, me lo quedo
pensando detenidamente. ¿Por qué la misma mujer que me gusta o me fascina
pierde atractivo si en lugar de llamarse Daniela o Viviana o Juanita o Mafe o
Mapi o Majo se llama Teresa o Julia o Miriam o Lupe o Vero o Beti? ¿Y por qué
los nombres Jenny y Jeimy y Gina y Gineth me saben a sexo sucio y delicioso a
diferencia por ejemplo de Paula y Sofía y Carla y Sara, que evocan el amor
bonito y un poco soso que se hace con la novia? O en terrenos menos espinosos,
¿por qué a alguien como yo que no he visto a ninguno, el bellísimo sustantivo
libélula lo hace fantasear con una criatura más hermosa que el colibrí, que sé
que la supera? ¿Y por qué, si se me concediera cumplir uno de dos sueños que
aún conservo, establecería el siguiente orden de prelación en mi anhelo de
conocer fieras por medio del tacto y el olfato: leopardo, jaguar, guepardo,
león, pantera y tigre si, total, daría lo que tengo y más por sentir a los seis
en el orden que sea? De modo que no: no logro coincidir con el genio pese a ser
del todo cierto lo que afirma.
387. ¿Que
los humanos “siempre se levantarán en contra de la esclavitud; nunca dejarán
que los traten como hormigas obreras” afirma usted, maestro? ¿Y yo cómo le hago
para explicarle a un grupo ficticio de estudiantes la mar de inteligentes y
contestatarios, aparte de bien informados que, no bien leyeron este colofón de
capítulo, pidieron con ansiedad la palabra para recordarme a los chinos, los
norcoreanos, los saudíes, los sirios, los rusos, los bielorrusos, los cubanos,
los nicaragüenses y los venezolanos que hoy viven sometidos y postrados ante
quienes los gobiernan con más, o menos, mano de hierro pese a constituir ellos la
mayoría? Menos mal me acordé a tiempo de Zelenski, los ucranios de bien y los
gobiernos que les ayudan en su lucha a muerte contra los fascistas que los
invaden y los bellacos (¿les suena una tal Laura Restrepo?) que abierta o
solapadamente celebran al invasor porque le cuento que la muchachada me tenía
ya contra las cuerdas.
388. Se
me ocurre que si se les preguntara a los indicados cuál es para ellos, de entre
las artes, el arte por excelencia, respuestas habría de muchas clases y
tenores. Pero mucho me temo que muy pocos dirían lo que yo afirmo y sostengo
tras leer esta perla suya, capaz de un prodigio que ni la ciencia más avanzada:
“En términos comparativos: si una célula humana (de entre billones), una ameba
solitaria o un alga fueran el equivalente de una pequeña ciudad, una bacteria o
arquea serían del tamaño de un campo de fútbol y un virus del tamaño de un
balón”. Y lo que yo afirmo y sostengo gracias a Wilson es que la enseñanza es
el arte por excelencia. ¿Habrían sido, les pregunto, Cervantes, Beethoven, Rodin,
Shakespeare, Mapplethorpe, Leonardo o aun Messi con todo y su genialidad los
genios que fueron al margen de la enseñanza que recibieron?
Cuando
un educador logra que se obre un milagro -por ejemplo, el de que un ciego de
nacimiento consiga visualizar lo que ni siquiera el ojo humano al desnudo
puede-, es porque a la persona que instruye cualquier sustantivo distinto de
artista le queda debiendo.
389. En
todo negacionista de la crisis climática y ambiental del planeta reside, sin
que importe si se trata de un Trump o de un Savater, un ingenuo a fin de
cuentas que confunde a los de su especie con extremófilos.
390. Creo
que fue en un taller literario, cuando cursaba la maestría en la Javeriana,
donde aprendí de un profesor de grata recordación el adjetivo “holístico”, con
cuyo significado me peleé como con la frase-entelequia “defensor de los
derechos humanos”. Y, escéptico, lo puse en remojo a la espera de que algún día
una serendipia o la buena suerte me permitiera rescatarlo de allí para usarlo
sin cargos de conciencia. Y el momento llegó: lean, para que comprendan a qué
me refiero, el décimo capítulo de ‘El sentido de la existencia humana’. Claro
que si hacen no más eso y no leen y releen el libro completo, se van a quedar
sin participar del parto extraordinario de una inteligencia humana y holística
como pocas conozco.
391. Si
-como escribió un amigo el otro día- “cualquier generalización es una gran
injusticia” puesto que “la vida está hecha exclusivamente de detalles
particulares”, la que desarrolla Santiago Gamboa en un artículo de El
Espectador que tituló ‘Ser millonarios’ es, amén de injusta, …: ojéenla para
que la adjetiven, que a mí me da jartera. Lo que sí quiero decir es que este
pobre man, tan leído y viajado según dice que es, malgastó gasolina y pasó
páginas en vano y la prueba son su sectarismo político y la ramplonería de no
pocas de sus opiniones. ¿Leerle una novela? ¡Prefiero un guayabo, y de los con
tusa culpable!
