Me invitaba el otro día mi hermano -un cristiano ciclópeo, lector de un
único libro (no podría ser de otro modo tratándose de un creyente acérrimo)
aunque un buen muchacho a fin de cuentas- dizque a que pusiera la literatura al
servicio de la obra de Dios en la Tierra. Les juro -perdón, Maestro, perdón-
que me desdevané los sesos intentando hallar el cómo, y al cabo me tuve que dar
por vencido. Pero llegó el momento.
3. “Desdichado el
pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.”
¿Existirá en alguna parte otra frase más concreta y capaz de semejante
doble efecto, a saber: el desnudamiento de una mentira antiquísima y el jaque
mate a la esperanza por excelencia de los crédulos?
4. “Desdichado el
que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.”
Hay quienes gimen y se lamentan por sí mismos y hay quienes lo hacen por
otros. Aquellos son egoístas y estos generosos, pero ambos inútiles si todo se
reduce a la queja.
5. “Dichosos los que
saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.”
Toda una estrategia: yo, viéndote jodido, me invento que si sobrellevas
las penurias terrenales con resignación te verás recompensado allende esta
vida, que yo sí gozo porque yo sí puedo.
6. “No basta ser el
último para ser alguna vez el primero.”
De nuevo la astucia del que desactiva: tú quédate tranquilo si naciste,
o te hiciste, desgraciado que para ti y para los como tú hay algo muy bueno en
un lugar llamado inconcreción o incertidumbre.
7. “Feliz el que no
insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.”
De lo cual se desprende que en el mundo, y más aún en el mundo de las
redes, lo que reina es la desdicha.
8. “Feliz el que
perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.”
Sí, el más feliz de todos.
9. “Bienaventurados
los mansos, porque no condescienden a la discordia.”
Lástima que sus votos, por lo común sensatos y por ende insuficientes,
rara vez triunfen en las urnas.
10. “Bienaventurados
los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa
o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.”
¡Soy fatum y solo fatum! Sin embargo, que lo sea no quiere decir que
esté dispuesto a dejarme arrastrar por el conformismo que esta bienaventuranza
tuya conlleva. ¿No dices acaso en los numerales 16 y 17 que...?
11. “Bienaventurados
los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y
no en la esperanza de un premio.”
Muy a menudo me da por pensar en todas esas iglesias y sinagogas y
mezquitas a reventar de fieles que se sienten, en tanto oran o alaban, el
pueblo elegido cada cual de su invento, al tiempo que, desperdigados por todo
el mundo, anónimos seres humanos salvan vidas de desesperados en alta mar o
alimentan bocas hambrientas en campos de refugiados o atienden desahuciados en
improvisados hospitales en países pobres entre los más pobres o dan la vida por
defender a un niño o a una mujer o a un animal al que golpea un(a) salvaje o
reparten su hacienda entre otros más necesitados o..., y todos agradecidos de
que su generosidad no coseche likes ni palmas ni nada.
12. “Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ven a Dios.”
Hay corazones que destacan por su turbiedad e inmundicia. Los hay
mezquinos y egoístas. Otros -demasiados también- son indiferentes y fríos.
Existen los que se conduelen e intentan aliviar sufrimientos ajenos y los que
se entregan sin descanso a esa causa. Infortunadamente, incluso estos últimos,
tan bondadosos ellos, exhiben alguna mácula que enturbia su limpieza. De modo
que para ver a Dios ni con la lámpara del numeral 15 alcanza.
13. “Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la
justicia que su destino humano.”
Desde luego que aquí no cabe ninguna Aung San Suu Kyi ni ningún Juan
Manuel Santos ni ningún Barack Obama oportunistas; muchísimo menos cualquier
mamerto de tantos, enfermos todos de victimismo e insoportables a más no poder;
tampoco los millones que sufren injusticias penales en todo el mundo pero que
nada hacen -seguramente porque no pueden- para cambiar su suerte y la de otros
como ellos. En cambio sí, y con honores, Antígona, Castalión, Jesús, Gandhi,
don Quijote, Luther King o Lope de Aguirre y semejantes: infinitamente pocos.
14. “Nadie es la sal
de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.”
Y mucho menos la caterva de sepulcros blanqueados que pontifican desde
los púlpitos y les sorben el seso a los que con ninguno nacieron.
15. “Que la luz de
una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.”
La precaria salud del planeta nos emplaza a no despilfarrar nada. De
modo que no: que jamás se accione un interruptor en vano.
16. “No hay mandamiento
que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas
dijeron.”
Los templos colmados hablan por sí solos.
17. “El que matare
por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa.”
Descorazonador que bajo este paraguas quepan la maldición de alias Mono
Jojoy y la bendición del operativo que lo dio de baja, el médico valiente que
se cargó a tres de una sobre un puente peatonal en Bogotá y su terna de
interfectos, el dedo salvífico que disparó contra Pablo Escobar y ese maldito
con su prontuario.
18. “Los actos de
los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.”
¿Pero qué se esconde detrás de semejante aseveración? ¿Horror o
indulgencia?
19. “No odies a tu
enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será
mejor que tu paz.”
Eso lo sabe Mandela. ¿Pero Hitler y Stalin, Castro y Videla, Petro y
Uribe, Donald y Xi? No lo suscriben.
20. “Si te ofendiere
tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o
imposible, fijar la frontera que los divide.”
No obstante, si esa mano tuya es la misma con la que el Chivo violó a
Urania en medio de su impotencia masculina, cercénala y, ya entrado en gastos,
dispone la soga.
24. “No exageres el
culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con
razón muchas veces.”
Tal vez no al cabo de un día. Mas sí, y sin que quepa la menor duda, al
cabo de un mes, de un año, de toda su vida.
25. “No jures,
porque todo juramento es un énfasis.”
Que juren y perjuren cuanto quieran, pero que no enfaticen cada memez
que digan.
26. “Resiste al mal,
pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes
volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.”
Respecto de lo primero, maravilloso consejo en tiempos de ubicua, sosa e
hipócrita indignación colectiva. En cuanto a lo segundo, ¿una invitación al
masoquismo?
27. “Yo no hablo de
venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.”
De esta hondura pueden dar fe, así el bellaco al que no le cobraron con
sangre su vileza, como el pesaroso al que su arrepentimiento le granjeó la
exoneración de su falta.
28. “Hacer el bien a
tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y
no de hombres.”
Discrepo: es arduo, si verdaderamente se trata de un enemigo. Coincido:
es tarea de ángeles. Y palabrería de pastor vocinglero, de cura afectado y de
rabino judío.
29. “Hacer el bien a
tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.”
Todo un infortunio que, incluso en la alegría de dar con auténtica
misericordia, sea imposible no sentirse íntimamente vanidoso. Ahora imagínense
a los que hacen de la generosidad un espectáculo.
30. “No acumules oro
en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del
tedio.”
No acumules oro en la tierra, porque el oro te hará más difícil la
resignación a la muerte y no te dejará, mientras vivas, experimentar el ocio
del que crea y piensa.
31. “Piensa que los
otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.”
Desconfiar en demasía es la condena de los que habitamos paraísos de
corrupción en todos los niveles. Pero confiar, porque sí, en la buena fe de los
que a las claras muestran que son granujas, es tontería.
32. “Dios es más
generoso que los hombres y los medirá con otra medida.”
La conoceremos en el Juicio Final, que no tiene fecha señalada dentro de
la eternidad y por tanto tendrá que aguardar a que ella concluya para ver qué
empieza y cuáles son sus posibilidades en el nuevo orden.
33. “Da lo santo a
los perros, echa tus perlas a los cerdos; lo que importa es dar.”
¡Eso!: lo santo para los perros, las perlas para los cerdos y lo que
sobre -ojalá nada- para los parásitos de la fe.
34. “Busca por el
agrado de buscar, no por el de encontrar.”
Como lo plantea Magris: tras de la utopía se va, la utopía se busca sin
desfallecer, sin que importe cada nuevo desencanto y aun a sabiendas de que
cuanto más avanzamos en su dirección, el paraíso se aleja a igual velocidad y
sin solución de continuidad. La fe y la esperanza justifican la quijotada.
39. “La puerta es la
que elige, no el hombre.”
Y los pobres insensatos hablando de dioses y de contextos. Que puede que
sí los haya, mas solo para lo accesorio; jamás para lo determinante o
definitivo.
40. “No juzgues al
árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser mejores o peores.”
Del todo preferible esto a juzgarlos, y salvarlos, por una fe engañosa
que en muchos casos solo se puede medir por los decibelios de sus plegarias.
Por lo que se refiere a los árboles, ellos son, junto con la naturaleza de que
forman parte, el único anticipo del edén improbable.
41. “Nada se edifica
sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si
fuera piedra la arena.”
Aseguraba García Márquez que “para escribir uno tiene que estar
convencido de que es mejor que Cervantes; si no, uno acaba siendo peor de lo
que en realidad es”. Y así con todo lo demás.
47. “Feliz el pobre
sin amargura o el rico sin soberbia.”
Se lo deben a Fortuna la veleidosa.
48. “Felices los
valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.”
Y pensar que hoy, para dar con un ecuánime de estos tipo Diego Alatriste
y Tenorio, uno debe buscarlo, precisamente, en los libros.
49. “Felices los que
guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz
a sus días.”
Nunca antes una humilde conjunción lo había decidido todo. Felices los
que guardan en la memoria palabras de Virgilio y de Cristo, porque aquéllas y
éstas darán luz a sus días. Infelices los que, subyugados por un memorizador
del discurso unigénito del mesías, caigan bajo su égida o se mantengan de ella
alejados, por convicción o rebeldía.
50. “Felices los
amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.”
¿Pero qué se le agrega a la completitud?
51. “Felices los
felices.”
O sea, esos de que habla -también de los otros-
el gran Yuval Noah Harari en ‘FELICIDAD QUÍMICA’.