392. Me
ocurrió, hace unos años en una época en la que andaba leyendo la trilogía de
Stieg Larsson, algo que me asombró por el modo manifiesto en que ocasionalmente
el azar hace que coincidan la realidad y la ficción.
Sufrió un
tío esquizofrénico una crisis que requería hospitalización, y lo llevamos a un
chuzo infecto de Bogotá llamado Retornar, cuyo nombre-promesa es (lo era
entonces y dudo que no lo siga siendo) tan mentiroso como falsa la misión de
todo el personal: desde los especialistas hasta el portero, que cumpliendo
servilmente la orden de sus superiores, encerró bajo llave a mi mamá para
forzarla a pagar una cifra desproporcionada que se sacaron de la chistera
dizque por el tratamiento y la alimentación que mi tío supuestamente recibió.
El caso es que, después de leer Millennium por la mañana y visitarlo a él por
la tarde durante tres semanas, de sufrir por Salander y darme por notificado in
situ de lo que son capaces la ausencia de vocación y de ética y la falta total
de escrúpulos, llegué a la conclusión de que al menos en aquel sitio de
pesadilla para los enfermos y sus familiares, no trabajaba ningún Anders
Jonasson sino sólo versiones indistinguibles del Peter Teleborian original.
Escribo esto y se me mojan de impotencia y dolor los ojos por los loquitos y
los que, de no ser por la droga psiquiátrica que tomamos…
393. Hace
tal vez un par de semanas, no recuerdo en cuál de los noticieros
internacionales que a diario oigo, me sorprendió -es un decir porque en
absoluto- el reclamo airado de una mujer que con sus hijos y marido huía de
Nagorno Karabaj a Armenia, forzados por la última arremetida de Azerbaiyán en
aquel territorio en disputa. Y mientras la oía cuestionarle al mundo la total
indiferencia frente a el sufrimiento suyo y el de sus “compatriotas”, me
preguntaba y me habría gustado preguntarle si de casualidad sabía dónde quedaba
Ucrania, qué estaba ocurriendo allí y qué palabras de aliento y solidaridad
habían recibido de sus labios los ucranios invadidos y cercados y bombardeados
por Putin y sus asesinos.
Días
después, perpetra Hamas su más despiadada matazón terrorista en suelo israelí y
entonces es el Estado de Israel (que como la señora de Nagorno Karabaj se ha
mantenido indiferente -en política, la neutralidad es por lo común aquiescencia
de alta pureza- frente a la invasión de Rusia, su homóloga) el que sale a
exigirle al mundo entero que se pronuncie de modo inapelable a su favor y en
contra de los terroristas, lo que supone un cheque en blanco para que se le
permita ejercer a su vez y con la excusa de su derecho a defenderse el terror
de Estado que con total impunidad ejerce desde antiguo, no sólo contra los bárbaros
que los atacan, sino contra civiles de todas las edades y por completo inermes
frente al poderío de sus “Fuerzas de Defensa”. ¿Que en el fondo se lo merecen
por no oponerse al terror de los terroristas, se dirán para autoabsolverse?
Pues otro tanto se puede decir de los civiles de Israel y de los judíos que
viven en el exterior, que salvo honrosísimas excepciones tampoco les exigen a
sus dirigentes la única solución viable para que se pueda hablar de paz: la
consolidación de dos Estados con todas las garantías.
¿De qué
lado estoy, entonces, en este conflicto político y religioso tan hábilmente
explotado por los ultra ortodoxos extremistas de un lado y por el extremismo de
la caverna ultrafanática del otro? Sin pensármelo dos veces y hasta que la
realidad cambie, del lado de los que, por hallarse en franca desventaja frente
al que ocupa y oprime y asfixia, no tienen en sus manos prácticamente ningún
margen de acción para solucionar nada como no sea la posibilidad de oponerse
con convicción y determinación a Hamas y otros bárbaros palestinos. Pero no va
a ser bombardeando a los civiles y dejándolos a oscuras y matándolos de hambre
a fuerza de bloqueos y destruyéndoles las viviendas y condenándolos a la
desesperación como Israel va a lograr que eso ocurra. ¿Que dan de baja a mil, a
diez mil terroristas en esta guerra? ¡Dos mil, veinte mil voluntarios habrá que
por odio reemplacen a los muertos y el círculo vicioso de la violencia y el
rencor mutuo no habrá hecho más que eternizarse!
394. Si
mañana, lo que me parece bastante previsible, Ucrania pierde la guerra a que la
condujo la Rusia invasora y fascista de Putin y su cohorte de bandidos de
resultas de que las potencias que todavía hoy la respaldan se cansan y la
abandonan a su suerte, sobrarán los ucranios antaño de bien que, movidos por un
odio y un resentimiento del todo comprensibles, se tornen terroristas y ataquen
con sevicia la Crimea y demás regiones usurpadas. Ahora: en el supuesto de que
para cuando aquello ocurra -si es que ocurre- los Estados Unidos siguen
prevaleciendo como potencia, ¿le van a dar patente de corso también al gobierno
ruso de turno para que acabe hasta con el nido de la perra en el país al que
antecesores suyos en el poder desmembraron, invadieron y arrasaron como les
vino en gana? Pues desde ya les digo, si una felonía tal perpetraran, que los
que lo hagan son una panda de hijueputas, no de la talla de un Putin, un
Medvédev o un Cirilo de Satán, aunque hijueputas a fin de cuentas.
395. Pensamiento
crítico y coherencia política, los de los que hoy le agradecen a los Estados
Unidos de Biden su apoyo generoso a Zelenski, Ucrania y los ucranios pero condenan
sin atenuantes la carta blanca que le acaba de tender a Israel para que acabe
hasta con el nido de la perra en la Palestina que ocupa y asfixia y sojuzga
desde antiguo. Lo de los que abogan por Palestina y los Palestinos pero
respaldan los crímenes de lesa humanidad que perpetra el Kremlin en Ucrania, y
lo de los que condenan al Kremlin y respaldan al invadido pero suscriben el
terrorismo de Estado de Israel en contra de los palestinos inermes son las dos
caras de una misma moneda, que ustedes pueden bautizar con el calificativo que
quieran. El mío es, por decir cualquier cosa de muchas posibles, madurobidenismo.
396. Escribí
hace unos años en un cuaderno de bitácora: He estado pensando mientras leo la
trilogía de Larsson que Blomkvist se me asemeja a Daniel Coronell y Millennium
a Semana.
Las
vueltas que da la vida: hoy, Semana es la antítesis de lo que fue y si bien
Coronell sigue siendo el periodista serio e incisivo que muchos admiran y otros
tantos aborrecen, al lector que soy de sus columnas lo tiene bastante
desconcertado -decepcionado- la asimetría en materia de investigación y de
denuncia en relación con los escándalos y desaguisados de la campaña y el
desgobierno de Gustavo Petro, si se las compara con las que sin tregua adelanta
y publica en contra de Uribe, el uribismo y todo lo que corrompen y han
corrompido. Para la prueba, un botón: remítanse a lo que Daniel publicó durante
la primera campaña a la presidencia y los primeros catorce meses de Uribe en el
cargo, durante la campaña de reelección y los primeros catorce meses de su
segundo gobierno y durante la campaña presidencial de Duque seguida por sus
primeros catorce meses en la Casa de Nariño y cotejen todo aquello con lo
correspondiente a lo de la “Colombia Humana” para que saquen conclusiones.
Silencios cómplices y parcialidad muchos, aunque, eso sí, jamás comparables a
los del todo descarados de su colega Cecilia Orozco Tascón, la Vicky Dávila del
Petrismo.
397. Si
yo fuera el profesor de un adolescente de cualquiera de los dos sexos que un
buen día me comenta que le gustaría no volver al colegio para quedarse leyendo
en casa e informándose y educándose con la DW, lo aplaudiría enérgicamente y le
recomendaría, a manera de complemento de su plan autónomo de estudios: Saber y
Ganar, El Cazador e Informe Semanal en Televisión Española; La Luciérnaga en
Caracol Radio y Los Informantes en el Canal Caracol; los conciertos de las
orquestas Filarmónica de Bogotá, Sinfónica Nacional de Colombia y Nueva
Filarmonía en el auditorio que sea, entre otras maravillas que se me vengan a
la cabeza.
398. A
que no adivinan la distancia que media entre Gustavo Petro Urrego y Lee Kuan
Yew. ¿No? ¿En serio? Cuando menos, la abismal que va del dicho al hecho.
399. Como
a lo que invitan los científicos es a dudar y a indagar, le formulo a
cualquiera de los que admiro (ante la imposibilidad de preguntárselo
directamente a Edward Osborne Wilson) la siguiente pregunta, que constituye quizá
mi único gran escepticismo por lo que a ciencias se refiere.
Partiendo
del hecho de que el sustantivo ‘evolución’ implica continuidad e imposibilidad
de interrupción ninguna, ¿cómo se explica que en un momento dado los simios
africanos que devinieron humanos no lo hubieran seguido haciendo y que, por
tanto, se pueda hablar de una ‘escisión’, sustantivo que contradice de todo
punto el sentido de lo que evoluciona? Es más: si todas las especies del
planeta somos el resultado de la evolución, ¿qué justifica entonces que el Homo
sapiens sea el último eslabón de una cadena que debería tener infinitos
eslabones?
Les pido
de antemano comprensión por mi ignorancia y claridad en la respuesta.
400. Y otra, pero retórica: ¿por qué mira el mono parlanchín -al que ustedes los científicos llaman, con total indulgencia, dizque Homo sapiens- “por encima del hombro” a los simios de que desciende (óigase bien: des-cien-de), a las ratas topo y ni qué decir tiene que también a las, de momento, catorce especies de insectos que con él componen “los”, de momento, “veinte triunfadores de la organización social”? ¿Por qué resultó tan sobrador y chicanero aqueste pobre diablo de pene o vagina? Por cierto, otro día los vuelvo a importunar para preguntarles qué piensan de unes loquites que se autodenominan dizque “no binarios”, tal que si no mearan, se masturbaran y fornicaran mediante y gracias a una u otra cosa.